domingo, 7 de septiembre de 2025

Once años... Eleven years... Onze anées...

Me gustan los números; y no es solamente (?) por que sea ingeniero; o quién sabe; pero hay muchos de los textos acá que tienen que ver con cantidades, o incluso fracciones; como el actual.

Y es que el martes cumplí once años de trabajar sin interrupciones en la misma empresa: exactamente once años atrás me presenté a la oficina a la que luego acudí diariamente durante casi cuatro años -luego empezó el trabajo híbrido, y luego el remoto-.

En eso mis hijos terminaron de creer, profundicé mi relacion con Rb e, incluso, sobrevivimos a una pandemia global que trastocó la vida de muchas personas y cambió muchas cosas en la vida de casi todos.

Coincidentalmente once años antes también fue un martes: originalmente me habían pedido que empezara el primer día de septiembre -un lunes-; pero, unos días antes, me escribieron para que me presentara el día martes.

Y es que el primer lunes de septiembre se conmemora el Labor day en el Imperio del Norte; por lo que la mayor parte de las operaciones se ralentizan localmente, debido a la ausencia de la mayor parte de nuestros colegas en el norte.

Yo venía de tres meses de una búsqueda implacable de trabajo -tenía mucha experiencia en eso-; y el retraso de un día me provocó cierta incomodidad; pero luego, todo fue marchando sobre ruedas; entramos -si mal no recuerdo- tres personas el mismo día: una ingeniera que iba a la misma posición y otra persona que iba a ver servidores.

Fue un día completo de inducción a la empresa y al día siguiente subí al noveno nivel del edificio; en donde ocupé uno de los cubículos, recibí una portátil y empecé la configuración de la misma para el trabajo que debía desempeñar.

Pasé un poco más de un año sin mucha supervisión: por alguna razón ni mi gerente local ni mi directora en el Imperio del Norte se ocuparon mucho de mí; me asignaron a un equipo y me tocó trabajar directametne con varias Project Managers en el Imperio (eran unas señoras muy simpáticas).

Luego, en el tercer año, me parece; me tocó trabajar directamente con la directora; lo que me salvó un par de años después de ser despedido -lo que le ocurrió a la casi totalidad del piso-; después ella se marchó y me quedé trabajando con una directora que reside en nuestro gran vecino del norte.

Allí fue donde me enteré de la posición en la que he estado durante más de dos años: agregandole Automate al título de la función que ejerzo; desde antes de la pandemia he estado trabajando desde casa; lo que me ha ahorrado mucho tiempo en el transporte.

Y me ha permitido formarme un poco más; lo no tan bueno es que -siento que- me he acomodado a este ritmo; y, es probable que pronto se termine; o al menos se termine parcialmente: estan por instalar un laboratorio local y nos llamarán a la presencialidad.

Y a ver cómo va eso.

El martes fue un buen día bastante tranquilo; de hecho estuve esperando que me enviaran algún correo -de Recursos Humanos al menos- felicitándome -o notando- por los once años de trabajar en la organización; pero nada.

Por la mañana me puse a resolver algo que había dejado pendiente del día anterior: el luens por la tarde recibí un correo del área de infraestructura, notificándome que un repositorio que había creado hacía más de tres años se había quedado con único adminsitrador (yo) y que era -por políticas de seguridad- que hubiera al menos dos.

Le escribí al Superivor de Devs de ese tiempo, preguntándole si tenía relación con la información allí almacenada; pero su respuesta fue negativa; también le escribí al último analista mejicano (de ese tiempo y equipo) que aún está en la empresa; tampoco tuve una respuesta positiva.

Entonces le escribí a mi antigua directora; la mejicana con la que trabajé un par de años luego de que me directora favorita se retirara de la empresa; le comenté la situación y me pidió que agregara a un par de personas con las que trabajé hace mucho tiempo, como administradores; además me auto excluí de ese repositorio.

Entonces dí un paso bastante riesgoso -creo-: le comenté que si tenía una posición en la que podía ocuparme estaba disponible; y sí, ella se mostró entusiasmada con mi retorno a su equipo; pero también me preguntó por mi nivel de satisfacción laboral.

Le comenté que con el trabajo todo bien pero que no me llamaba la atención retornar a trabajar a la oficina (son casi dos horas de viaje); entonces me dijo que iba  a tenerme en cuenta si se presentaba una oportunidad en su área; y no sé cómo sentirme con esto.

Al finalizar el horario laboral íbamos a ir a los supermercados en dirección norte; pero esetaba lloviendo, por lo que decidimos esperar cuarenta y cinco minutos; pero a esa hora seguía lloviendo, aunque muy ligeramente.

Como necesitábamos bananos para los desayunos -y cenas-: un par de pencas que compramos la semana anterior no se habían madurado, decidimos salir con chumpas y un paraguas; llegamos hasta el supermercado más grande en esa dirección bastante secos.

En el camino de ida aún pasamos por una farmacia al otro lado de la calle: Rb necesitaba medicina para el estómago pues sorprendió a su perra mayor comiendo -en el patio de enfrente- un poco de estiercol de algún animal.

Aunque la lluvia no amainó tampoco arreció; por lo que el camino de vuelta estuvo igual de tranquilo; por la noche ví, en la computadora de Rb, el primer capítulo de la serie The Punisher -es tan violenta que ralla en lo cómico- y una pequeña parte  de La Liga de la Justicia Apokolips War.

El miércoles la rutina matutina estuvo normal: meditación -estoy trabajando en la ralentización de la respiración-, wordle y reunión diaria; en esta última participó mi supervisor en el Imperio.

Desués de la reunión me quedé en la cama pero no dormité: hice varias lecciones de Duolingo (casi solo ajedrez) y leí un poco del quinto capítulo de Harry Potter e a Camara Secreta; un poco después de las nueve escuché que Rb ponía el tablero en la puerta de la cocina.

Y es que había programado una consulta con una ginecóloga: durante más de una semana había estado leyendo sobre los síntomas de la perimenopausia y había concluido que cumplía con la mayoría; quería una confirmación.

Me levanté a esa hora, me preparé el desayuno y devolví la computadora del trabajo a la mesa del comedor; se suponía que a las nueve y media tendría la reunión quincenal 1:1 con mi supervisora, pero -cinco minutos antes- la canceló; lo que me dejó con mal sabor de boca, por la conversación del día anterior con mi ex directora.

Aprovechando que tenía un poco de tiempo libre llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que viví hace más de veinte años en el Imperio del Norte (ahora vive en Tennessee); estuvimos conversando un poco más de una hora.

Al mediodía Rb retornó de la clínica con una orden para una batería completa de exámenes (como cuatrocientos dólares); el resto del día se lo pasó llamando a varios laboratorios para coordinar la realización de todas las pruebas.

Almorzamos lo mismo de los tres días anteriores: comida china casera; comimos un poco tarde pues la reunión del mediodía (a las doce y media) se alargó un poco: el supervisor intentó ver avances en algunas tareas -aunque la verdad, el resultado no fue nada halagador-.

O sea, la semana pasada puso a uno de los analistas en el imperio del norte a revisar la configuración de un equipo -y a mí a ayudarlo-; la persona esta no envió los resultados y hasta este día vimos un poco de los mismos; al final me comprometí a realizar una mejor revisión.

Pero no trabajé en eso por la tarde: tengo que conectarme a varios equipos en el laboratorio en el Imperio del Norte y es bastante frecuente que alguien me desconecte por revisiones en los mismos.

A las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los días miércoles; aproveché para escuchar un par de podcasts en portugués: uno de una señora contando cómo aprendió más de siete idiomas por su propia cuenta; en el otro una chica habla sobre cinco libros que le ayudaron a organizarse mejor.

Después de la rutina -y la ducha- me puse a trabajar en la tarea pendiente; me tomó un poco más de una hora pero logré revisar todas las pantallas que debía; luego le envié un correo a mi supervisor -y al compañero al que debía ayudar- con los resultados.

Un poco después de las siete entré a la habitación de Rb e intenté encender la computadora en la que hemos estado viendo series y películas durante más de un año -es una Dell con más de diez años de operación-; y ya no encendió.

Entonces me llevé mi Lenovo personal a la cama y en la misma ví el segundo capítulo de The Punisher, primera temporada; después, cuando Rb le dió la cena a sus tres perros, me moví a mi habitación para continuar con la película de La Liga de la Justicia.  

El jueves había programado el primer día -obligatorio- de vacaciones del mes: ese día debía recoger a mi hija mediana en el aeropuerto nacional; había estado considerando si salir a las diez y media -el vuelo estaba programado para aterrizar a las once y media- o más tarde, considerando los trámites de migración.

Rb se fue, a su visita semanal al mercado del centro histórico, un poco después de las nueve; cerca de las diez y media me metí a la ducha, luego metí el libro Re entry a mi mochila, tomé el saco de dormir que mi hija dejó -hace seis años- en mi habitación e inicié el trayecto hacia el aeropuerto.

El tránsito no estuvo muy pesado con lo que un poco antes de las once y media estaba ingresando al parqueo del aeropuerto -tres dólares-; tuve que dar un par de vueltas en el segundo nivel del mismo para encontrar lugar.

Después me dirigí a la puerta de salida; en la que la gente se amontona para recibir a los viajeros; había una señora algo joven a la que pregunté sobre el número de puerta que había anotado; pero me comentó que ese número era interior, que al final todos salían por el mismo lugar.

Estuve esperando hasta la una de la tarde; finalmente mi hija completó los trámites -tuvo que registrar a la gata que traía- y salió con tres grandes maletas -y la jaula de la gata-; nos subimos al automóvil y nos dirigimos al apartamento.

En el camino me metí a una sucursal del restaurante de pollo más grande del país: quería comprar un par de pizzas, para que almorzaramos junto con sus hermanos; pero en el lugar no venden pizzas ya preparadas, o sea, hubieramos tenido que esperar.

Afortunadamente no había nadie detras en la cola del autoservicio, por lo que retrocedí y continuamos el camino; mi hija me pidió que pasaramos a un supermercado pues debía comprar una caja de arena -y arena- para el uso de la mascota.

Pasamos a un comercial en la ruta nacional y allí encontramos una veterinaria; mi hija adquirió lo necesario -incluida una pala de plástico- y luego continuamos el camino; llegamos al edificio un poco después de la una.

Subimos al séptimo nivel y entramos al departamento; mi hijo había amontonado más de diez bolsas de basura en la sala: al parecer había esperado -de hecho me lo confirmó más tarde- hasta el último día para vaciar la habitación que le había cedido a su hermana.

Ordené un par de pizzas de Domino's -y un doble litro de fanta- y mi hija me pidió que la llevara al supermercado, pues quería adquirir algunos artículos de limpieza; bajamos al parqueo y nos dirigimos al supermercado más cercano -a tres cuadras de distancia-.

En el lugar mi hija adquirió una escoba, un recogedor, y varios otros artículos de limpieza; luego retornamos al departamento; yo le había dejado mi celular a mi hijo menor -y dinero- para que recibiera las pizzas; pero justo cuando llegamos él estaba bajando por la comida; lo acomopañé a recepción.

Era una pizza mediana hawaiana y otra grande de tocino -esta última era super delgada, y cortada en cuadros, no en secciones de círculo-; mi hija mayor salió de su habitación -creo que tomó quince minutos de break- y comimos un poco en comunión.

Luego mi hija quería que la acompañara a adquirir un celular, una cama y algunos otros artículos -me preguntó si tenía tiempo-; pero le indiqué que del otro lado de la vía principal había un centro comercial en donde podía proveerse de todo eso.

Me despedí de mis tres hijos -y le entregué a la mediana todas las llaves del apartamento  que tenía en mi llavero- e inicié el camino de retorno a la casa de Rb; me sentía bastante agotado; afortunadamente el tránsito estuvo bastante ligero por lo que, a las cuatro y media que Rb me llamó, ya estaba llegando a la garita.

No recordaba que era uno de los días en que caminamos a los supermercados, pero me cayó bien la caminata; nos dirigimos a los supermercados en direción norte; en el más alejado compramos bananos -y en la farmacia a mitad del camino, desparasitantes; ahora sí, para nosotros-.

En el supermercado también adquirí un par de paquetes -de una docena, me parece- de galletas; y en una de mis panaderías favoritas pasé comprando el pan para mis desayunos del fin de semana; por la noche ví un capítulo de The Punisher, y un poco de una película de la Liga de la Justicia.   

El viernes el día estuvo bastante tranquilo; el día anterior había recibido un correo de mi supervisor en el Imperio del Norte: quería que le enviara una lista de los hallazgos de mi última asignación -dos días antes, al final de la tarde, le había enviado un documento PDF-.

Además, el analista que mejor me cae -es muy brillante- había convocado a una reunión para explicarnos -ahora somos tres en la iniciativa, no dos- el nuevo enfoque que quiere aplicar en la automatización; está pasando de Selenium en C Sharp a Selenium en TypeScript.

En la reunión semanal del equipo -la programa todos los viernes el supervisor- se me requirió la lista solicitada el día antes por correo; y en la reunión con mis dos compañeros analistas, revisamos el código con el que deberemos empezar a trabajar para implementar  la automatización de las pruebas.

Por la tarde estuve trabajando en la preparación del ambiente en la estación de trabajo que utilizo frecuentemente: actualización de Node, instalación de librerías y clonación del repositorio que nos compartió el compañero por la mañana.

También ocupé una gran parte del día en la preparación del material para una certificación de AWS en la que he estado trabajando desde mediados de la semana: buscando cómo mejorar mi perfil el miércoles le comenté al analista que está guiando la automatización sobre opciones de certificación.

Al final decidí buscar el Certified Solutions Architect - Associate y, después de bajar un par de libros con cuestionarios sobre el tema, conseguí formatear doscientas cincuenta preguntas para prepararme para el exámen -cuesta ciento cincuenta dólares-.

Pero cuando, el jueves, intenté responder a las preguntas terminé con una calificación de negativa de cincuenta; por lo que preparé otra herramienta para -primero- estudiar las preguntas y respuestas, antes de volver a probar un autoexamen.

Al final del viernes pude correr las pruebas que nos había presentado, por la mañana, el líder del proyecto; también terminé de preparar la herramienta para estudiar para el exámen de AWS y, finalmente, preparé la lista que el supervisor me había solicitado y se la envié por correo. 

Por la noche estuve trabajando en una nueva versión para la rutina de ejercicios de los viernes: un par de días antes habíamos conversado con Rb sobre agregar ejercicios utilizando una silla; las rutinas del lunes y miércoles son de cincuenta y dos minutos; la del viernes aún es de cuarenta y dos minutos.

Mientras Rb veía varias series yo bajé algunos videos de Youtube, recorté diez ejercicios y preparé secuencias de un minuto de duración; al final repartí nueve de los mismos -algunos duraban un poco más de un minuto- y ensamblé una versión final con una duración de cinuenta y un minutos; creo que lo probaremos la próxima vez.

Adicionalmente, por la tarde recibí un mensaje de mi hijo menor: otra vez se había quedado corto de fondos y me pidió un préstamo para la mitad del mes -cuarenta dólares-; y, realmente, prefiero que acuda a mí y no a una tarjeta de crédito.

El sábado no había programado ninguna salida (usualmente no salgo el día antes de viajar a visitar a mis padres); después del desayuno de Rb nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compramos piernas de pollo para los almuerzos de la semana.

Yo también adquirí un par de magdalenas, para mi visita del día siguiente; además me reabastecí de mayonesa y compré pan sandwich y queso: había decidio llevar sandwiches para desayunar con mis padres.

En el otro supermercado compramos medio pollo para el almuezo del día; y yo compré media libra de mortadela, para los sandwiches que pensaba preparar;  cuando entramos a la calle pasé a la tienda a comprar cinco litros de agua pura -en bolsa-, también para la visita.

Al mediodía Rb preparó un caldo de pollo muy bueno, el que complementamos con aguacate; luego sacamos a caminar a los perros, y después preparé un café instantáneo para mí y una taza de té para RB; a las tres y cuarenta me subí al auto para dirigirme a la cafetería en la que había acordado reunirme con mi amigo que tiene tres trabajos a la vez.

El tránsito estaba super pesado; el trayecto -de no más de diez minutos, usualmente- me tomó casi veinticinco minutos; llegué con dos o tres minutos de retraso y encontré a mi compañero ya instalado en una mesa en el restaurante.

Y también ví que acababa de almorzar: me comentó que había llegado mucho antes, pasado al banco y luego aprovechado para almorzar; entonces compré dos cappuccinos grandes y dos porciones de pastel; y saqué mi tablero de ajedrez.

Un día antes le había preguntado si prefería dominó, Scrabble o ajedrez; y se decantó por este último; aunque me dijo que tenía mucho tiempo de no jugar; y, en efecto, perdió bastante rápido su dama.

La verdad no hubo mucha concentración de ambos lados; o sea, estábamos consumiendo el café y el pastel; y conversando de las últimas novedades: a él lo despidieron de la empresa en la que hice algunas horas durante un mes; y al día siguiente consiguió otro trabajo -tercero- ganando más del doble.

Entonces un anciano se acercó a saludarnos, y a felicitarnos por dedicarnos al ajedrez; era un señor bastante simpático; que se retiró y retornó un par de veces para comentar sobre los beneficios de practicar el deporte ciencia; como la partida estaba ya definida le sugerí a mi amigo que le cediera su lugar.

Y el señor tampoco era tan bueno; tardó un poco más pero también perdió su reina; y, aunque la concentración no mejoró mucho en ambos bandos, traté de que el juego no se alargara mucho; luego de completar la partida le ofrecí a mi amigo que concluyéramos la reunión y nos despedimos en la entrada del restaurante -eran casi las seis de la tarde-.

El tránsito de vuelta estuvo -casi- tan pesado como el de ida; aún así pasé a una gasolinera en el camino: debía rellenar el tanque de gasolina, y calibrar el aire en las llantas; las dos de atrás siguen perdiendo aire; y las que me regaló mi amigo de la facultad siguen en el baúl.

Por la nohe vi el tercer capítulo de la segunda temporada de The PeaceMaker; y le propuse a Rb que vieramos un capítulo de la segunda temporada de Wednesday; además, ví una pequeña parte de la última película de The Naked Gun.

Como tenía que madrugar el domingo me despedí de Rb a las diez y media; me lavé los dientes y me metí a mi habitación; me sentía agotado por lo que pasé directamente a mis veinte minutos de meditación -creo que mi lectura fue mínima durante ese día (y el anterior)-.

Y a ver cómo sigue eso... 

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