domingo, 24 de agosto de 2025

Los errores... The mistakes... Les erreurs...

Como parte de los esfuerzos de integración que se realizan en el trabajo -es una empresa con más de treinta mil empleados trabajando en veintidos países- hay un grupo que está leyendo libros sobre liderazgo -aunque el actual es el clásico de Dale Carnegie-.

Hace un par de semanas preguntaban en el chat del grupo sobre el error más divertido o aleccionador; nadie contestó, o casi nadie: yo describí la vez en que -trabajando en un banco- le dí Reply All a un correo que incluía a toda la empresa.

Fue un error de principiante; y al inicio sufrí por el desliz; pero también se lo conté bastante rápido a mi jefa; quién se mostró bastante comprensiva; y me ayudó a gestionar las consecuencias -molesté a mucha gente-; nomás la administradora del grupo realizó un comentario sobre mi historia.

Me estaba recordando sobre esa publicación a mediados de esta semana; principalmente por el 'error' que cometí el lunes: no tener bloqueada físicamente la cámara de mi computadora del trabajo; un episodio realmente vergonzoso.

Además, el miércoles me tocaba la reunión quincenal con mi supervisora local: creo que es una de las atribuciones que todos los administradores de personal deben realizar; son reuniones de media hora en las que se evalúa el avance en los proyectos laborales, y se aprovecha para retroalimentación o resolución de dudas.

Pero la reunión estuvo -como la mayoría de las últimas- bastante tranquila: la única novedad fue que le avisé de una vez a mi supervisora que iba a tomar el primer jueves del mes como primer día de vacaciones -y el último también, me parece-.

Lo que no le comenté fue la razón de tomar el primero -usualmente es el segundo o tercero-; y es que es el día en que mi hija retorna al país; planeo salir bastante temprano de acá -alrededor de las once-, para llegar al mediodía, y esperarla quizá hasta una hora.

Y a ver cómo va eso... 

El jueves -hubo meditación y tres wordles, pero no reunión diaria- me quedé en la habitación hasta que Rb salió para su visita semanal a comprar fruta; ya no ha estado yendo hasta el centro histórico, sino únicamente al comercial en donde se estacionan los busitos.

Ese día, como casi todos los anteriores, me pasé jugando mucho ajedrez -demasiado, diría-: desde que Duolingo me permitió probar la versión beta de ese curso he estado haciendo casi todas las lecciones del día solo de esa clase.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado, en donde compré un par de pechugas ya que esperaba prepararlas estilo cordon bleu para el almuerzo del sábado con mi hijo menor.

En el otro supermercado compré cuatro onzas de jamón de pago y un paquete de diez cuadros de queso amarillo; también compramos algunos bananos y lechugas; para los almuerzos restantes de la semana.

El viernes sí hubo reunión diaria; aunque ha estado bastante calmada; lo que no hubo durante toda la semana fue la reunión de equipo: mi supervisor anda de vacaciones y a ninguno le interesó participar en la misma.

También traté de jugar menos ajedrez, y tratar de ver algunas de las pruebas que se supone que el equipo está cubriendo con la última versión de la aplicación en la que trabajamos; aunque, realmente, no pude avanzar mucho.

Ese día recibí un mensaje mero raro de un colega con quien trabajé hace casi veinte años -y a quien había bloqueado en whatsapp pues en las últimas reuniones intentó involucrarme en algun esquema multinivel-: me pedía que le revisara su curriculum -en inglés-, pues planeaba solicitar trabajo en un call center.

La verdad es que fue una serie de mensajes extraños: hace cuatro o cinco años fue despedido de una gran constructora en la que trabajó durante catorce años, dirigiendo el área de tecnología.

Era -aparentemente- un gran trabajo; y recibía una muy buena compensación -me parece que alrededor de tres mil dólares mensuales-; pero, desde entonces, no ha podido encontrar nada fijo; trabajando un par de años como auditor de procesos para una división del estado; y otro par como consultor para otro ministerio del mismo sector.

Saber que -por fin- estaba dándose cuenta de su situación, y buscando algo un poco más realista, me hizo pensar en el diálogo que hemos sostenido varias veces con Rb: nuestro próximo lugar de trabajo puede que sea en un call center.

Mi hijo menor trabaja en uno -gana aproximadamente mil dólares- y mi hija mayor también labora como traductora médica -gana menos, pero trabaja bien poco-; o sea, sería como la mitad de lo que percibo actualmente, pero entre eso y pasar varios años buscando trabajo, prefiero lo primero.

Y, por alguna razón, justo ese día Duolingo me empezó a enviar anuncios de contratación en el mismo call center en el que trabaja mi hijo menor; lo interesante es que era para Francés -aunque también hay opción para Alemán y Portugués-; el salario es un poco mejor, y me dije que, quizá lo mejor es que -por cuestiones de acento- le ponga más esfuerzo a portugués.

Por la noche estuve leyendo el libro de Francés que llevo actualmente -Les delicieux de Tokyo-, de Portugués -Harry Potter e a Cámara Secreta-; también continué con Justice League Flash Point y con la película live action Speed Racer.

El sábado, después de la meditación, los wordle y Duolingo; salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después retorné a la cama a leer un poco, pero tuve cuidado de no dormirme: me interesaba ir temprano a los supermercados.
 
Y es que el tránsito ha estado muy pesado durante el último mes -más que de costumbre- y no quería salir muy tarde hacia el departamento de mis hijos; además, debía preparar un par de pechugas estilo cordon bleu, y un par de ensaladas.
 
Un poco después de las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; no entramos en el más alejado, nomás llegamos hasta su altura; en el otro compramos un poco de bananos y pollo.
 
Retornamos a las diez y media y me estuve jugando ajedrez en Duolingo, hasta las once; a esa hora empecé la preparación del pollo -antes de salir más temprano había adelgazado la carne, preparado los rollos con jamón y queso, y dejado en reposo en la refri- y de las dos ensaladas.
 
Luego -durante la última cocción del pollo- saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella sacó a su otro perro-; después empaqué todo en la mochila que tiene aislante térmico; también agregué un par de platos, tenedores, aderezos y un par de coquitas de tapa negra.
 
Luego me bañé; al final salí más tarde de lo previsto -a las doce y cuarto- pero, sorprendentemente, no había tránsito en el boulevard; ni siquiera en la vuelta en donde usualmente debo bajar la velocidad; encontré un pequeño embotellamiento en la subida a la ciudad.
 
Entrar al periférico también me costó un poco -como siempre-, pero llegué al edificio en alrededor de veinticinco minutos; que es casi la mitad de lo que me he tardado cuando encuentro más tráfico en el municipio.
 
Me parqueé en el sótano -por fin le pusieron el número de apartamento a nuestro lugar- y subí con lo que llevaba para mis hijos -servilletas de papel, jabón de manos y cucarachicida-; en la sala del apartamento le escribí a Rb para comentarle la ligereza del tránsito, y a mi hijo, para notificarle que ya había llegado.
 
Mi hijo salió bastante rápido y nos dirigimos al parque temático de costumbre; era temprano pero nos dirigimos directamente al área de mesas del lugar; afortunadamente estaba bastante vacía.
 
Almorzamos -la pechugas volvieron a quedar muy bien- y conversamos un poco -continuando los temas que habíamos estado tocando en el camino-; mientras almorzábamos empezó a llover, pero, por suerte, el área techada es bastante amplia.
 
Cuando terminamos de almorzar estuvimos armando los cubos de Rubik de 4x4 y de 5x5; luego jugamos una extensa partida de Scrabble en español; la lluvia no duró mucho, pero, por políticas del lugar, la rueda de Chicago a la que usualmente nos subimos no estaba funcionando.
 
Entonces emprendimos el camino de regreso a casa; en el trayecto pasamos a dos supermercados -de la misma cadena-: mi hijo me había pedido que lo acompañara a aprovisionarse de algunos artículos; los cuales no encontró en el primero.
 
En el segundo compró varias latas de frijoles y algunas otras provisiones; retornamos a casa alrededor de las cuatro y media; habíamos acordado finalizar la reunión a las cinco y media; y nos estuvimos conversando un momento en la sala.
 
Pero, como yo tenía una conversación pendiente -el retorno al país de mi hija segunda-, un poco antes de las cinco llamé a mi hija mayor, para ver si estaba en su habitación; no respondió las dos llamadas en Whatsapp -creí que estaba durmiendo-.
 
Entonces toqué la puerta de su habitación; y un momento más tarde salió de la misma, con una toalla alrededor del cabello -se estaba bañando y por eso no pudo contestar el teléfono-; entonces les comenté las últimas noticias de su hermana, y el retorno previsto.
 
Yo había estado preocupado durante la semana; especialmente porque el movimiento lógico era que mi hijo menor desocupara una de las dos habitaciones que ha ocupado durante el último año.
 
La conversación estuvo -en su mayor parte- positiva; o sea, mi hijo entendió que era necesario que redujera su ocupación; aunque hubo un poco de tensión sobre la cantidad de dinero que cada uno debe pagar a partir de Octubre.
 
Pero, en general, fue una buena conversación: hablamos un poco sobre la familia, las relaciones y los desafíos personales que tenemos por estar dentro del espectro neurodivergente; así que, al menos en principio, las cosas van marchando.
 
Y a ver cómo sigue eso. 

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