sábado, 9 de agosto de 2025

La otra mitad... The other half... L'autre moitié...

El miércoles llegué a la mitad del reto más extenso que me he propuesto -hasta ahora-: meditar sin interrupción durante mil días; justo ese día fue la primera ocasión de meditar veinte minutos; empecé haciéndolo durante diez minutos, y he ido aumentando un minuto cada cincuenta días.

Y he obtenido el resultado que esperaba: ninguno; y es que no soy nada dogmático en el tema; o sea, he visto a un par de difusores científicos en Youtube que despotrican contra la práctica, empezando porque no hay una definición única.

Pero creo que me ha ayudado; o quizá nomás sea la edad lo que me proporciona una mejor ecuanimidad ante las ocurrencias de la vida; antes me angustiaba por cosas como la inestabilidad laboral y así; ahora es -un poco- menos.

Y esta es una de las áreas en las que -creo- nunca estaré completamente en paz: llegaré a la edad de jubilación -o a la devolución del equipo corporal- sin sentirme completamente cómodo en lo que hago; o en el porvenir, en ese tema.

El actual es el más extenso que he tenido -o tendré, creo-: el próximo mes cumpliré once años en la misma empresa; o sea, he pasado por varias disecciones y reestructuraciones; incluso el cambio de nombre de la misma; y una serie de despidos radical; y sigo aquí.

Se suponía que esta semana estaría más tranquila porque la aplicación en la que nos desenvolvemos sería entregada al cliente; pero no, decidieron que aún no tenía un nivel adecuado para el uso cotidiano.

Nos hemos estado reuniendo -de acuerdo a la programación regular- a las doce y media; lo bueno es los tres primeros días de la semana la reunión ha estado más bien corta; no ha llegado a interrumpir la hora del almuerzo -la una de la tarde- con Rb.

El lunes y el martes se ha tratado  de revisar las tareas que podemos realizar hasta que vuelva a llegar la nueva fecha de entrega -a mediados de septiembre-; y nuestro supervisor informando que estará de vacaciones casi todo el mes.

Incluso el lunes me levanté bastante tarde: eran casi las diez de la mañana cuando salí -por fin- de la habitación, a prepararme el desayuno; y también tomé una siesta por la tarde (leer en la tablet se me hace bastante pesado en algunas ocasiones).

El martes estuvo mejor; o sea, no me volví a dormir después de la reunión: estuve haciendo bastantes lecciones de Duolingo, y leyendo un poco de README.txt; y al final de la tarde -a las cuatro y media- salimos con Rb hacia los mercados en dirección norte.

Pero justo cuando estábamos cerrando el portón vimos algunas gotas de lluvia -el cielo estaba bastante gris-; continuamos caminando pero nos guarecimos durante casi media hora en la garita de la calle.

Rb aprovechó para conversar -yo participé un poco- con el guardia que estaba de turno: sabíamos que la esposa había estado con problemas renales y nos contó bastante de su historia personal; que, la verdad, sonaba bastante difícil.

Casi a las cinco continuamos con nuestra caminata; yo había pedido ir  en esa dirección pues quería comprar el último artículo que mis hijos me habían pedido: unos cubos para eliminar cucarachas, que había adquirido en el pasado en la tienda verde de descuentos.

También compramos una botella de vidrio para utilizar con el aceinte de oliva en la cocina: compramos una presentación bastante grande en el supermercado en donde compramos artículos a granel, y es complicada la manipulación.

Esta botella -de plástico- de aceite de oliva es de tres litros, por lo que utilizamos otra botella de vidrio -que habíamos adquirido en la tienda verde- hace unos meses; pero esta aún es demasiado grande, por lo que compramos una que no almacena más de medio litro.

Luego pasamos al supermercado del comercial en donde abordamos frecuentemente los buses intermunicipales; allí compramos un poco de bananos; después caminamos de vuelta a casa; afortunadamente -y aunqu el cielo seguía encapotado- pudimos retornar sanos y secos.

Las primeras noches de la semana continué viendo capítulos de Conan El niño del futuro, partes de películas de la Liga de la Justicia, y partes de la primera película de Ne Zha; también leyendo un poco, y resolviendo los cubos de Rubik de 4x4 y 5x5.

El miércoles me levanté a meditar -había dejado el temporizador en veinte minutos desde la noche anterior-, luego resolví los tres wordle de costumbre -sigo fallando en Francés- y después entre a la reunió diaria.

Después de la reunión me quedé en la cama, haciendo algunos ejercicios de Duolingo; un poco después de las ocho de la mañana Rb entró a la habitación a comentarme que el hijo de un anciano a quien habíamos encontrado -en nuestra caminata vespertina- hacía unos meses había fallecido.

Me comentó que iba a ir un rato al funeral -el joven de treinta y ocho años había fallecido el día anterior, por complicaciones de diabetes- y estaba siendo velado en una iglesia a tres o cuatro cuadras de la colonia.

Me ofrecí a acompañarla y, después de desayunar (y tener la reunión quincenal con mi supervisora local), nos dirigimos al lugar; justo antes de salir un desarrollador me escribió para consultarme sobre un reporte que había realizado unas semanas atrás.

Entré al servidor en el que trabajamos algunas de las pruebas y realicé una grabación rápida del problema reportado; y lo remití en la herramienta de mensajería que utilizamos en las labores; luego caminamos a la iglesia.

Entramos al lugar -habían ocho o nueve personas allí, entre ellas la madre del fallecido- y Rb fue a presentar las condolencias a la familia; yo me senté un un lugar cercano a donde estaba la familia; de donde tuvimos que movernos un poco conforme fueron llegando más personas -la mayoría bastante ancianas-.

Como me había quedado con expectativas de la respuesta del desarrollador, conecté los datos móviles de mi celular; y le pedí al analista que mejor me cae que revisara si podía replicar en otra estación la funcionalidad reportada; también ví que mi supervisor me acababa de llamar.

Mi compañero me escribió un poco después confirmando que el reporte era reproducible en su estación de trabajo; y le escribí a mi supervisor para comentarle que estaba actualizando mi computadora y que lo llamaría en cuanto estuviera disponible.

Un poco después encontré -seguían llegando personas- a un ex compañero de pasillo; lo había visto antes de la pandemia en el supermercado más cercano en dirección sur; pero no me recordaba que vivía justo frente a la iglesia.

Nos saludamos y nos pusimos un poco al día; ahora trabaja en la oficina local de otra empresa del imperio del norte; y me comentó que andaban buscando personal, pero con manejo sólido de un lenguaje que yo apenas utilizo; le pedí su número de teléfono, aunque luego me dí cuenta que no podía contactarlo por whatsapp -o me dió (o anoté) un número incorrecto-.

Después de un poco menos de una hora nos retiramos del lugar; vine a llamar a mi supervisor, quien quería que actualizara un documento del que me había estado hablando desde hacía varios días; lo que no me llevó más de una hora.

A las doce y media tuvimos la reunión de equipo -nada nuevo, realmente- y le comenté al supervisor que estaba por terminar la asignación; un poco después de la reunión -y del almuerzo- le mandé la notificación de que ya había actualizado el documento.

Después me retiré a mi habitación a leer la última parte del ciclo actual del libro de Chelsea Manning; había dejado la computadora sin audífonos conectados, para escuchar si recibía notificaciones; pero no me dí cuenta que el video que puse para que no se fuera a dormir no estaba en reproducción contínua.

Por lo que la máquina se fue a dormir y no recibí la notificación de que me estaban llamando nuevamente; salí un poco más tarde de la habitación y ví que tenía otra llamada perdida de mi supervisor; devolví la llamada: era para que extrajera un folder de una máquina virtual y lo enviara (después de comprimirlo) por correo a una tercera persona; nada complicado.

Después de completar la tarea le propuse a Rb que jugaramos una partida de Scrabble; lo hemos estado haciendo con bastante frecuencia las últimas semanas: he estado tratando de encontrar actividades que aceiten nuestra convivencia -más o menos lo que estoy tratando de hacer conmigo mismo y la acuarela-.

El resto de la semana continuó con más o menos el mismo ritmo: el jueves estuve conectado a la estación de trabajo en la que usualmente pruebo la aplicación con la que trabajamos; pero no hubo grandes novedades en la misma.

Y es que en la reunión de la mañana el Product Owner le había pedido a uno de los analistas de mi área (se supone que están turnándose para entrar a la reunión de las siete de la mañana, pero yo siempre entro a la misma) que se corrieran unas pruebas específicas en la nueva versión.

Pero no encontramos nada que fuera muy problemático en la revisión -los mismo problemas de siempre, nomás-; el mismo compañero al que se le había pedido la revisión envió un correo reportando los hallazgos.

Por la tarde caminamos en dirección de los mercados que se encuentran al sur de la calle donde vivimos; no acudimos al más alejado -nomás caminamos hasta su altura-, en el que está a mitad del camino compramos -de vuelta- un poco de bananos y lechugas.

Cuando venimos me puse a hacer Duolingo; la vecina le comentó a Rb que el pequeño racimo de bananos, que estaba creciendo de su lado de la pared que divide los terrenos, ya se estaba poniendo amarillo; Rb me pidió que lo cortara pero pedí tiempo, porque estaba a medias con la aplicación de idiomas.

Al terminar las lecciones y ofrecerme a cortar el racimo de bananos ya estaba un poco oscuro, por lo que Rb juzgó más prudente dejarlo para el día siguiente; por la noche seguí con el capítulo diario de Conan, y las secciones de Ne Zha, y la Liga de la Justicia.

El viernes, después del desayuno, le pedí a Rb que me acompañara a cortar el racimo de bananos; había previsto pedirle permiso a la vecina para acceder al patio trasero de su casa; pero resulta que el tamaño era mucho menor que de costumbre, quizá menos de la mitad.

Por lo que nomás me subí al muro de división con el machete; y bajé el racimo de bananos; después lo seccioné en cinco partes; las cuales repartimos en la cuadra a la hora de sacar a caminar a los perros: una a la vecina, uno al guardia de turno, dos en la tercera y cuarta casa de la calle.

Y guardamos una penca de bananos para el guardia que estaría de turno al siguiente día -el mismo con el que estuvimos conversando el martes por la tarde-; yo nomás tomé uno que había sido picoteado por un ave -espero- (nomás le quité la parte dañada) y otro verde que se cayó de una penca que boté en el patio.

El sábado me levanté diez minutos antes de la hora habitual -a las seis y veinte-: por la carga de tránsito que había encontrado la semana anterior había planeado salir quince minutos antes: a las siete.

Medité veinte minutos y luego me metí a la ducha; y antes de las siete tomé mi mochila y salí a abordar el auto;  el tránsito estaba -sorprendentemente- bastante ligero: no encontré ningún embotellamiento en la entrada de la ciudad; como iba con veinte minutos de anticipación decidí pasar por una gasolinera.

Pero como estimé que la entrada a la Universidad estaría llena -por donde se encontraba la gasolinera más accesible- decidí desviarme unas calles de la ruta normal y pasar a una gasolinera que se encuentra en dirección contraria a la que iba.

Llené el tanque del automóvil -treinta y dos dólare- y le eché aire a ambas llantas traseras (las dos siguen perdiendo aire, pero más la del lado del volante- y, como aún me quedaba tiempo, limpié los vidrios frontal y posterior.

Luego retomé mi camino; el tránsito estaba un poco más pesado; y la entrada a la Universidad estaba casi detenida; pero llegué al lugar justo a la hora acordada (siete y media); y me dirigí a las mesas al fondo del mismo.

Mi amigo estaba en la última mesa; y justo estaba por enviarme un mensaje para comentarme en donde se encontraba: había llegado al lugar a las siete y cinco -se supone que lleva a su hijo mediano a la facultad para una clase a las siete de la mañana-.

Luego de saludarnos le indiqué que nos acercáramos a la caja para ordenar un par de desayunos típicos del país, los que pagué -trece dólares y medio- de acuerdo a la costumbre en mis reuniones.

Nos estuvimos en el lugar por las siguientes dos horas y media, desayunando, y poniéndonos al día de la vida de cada uno; en mi caso la única novedad fue la ceremonia a la que asistí hace unos meses por haber arribado a los veinticinco años de ejercicio profesional.

Y es que mi amigo fue uno de los pocos en asistir al acto de graduación -aparte de la mama de mis hijos, quien estaba esperando a la segunda por la época, la familia de mi tía favorita, y un par de compañeros del trabajo en el que estaba por esos días-, y tomar la foto que necesité luego para registrarme en el colegio profesional.

Por su parte sí hubo -como casi siempre- muchas novedades: su segundo hijo ya va en el segundo año en la facultad -el tercero mío se quedó justo en ese año-; su primera hija terminó los trámites del divorcio -luego de un par de años de casada-, luego de su infidelidad con un pastor de jóvenes en la mega iglesia que se encuentra a la entrada del municipio donde vivo.

Y con su hija menor siguen los conflictos; o más bien aumentan: la última vez andaban en que no se dirigían la palabra -porque ha andado escapándose de su control paternal-; pero ahora sí definitivamente ha escalado: él la golpeó hace unos días por continuar con las escapadas.

Además, su esposa -ya llevan casi treinta años de casados, luego de 'perdonarle' una 'infidelidad emocional' hace como quince- se ha puesto del lado de sus hijos, por lo que la relación ha ido deteriorándose con el tiempo.

En fin, un drama familiar interesante; mi amigo no trabaja -se enriqueció en el pasado con la corrupción en la cartera de comunicaciones en el gobierno- pero ha estado dedicándose esporádicamente a trabajos de optometría -tomó un curso técnico de dos años en la institución más grade de este tipo del país-.

Y lo que hace desde hace unos años es vivir de sus rentas -supo invertir bien el dinero malhabido: su casa tiene tres niveles y, además, adquirió varias propiedades, que alquila- por lo que nomás se ha dedicado -durante mucho tiempo- a brindarle transporte a su esposa -quien lleva casi veinte años de trabajar como enfermera- y a sus hijos.

Su hija mayor -se casó un poco después de alcanzar la edad adulta y se divorció dos o tres años después- ha vuelto a la casa de mi amigo y ahora imparte clases en una sede de la cadena más amplia de colegios de la ciudad -casualmente dá clases en la sucursal que se encuentra frente al edificio donde viven mis hijos-.

También continúa sus estudios universitarios -en ciencias de la comunicación- en una de esas nuevas 'universidades' que tanto han brotado en las décadas pasadas; su hijo segundo -en quien tiene puestas todas sus esperanzas- avanza exitósamente en el segundo año en la facultad -parece que se decantó por la informatica- y su hija menor se gradúa este año del nivel medio.

Total que me estuvo contando todas sus vicisitudes: los conflictos -silenciosos- con su esposa, lo que le pesa que su hija mayor esté empezando a salir con otros individuos, lo que adora a su hijo -es la nota positiva en su lore- y lo que sufre con el desprecio con el que lo trata su hija menor.

 Un poco después de las diez le pedí a mi amigo que le echara un ojo a la llanta del auto que más pierde aire -al inicio del desayuno le había comentado lo que ha estado ocurriendo- y le tomó una foto a las medidas, para ver si tenía en su posesión alguna que pudiera utilizar -; su sobrino fue otro de los temas de la conversación.

Luego de despedirnos arranqué el automóvil e inicié mi camino de regreso; el cual estuvo terrible: ni siquiera había salido del parqueo y ya había embotellamiento; llamé a Rb para que consultara Waze y me comentó que se veía más libre la otra salida de la ciudad -por donde entré la semana anterior-.

Cruzando apenas el paso a denivel que se encuentra bajo la vía que sale al Pacífico se encontraba -justo en la salida del mismo- un automóvil detenido, a media cuesta; pero delante del mismo continuaba la cola; y la misma seguía por -al menos- otro par de kilómetros, justo hasta la salida misma de la ciudad.

Al final me hice casi cuarenta minutos para completar el viaje que normalmente no lleva más de diez o quince; parqueé el automóvil frente a la casa de Rb y entré; me sorprendió ver que no estaba la llave en la puerta frontal -comúnmente la mantenemos en la chapa-.

Cuando entré ví que el pizarrroncito que traje de mi habitación estaba en la puerta de la cocina -luego de que esta dejara de funcionar lo utilizamos para que los perros no se metan a la misma- por lo que comprendí que Rb no se encontraba en casa.

Un rato después retornó con algunas frutas para su semana; antes de empezar el almuerzo del día (sandwiches de pollo, preparados con los panes que no le provocan alergia y una nueva receta de mayonesa) me puse a completar algunas lecciones de Duolingo.

Después de preparar el almuerzo -me tocó que picar varias cosas: culantro, chile pimiento, apio; y majar un diente de ajo- sacamos a caminar a los perros de Rb; luego almorzamos los sandwiches, acompañados de un tazón del caldo que quedó al preparar el pollo y las legumbres con las que se mezcló para preparar el aderezo.

Un poco más tarde me metí a la cocina a lavar los trastes que habían quedado del almuerzo -y unos pocos de la preparación del mismo- y, después, preparé un par de tazas de té (de menta para mí y de manzanilla para Rb); a continuación vimos un capítulo de la segunda temporada de Wednesday.

Al final de la tarde me metí un rato a la habitación, para revisar mis tres -o cuatro- cuentas de correo -un poco antes había visto que mi supervisor en el imperio del norte me había enviado un mensaje en la red interna; pero ya no lo ví conectado.

Se me ocurrió que podíamos salir a caminar con Rb, pero al ir a proponérselo me comentó que estaba preparando su comida semanal; y que aún se tardaría otra hora y media; por lo que decidimos terminar el día con una partida de Scrabble -las letras me favorecieron: 435 a 232-.

Y a ver cómo sigue eso... 

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