domingo, 31 de agosto de 2025

No sé qué hacer... I don't know what to do... Je ne sais pas quoi faire...

A partir de la última conversación tensa que tuve con mi hijo -estaba tratando que se pusieran de acuerdo con la limpieza del departmento, pero fastidié la situación-, en la que me indicó que mis temas eran muy dark, me había  propuesto mejorar en ese aspecto, al menos en nuestras interacciones.

Por eso tuve una conversación un poco tranquila la siguiente vez que nos vimos: me disculpé por la forma en la que me expreso y le dije que esperaba mejorar en ese aspecto; que, al final, lo que me interesa es que tengamos un buen tiempo juntos.

Y las cosas han estado un poco mejor: después de que les anuncié el regreso de la mediana -viene el jueves-; -me parece que- la mayor y el menor se están comunicando un poco mejor -o al menos, se están comunicando-.

Pero, en la primera reunión de la tradición que espero establecer -tomar una bebida caliente luego de mi visita sabatina, acompañado de quien lo desee- volví a sufrir un desliz; no recuerdo qué estábamos comentando, pero dije: No sé qué hacer con mi vida.

Y mi hijo menor comentó: Eso es algo que dicen las personas en sus veinte años, no los mayores de cincuenta; y creo que tuvimos una pequeña discusión sobre el tema; pero, al final, yo soy el -más- adulto, y -creo que- debería ser más cuidadoso.

O sea, es -un poco- frecuente que me encuentre pensando 'qué hubiera pasado sí' o 'por qué estoy acá y en esta situación a mi edad'; o pensamientos de ese tipo; pero, al final, -creo que- estoy donde debo estar, haciendo lo que debo -o puedo- hacer.

Y debería ser suficiente; o no andar dándole más vueltas al asunto; o, como le comentaba alguna vez a mi antigua directora -favorita-: un día a la vez...

Y a ver cómo va eso. 

El miércoles me desperté con la sensación -me pasa a veces- de que estaba soñando algo importante, o esencial; medité, resolví los tres wordle y entré a la reunión diaria; en la que seguimos con una participación bastante baja.

A las ocho salí a prepararme el desayuno; luego estuve trabajando un poco en mis pendientes; pero iba a retornar a la cama a leer un rato, aunque, ahora sí, me aseguré que la computadora no se fuera a dormir -y que las llamadas y mensajes fueran audibles-.

Y justo estaba empezando a retomar la lectura cuando sonó una llamada; retorné a la mesa y me conecté a una reunión con el equipo local, nuestro supervisor en el Imperio, y otro de los analistas en el lugar.

En la reunión mi supervisor me pidió que trabajara con este analista: debíamos de completar una prueba bastante detallada en uno de los equipos que utilizamos en la operación general del área; luego me reuní, de forma express, con el analista que me dió aventón el día anterior.

Y, media hora después, inicié una serie de reuniones con el analista en el Imperio: nos pasamos el resto de la mañana trabajando en la asignación; aunque, por mi parte, fue más de documentación que de operación.

Un poco antes de la una de la tarde le comenté, a la persona con la que estaba trabajando, que debía ausentarme por mi hora de almuerzo: debía ayudar a Rb en la preparación de los wraps que hacemos con papel de arroz.

El almuerzo estuvo masivo: tres de estos wraps (con pollo, zanahoria rallada y lechuga), con guacamol, pico de gallo y, además, un tazón de caldo de pollo; después del mismo volví a llamar a mi compañero en el Norte.

Trabajamos un poco más y luego dimos por concluida la tarea; Rb tenía una reunión con su equipo de trabajo por lo que me retiré a la habitación a leer un poco; después lavé los trastos, y preparé café y té.

Al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de media semana; los veinte minutos que agregamos hace poco a esa rutina han estado sintiendose un poco menos pesados; creo que, al final, el cuerpo se acostumbra a todo.

El jueves era mi segundo día -obligatorio- de vacaciones del mes que está por terminar; me levanté a la misma hora -llevo ya varios meses de levantarme a las seis y media-;  medité, resolví los wordle y completé casi una hora de Duolingo -me hestado dedicando casi solo a Ajedrez-.

Después salí de la habitación para desayunar; Rb salió un poco después -usualmente se levanta después de las ocho- de su habitación;  a las nueve y media nos dirigimos al mercado en el centro histórico.

Yo había decidido, el día anterior, llevar dos pares de zapatos para cotizar su reparación en el mercado: después de mi última salida a la oficina se despegó uno de los tacones de mi único par de zapatos formales; y, en la jornada médica más extensa del año pasado, se habían despegado los zapatos para montaña que Rb me había prestado.

Entonces, metí los dos pares de zapatos en una bolsa de plástico, y nos salimos a tomar el busito; el cual no tardó en pasar; lo malo es que el tránsito estaba super pesado: el embotellamiento empezaba apenas a un par de cuadras.

El transmetro -al menos- estaba bastante tranquilo: no nos costó mucho llegar hasta el mercado; pero, sorprendentemente, ya no existe este tipo de talleres en ese mercado; por lo que nomás acompañé a Rb mientras compraba las frutas de su semana, y luego caminamos hasta la estación para tomar la unidad de retorno.

Cuando llegamos a la estación estaba recién saliendo una unidad, bastante vacía; pero, afortunadamente, pasaron bastante rápido otro par de unidades, en las mismas condiciones: fue bastante cómodo el retorno.

En el comercial en donde se estacionan los busitos pasamos al Supermercado de costumbre; allí compramos un poco de pollo, la red de aguacates que compramos semanalmente; y Rb me compró -como casi siempre- una docena de muffins.

Después salimos a tomar el busito para regresar a casa; en total el viaje no duró un poco más de dos horas; almorzamos, por segundo día consecutivo, los wraps de papel de arroz; luego sacamos a caminar a los perros, lavé los trastos y preparé un café y un té.

A las cuatro de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: yo debía proveerme de los ingredientes para preparar un par de porciones de Cordon Bleu este sábado; el cielo estaba encapotado pero, a pesar de unas pocas gotas, retornamos sin novedades.

Por la noche ví una parte de la segunda película de Nhe Za y continué avanzando en el segundo libro de la serie de Harry Potter -que estoy leyendo en portugués- y en el libro de Tecnología: The Phoenix Project.  

El viernes -después de la meditación  los wordle- entré a la reunión diaria del equipo; por alguna razón -quizá porque era fin de semana largo en el Imperio del Norte- la mitad del grupo estaba ausente; pero sí estaba -creo- mi supervisor.

Con quien nos reunimos un poco más tarde -los viernes a media mañana tiene programada una reunión con todo el equipo- y nos asignó varias tareas específicas; en mi caso se trataba de revisar una funcionalidad que nunca había visto.

Estuve trabajando el resto del día en la misma, aunque no pude -otra vez- documentar mis hallazgos porque los equipos -nuevamente- fueron desconectados en el laboratorio que compartimos con varios grupos de trabajo.

Almorzamos pescado, ensalada y luego realizamos la rutina de la tarde: sacar a caminar a los perros -Rb y yo-, lavar los trastes -yo- y preparar café y té -también yo-; al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de los viernes.

El sábado me desperté bastante temprano; usualmente vamos a los supermercados por la mañana pero en esta ocasión Rb había decidido no salir pues, debido a una visita a su iglesia por la tarde, quería preparar algunas de sus galletas.

A mí me vino bien porque me tocaba preparar el Cordon Bleu que había planeado llevar a la tarde mensual con mi hija mayor; después de desayunar me puse a preparar el pollo: aplané lo que pude las pechugas y luego hice rollos junto con jamón de pavo y queso.

Aprovechando que no salimos bajamos algunos güisquiles de la nueva enredadera; habíamos visto que dos ya estaban bastante grandes -por alguna razón se están desarrollando en parejas- y, a un lado de la casa, encontramos algunos otros.

Rb salio a regalar la mayor parte de la cosecha y yo empecé -a las once- a preparar el almuerzo que iba a llevar: ensalada de zanahoria, lechuga, aguacate y pepino; y las pechugas estilo Cordon Bleu.

Durante los últimos quince minutos de cocción aproveché para sacar a caminar a la perra más pesada de Rb -ella decidió sacar más tarde al otro perro grande-; un poco antes de las doce me metí a la ducha y a las doce y diez estaba arrancando el automóvil.

Llevaba la mochila con aislante térmico con la comida, los utensilios para el almuerzo y un par de coquitas; además había tenido cuidado de no olvidar lo que mi hijo menor me había pedido la semana anterior.

El tránsito estaba -cómo no- terrible: apenas a una calle de distancia encontré la cola casi completamente detenida; llamé a Rb para comentarle y se ofreció a revisar el mapa para ver si por el otro lado había mejor suerte.

Pero no: también hacia abajo había bastante tránsito; por lo que me resigné a continuar por la misma ruta; afortunadamente el tapón se encontraba tres o cuatro calles más adelante: la municipalidad había ocupado uno de los carriles en su tarea de recapeo.

Después de pasar el tramo con maquinaria pesada el tráfico estaba casi libre; hasta la subida en la entrada de la ciudad; el periférico no estuvo tan mal, pero la lluvia en esa zona de la ciudad ralentizó bastante la movilidad.

Lo raro es que cuando llegué al sector en el que viven mis hijos encontré el área completamente seca; al final llegué al edificio unos minutos antes de la una y subí -caminando los siete niveles- las dos mochilas -y la bolsa con las provisiones-.

Entré al departamento y le envié un mensaje a mi hija para comentarle que ya había llegado; salió un poco después y nos dirigimos al parque temático de costumbre; afortunadamente la lluvia aún no llegaba.

En el lugar nos dirigimos directamente al área de mesas y procedimos a dar buena cuenta del almuerzo; luego nos quedamos en el lugar armando los cubos de Rubik de 3x3 espejo, de 4x4 y de 5x5; a continuación jugamos una partida de Scrabble.

La partida de Scrabble estuvo bastante extensa; lo interesante es que la lluvia aún se tardaba; por lo que pudimos subirnos a la Rueda de Chicago más grande del lugar; después nos retiramos del parque y empezamos a caminar de vuelta al lugar de mis hijos.

En el camino pasamos comprando un zepelin -y una jeringa, pues había planeado inyectar alcohol en el agujero por el que unas termitas han estado saliendo a hacer caminos-; la lluvia -llovizna más bien- empezó un poco antes de que ingresaramos al edificio.

Pero llegamos casi secos; en el departamento preparamos café y té -hablé con mi hijo para invitarlo a acompañarnos-; había olvidado que le había encargado un paquete de té de jazmín: me entregó una caja con cien bolsitas -ocho dólares-.

Estuve departiendo con mis hijos -les recordé que el jueves llevaré a su hermana- hasta las seis de la tarde; a esa hora me despedí de ambos -aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el automóvil- e inicié el camino de vuelta a casa.

El tránsito estaba bastante tranquilo a esa hora -excepto en la entrada del municipio: la mega iglesia constantemente produce embotellamientos- y un poco más tarde estaba estacionándome frente a la casa de Rb.

Por la noche completé las lecciones nocturnas de Duolingo -casi solo de ajedrez-, ví una parte de Ne Zha y avancé un poco en el segundo libro de Harry Potter, que estoy leyendo en portugués.

Y a ver cómo sigue eso...         

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