miércoles, 23 de marzo de 2011

El ombligo de la semana...

Trato de recordar que hice el Lunes y no lo logro. Lo que es seguro es que no me levanté temprano como lo había planeado -otra vez- sino a media mañana. Ni siquiera salí a buscar almuerzo pues de mi día con los chicos me había sobrado un aguacate y tenía sopas en mi habiación. Pero si, tuve que salir aunque sea un rato pues usualmente además de aguacate a la sopa instantánea que preparo le agrego un par de salchicas y lo acompaño con tortillas.

En fin, me estuve casi todo el día leyendo El Reino del Dragón de Oro de Isabel Allende. También ví los últimos dos capítulos de Doctor House que había tenido en mi nueva computadora desde la semana pasada. Ahora recuerdo un poco más. estuve finalmente formateando mis dos máquinas viejitas para dejarlas un poco más veloces - o menos lentas - pues ahora que tengo tres máquinas en mi habitación estoy planeando enseñarles a mis pequeños a programar -html o scratch, aún no he decidido-.

Me parece que también el Lunes fue mi día de lavandería. Había dejado un baño de ropa en remojo desde el viernes y temo que esa técnica de lavado -dejar la ropa varios días en agua con detergente- es lo que ha contribuido al deterioro de mis pantalones de lona.

Entonces eso fue mi lunes: Leer, trabajar en mis laptops y lavar ropa. Por la noche, eso sí, respondí a varias ofertas de trabajo del correo que me envía diariamente un popular sitio de empleos del país.

El martes visité el hospital de oncología pediátrica. Salí muy mal de la visita pues a pesar que he tratado de no conectarme con personas a las que visito -más bien entretenerlas-, la niña que conocí el año pasado en un hospital y reencontré la semana pasada en este lugar estaba presentandose al hospital para que le amputaran una pierna. Salí muy muy mal de la visita. Me sentí -terriblemente- impotente.

Después de esta visita fuimos al hospital psiquiátrico en donde estuvimos jugando pelota un rato con los internos. Después de la visita me fuí con otras tres voluntarias y un voluntario a almorzar a un Wendy's bastante céntrico. Estuvimos en este lugar un poco más de una hora y luego una de las voluntarias me dió aventón a un lugar un poco más cercano a mi casa y caminé un par de kilómetros a mi habitación.

Por la tarde continué leyendo El Reino del Dragón de Oro, había planeado ir un par de horas a la biblioteca y luego invitar a cenar al voluntario que me prestó su bata la semana pasada. Al final de la tarde estaba quedandome dormido mientras leía cuando recibí una llamada del único amigo que conservo de la facultad. Me espabilé cuando me dijo que estaba enfrente de mi casa. Salí a conversar un rato y le mostré mi nueva adquisición -laptop-. Luego de cuarenta y cinco minutos o así se despidió y decidí ya no ir a la universidad, continuaba con el trabajo en la más viejita de mis computadoras.

A las 8:30 fui al puesto de asados que queda a pocas calles de mi habitación y me encontré con Hs. Le devolví su bata y estuvimos conversando un buen par de horas en el lugar. Lo invité a cenar. Con Hs quedamos en que trataríamos de volver a reunirnos para practicar zazen -meditación soto zen-. Me dormí alrededor de medianoche casi a punto de terminar el libro de Isabel Allende que estoy leyendo.

Este día me levanté un poco antes de las 9:00. Puse ropa en remojo y puse a una de mis máquinas a bajar una película. Como anoche estuve en conversaciones con unos voluntarios sobre viajar este fin de semana a Coatepeque estuve tratando de ordenar un poco mi habitación y decidir que llevar pues será de irme el viernes por la mañana y retornar el domingo de madrugada.

Al mediodía fuí al CCE/G a devolver el par de libros cuya fecha de vencimiento era hoy. Había planeado almorzar en el lugar al que acostumbro ir cuando visito esta biblioteca pero lo encontré cerrado. Iba pensando en lo malo que es que cierren este tipo de lugares en el que el almuerzo cuesta un par de dólares cuando me topé con el dueño del mismo. Me comentó que el cierra era solo por el día porque no había llegado el cocinero y me invitó a su otro comedor enfrente del cual casi estábamos. El almuerzo acá me costó tres dolares pero el ambiente era más agradable y el menú más completo.

Luego de almorzar pasé a la biblioteca del IGA a leer un rato y luego pasé a la biblioteca del CCE/G a devolver los libros y prestar otro par. Al consultarle a la bibliotecaria sobre el cupo para un taller de narrativa que impartirán a partir del próximo jueves en el lugar me comentó que aún había cupo pero que este día se vencía el plazo para solicitar la participación.

Me vine a mi habitación a verificar como iba la bajada de la película y a escribir el relato que es requisito para solicitar ser incluído en el taller de narrativa. Envié la solicitud y continúo trabajando en mis tres máquinas: bajando películas en dos e instalando el paquete para enseñarles programación a mis chicos en la tercera.

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