lunes, 29 de septiembre de 2025

Trabajo Remoto... Remote work... le travail en ligne...

Por alguna razón -seguramente por estar metido en tecnología desde hace mucho tiempo- el trabajo remoto fue algo que experimenté mucho antes que la mayoría de las personas: o sea, cuando se vino la pandemia yo ya llevaba un par de años trabajando desde casa -de Rb-.

Y es que este era uno de los 'beneficios' que ofrecían cuando empecé en este trabajo hace más de once años: después del primer año se podía tomar un día para trabajar desde casa, en el segundo y tercer año se podían aumentar consecutivamente; pero no se podía pasar de tres días por semana.

Pero yo ya había experimentado esto en un trabajo dos o tres empresas antes: hubo semanas en que me enviaban a trabajar desde casa; lo que era un problema por -varias- dos razones; la primera era que no tenía servicio de internet en casa.

O sea, había usado una herramienta para obtener la contraseña del internet de un vecino -la que utilicé por casi una década-; pero la señal no siempre era la necesaria para realizar mi trabajo.

Lo otro era que vivía solo y, como siempre he tendido al ostracismo, cuando me tocaba trabajar desde casa mi aislamiento se agudizaba: recuerdo una ocasión en la que nomás salí una o dos veces de mi habitación durante varios días.

O sea, me deprimía el trabajo remoto.

Entonces, después del primer año mi supervisora local me indicó que ya podía empezar a trabajar desde casa; y amablemente decliné su oferta, arguyendo que me sentía mejor llegando a la oficina.

Y así pasaron los otros dos años; algunas veces -creo que para alguno de los días festivos en el Imperio del Norte- me quedé trabajando en la casa de Rb -algunos fines de semana también, creo-, pero, en general, estaba viendo trabajando en la oficina.

Pero todo cambió en el cuarto año, creo: una noche mi jefa mi llamó para que revisara algo; entonces le pedí ayuda a Rb para llevar mi computadora de la oficina a su casa; y me quedé allí trabajando toda la semana.

Después regresé a la oficina pero mi jefa siguió insistiendo para que trabajara fuera de los horarios normales; por lo que mi retorno a la oficina fue intermitente; hasta que un día me indicó que mejor me quedara fijo trabajando remoto; eso fue como dos años antes de la pandemia.

La cuestión es que esa jefa se cambió -primero de área de trabajo, luego de empresa- hace ya más de tres años; y yo me cambié de área hace un par de años; pero todo seguía igual: el trabajo remoto estaba garantizado -o al menos, mi supervisora lo ha reiterado varias veces-.

Y es que, con el nivel de embotellamientos que se están manejando en la ciudad- el traslado a la oficina es una locura: hasta dos horas para un trayecto que no debería de tardar más de media.

Porque, ahora que vivo en casa de Rb -me deshice de mis cosas a media pandemia- el trayecto se ha más que duplicado; pero aún si viviera en el departamento de mis hijos, no creo que las cosas fueran muy diferentes: la cantidad de vehículos en las pocas -y destartaladas- calles de la ciudad es excesivo.

Esta mañana estaba escuchando un video del CEO (?) de Platzi (lo escucho frecuentemente, desde que fue una de las primeras personas en presentar un punto de vista adecuado sobre la pandemia) sobre el fin del trabajo remoto: a él le conviene cualquier evento que incremente la búsqueda de educación en tecnología.

El señor peroraba sobre el origen del boom en el trabajo remoto -la pandemia-, los efectos que tuvo en la industria de tecnología, los países más beneficiados con esta modalidad, y el efecto del aumento (muy alto) en el costo de las visas HB1 que están por aplicar en el Imperio.

O sea, el 'gobierno' quiere que haya menos trabajadores extranjeros; pero también se puso a hablar sobre la 'necesidad' de la presencialidad y uno de los factores que más afectan a los trabajadores en este aspecto: la antigüedad -o experiencia-; el número mágico -según él- es de diez años.

El retorno a la oficina ha estado preocupándome -también a Rb- desde hace algunos meses: desde principios de año se ha estado hablando sobre la instalación de un laboratorio local -con equipo del Imperio-, lo que implicaría -al menos en cierto nivel- la presencialidad.

Aunque la supervisora local ha indicado que esto no acabará el trabajo remoto insinuó que se requeriría la asistencia a la oficina algunos días a la semana; o sea, trabajo híbrido; creo que dos días a la semana de tráfico no estarían tan mal.

Se supone que el espacio físico ya ha sido adquirido y equipado; y se estaba hablando que era cuestión de uno o dos meses para que vinieran los técnicos del Imperio a establecer los procedimientos de uso; pero esta semana el supervisor en el Imperio dijo que eso sería hasta el otro año.

Pero también deslizó -su acento es bastante fuerte- que estaba hablando con la supervisora local para que todos regresaramos a trabajar a la oficina; o sea, el fin del trabajo remoto ha sido -y será- durante algunos meses como una espada de Damocles. 

Y a ver cómo sigue eso...

El jueves Rb fue a su cita con el endocrinólogo; había estado bastante nerviosa y por la mañana tuvimos un connato de discusión porque no percibí el ambiente y traté de bromear sobre alguna situación cotidiana.

La clínica a donde debía ir se encuentra en el municipio por lo que, después de desayunar, caminó hasta la carretera intermunicipal y tomó un us en sentido contrario a la ciudad.

Me llamó un poco después de las diez -bastante temprano- para comentarme los resultados de la consulta: estaba tranquila porque el profesional -un señor bastante grande- le indicó que aún no estaba en menopausia -o perimenopausia- sino que todas sus molestias se debían a la tiroides -y al bajo consumo de azucar-.

Por lo que le ajustó la medicina para la tiroides -le bajó a la mitad lo que le había indicado la ginecóloga- y le indicó que debía consumir dos cucharadas de azucar cada día -sorprendente, realmente-; la verdad es que escuchaba bastante aliviada.

En el trabajo continué tratando de aplicarme en las tareas que el supervisor me había asignado para la semana; aunque, la verdad, me ha estado costando trabajo completar las tareas: el equipo que esta en el Imperio del Norte es usado frecuentemente por alguno de los otros tres analistas locales -o las cuatro o cinco personas en el imperio-.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección Norte: quería comprar algunas bolsas de paquetes de café instantáneo; había declinado seguir adquiriendo este producto porque ya no estaba tomando café con mis hijos, pero ahora -creo- hemos recomenzado la tradición.

También compramos -en el otro supermercado- bananos y, en la panadería a mitad del camino- el pan de los desayunos del fin de semana; por la noche estuve repasando las preguntas de AWS -ya completé doscientas cincuenta preguntas con más del noventa por ciento de aciertos- y avanzando en la lectura en portugués.

El viernes me levanté a meditar a la cinco y cuarto; después entré a la habitación de Rb a despertarla para la rutina de ejercicios del último día de la semana laboral; la cual terminamos un poco antes de las siete.

Después de los ejercicios me metí a la ducha y, después, entré a la reunión diaria; había dejado encendida la computadora del trabajo desde antes de empezar la rutina, pero aún así, entré cuando ya llevaban un par de minutos en la misma.

A media mañana tuvimos la reunión del equipo: cinco personas en el Imperio, cuatro acá; y aquí fue donde el supervisor dejó entrever que quiere que retornemos a trabajar a la oficina, también habló sobre las deficiencias que estaba encontrando en las tareas que me ha estado asignando últimamente.

El resto del día estuvo más tranquilo; o sea, debía de estar esforzándome en terminar las tareas, pero no encuentro sentido en estar probando funcionalidades en una app que será sustituida el siguiente día hábil.

Nomás me estuve leyendo el libro de la línea de Ficción (inglés), jugando ajedrez y estudiando las preguntas del certificado de AWS -no pude completar las doscientas cincuenta palabras, pero voy avanzando-; por la noche ví el último capítulo de The Peacemaker; y una película de acción china.

El sábado -creo que tenía más de un año de no hacerlo- no me levanté cuando sonó la alarma a las seis y media; nomás la desconecté; lo bueno es que tenía otra a las siete de la mañana -la puse hace unos días, por si se me olvida poner el temporizador al meditar-; a esa hora me levanté e inicié la rutina diaria.

Después de meditar, resolver los wordle y hacer un poco de Duolingo salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; cuando Rb salió a la habitación a las ocho le pedí que fueramos a las diez a los supermercados, pues no quería iniciar el viaje al departamento de mis hijos después del mediodía.

Ella propuso que saliéramos a las nueve y media; y a esa hora nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el mas alejado compré siete coquitas -me tocó que comprar una bolsa de plástico pues no había previsto esa compra-; en el otro supermercado compramos lechugas.

Retornamos antes de las one y puse a desinfectar las lechugas y la zanahoria -me tocó que comprar en la tienda de la esquina- para la ensalada que había planeado llevar al almuerzo con mi hija mayor; después mezclé esto con un pepino y un aguacate; y llené dos bolsitas con aderezo.

Luego saqué a caminar a la perra más pesada -Rb sacó al otro perro- y después me metí a la ducha; al final valió la pena empezar más temprano: salí de casa un poco antes del mediodía y encontré un tránsito bastante ligero; realicé el trayecto en alrededor de treinta minutos.

Encontré que la cortina del parqueo estaba completamente enrollada y me imaginé que estaban teniendo problemas mecánicos; me quedé un rato en el auto porque era bastante temprano; jugué un par de partidas de ajedrez y luego subí caminando hasta el nivel en el que viven mis hijos.

Como aún no tengo copia de las llaves me tocó que escribirle a mi hija mayor para que me abriera la puerta (faltaban aún quince minutos para la una) y ella salió un poco después; nos saludamos y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre.

Antes de entrar pasamos a una tienda de conveniencia -en una gasolinera- a comprar dos hot dogs; al entrar al parque nos dirigimos directamente al área social, en donde frecuentemente almorzamos.

El área estaba bastante libre y dimos buena cuenta del almuerzo: hot dog, ensalada, snacks y una coquita; pasó saludando el trabajador que últimamente ha reconocido nuestras visitas al lugar y más tarde reaccioné mal al acercamiento de un niño que quería ver los dos cubos de Rubik que tenía en la mesa (4x4 y 5x5).

Mi hija mayor notó mi reacción y me comentó que se notaba que no me gustan los niños (me preguntó si así había sido con ellos, lo cual negué; aunque no estoy seguro); realmente lo que me molestó es que llegaran a interrumpir nuestro almuerzo; y a alargar la mano hacia un objeto que no era de su propiedad.

No pudimos subirnos a la rueda de Chicago pues una llovizna se había estado presentando intermitentemente; le propuse a mi hija ver nuevamente la obra de teatro que habíamos visto el mes anterior -con mi hijo menor percibimos ciertas variantes la semana anterior- y nos dirigimos al teatro del lugar.

Después nos retiramos del parque; quería comprar una pequeña olla para ya no utilizar las jarrillas eléctricas en las que han estado calentando agua durante el último año -aprovechar la estufa eléctrica- pero no encontré en ninguno de los dos supermercados a los que pasamos.

También pasé a un banco a despositar los doscientos dólares que mi hja mediana me había entregado un par de semanas antes; pero fue todo mal: de los diez billetes de veinte dólares únicamente dos cumplían con los estándares del banco; por lo que tengo que ver qué hago con el resto.

Al llegar al departamento le escribí a mis otros dos hijos para ver si nos acompañarían con una bebida caliente -mi hija mayor ya había aceptado-; mi hija mediana salió de su habitación pero nos comentó que tomaría cereal -acompañándonos-; mi hijo menor no contestó; un rato más tarde escuché que salía de su habitación al baño (y luego lo ví retornar a su habitación).

A las seis de la tarde me despedí de mis hijas e inicié el retorno a la casa de Rb; el tránsito estaba bastante fluido; excepto en el lugar en el que he estado encontrando un embotellamiento los últimos sábado; por lo que me desvié hacia el periférico y mi tiempo no se alargó mucho.

El domingo tenía un desayuno con mi amigo Testigo de Jehová; tenía pendiente invitarlo pues la última vez sentí que la cuenta había sido muy elevada y él había insistido en pagarla -creo que porque se atrasó más de una hora-.

Me levanté a las seis y media, medité, me duché y tomé el automóvil; el lugar de la reunión queda a tres kilómetros de la casa de Rb; y por ser domingo, el tránsito era casi inexistente; el viaje duró alrededor de cinco minutos.

Aún me entretuve un momento en el parqueo; luego me senté a una de las mesas del restaurante en donde habíamos acordado reunirnos; una mesera se acercó a ofrecerme el menú y le indiqué que mi amigo estaba por llegar -lo ví entrando al comercial-.

Procedimos a ordenar -yo, un desayuno, mi amigo un submarino- y nos acomodamos en una mesa en el interior; estuvimos en el lugar por un poco más de hora y media, entre desayuno y conversación -mi amigo tuvo que pedir que le cambiaran el sandwich de su menú, porque se habían confundido-.

Un poco antes de las nueve mi amigo me sugirió que saliéramos del lugar pues había varias personas esperando a encontrar un lugar para acomodarse; salimos a sentarnos un momento  en uno de los arriates del lugar y, a las nueve -como habíamos acordado- le ofrecí pasar a dejarlo al lugar en el que tomaría su autobús.

Vine bastante rápido a casa y encontré a Rb terminando de desayunar; un poco más tarde nos dirigimos al mismo comercial en donde me había reunido con mi amigo; pero, en esta ocasión, caminando; allí compramos un poco de pollo y luego nos dirigimos a la tienda de ropa usada en la que usualmente nos proveemos.

Rb compró un par de tenis -varios de sus pares han terminado su tiempo de vida útil- y un par de playeras; también compramos un par de cazos -yo de peltre y ella de acero-; yo para el departamento de mis hijos y ella para sustituir el trasto en el que preparamos el té de la tarde -estaba un poco oxidado-.

También pasamos a la tienda verde de descuentos: el plástico que Rb pone alrededor del lavatrastos, cuando descama los pescados de los viernes,  se rompió en la última ocasión y debíamos sustituirlo -la otra mitad la usamos para cubrir la casita del gas propano-.

Después empezamos a caminar hacia casa; pero a las pocas calles Rb se recordó que debíamos comparar algunos ingredientes para los almuerzos de la semana; el sol estaba bastante fuerte pero retornamos al supermercado.

Rb iba a comprar una botella de agua en el lugar pero se olvidó de agregarla a la canasta; a medio camino pasamos a una tienda grande, pero ella no cargaba efectivo y yo nomás cargaba billetes de la más alta denominación.

Continuamos la caminata hasta casa pero el sol afectó bastante a Rb; al final del recorrido se encontraba totalmente agotada; tuvo que venir a descansar un poco antes de ponernos a preparar el almuerzo de los domingos: alitas de pollo y ensalada.

Por la tarde estuve avanzando en la lectura de How to End a Love Story; estuve considerando ver alguna serie o película pero no encontré algo que me llamara la atención; por la noche acompañé a Rb mientras veía sus serie; y me retiré media hora antes de lo habitual pues los lunes, miércoles y viernes me estoy levantando una hora antes.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

jueves, 25 de septiembre de 2025

Comunidad… Community… Communauté…

La socialización es un tema que siempre me sorprenderá: en algún punto del camino -creo que- debí aprender a encontrar -y preservar- amistades; y no sé si es causa o efecto -o combinación- la relación habilidades sociales/Asperger.

Pero, desde hace mucho tiempo, he resentido el no tener -aparte de Rb- a amistades en las cuales apoyarme; aunque, durante los últimos cuatro años, he trabajado conscientemente en mantener los -pocos- contactos que tengo con una persona de mi tiempo en la facultad, otro par de personas de trabajos/voluntariados, y mis primos.

Lo que más resiento de la situación es que los rasgos -que creo que son- más marcados sobre este tema se han agudizado en mis hijos: la mayor, básicamente, se dissocia si un diálogo no va bien, el menor es callado hasta el extremo, y la mediana... aún no la conozco lo suficiente en su etapa adulta.

Y no creo que pueda hacer mucho: o sea, el temperamento es innato y el caracter se forma de acuerdo a las condiciones de crecimiento; y la situación no fue muy ideal para ellos, proviniendo de un hogar roto y una madre bastante inestable -yo tampoco he tenido un comportamiento muy 'normal'.

Pero algo -creo- debo poder hacer: fomentar -de alguna forma- la comunicación, empezando entre los cuatro, y, poco a poco, quizá algún día, podrán comunicarse sin tanto drama, o, más bien, de una forma más adecuada.

Y a ver cómo va eso...

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después de los veinte minutos me quedé en la cama, aunque no me dormí nuevamente: resolví los tres wordle del día, hice las lecciones de Duolingo y continué con el repaso de AWS, también escribí -y publiqué- la entrada anterior de este espacio.

A media mañana fuimos a los supermercados en dirección sur: debíamos comprar algunos ingredientes para ensaladas y bananos -también quería comprar unas jeringas para seguir inyectando alcohol en un agujero de termitas-.

En el camino Rb se recordó que la semana siguiente queríamos agasajar con una refacción al personal del servicio de extracción de basura -comenzamos la tradición en agosto del año pasado-.

Entonces, al llegar a la altura del supermercado más alejado no dimos -como generalmente hacemos- la vuelta sino que entramos al lugar y adquirimos jamón, queso y aderezos para nuestra iniciativa de proyección social.

Otro de los esfuerzos en esta área es obsequiar los güisquiles que cosechamos, entre los vecinos de la calle; repartir ocho onzas de flor de loroco, cada vez que la enredadera del patio trasero florece y, cuando podemos, obsequiar algún alimento a los guardias de la calle: el jueves se me olvidó dejarle la pizza sobrante a mi hija mediana -y la gaseosa- y se los pasé dejando al guardia de turno.

Despues de adquirir los alimentos pasamos a una farmacia a comprar cuatro jeringas; luego nos dirigimos al siguiente supermercado, en donde compramos algunos bananos y un par de lechugas -una morada y una escarola-.

Luego retornamos a casa; en donde ayudé a Rb a encontrar el pescado que almorzaría -había congelado algunas sobras unas semanas antes-, luego de lo cual puse a desinfectar -agua y vinagre- algunas hojas de lechuga, y luego salimos a cortar flores de loroco.

Después sacamos a caminar a los perros; cuando entramos me puse a preparar el par de ensaladas que había previsto llevar para la reunión con mi hijo menor; luego las empaqué, con un par de porciones de aderezo y un par de de bolsas de snacks que había comprado en el supermercado más retirado.

Al final me metí a la ducha a las doce del mediodía -había esperado hacerlo más temprano pero no controlé bien el tiempo- y salí de casa a las doce y cuarto; encontrando el embotellamiento habitual a una calle de distancia.

En total me tardé más de treinta minutos en llegar hasta la ruta intermunicipal -generalmente son cinco o diez minutos-; por lo que llamé a mi hijo para comentarle la situación del tránsito e informarle que seguramente llegaría un poco tarde.

Pero el periférico y la avenida principal que tomo al final de ese trayecto estaban relativamente tranquilos -a pesar de la lluvia-: no encontré ningún atasco en estas dos partes, por lo que a la una y un mintuo estaba estacionándome en el sótano del edificio.

Subí al séptimo nivel utilizando las escaleras y a la una y cinco estaba llamándo a mi hijo-desde el pasillo, pues no tengo llaves por estos días- para avisarle que había llegado; él salió un poco después -creía que estaba en la sala, pero le recordé que le había dado mis llaves a la mediana-.

Mi hijo me entregó un par de pachones de limonada que había preparado para el almuerzo -durante la semana me había ofrecido que prepararía limonadas para sustituir las aguas gaseosas que usualmente aporto- e iniciamos a caminar al parque temático.

El día estaba bastante gris pero, afortunadamente, no estaba lloviendo aún; llegamos al lugar sin contratiempos y nos dirigimos al lugar en donde generalmente almorzamos: un área social, vecina a la piscina, con muchas mesas y un buen techo de terraza.

En el lugar saludé al joven conserje que nos había abordado el jueves anterior -cuando almorcé allí con mi hija mediana- y le preguté su nombre -se me había ocurrido al día siguiente que era lo indicado-; conversamos un poco y luego procedimos con el almuerzo.

Antes de entrar al parque habíamos comprado -en una gasolinera, en la calle vecina- un par de hotdogs de buen tamaño; eso lo combinamos con las ensaladas, los snacks y la limonada de mi hijo; realmente un muy buen almuerzo.

Luego procedimos a armar un par de cubos de Rubik, y a enfrascarnos en una buena partida de Scrabble; mientras estábamos almorzando -y en las dos actividades siguientes- nos habíamos percatado que la lluvia se mantenía constante -aunque no muy fuerte-.

Le propuse a mi hijo que nos moviéramos al teatro para ver -nuevamente- la obra que estaban presentando durante los últimos meses; mi esperanza era que durante los treinta o cuarenta minutos que tardaba la actividad la lluvia amainara.

Empacamos los utensilios de comida y los juegos y caminamos hasta el teatro; la lluvia no estaba tan ligera como se veía por lo que llegamos un poco mojados, aunque no empapados, al lugar; mi hijo notó que la obra, aunque era la misma, estaba siendo presentada con algunas variantes.

La presentación terminó un poco antes de las cuatro y nos dirimos caminando al departamento; la lluvia se había ido y nomás quedaban las calles mojadas; en el camino pasé a comprar un par de cubiletes.

A las cinco estábamos entrando al departamento -le pedí a mi hijo que utilizáramos las gradas- y le escribí a mis dos hijas para invitarlas a un café o té pues debíamos conversar los cuatro; mi hija mayor pidió café, mi hijo menor té -de jazmín-, mi hija menor indicó que acababa de comer, y yo me decanté por un café.

Luego tuvimos una conversación bastante extendida: repetí que el departamento lo había adquirido para los tres pero recordé las dos condiciones para la habitación -tres realmente-: no drogas o alcohol, no alojar a nadie más, y el pago de servicios/impuestos.

Y es que, desde hace algunos meses, la mayor y el menor -que acaban de cumplir un año viviendo en el lugar- han estado en conflictos por temas de limpieza y orden; incluso separaron -duplicaron- el uso de algunos utensilios.

Ahora que se agregó la mediana a la ecuación la situación no ha mejorado; aunque logramos -por fin- conversar un poco sobre la convivencia: el plan es construir una pared en la sala para que los tres tengan una habitación similar: con una pared completa con vistas al exterior.

Además se habló de equipar el departamento con una refrigeradora y una estufa; aunque me seguí oponiendo a la instalación de un calentador general de agua; sugerí que instalaran calentador de duchas, pero no sé qué harán.

Durante la conversación estuve observando la calzada que tenía que tomar -en donde tuve que esperar media hora dos días antes, para integrarme al tránsito- y, un poco después de las seis, les indiqué que me retiraría; procedí a darle un abrazo a cada uno.

La salida de la calle no estuvo tan mal; pero la calzada principal sí estaba más ocupada que otros días; pero lo peor fue llegar a la calle que acaba en el paso a desnivel que tomo antes de entrar a la ruta intermunicipal: estaba atascada.

Por lo que me desvié hacia la Universidad; pero el número de autos allí también era excesivo; me tardé como diez minutos avanzar un par de cuadras; luego entré al periférico, después al carril auxiliar del mismo y salí a la calle que pasa sobre el paso a desnivel.

Esta calle también estaba bastante llena; por lo que no llegué hasta el final de la misma -por donde también se puede ingresar al municipio- sino que me desvié para tomar la ruta que continúa después del paso a desnivel.

Felizmente el tránsito allí no estaba muy pesado por lo que entré a la carretera intermunicipal sin mucho trabajo; la entrada al municipio sí estuvo un poco pesada, pero, no mucho tiempo después, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb.

Por la noche les envié, a mis tres hijos, un resumen de lo que habíamos conversado -espero que quede como evidencia-; por la noche ví un capítulo de Butterfly -la serie coreana de acción que empecé a ver durante la semana- y un capítulo d Task -una serie con Mark Ruffalo-.

El domingo me levanté media hora más tarde de lo acostumbrado: no me dí cuenta que había desconectado la alarma de las seis y media y me desperté cuando sonó la segunda, a las siete -esta la programé específicamente para no sobrepasar mi período de meditación, en caso me olvide de poner el temporizador con los veinte minutos-.

Después de meditar me quedé un rato en cama: resolví los tres wordles, hice varias lecciones de Duolingo y estuve repasando las preguntas del certificado de AWS -desde un par de días antes me había estado enfocando en las preguntas que respondo incorrectamente-.

Un poco después de las ocho me levanté y preparé el desayuno de los domingos; a pesar de que tengo en el freezer una bolsa con tortillas de harina, específicamente para este día, decidí utilizar dos rebanadas de pan sandwich que me sobraron de la última visita a mis padres.

Me preparé una variante de esos videos en los que preparan sandwiches de huevo, cocinando las rebanadas encima del huevo; no pude hacerlo tal cual pues el sarté que utilizo no tiene el tamaño para colocar las dos rebanadas al mismo tiempo.

Pero el desayuno estuvo bueno; lo complementé con mayonesa, salsa de tomate y un poco de frijoles volteados; y el perpetuo café con la última porción del pastelillo que Rb me obsequió el último jueves -y los últimos dos panes pequeños de los que compré ese día-.

Después del desayuno estuve leyendo un poco; y esperando la hora para ir a dejar a Rb a su iglesia: durante la semana había estado diciendo que quería ir más seguido -casi no asiste a la misma- y yo me había ofrecido a 'obligarla' a asistir este día.

A las diez de la mañana salí a encender el automóvil y nos dirigimos a la iglesia; la ruta estaba bastante vacía por lo que no tuvimos ningún contratiempo en llegar al lugar; Rb se apeó, yo dí una vuelta en U y retorné sin ninguna dificultad.

Estuve viendo algunos videos de divulgación científica -o de pensamiento crítico- y leyendo un poco del libro de terapia ACT que estoy leyendo en la última de mis líneas de lectura -ACT with love-; pero, en cierto momento, empecé a dormitar.

Me despertó el sonido de notificaciones de whatsapp: tengo desconectadas las notificaciones en el teléfono, pero, el año pasado -o antepasado- en una ocasión no fui a traer a Rb a la iglesia porque no leí sus mensajes -ni la llamada por whatsapp-; desde esa vez dejo abierta mi computadora para estar pendiente a esos sonidos.

Las notificaciones eran de mi hijo menor: había cotizado una refrigeradora y una estufa eléctrica -un poco más de mil dólares entre ambos- y me estaba enviando la información; le indiqué que debían hablar con sus hermanas para ponerse de acuerdo y nomás me notificó que había recibido la respuesta.

Un poco más tarde recibí el mensaje de Rb, pidiéndome que fuera por ella a la iglesia; volví a tomar el auto y, como de costumbre, ahora sí encontré más tránsito: en la entrada a la carretera intermunicipal había una buena aglomeración; y en el resto de la ruta me tocó que ir cambiando de carril continuamente, para avanzar.

Cuando llegué a la iglesia Rb ya se encontraba en la calle -había muchos feligreses aún en sus rutinas post servicio religioso- por lo que nomás paré para que abordara el automóvil, dí la vuelta en U e inicié el retorno a casa.

En donde ayudé con la preparación del almuerzo: una gran ensalada, la que consumimos con las alitas de pollo dominicales de costumbre; luego sacamos a caminar a los perros; a continuación lavé los trastes del día y, luego, preparé té de manzanilla y café.

Como habíamos previsto utilizar la mitad del asado que tenemos en el freezer en los almuerzos de la semana, decidimos preparar las papas asadas; por lo que después de lavar los trastes partí varias papas grandes y las puse a hervir -también preparé mis gelatinas para los desayunos de la semana-.

Al final de la tarde Rb preparó el aceite de oliva con culantro que utilizamos para aderezar las papas y me dediqué durante la siguiente media hora a la tarea de asarlas en la estufa, utilizando una plancha de hierro, otra de metal más delgado, y uno de los sartenes más antiguos.

Por la noche estuve viendo otro capítulo de la serie coreana de acción que llevo a medias; además, terminé el capítulo seis -el último- del curso de ajedrez en Duolingo; ahora planeo retornar a practicar francés, portugués e inglés en esa aplicación -y un poco de italiano-.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto: habíamos quedado con Rb de realizar la rutina de los lunes a primera hora de la mañana -igual que el viernes anterior- y no quería entrar a la primera reunión sin haber tomado una ducha.

Después de meditar entré a la habitación de Rb a despertarla; luego hicimos los cincuenta y un minutos de ejercicios; aún me dió un buen tiempo de bañarme; luego entré a la reunión diaria; la que estuvo bastante tranquila.

Después de la reunión me preparé el desayuno -avena, banano y gelatina; Rb salió un poco después de las nueve -después de darles de comer a sus animales y desayunar ella misma-: había planeado el ultrasonido de la tiroides, que su ginecóloga ordenó en la última cita médica.

Estuvo un par de horas fuera; nos estuvimos comunicando continuamente durante este tiempo: el tránsito estuvo super pesado pero pudo pasar a la farmacia, al laboratorio; y por último, al supermercado, a comprar unos bananos.

Cuando retornó me mostró los resultados; tomé una foto al documento y lo alimenté auna LLM -nomás cubrí la información personal-; según esta generadora de texto el resultado está bien -combinado con el nivel de otros análisis, evaluados la semana anterior-; o sea, el tamaño de la tiroides es un poco menor al normal y hay asimetría; pero los resultados son los esperables dada su edad, sexo y estilo de vida. 

Aunque luego de la misma el supervisor estuvo enviándonos mensajes para que aceleráramos la ejecución de las tareas que nos había asignado la semana anterior; a la hora del almuerzo descongelamos una de las porciones de asado que habíamos tenido en el freezer por un par de meses.

Después sacamos a caminar a los perros; luego seguimos con la rutina: lavado de trastos, té/café y un poco de lectura del libro de francés; acompañados de algunas partidas de ajedrez en Duolingo.

A las cuatro de la tarde realicé la limpieza que hago dos veces por semana; después me estuve en mi habitación repasando las preguntas de AWS; aún no logro completar las cincuenta y un preguntas del cuarto archivo; y en el que combina los primeros tres mantengo una exactitud de más del noventa y cinco por ciento.

El martes me levanté a meditar a las seis y media; después retorné a la cama, resolví los tres wordle e hice algunas lecciones de Duolingo: como ya terminé las lecciones de ajedrez retorné a realizar el repaso diario de francés, inglés y portugués.

No tenía ganas de levantarme; un poco después de las ocho Rb entró a la habitación, conversamos un momento y luego se retiró; continué en la cama y le comenté que saldría a las diez.

Me estuve dormitando entre ocho y nueve de la mañana; un poco más tarde me llamó mi supervisor -afortunadamente había dejado la computadora preparada para no irse a dormir, y me había quedado con los audífonos puestos-: quería valorar el avance en la tarea que me había asignado más temprano.

Le contesté aún saliendo del sueño; la primera parte de su pregunta fue fácil; para la segunda tuve un poco de dificultad, por la niebla del sueño; entonces nos despedimos y me levanté; salí al comedor y me preparé el desayuno.

Después me pasé el resto de la mañana aplicándome en la tarea que debía completar; lo cual realicé -o realicé más o menos, más bien-; además, me tocó que salir a la panadería pues habíamos acordado con Rb preparar los seis panes con los que queríamos obsequiar al personal que se encarga de la extracción de basura.

El plan -lo hice en septiembre del año pasado y me propuse realizarlo al menos una vez cada año- es entregarles -en una caja de cartón- seis panes con jamón y queso; botellas de aderezo, bolsas de snacks, jugos en tetrabrick y fruta -el año pasado fueron bananos, este manzanas-.

Salí a la calle y me dirigí a la panadería en la que Rb ha horneado un par de veces su creaciones de panificación; pero estaba cerrada, afortunadamente la otra -la que queda más cerca- aún estaba abierta; y tenía justo la cantidad que necesitaba.

Un poco antes del mediodía nos pusimos a la tarea de preparar la refacción que queríamos obsequiar; íbamos a la mitad cuando se nos acabó el papel de aluminio con el que estábamos envolviendo los panes; afortunadamente teníamos una caja en bodega.

Terminamos la preparación y almacenamos los panes en la refrigeradora -y el resto de los elementos en la caja de cartón-; como había posibilidades de que mi equipo de trabajo se reuniera justo a la hora del almuerzo, le pedí a Rb que preparáramos todo antes de la hora usual.

Y antes de la una nos pusimos a calentar la segunda porción de asado de la semana; pero no hubo ninguna reunión; aparentemente nuestro supervisor ha andado con muchos pendientes; después del almuerzo íbamos a sacar a caminar a los perros, pero empezó a llover.

Además, el guardia de la calle nos había avisado que el camión de la basura había ingresado -yo le había pedido favor de que nos llamara cuando ocurriera- y, al salir al portón, confirmé que se encontraba en la entrada de la calle vecina.

Estaba lloviznando pero no tan fuerte; por lo que decidimos salir a dejarles los alimentos; pero, repentinamente la lluvia arreció, por lo que preferimos esperar a que pasaran por acá; un rato después la lluvia amainó y salimos con la caja -y un paraguas- a entregar la refacción.

Pero no vimos el camión en el lugar en donde lo había identificado más temprano; así que caminamos hasta el fondo de la siguiente calle -creímos que podía estar estacionado en la calle lateral-; pero no, no estaba; Rb pasó a garita y confirmó que el camión se había retirado, que seguramente retornaría más tarde -toda la basura de esta calle aún se encontraba en las aceras-.

Retornamos a casa con la caja y volví a meter los panes a la refri; un poco más tarde; ahora sí con la lluvia muy ligera, le propuse a Rb que sacaramos a caminar a sus perros: además, pasamos a entregarle el par de güisquiles, que había cosechado el día anterior, a una familia de la cuadra; y tres de los tetrabricks que nos sobraron al guardia de turno.

Al final de la tarde el guardian de la calle nos llamó para comentarnos que el camión del servicio de extracción de basura había vuelto -la verdad es que Rb ya había visto a los jóvenes juntando las bolsas de la calle-; salimos, otra vez, con la caja y se la entregamos al conductor -Rb se encargó de avisarle a todos los demás-.

Después de cumplir con este objetivo anual retornamos a casa y, luego, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta la altura del más lejano, a continuación retornamos al otro, para comprar bananos; allí vimos a la ex novia -y ahora mejora amiga- del veterinario saliendo de la clínica.

Nos acercamos a saludarla y estuvimos en el lugar -una larga plática entre ellas- durante más de media hora; al inicio, esta chica -que también fue voluntaria en el mismo grupo en el que estuvimos mucho tiempo- me hizo un comentario que me dejó muy incómodo: aunque muchas personas digan que no saluda o habla, siempre lo he visto como un genio.

Y es que no es la primera vez que alguien resalta estos dos rasgos de mi personalidad: la actitud antisocial, y el nivel de inteligencia superior a la media; pero ella fue bastante directa; y quizá porque me agrada, su comentario me dejó pensativo mucho tiempo.

El miércoles me levanté a las cinco y cuarto, medité y entré a la habitación de Rb: esta será -en el corto plazo- nuestra rutina de los lunes, miércoles y viernes, para realizar la rutina de ejercicios al inicio del día; la cual no estvo tan mal; lo malo es que me tardé en encender la computadora y entré tarde a la reunión diaria.

Un poco después de la reunión empecé a leer varios mensajes del supervisor en el Imperio del Norte: aparentemente lo están presionando con los resultados de nuestras tareas y ha estado poniéndose en modo persecución.

Por lo mismo he tratado de  aplicarme un poco más en el trabajo durante los últimos días; aunque sin descuidar las lecturas, y todas las otras actividades que me ocupan generalmente la jornada -ya estoy en el cuarto archivo de las preguntas para el certificado de AWS-.

Durante la mañana pagué por una estufa eléctrica y una refrigeradora, para el departamento de mis chicos: mi hijo menor se había mostrado sorprendido en la reunión del sábado, cuando les repetí que siempre estaba disponible para ayudarles con el equipamiento.

Desde ese día se dió a la tarea de buscar opciones para adquirir estos dos electrodomésticos: con su hermana mayor han estado viviendo durante un año en el lugar y nomás han tenido un par de hornillas eléctricas y una mini refrigeradora -además de un par de hervidores de agua-.

Pero el martes le había pedido a mi hijo que redactara un documento para el uso comunal de estos dos aparatos: han tenido dificultades con la comunicación y no mejoró cuando la mediana ocupó una de las habitaciones.

Al final, me enviaron cada uno una copia del documento acordado: especificando reglas de uso, limpieza y un mínimo de condiciones para que lleven la fiesta en paz; no tengo muchas esperanzas, pero bueno.

La cuenta ascendió a un poco más de mil dólares -casi ocho veces lo que pagan mensualmente por el mantenimiento del lugar-; lo que fue agregado al documento en el que contabilizo toda la información financiera que concierne al departamento.

Al final de la tarde Rb me propuso salir a caminar un poco en la cuadra; inicialmente me negué porque estaba enfrascado en el capítulo de Harry Potter e a camara secreta; pero luego recapacité y salimos a dar tres o cuatro vueltas en la cuadra.

Después salimos a la ferreteria que queda en la siguiente calle en el boulevard: Rb necesitaba adquirir un poco de pegamento para zapatos; ha tenido dificultades con un par de tenis que uitliza para las caminatas de las tardes.

Por la noche vimos el tercer capítulo de Task: Mark Ruffalo actúa como un agente del FBI, ex capellán y hastiado de todo: uno de sus dos hijos adoptivos está a la espera de la condena por haber asesinado a la esposa de Mark -interesante todo el drama-.

Y a ver cómo sigue eso... 

sábado, 20 de septiembre de 2025

Independencia... Independence... Independencie...

La política -y todo lo que conlleva- es un tema bastante complicado; creo que siempre lo ha sido pero, por estos días, ha llegado a niveles surrealistas: un megalómano, estafador -como muchos 'hombres de negocios'- y criminal está dirigiendo el ala ejecutiva del país con el ejercito más grande del mundo.

Por otro lado, la constitución de este país ya tiene casi dos siglos y medio -creo que es, por mucho, la más estable-; o sea, en nuestro país -creo que- la última fue apenas redactada hace cuarenta años o así.

Y quienes la escribieron -al igual que todas las anteriores- fue un grupo de las personas que han mantenido el capital desde que eramos una colonia del imperio español: su único interés fue mantener todo el poder -y los bienes- en las mimas manos de siempre.

No sé si con el paso del tiempo me he vuelto más cínico -igual no creo (casi) nada que no pueda ver- pero no siento ninguna atracción sobre las celebraciones que se llevan a cabo por estos días en el país: desfiles de centros educativos y caravanas con antorchas.

Nunca hemos sido independientes.

Pero, al menos, es uno de los asuetos contemplados en el código de trabajo nacional: al menos es un día para realizar la mayor parte de mis actividades sin preocuparme -o casi- de que me contacten del trabajo.

Y así estuvo el día... 

El lunes fue un día de asueto en el país: se celebraban -conmemoraban- doscientos cuatro años de nuestra separación de la madre patria; me levanté a meditar y me sucedió algo interesante: me olvidé -me ha pasado ya en otra ocasión- de poner la alarma antes de meditar y extendí el tiempo hasta los cuarenta y un minutos.

O sea, más del doble de lo que ando meditando por estos días; y diez minutos más de lo que espero completar al final del reto de los mil días; la verdad no fue una mala experiencia.

Como había previsto una visia a mi tía favorita -ha andado con quebrantos de salud- le había pedido a Rb que realizáramos por la mañana las actividades de la tarde: limpieza de los pisos -ella lava el trapeador- y la rutina de ejercicios; además, debíamos preparar los almuerzos de la semana.

Antes de realizar la limpieza avancé un poco con el material de AWS: ya llevo dos archivos -de cincuenta y un preguntas cada uno- con un porcentaje de más de noventa por ciento el primero, y casi el ochenta por ciento el segundo.

A media mañana realicé el barrido y trapeado que completo dos veces por semana; luego Rb empezó a preparar el pollo con manzana verde que hemos consumido en un par de ocasiones; pero apenas estaba comenzando cuando la llama de la estufa se debilitó: tocaba cambiar el cilindro de propano.

Rb sugirió que empezáramos con la rutina pues el servicio de entrega del gas no es muy eficiente; y estábamos como a mitad de la rutina cuando vino un joven en motocicleta a realizar la entrega; me tocó que salir con pesas en los tobillos a recibir el nuevo cilindro.

Después de comprobar que el gas había quedado correctamente instalado continuamos con los ejercicios; después nos bañamos, sacamos a caminar a los perros y terminamos de preparar los almuerzos.

Almorzamos casi a las dos de la tarde y después estuve leyendo un poco de Les Delices de Tokyo -la parte final-; a las tres treinta y cinco tomé la otra mitad de los mini muffins, un par de güisquiles que habíamos cosechado por la mañana y mi mochila negra; y me dirigí a la casa de mi tía.

Las calles estaban bastante vacías por lo que llegué a la casa de mi tía diez minutos antes de lo que había previsto; me estacioné en la calle -a la par de la iglesia, pues había un auto frente a la casa- y toqué el portón.

Mi tío bajó a abrir el portón y subí al espacio que mi primo les proporciona para su habitación; un poco después salió mi tía; en el ínterín mi tío me estuvo explicando un poco la forma en la que interpreta la trompeta.

Le entregué a mmi tía la bolsa hermética en la que llevaba los mini muffins y los dos güisquiles; y nos estuvimos conversando por casi dos horas -mi primo favorito nos acompañó durante un rato-; fue una tarde bastante agradable.

Un poco antes de las seis de la tarde les comuniqué a mis tíos -mi primo se había despedido un rato antes- que me retiraría del lugar y mi tío me acompañó al portón -y a mover el auto que estaba estacionado frente a la casa-.

Por la noche vimos una película que había encontrado en un video de filosofía la semana anterior: Mr Church; en donde Eddy Murphy interpreta a un cocinero negro que entra en la vida de una madre moribunda y su hija de seis años; me recordó un poco a the lilies of the field. 

El martes me confundí al parar la alarma y me tocó que recomenzar la meditación cuando volvió a sonar a los cinco minutos; después hice los tres wordle y entré a la reunión diaria del equipo de trabajo.

Durante el resto de la mañana estuve tratando de adelantar un poco en las asignaciones que nos ha estado distribuyendo el supervisor en el imperio del norte; también leí un poco, repasé un poco de AWS e hice algunas lecciones de Duolingo.

La reunión del mediodía estuvo un poco intensa: las asignaciones han estado bastante pesadas y, la verdad, las encuentro irrelevantes; o sea, estamos probando algo cuando una nueva versión ya fue liberada.

La media hora programada se extendió a casi el doble; y en la última parte de la misma utilicé los audifonos con bluethoot para ayudar a servir el almuerzo -y consumirlo luego-; después sacamos a caminar a los perros.

Por la tarde lavé los trastes del día, preparé café y té -y consumí la penúltima cuarta parte de uno de los zepelines que Rb me trajo el jueves anterior- y luego estuve haciendo algunas lecciones de ajedrez en Duolingo.

A las cuatro y media caminamos a los supermercados en dirección sur; llegamos hasta la altura del más alejado pero allí nomás dimos la vuelta; en el que queda a mitad del camino compramos algunos bananos.

Por la noche ví el penúltimo capítulo de la segunda temporada de The Peacemaker; también bajé algunos libros pues aún no estaba seguro de qué libro leer despues de Les Delices de Tokyo; y de The Phoenix Project.

El miércoles fue un día bastante normal: reuniones de equipo durante la mañana, un poco de trabajo -sigue el supervisor en el imperio del norte con sus asignaciones- y, al final de la tarde, la rutina de ejercicios de la mitad de la semana.

Además, un poco de avance con la lectura -The Phoenix Project-, empecé a ver una serie coreana: The butterfly; y continué repasando la información de AWS: ya avancé hasta el tercer archivo -de cinco- con resultados bastante aceptables; también fue el último día (de cien) de mi reto de no acceder a sitios de contenido indecoroso.

El jueves empezó bastante temprano: me levanté a las cuatro y cuarto: habíamos acordado, con Rb, salir a las cinco de la madrugada con rumbo al laboratorio en el que se haría las casi veinte pruebas que la ginecóloga le había indicado, un par de semanas antes.

Medité veinte minutos y, a las cinco menos veinte, entré a la habitación de Rb, a despertarla; ella había preparado la mayor parte de lo que se llevaría, desde la noche anterior: agua, desayuno, entre otros.

A las cinco abordamos el auto e iniciamos el camino hacia el centro histórico: el laboratorio empieza a atender a las seis de la mañana por lo que preferimos esperar un rato en el lugar a enfrentarnos al tránsito del inicio del día.

Debido a la hora encontramos muy poco tránsito -aunque la ruta no estaba completamente vacía- y, un poco después de las cinco y media, nos estacionámos delante de la entrada al laboratorio; otras personas llegaron un poco antes de que abrieran.

A las seis de la mañana se presentaron los trabajadores, esperamos un par de minutos más y luego nos depedimos; e inicié el camino de vuelta a casa; el cual no estuvo tan tranquilo como el de más temprano: en un par de secciones tuve que avanzar muy lentamente.

Un poco más de una hora después estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb; debía de darles el desayuno a los perros a las nueve menos cuarto, por lo que me preparé el propio y, después, le envié fotos a Rb documentando la alimentación de sus mascotas.

Después intenté dormir un poco pero la coducción hasta -y desde- el centro histórico me había dejado bastante despierto; me puse a hacer lecciones de Duolingo y a repasar la información del certificado de AWS.

Rb retornó un poco después de la mitad de la mañana: afortunadamente pudo hacerse todos los exámenes en el lugar -excepto el de densitometría, por el que pasó al hospital de la Cruz Roja- y retornó bastante temprano.

Sacamos a caminar a sus perros y luego me metí a la ducha: había acordado pasar por mi hija mediana a la una de la tarde, para almorzar juntos y pasar un poco de tiempo en el parque temático de costumbre -aunque con ella sería la primera vez-.

Los días han estado -y se espera que continúen- bastante grises: hay un par de depresiones tropicales en el pacífico por lo que, especialmente por las tardes, las lluvias han sido bastante frecuentes.

A las doce y cuarto tomé el auto y salí al boulevard, el cual estaba completamente lleno: la cola empezaba apenas en la siguiente calle; y la lluvia estaba un poco fuerte; me resigné a llegar tarde pero esperé hasta un poco antes de la una para llamar a mi hija.

A la una menos cuarto avisé que llegaría tarde: apenas iba por la mitad del camino; y la lluvia continuaba con una intensidad mediana; al final a la una y diecinueve minutos estaba delante de la puerta del apartamento de mis hijos -tuve que enviarle un mensaje a mi hija para que me abriera, ya que un par de semanas antes le había dado todas las llaves-.

Lo interesante fue que en ese sector la lluvia aún no se había presentado; por lo que pudimos caminar sin ningún contratiempo hasta el parque temático; allí compré una pizza y un doble litro de agua gaseosa.

Nos dirigimos al área de mesas -en el camino vimos a dos niños resbalarse debido a los restos de lluvia- y procedimos con el almuerzo; yo había llevado mi Scrabble pero no jugamos, únicamente le enseñé un poco de los algoritmos del cubo de Rubik de 4x4 y 5x5.

También conversamos un poco sobre sus planes a corto y mediano plazo: aún no ha conseguido empleo -está sobrecalificada para la mayoría de los que aplicó- y su plan a mediano plazo es retornar a Japón -estuvo allí algunos meses hace dos o tres años-. 

Como siempre, me ofrecí a ayudarla en lo que pudiera, aunque me cuesta pensar en formas de ayudarla; conversamos un poco sobre las lecturas que estamos llevando a cabo y esperamos en el lugar un buen tiempo ya que la lluvia había -por fin- llegado al sector.

Un poco después de las tres nos retiramos del lugar: mi intención era empezar el camino de vuelta a casa antes del tránsito del fin del día; pero no lo logré: nos despedimos un poco después de las cuatro de la tarde, y salí a un embotellamiento de media hora para avanzar un par de calles.

Pero eso fue lo más terrible; o sea, en el resto del trayecto también encontré otros puntos con avance lento, pero no como el principio; al final vine a casa un poco después de hora y media de empezar la conducción.

Y no me acordaba que era día de ir a los supermercados: aunque no nos urgían provisiones -Rb había comprado bananos por la mañana- debíamos pagar cincuenta centavos en la panadería en dirección norte.

Rb me había comprado el pan para mis desayunos del fin de semana -había salido a buscar uvas mientras yo manejaba de regreso- y la dependienta no tenía cambio; aunque la lluvia había amainado portamos chumpas y Rb sacó el paraguas.

Pasamos a la panadería -queda a mitad del trayecto- a pagar la deuda y luego caminamos hasta el lugar en donde pasan los buses intermunicipales; en el supermercado compramos un par de pencas de bananos verdes.

Por la noche estuve acompañando a Rb mientras veía sus series: generalmente utilizo este tiempo para hacer Duolingo, jugar ajedrez, leer un poco, armar algún cubo de Rubik, o -últimamente- repasar las preguntas para el exámen de AWS.

Debido a que me había levantado bastante temprano me sentía agotado; un poco después de las diez me despedí de Rb y me metí a mi habitación, a leer un poco, meditar y luego tratar de conciliar el sueño.

Además, habíamos acordado que el viernes empezaría -otra vez- bastante temprano: hacer ejercicios por la tarde le ha provocado -o eso sospecha- molestias estomacales a Rb, quería probar el efecto de hacerlos al inicio del día.

Pero, como yo empiezo a trabajar -por estos meses- a las siete de la mañana, acordamos que la levantaría a las cinco horas cincuenta y cinco minutos, para empezar la rutina a las seis de la mañana.

Pero, como yo medito veinte minutos después de despertarme -y veinte minutos antes de dormirme- debía levantarme a las cinco y veinte; por lo que puse la alarma para esa hora y empecé el día más de una hora antes de lo normal.

Ejercitarnos al empezar el día estuvo bien; aunque sentí ciertas molestias en los brazos y el abdomen por los últimos ejercicios agregados al video del día; lo malo fue que no me dió tiempo de bañarme antes de entrar a la reunión del inicio del día: terminamos justo a la hora.

Tomé la reunión en la mesa del comedor y cuando terminó -usualmente tarda media hora- me metí a la ducha; después me preparé el desayuno de los fines de semana; un poco después tuvimos la reunión semanal del equipo.

La cual estuvo un poco rara: mi supervisor se mostró bastante decepcionado de que no hubiera terminado una asignación después de tres días; y es que, la verdad, nomás le he estado dando largas al asunto.

Pero, después de la reunión, me puse a trabajar en el trabajo atrasado -incluso llamé al analista más brillante del equipo, para que me ayudara con un par de dudas-; al final no pude completar toda la tarea -por cuestiones del equipo-, pero reporté un par de hallazgos en la misma.

Para el almuerzo prescindimos del pescado de los viernes: debido a los cambios en la semana aún teníamos una porción de los almuerzos que preparamos el lunes; por lo que consumimos la última parte del pollo con manzanas verdes -y arroz-.

Por la tarde me ocupé completamente con una asignación en la que estamos trabajando los cuatro analistas -habíamos tenido una reunión un poco antes del mediodía-: preparar un grupo de pruebas bastante extenso; me pasé una buena parte de la tarde agregando detalles a mis casos de prueba.

Por la noche ví un capítulo de la segunda temporada de The Peacemaker, y el segundo capítulo de Butterfly; esta última serie es de acción -espías, sicarios y así- pero el transfondo es sobre la relación paterno-filial; creo que por eso me parece atractiva.

Un poco después de las once me despedí de Rb, me lavé los dientes y me metí a mi habitación; en donde leí la última parte del capítulo de Harry Potter e a camara secreta, medité y después, intenté conciliar el sueño.

Y a ver cómo sigue eso... 

;  

lunes, 15 de septiembre de 2025

El día del programador -o del informático-... The day of the programmer -or of the computer scientist-... Le jour du programmeur -ou de l'informaticien-...

El sábado se celebra la profesión mencionada en el título; es interesante que -según Wikipedia- la costumbre empezó en Rusia: se tomó la máxima potencia de dos que fuera menor al número de días del año; o sea, ocho -porque dos elevado a la seis es doscientos cincuenta y seis- para agasajar a los que se dedican al código (o, ultimadamente, a cualquier actividad que tenga que ver con las computadoras).

Ese día le contaba a Rb que la única vez que estuve en una celebración 'formal' fue en el trabajo que tuve en la penúltima empresa: organizaron una refacción y cada supervisor de área le dió un regalo a su 'mejor' colaborador; lo chistoso fue que yo era el único colaborador en mi área.

O sea, era mi jefa -una persona de quien no guardo muchos recuerdos agradables- y yo; -a mí me tocaba que hacer casi todo el trabajo, incluso de gestión-; tanto así que ella también se renunció un poco más tarde de que yo me retirara. En fin. 

Y me recordé de la fecha porque mi amigo Testigo de Jehová -que sí ha sido programador por más de treinta años- publicó en su estado de Whatsapp un mensaje alusivo al día; y, para continuar con mi campaña de 'no te aisles', le envié un mensaje a varios de mis contactos con quien compartimos esa línea laboral.

Y a ver cómo va eso.

El jueves fue un día de reuniones: por la mañana me reuní con los otros dos analistas con los que estamos trabajando en comenzar -por fin- con la automatización de algunas actividades de nuestra área.

La reunión del mediodía también fue un poco más extensa: el supervisor del Imperio del Norte ha estado más exigente con las asignaciones; y me tocó trabajar con otra analista -al parecer, también del subcontinente asiático- en un par de tareas.

Incluso hubo un connato de extensión del horario laboral: había algunas tareas que nomás podíamos realizar al final de la tarde; pero me negué porque me había ofrecido a conducir a los perros de Rb al veterinario y debíamos estar allí antes de las cuatro.

La visita al veterinario era para la aplicación de una serie de vacunas; a las cuatro menos cuarto metimos a los tres perros al automóvil y conduje a la veterinaria; no había tránsito y menos de diez minutos más tarde estábamos entrando al lugar.

La vacunación se realizó sin muchas dificultades -los grandes ni dieron muestras de sentir el pinchazo, la pequeña chilló, pero lo hace por cualquier cosa-; lo que el veterinario indicó -y no por primera vez- es que la perra más pesada debería de bajar de peso; pero eso, creo, estaría complicado.

Luego de las vacunas Rb y el veterinario aún conversaron sobre algo de los perros y, un poco más tarde, conduje el auto de vuelta a la casa; despues caminamos a los supermercados en dirección norte; en el mas alejado compramos un poco de bananos, y a medio camino de vuelta compré el pan de mis desayunos.

El viernes me levanté a las cinco de la mañana: quería trabajar en algunas tareas en las que no había podido avanzar mucho en los días anteriores; generalmente el tiempo antes de la reunión diaria es muy productivo.

Después de meditar me puse a organizar algunas de las tareas que me habían asignado y luego entré a la reunión diaria; también tuvimos la reunión semanal con el supervisor en el imperio del norte; esta estuvo un poco más tranquila que las anteriores.

Y en la reunión del mediodía me asignaron más tareas; o sea, al parecer, uno de los analistas había sido sobrecargado y el supervisor me ha estado trasladando algunas de las tareas que le había asignado originalmente.

Al final del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; era la primera vez que practicábamos la nueva versión: con nueve ejercicios adicionales, algunos isométricos y otros de fuerza; estuvo bastante pesada.

Después de la rutina -me quedaron doliendo varios músculos abdominales- y de la ducha encontré un mensaje de mi primo más cercano en whatsapp: el día anterior le había escrito para proponerle una llamada.

No me había respondido en más de un día y temía que tenía que buscar otra forma de coordinar una visita a mi tía -de hecho lo había intentado llamar por teléfono durante el día y no me había respondido-; al final, al parecer, se había olvidado de responder el mensaje -y no había visto las llamadas-.

Conversamos -videollamada- durante unos minutos, sobre familia, trabajo y similares; también le pedí que confirmara si su madre estaría el siguiente lunes en su casa: ha estado con quebrantos de salud y quería pasar a visitarla por la tarde.

El sábado me levanté quince minutos antes de la hora acostumbrada -a las seis y cuarto-, medité y me metí a la ducha: había programado un desayuno con el analista más brillante -y joven- del equipo.

Habíamos acordado reunirnos, en la cafetería en la que usualmente invito a mis amigos y conocidos, a las siete y media; y como no quería andar corriendo con el auto salí de casa un poco después de las siete.

El tránsito estuvo bastante ligero y a las siete y media ya estaba en el lugar; como no tenía su número le envié un mensaje en la herramienta que usamos en el trabajo; al final llegó diez o quince minutos luego de la hora acordada; pero utilicé ese tiempo para completar algunas lecciones de Duolingo.

Cuando el analista llegó procedimos a ordenar un par de desayunos típicos del lugar; luego estuvimos conversando por un par de horas sobre cuestiones laborales, académicas y también de la vida: tiene la edad de mi hija mayor, se graduó el año pasado de ingeniero y ahora estudia una maestría en IA.

Pero no tiene muchas aspiraciones vitales; lo cual me parece muy interesante: en nuestra época el empuje por alcanzar metas, o sobresalir en la profesión era bastante marcado; me imagino que son cuestiones intergeneracionales.

Un poco antes de las diez nos despedimos e inicié la conducción hasta la casa de Rb; el tránsito seguía bastante tranquilo; vine a leer un poco, continuar con el repaso de las preguntas de AWS y algunas lecciones adicionales de ajedrez en Duolingo.

Como el día se veía bastante gris decidimos sacar a caminar a los perros antes del almuerzo; pero no nos dió tiempo a completar la rutina: terminando la primera vuelta empezó a lloviznar; entonces los metimos y procedimos a preparar el almuerzo.

Habíamos planificado preparar unas hamburguesas caseras; Rb preparó un par de panes con varias harinas diferentes al trigo, y una mezcla de pollo con vegetales para rellenarlos; también preparamos un caldo de pollo.

La lluvia se extendió -desde que metimos a los perros- hasta el final de la tarde; aproveché para leer un poco, seguir repasando el material de AWS y ver un capítulo de The Terminal List: Black Wolf.

Al final de la tarde caminamos hasta los supermercados en dirección sur; llegamos -como siempre- hasta la altura del más lejano, de allí volvimos al que queda a medio camino y compramos algunas alitas para los almuerzos del domingo -de Rb-.

El domingo habíamos previsto ir al supermercado en donde compramos artículos a granel; durante la semana le había enviado mensajes a mis hijos para verificar si necesitaban algo del lugar, pero ninguno me respondió.

Después de que Rb desayunara  tomamos una bolsa con aislante térmico, la subimos al automóvil y nos dirigimos al lugar; el tránsito estaba bastante tranquilo por lo que no tuvimos contratiempos en llegar al lugar; el cual está siendo modificado: algunas áreas del parqueo estaban cubiertas por páneles de construcción.

La lista de compras no era muy extensa: y la mayor parte de artículos eran míos; debía comprar avena para mis desayunos, galletas para mis cenas -y refacciones-, aderezo para ensaladas; e incluso había decidido comprar una bandeja de muffins, para las visitas de ese día y el siguiente.

Al final gasté casi cincuenta dólares en provisiones; en el camino de vuelta pasamos a una sucursal de la tienda verde de descuentos: Rb ha andado buscando unas bolsas que utiliza para preparar sus harinas y quería ver si había suerte.

Pero no hubo; al parecer este artículo ha sido descontinuado; aprovechando la visita al lugar compramos una recipiente hermético de gran capacidad: unas semanas antes habíamos desechado el que usamos para almacenar arroz en la cocina pues encontramos gorgojos en el mismo -no era mucho arroz pero lo congelé para eliminar la plaga-.

Después de la tienda retornamos a casa y -previendo lluvias más tarde- sacamos a caminar a los perros; luego preparamos las alitas dominicales y las acompañamos con el resto del caldo que habíamos preparado el día anterior.

Antes del almuerzo había llamado a mi prima favorita: habíamos estado conversando en whatsapp la semana anterior y me había ofrecido a llamar a las once de la mañana del domingo; al final la llamé a las once y cuarto.

Estuvimos conversando -videollamada- durante cerca de una hora: al parecer la relación con su padre ha estado bastante tensa últimamente ya que, además de que ha estado exigiéndole dinero a ella y sus hermanos, también ha aumentado el drama en su trabajo y en su iglesia.

Por la tarde -ya no llovió- continué con el estudio del material de AWS: he adelantado bastante con el primero de los archivos -cincuenta preguntas- y estoy llegando casi al mismo nivel con el segundo; también ví otro capítulo de The Terminal List.

Un poco antes de las tres de la tarde me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis hijos; habíamos acordado reunirnos a las tres de la tarde; llevaba la mitad de los mini muffins que compré por la mañana, unos paquetes de café instantáneo y mi ajedrez.

Llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres -aún me tuve que detener un momento antes de cruzar la avenida, debido a una carrera con antorchas-, estacioné el auto y bajé a tocar el portón; mi amigo salió un poco después.

Preparamos un par de cafés -instantáneos: tres en uno-, dimos buena cuenta de la mayor parte de los muffins y jugamos una partida de ajedrez de más de una hora; al final quedamos empatados -me cuesta ser cruel-.

Un poco antes de las cinco me despedí de mi amigo y bajé a tomar el auto, para retornar a la casa de Rb; el tránsito -afortunadamente- estaba bastante tranquilo: al parecer muchas personas salieron de la ciudad, debido al fin de semana extendido; nomás en la salida de la ciudad encontré otra caravana con antorchas, pero, no mucho tiempo después, estaba estacionando el auto frente a la casa. 

Por la noche -cancelaron la clase de teología de Rb- vimos el último capítulo de la segunda temporada de Wednesday; la verdad no me agrada mucho el estilo de humor que utiliza la serie, pero es de las pocas cosas que aún vemos en conjunto.

Y a ver cómo sigue eso... 

jueves, 11 de septiembre de 2025

Curiosidad... Curiosity... Curiosité...

Hay muchos temas que me preocupan -otros que me provocan incomodidad- como el trabajo -presente y futuro-, mis chicos, mis padres, entre otros; y mi aspiración es acercarme a esta situación con curiosidad.

Porque al final todo pasa: o sea, todo sucede -o no- y luego viene otro suceso, y así sucesivamente; entonces -y esto, creo que es algo de budismo-, lo 'mejor' es conservar un estado de curiosidad.

Observar la situación, observar sus fuentes, observar las consecuencias, observar.

Y eso es algo que, creo, Rb ha estado haciendo muy bien con el último hecho -actual- en su vida: la menopausia -o perimenopausia, por el momento- ha hecho su arribo y, a pesar de haber pasado la mayor parte de su existencia temiéndola; ahora está estudiándola, mientras llega inexorablemente.

El temor proviene -así como la decisión de no reproducirse- de su niñez: su padre tenía cincuenta y cinco años al momento de su nacimiento, su madre diez menos; y le tocó ver -siendo muy pequeña- los estragos que el tiempo iba causando en su progenitora.

Pero ahora, en las primeras etapas de la menopausia -o quizá no tan primeras, ya que, al parecer, muchos de sus quebrantos de salud de los últimos tres o cuatro años, pueden trazarse hasta este proceso- ha estado con una actituda más como: qué interesante lo que le está sucediendo a mi cuerpo.

 Y a ver cómo va eso... 

El domingo me levanté a las cuatro y veinte; me costó levantarme pues había tenido dificultades para conciliar el sueño la noche anterior: los perros de los vecinos que viven a dos casas siguen ladrando casi con cualquier estímulo externo.

Creo que también estaba al pendiente de levantarme dos horas antes de mi hora habitual; me parece que escuché a la perra más anciana de Rb quejarse a media madrugada: ella se levanta todos los días a las tres AM a darle unos trozos de pollo cocido.

Había dejado la alarma de mi celular -y también el de mi tablet- y me levanté cuando ambos empezaron a sonar; medité veinte minutos y luego me metí a la ducha; la noche anterior había preparado nueve sandwiches de mortadela, lechuga y queso y los había dejado en la refri.

La refrigeradora estaba a tope: teníamos pollo para los almuerzos de la semana, legumbres para las ensaladas de un par de días; y mucha fruta que Rb consume regularmente -también había preparado mis gelatinas por la noche-.

Para que no pasara lo de la útima vez -olvidé las magdalenas en la mesa del comedor- Rb me había preparado una lista de lo que debía llevar: el saco de comida para perros que llevo a mis padres regularmente lo había dejado ya dentro del auto.

La lista incluía: la cafetera -y el café, azúcar y agua pura-, la mochila con aislante térmico -para los pescados que usualmente envía mi madre-, un par de güisquiles que cosechamos el día anterior; también cosechamos -e incluimos en la lista- media libra de lorocos. 

No quería empezar a manejar muy temprano pues el año anterior tuve una muy mala experiencia al manejar antes de la salida del sol: varias partes de la ruta nacional tienen muy mínima -o ninguna- iluminación artificial; por lo que es -creo- muy fácil salirse de la misma.

Como mi celular no tenía mucha carga -se me olvidó conectarlo la noche anterior- decidí bajar a la tablet varios audios de francés y portugués, para ir escuchando en el camino; también le cargué un día de internet a mi celular; al final esperé hasta las cinco y cuarto para entrar a despedirme de Rb.

Aún estaba oscuro cuando salí al boulevard, pero estimé que no pasaría mucho tiempo para que empezara a clarear el día; y, efectivamente, antes de llegar a la mitad del camino ya se podía ver muy bien la ruta.

Esa mitad del camino está en muy buenas condiciones -por fin- luego de que repararan -pasaron mas de dos años- el puente que la lluvia derribó, justo en la entrada al área metropolitana; lo duro fue la siguiente mitad: al parecer construirán otra autopista -pagada- y casi todo el trayecto es nomás de un carril en cada dirección.

Pero, por la hora tan temprana, no encontré mucho transporte pesado; con todo llegué a la casa de mis papás un poco antes de las siete de la mañana; me bajé del auto para quitar una bicicleta que habían dejado estacionada frente a la casa y dejé allí el auto.

Mi madre salió un poco después y le avisó a mi padre que había llegado; para facilitar el transporte de todo lo que llevaba -la cafetera, los sandwiches y los vegetales- había utilizado una caja de cartón y la pasé del auto al comedor de mis papás.

Puse a funcionar la cafetera y retorné al auto para bajar el saco con la comida para los perros; le pedí a mi madre que lavara tazas y luego consumimos algunos de los panes que llevaba; desafortunadamente una de las magdalenas mostraba ya señales de moho -no revisé la fecha de vencimiento el día anterior: vencía justo ese día-.

Consumimos una parte de la otra magdalena, junto con los sandwiches y el café que había preparado; después le estuve ayudando a mi padre con un archivo que no podía localizar en su correo electrónico: debía agregar contenido a un documento compartido de un proyecto de su clase -se supone que este año completa sus estudios de licenciatura-.

Además le ayudé a comprender -un poco- cómo funciona Duolingo: para completar sus créditos debe comprobar cierto nivel de una lengua extranjera -inglés- y, al parecer, en su clase están utilizando esta aplicación como parte del programa de aprendizaje.

Un poco antes de las diez mi madre me recomendó que revisara el nivel de los líquidos del automóvil; le pedí ayuda a mi padre y abrimos el capó del auto; todo estaba bien, excepto el depósito del agua para el winshield; lo rellené un poco.

A las diez de la mañana me despedí de mis padres y emprendí el camino de vuelta; de lo que llevaba nomás retorné la cafetera y la mochila con aislante teérmico -rellena de pescados enviados por mi madre-.

La primera parte del camino de vuelta estuvo un poco complicada: la ruta es nomás de un carril en cada dirección; y había un poco más de vehículos que unas horas antes; pero al final no me tardé mucho en alcanzar la mitad del camino.

Desde allí en adelante la situación estuvo mucho mejor: entre dos y tres carriles y la carretera en muy buenas condiciones; un poco después de las once ya estaba entrando al municipio; venía tan temprano que incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque (diez dólares, contra veintidos del día anterior).

 A las once y media me estaba estacionando frente a la casa de RB; bajé las dos mochilas -la negra y la que tiene aislante térmico- y una bolsa con media docena de plátanos, que mi madre me obsequió al final de la visita; por haberme levantado a las cuatro de la mañana me sentía bastante agotado.

Al mediodía preparamos las alitas de costumbre -y las ensaladas- y luego tuvimos que esperar casi una hora para que amainara la lluvia para poder sacar a caminar a los perros; después preparé el café y té vespertinos.

Por la tarde avancé un poco en el repaso del material para prepararme para la certificación de AWS: separé las doscientas cincuenta preguntas en cinco archivos; y, aunque no he logrado pasar del primero de los mismos, creo que voy en la ruta correcta.

Además, le propuse a Rb que vieramos otro capítulo de la segunda temporada de Wednesday; aunque, por la mala noche de sueño, en cierta parte del mismo tuve un par de microsueños; cuando el capítulo terminó me retiré a mi habitación.

Quería leer un poco -y, de ser posible, dormir- hasta las cinco de la tarde; a esa hora habíamos planeado preparar las piernas que habíamos previsto para los almuerzos de la semana; tenía más de media hora libre, pero no pude conciliar el sueño.

Tampoco leí: me puse a jugar unas partidas de ajedrez contra Oscar en Duolingo; y luego estuve leyendo algunos artículos de Business Insider, revisando mis cuatro cuentas regulares de correos electrónicos, y actualizando mi bitácora de vida.

El resto de la semana estuvo bastante normalito; durante el fin de semana habían pronosticado varios días de lluvia, debido a una depresión tropical en el Pacífico; y sí, desde la tarde del domingo empezaron las tardes lluviosas.

El lunes y martes estuvieron bastante tranquilos en el trabajo; la rutina de ejercicios del lunes se está sintiendo un poco más tranquila debido a las respeticiones; y, tanto ese día como el siguiente, continué con el repaso de AWS.

El martes, por la mañana, me reuní con los dos analistas con los que estamos trabajando en un proyecto para automatizar parte del trabajo -se supone que la automatización es una parte vital de nuestra función, aunque ya llevamos más de dos años sin avanzar en la misma-. 

Ese día la llovizna fue más constante por la tarde; a la hora en la que nos tocaba salir hacia los supermercados en dirección sur -necesitábamos bananos- Rb me propuso que camináramos bajo la lluvia -hacía varios años que evitábamos esto-.

Sacamos las chumpas y el paraguas y caminamos hasta el supermercado más alejado; desde donde caminamos hacia el que queda a medio camino -aún pasamos a la veterinaria en el mismo centro comercial, pues Rb debía cotizar las vacunas de sus perros-.

En el supermercado compramos un poco de bananos y una lechuga; luego retornamos a casa; el trayecto no estuvo tan malo: la llovizna fue constante pero no muy fuerte; las chumpas y la sombrilla fueron suficientes para que el agua no llegara al cuerpo; lo peor fueron los autos que pasaban a toda velocidad en el boulevard.

El miercoles el día empezó lento; después de meditar, resolver los tres wordles, entrar a la reunión diaria y hacer Duolingo (casi solo ajedrez) estaba por continuar dormitando en la cama; entonces entró una llamada de mi supervisor en el imperio del norte.

Al parecer había tenido una reunión on su manager y no le había ido muy bien: quería que nos organizáramos para trabajar en tareas específicas; pero eso fue una llamada de más de una hora, que encontré superflua.

Empecé la llamada en la cama pero luego pasé la computadora a la mesa del comedor; y preparé mi desayuno mientras la misma se extendía durante más tiempo del normal; al final me asignaron tres o cuatro tareas; en las que pasé trabajando el resto del día.

El miércoles completé el ciclo -la mitad del libro- de La Uruguaya; el día anterior había terminado de leer el libro de Chelsea Manning -Readme.txt-; que me gustó, pero no me encantó: en todo caso, aún es una historia en desarrollo actualmente.

 Por la tarde, después del horario laboral, completamos la rutina de ejercicios de la mitad de la semana; había puesto una alarma para llamar a mi ex-supervisor, en el Imperio del Norte, pero me adelanté a la alarma y lo llamé a las ocho de la noche.

La llamada -por Facebook- no fue respondida; completé las lecciones nocturnas de Duolingo y ví el final del primer capítulo de la precuela de The Terminal List; entonces ví que me había escrito mi ex supervisor.

Comentando que había estado fuera y el celular no había sonado; lo llamé y estuvimos conversando por un poco más de veinte minutos; después de la conversación me envió algunas fotografías de su nieto; yo le envié el trailer de The Life of Chuck.

Antes de dormirme leí el par de capítulos que me tocaba de Les delicieux de Tokyo -bajé de cuatro capítulos a dos, para agilizar un poco el resto de las líneas- y una parte del capítulo en turno de HaLa rry Potter e a camara secreta.

Y a ver cómo sigue eso... 

domingo, 7 de septiembre de 2025

Once años... Eleven years... Onze anées...

Me gustan los números; y no es solamente (?) por que sea ingeniero; o quién sabe; pero hay muchos de los textos acá que tienen que ver con cantidades, o incluso fracciones; como el actual.

Y es que el martes cumplí once años de trabajar sin interrupciones en la misma empresa: exactamente once años atrás me presenté a la oficina a la que luego acudí diariamente durante casi cuatro años -luego empezó el trabajo híbrido, y luego el remoto-.

En eso mis hijos terminaron de creer, profundicé mi relacion con Rb e, incluso, sobrevivimos a una pandemia global que trastocó la vida de muchas personas y cambió muchas cosas en la vida de casi todos.

Coincidentalmente once años antes también fue un martes: originalmente me habían pedido que empezara el primer día de septiembre -un lunes-; pero, unos días antes, me escribieron para que me presentara el día martes.

Y es que el primer lunes de septiembre se conmemora el Labor day en el Imperio del Norte; por lo que la mayor parte de las operaciones se ralentizan localmente, debido a la ausencia de la mayor parte de nuestros colegas en el norte.

Yo venía de tres meses de una búsqueda implacable de trabajo -tenía mucha experiencia en eso-; y el retraso de un día me provocó cierta incomodidad; pero luego, todo fue marchando sobre ruedas; entramos -si mal no recuerdo- tres personas el mismo día: una ingeniera que iba a la misma posición y otra persona que iba a ver servidores.

Fue un día completo de inducción a la empresa y al día siguiente subí al noveno nivel del edificio; en donde ocupé uno de los cubículos, recibí una portátil y empecé la configuración de la misma para el trabajo que debía desempeñar.

Pasé un poco más de un año sin mucha supervisión: por alguna razón ni mi gerente local ni mi directora en el Imperio del Norte se ocuparon mucho de mí; me asignaron a un equipo y me tocó trabajar directametne con varias Project Managers en el Imperio (eran unas señoras muy simpáticas).

Luego, en el tercer año, me parece; me tocó trabajar directamente con la directora; lo que me salvó un par de años después de ser despedido -lo que le ocurrió a la casi totalidad del piso-; después ella se marchó y me quedé trabajando con una directora que reside en nuestro gran vecino del norte.

Allí fue donde me enteré de la posición en la que he estado durante más de dos años: agregandole Automate al título de la función que ejerzo; desde antes de la pandemia he estado trabajando desde casa; lo que me ha ahorrado mucho tiempo en el transporte.

Y me ha permitido formarme un poco más; lo no tan bueno es que -siento que- me he acomodado a este ritmo; y, es probable que pronto se termine; o al menos se termine parcialmente: estan por instalar un laboratorio local y nos llamarán a la presencialidad.

Y a ver cómo va eso.

El martes fue un buen día bastante tranquilo; de hecho estuve esperando que me enviaran algún correo -de Recursos Humanos al menos- felicitándome -o notando- por los once años de trabajar en la organización; pero nada.

Por la mañana me puse a resolver algo que había dejado pendiente del día anterior: el luens por la tarde recibí un correo del área de infraestructura, notificándome que un repositorio que había creado hacía más de tres años se había quedado con único adminsitrador (yo) y que era -por políticas de seguridad- que hubiera al menos dos.

Le escribí al Superivor de Devs de ese tiempo, preguntándole si tenía relación con la información allí almacenada; pero su respuesta fue negativa; también le escribí al último analista mejicano (de ese tiempo y equipo) que aún está en la empresa; tampoco tuve una respuesta positiva.

Entonces le escribí a mi antigua directora; la mejicana con la que trabajé un par de años luego de que me directora favorita se retirara de la empresa; le comenté la situación y me pidió que agregara a un par de personas con las que trabajé hace mucho tiempo, como administradores; además me auto excluí de ese repositorio.

Entonces dí un paso bastante riesgoso -creo-: le comenté que si tenía una posición en la que podía ocuparme estaba disponible; y sí, ella se mostró entusiasmada con mi retorno a su equipo; pero también me preguntó por mi nivel de satisfacción laboral.

Le comenté que con el trabajo todo bien pero que no me llamaba la atención retornar a trabajar a la oficina (son casi dos horas de viaje); entonces me dijo que iba  a tenerme en cuenta si se presentaba una oportunidad en su área; y no sé cómo sentirme con esto.

Al finalizar el horario laboral íbamos a ir a los supermercados en dirección norte; pero esetaba lloviendo, por lo que decidimos esperar cuarenta y cinco minutos; pero a esa hora seguía lloviendo, aunque muy ligeramente.

Como necesitábamos bananos para los desayunos -y cenas-: un par de pencas que compramos la semana anterior no se habían madurado, decidimos salir con chumpas y un paraguas; llegamos hasta el supermercado más grande en esa dirección bastante secos.

En el camino de ida aún pasamos por una farmacia al otro lado de la calle: Rb necesitaba medicina para el estómago pues sorprendió a su perra mayor comiendo -en el patio de enfrente- un poco de estiercol de algún animal.

Aunque la lluvia no amainó tampoco arreció; por lo que el camino de vuelta estuvo igual de tranquilo; por la noche ví, en la computadora de Rb, el primer capítulo de la serie The Punisher -es tan violenta que ralla en lo cómico- y una pequeña parte  de La Liga de la Justicia Apokolips War.

El miércoles la rutina matutina estuvo normal: meditación -estoy trabajando en la ralentización de la respiración-, wordle y reunión diaria; en esta última participó mi supervisor en el Imperio.

Desués de la reunión me quedé en la cama pero no dormité: hice varias lecciones de Duolingo (casi solo ajedrez) y leí un poco del quinto capítulo de Harry Potter e a Camara Secreta; un poco después de las nueve escuché que Rb ponía el tablero en la puerta de la cocina.

Y es que había programado una consulta con una ginecóloga: durante más de una semana había estado leyendo sobre los síntomas de la perimenopausia y había concluido que cumplía con la mayoría; quería una confirmación.

Me levanté a esa hora, me preparé el desayuno y devolví la computadora del trabajo a la mesa del comedor; se suponía que a las nueve y media tendría la reunión quincenal 1:1 con mi supervisora, pero -cinco minutos antes- la canceló; lo que me dejó con mal sabor de boca, por la conversación del día anterior con mi ex directora.

Aprovechando que tenía un poco de tiempo libre llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que viví hace más de veinte años en el Imperio del Norte (ahora vive en Tennessee); estuvimos conversando un poco más de una hora.

Al mediodía Rb retornó de la clínica con una orden para una batería completa de exámenes (como cuatrocientos dólares); el resto del día se lo pasó llamando a varios laboratorios para coordinar la realización de todas las pruebas.

Almorzamos lo mismo de los tres días anteriores: comida china casera; comimos un poco tarde pues la reunión del mediodía (a las doce y media) se alargó un poco: el supervisor intentó ver avances en algunas tareas -aunque la verdad, el resultado no fue nada halagador-.

O sea, la semana pasada puso a uno de los analistas en el imperio del norte a revisar la configuración de un equipo -y a mí a ayudarlo-; la persona esta no envió los resultados y hasta este día vimos un poco de los mismos; al final me comprometí a realizar una mejor revisión.

Pero no trabajé en eso por la tarde: tengo que conectarme a varios equipos en el laboratorio en el Imperio del Norte y es bastante frecuente que alguien me desconecte por revisiones en los mismos.

A las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los días miércoles; aproveché para escuchar un par de podcasts en portugués: uno de una señora contando cómo aprendió más de siete idiomas por su propia cuenta; en el otro una chica habla sobre cinco libros que le ayudaron a organizarse mejor.

Después de la rutina -y la ducha- me puse a trabajar en la tarea pendiente; me tomó un poco más de una hora pero logré revisar todas las pantallas que debía; luego le envié un correo a mi supervisor -y al compañero al que debía ayudar- con los resultados.

Un poco después de las siete entré a la habitación de Rb e intenté encender la computadora en la que hemos estado viendo series y películas durante más de un año -es una Dell con más de diez años de operación-; y ya no encendió.

Entonces me llevé mi Lenovo personal a la cama y en la misma ví el segundo capítulo de The Punisher, primera temporada; después, cuando Rb le dió la cena a sus tres perros, me moví a mi habitación para continuar con la película de La Liga de la Justicia.  

El jueves había programado el primer día -obligatorio- de vacaciones del mes: ese día debía recoger a mi hija mediana en el aeropuerto nacional; había estado considerando si salir a las diez y media -el vuelo estaba programado para aterrizar a las once y media- o más tarde, considerando los trámites de migración.

Rb se fue, a su visita semanal al mercado del centro histórico, un poco después de las nueve; cerca de las diez y media me metí a la ducha, luego metí el libro Re entry a mi mochila, tomé el saco de dormir que mi hija dejó -hace seis años- en mi habitación e inicié el trayecto hacia el aeropuerto.

El tránsito no estuvo muy pesado con lo que un poco antes de las once y media estaba ingresando al parqueo del aeropuerto -tres dólares-; tuve que dar un par de vueltas en el segundo nivel del mismo para encontrar lugar.

Después me dirigí a la puerta de salida; en la que la gente se amontona para recibir a los viajeros; había una señora algo joven a la que pregunté sobre el número de puerta que había anotado; pero me comentó que ese número era interior, que al final todos salían por el mismo lugar.

Estuve esperando hasta la una de la tarde; finalmente mi hija completó los trámites -tuvo que registrar a la gata que traía- y salió con tres grandes maletas -y la jaula de la gata-; nos subimos al automóvil y nos dirigimos al apartamento.

En el camino me metí a una sucursal del restaurante de pollo más grande del país: quería comprar un par de pizzas, para que almorzaramos junto con sus hermanos; pero en el lugar no venden pizzas ya preparadas, o sea, hubieramos tenido que esperar.

Afortunadamente no había nadie detras en la cola del autoservicio, por lo que retrocedí y continuamos el camino; mi hija me pidió que pasaramos a un supermercado pues debía comprar una caja de arena -y arena- para el uso de la mascota.

Pasamos a un comercial en la ruta nacional y allí encontramos una veterinaria; mi hija adquirió lo necesario -incluida una pala de plástico- y luego continuamos el camino; llegamos al edificio un poco después de la una.

Subimos al séptimo nivel y entramos al departamento; mi hijo había amontonado más de diez bolsas de basura en la sala: al parecer había esperado -de hecho me lo confirmó más tarde- hasta el último día para vaciar la habitación que le había cedido a su hermana.

Ordené un par de pizzas de Domino's -y un doble litro de fanta- y mi hija me pidió que la llevara al supermercado, pues quería adquirir algunos artículos de limpieza; bajamos al parqueo y nos dirigimos al supermercado más cercano -a tres cuadras de distancia-.

En el lugar mi hija adquirió una escoba, un recogedor, y varios otros artículos de limpieza; luego retornamos al departamento; yo le había dejado mi celular a mi hijo menor -y dinero- para que recibiera las pizzas; pero justo cuando llegamos él estaba bajando por la comida; lo acomopañé a recepción.

Era una pizza mediana hawaiana y otra grande de tocino -esta última era super delgada, y cortada en cuadros, no en secciones de círculo-; mi hija mayor salió de su habitación -creo que tomó quince minutos de break- y comimos un poco en comunión.

Luego mi hija quería que la acompañara a adquirir un celular, una cama y algunos otros artículos -me preguntó si tenía tiempo-; pero le indiqué que del otro lado de la vía principal había un centro comercial en donde podía proveerse de todo eso.

Me despedí de mis tres hijos -y le entregué a la mediana todas las llaves del apartamento  que tenía en mi llavero- e inicié el camino de retorno a la casa de Rb; me sentía bastante agotado; afortunadamente el tránsito estuvo bastante ligero por lo que, a las cuatro y media que Rb me llamó, ya estaba llegando a la garita.

No recordaba que era uno de los días en que caminamos a los supermercados, pero me cayó bien la caminata; nos dirigimos a los supermercados en direción norte; en el más alejado compramos bananos -y en la farmacia a mitad del camino, desparasitantes; ahora sí, para nosotros-.

En el supermercado también adquirí un par de paquetes -de una docena, me parece- de galletas; y en una de mis panaderías favoritas pasé comprando el pan para mis desayunos del fin de semana; por la noche ví un capítulo de The Punisher, y un poco de una película de la Liga de la Justicia.   

El viernes el día estuvo bastante tranquilo; el día anterior había recibido un correo de mi supervisor en el Imperio del Norte: quería que le enviara una lista de los hallazgos de mi última asignación -dos días antes, al final de la tarde, le había enviado un documento PDF-.

Además, el analista que mejor me cae -es muy brillante- había convocado a una reunión para explicarnos -ahora somos tres en la iniciativa, no dos- el nuevo enfoque que quiere aplicar en la automatización; está pasando de Selenium en C Sharp a Selenium en TypeScript.

En la reunión semanal del equipo -la programa todos los viernes el supervisor- se me requirió la lista solicitada el día antes por correo; y en la reunión con mis dos compañeros analistas, revisamos el código con el que deberemos empezar a trabajar para implementar  la automatización de las pruebas.

Por la tarde estuve trabajando en la preparación del ambiente en la estación de trabajo que utilizo frecuentemente: actualización de Node, instalación de librerías y clonación del repositorio que nos compartió el compañero por la mañana.

También ocupé una gran parte del día en la preparación del material para una certificación de AWS en la que he estado trabajando desde mediados de la semana: buscando cómo mejorar mi perfil el miércoles le comenté al analista que está guiando la automatización sobre opciones de certificación.

Al final decidí buscar el Certified Solutions Architect - Associate y, después de bajar un par de libros con cuestionarios sobre el tema, conseguí formatear doscientas cincuenta preguntas para prepararme para el exámen -cuesta ciento cincuenta dólares-.

Pero cuando, el jueves, intenté responder a las preguntas terminé con una calificación de negativa de cincuenta; por lo que preparé otra herramienta para -primero- estudiar las preguntas y respuestas, antes de volver a probar un autoexamen.

Al final del viernes pude correr las pruebas que nos había presentado, por la mañana, el líder del proyecto; también terminé de preparar la herramienta para estudiar para el exámen de AWS y, finalmente, preparé la lista que el supervisor me había solicitado y se la envié por correo. 

Por la noche estuve trabajando en una nueva versión para la rutina de ejercicios de los viernes: un par de días antes habíamos conversado con Rb sobre agregar ejercicios utilizando una silla; las rutinas del lunes y miércoles son de cincuenta y dos minutos; la del viernes aún es de cuarenta y dos minutos.

Mientras Rb veía varias series yo bajé algunos videos de Youtube, recorté diez ejercicios y preparé secuencias de un minuto de duración; al final repartí nueve de los mismos -algunos duraban un poco más de un minuto- y ensamblé una versión final con una duración de cinuenta y un minutos; creo que lo probaremos la próxima vez.

Adicionalmente, por la tarde recibí un mensaje de mi hijo menor: otra vez se había quedado corto de fondos y me pidió un préstamo para la mitad del mes -cuarenta dólares-; y, realmente, prefiero que acuda a mí y no a una tarjeta de crédito.

El sábado no había programado ninguna salida (usualmente no salgo el día antes de viajar a visitar a mis padres); después del desayuno de Rb nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compramos piernas de pollo para los almuerzos de la semana.

Yo también adquirí un par de magdalenas, para mi visita del día siguiente; además me reabastecí de mayonesa y compré pan sandwich y queso: había decidio llevar sandwiches para desayunar con mis padres.

En el otro supermercado compramos medio pollo para el almuezo del día; y yo compré media libra de mortadela, para los sandwiches que pensaba preparar;  cuando entramos a la calle pasé a la tienda a comprar cinco litros de agua pura -en bolsa-, también para la visita.

Al mediodía Rb preparó un caldo de pollo muy bueno, el que complementamos con aguacate; luego sacamos a caminar a los perros, y después preparé un café instantáneo para mí y una taza de té para RB; a las tres y cuarenta me subí al auto para dirigirme a la cafetería en la que había acordado reunirme con mi amigo que tiene tres trabajos a la vez.

El tránsito estaba super pesado; el trayecto -de no más de diez minutos, usualmente- me tomó casi veinticinco minutos; llegué con dos o tres minutos de retraso y encontré a mi compañero ya instalado en una mesa en el restaurante.

Y también ví que acababa de almorzar: me comentó que había llegado mucho antes, pasado al banco y luego aprovechado para almorzar; entonces compré dos cappuccinos grandes y dos porciones de pastel; y saqué mi tablero de ajedrez.

Un día antes le había preguntado si prefería dominó, Scrabble o ajedrez; y se decantó por este último; aunque me dijo que tenía mucho tiempo de no jugar; y, en efecto, perdió bastante rápido su dama.

La verdad no hubo mucha concentración de ambos lados; o sea, estábamos consumiendo el café y el pastel; y conversando de las últimas novedades: a él lo despidieron de la empresa en la que hice algunas horas durante un mes; y al día siguiente consiguió otro trabajo -tercero- ganando más del doble.

Entonces un anciano se acercó a saludarnos, y a felicitarnos por dedicarnos al ajedrez; era un señor bastante simpático; que se retiró y retornó un par de veces para comentar sobre los beneficios de practicar el deporte ciencia; como la partida estaba ya definida le sugerí a mi amigo que le cediera su lugar.

Y el señor tampoco era tan bueno; tardó un poco más pero también perdió su reina; y, aunque la concentración no mejoró mucho en ambos bandos, traté de que el juego no se alargara mucho; luego de completar la partida le ofrecí a mi amigo que concluyéramos la reunión y nos despedimos en la entrada del restaurante -eran casi las seis de la tarde-.

El tránsito de vuelta estuvo -casi- tan pesado como el de ida; aún así pasé a una gasolinera en el camino: debía rellenar el tanque de gasolina, y calibrar el aire en las llantas; las dos de atrás siguen perdiendo aire; y las que me regaló mi amigo de la facultad siguen en el baúl.

Por la nohe vi el tercer capítulo de la segunda temporada de The PeaceMaker; y le propuse a Rb que vieramos un capítulo de la segunda temporada de Wednesday; además, ví una pequeña parte de la última película de The Naked Gun.

Como tenía que madrugar el domingo me despedí de Rb a las diez y media; me lavé los dientes y me metí a mi habitación; me sentía agotado por lo que pasé directamente a mis veinte minutos de meditación -creo que mi lectura fue mínima durante ese día (y el anterior)-.

Y a ver cómo sigue eso...