El lunes pasó lo que temía que pasaría y que traté -sin mucha convicción- de evitar: Me pasé todo el día en mi habitación.
Había puesto la alarma para las 6:00 pero no me levanté cuando sonó. Me desperté entre 9 y 10 y no tuve ánimos de levantarme. Me quedé toda la mañana leyendo La Piel del Tambor de Arturo Pérez-Reverte. Desayuné, continué leyendo, al medio día salí a comprar pollo y retorné a mi habitación a almorzar y seguir leyendo. Finalmente a las 6:00 pm reuní el ánimo necesario para ir a un cibercafé a imprimir unas páginas con ciertas figuras con las que quiero decorar mi bata de visita. Una compañera de voluntariado se ofreció a decorármela pero me pidió los elementos impresos. Terminé aún durmiendo alrededor de medianoche. Avancé bastante en el libro pero ni siquiera examiné el correo que me envían diariamente con las nuevas ofertas de empleo.
Lo que hice al final de la noche fue un balance de mi situación financiera. Hace dos años en este mismo mes y con la misma situación -entre trabajos- tenía el equivalente de 4.5 meses. Hoy tengo el equivalente de 8.5 meses, me imagino que por eso es que no le he puesto mucho corazón a la búsqueda pero creo que debo empezar a hacerlo ya que una parte de ese capital se irá en un automóvil -el equivalente de entre dos y tres mees-.
Hoy me levanté a las 7:00, me bañé y dirigí a la visita al hospital de oncología pediátrica. La visita siempre es muy especial en este lugar pues he encontrado niños -y adolescentes y adultos- que me demuestran que mis problemas no son realmente tan graves. Luego de esta visita pasamos un rato a un hospital de terapia infantil en donde estuvimos apoyando la celebración del carnaval con los pacientes y sus padres. Finalmente fuimos otro rato a un hospital psiquiátrico -yo tenía más de tres meses de no ir a este lugar- en donde estuvimos compartiendo con los residentes del mismo. Eramos solo seis sonriseros y más de veinte pacientes. Estuvo bien.
Luego de salir del hospital psiquiátrico fuí con un par de voluntarias a un Burger King cercano al mismo en donde le entregué mi bata y los diseños a la voluntaria que me ayudará con el tema. Almorzamos en este lugar y luego una de las voluntarias pasó a dejarme cerca de mi habitación. Terminé -por fin- de leer Los Cuadernos de Don Rigoberto. Planeo ir mañana a devolver el par de libros a la biblioteca y a obtener otro par. Esta tarde espero trabajar con la traducción del folleto zen y ver si logro encontrar en la biblioteca a la nueva amiga que conocí allí el viernes pasado.
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