Ayer empecé a explorar otro idioma en Duolingo... Este sería el cuarto -creo-: en el pasado he visto un poco de Swahili (por el 'regalo' de tres clases que me obsequió mi mejor amiga judía), Chino -porque un día me pregunté qué tan difícil sería-, y Alemán (porque mi hija mayor tiene cierto nivel en el mismo y quería experimentarlo -me pareció muy fuerte el tono-).
Con Rb habíamos hablado sobre explorar italiano -se supone que es super parecido al español- o portugués -que también (al parecer) tiene muchas similitudes con nuestro idioma pero el ritmo es bastante diferente-; al final me decanté por el Coreano.
Y es que hace no mucho tiempo leí en alguna parte que a pesar de las claras diferencias con el castellano (empezando porque tiene un alfabeto completamente diferente) hay ciertas partes de la estructura que los hace -hasta cierto punto- parecidos.
Y además: en la capacitación a la que asistí la semana pasada -para trabajar como voluntario en un tercer grupo de traductores- dos de las chicas -nomás había otro chico en el grupo de diez- también dominaban el coreano.
Por lo que a partir de ayer empecé a tomar lecciones de coreano en Duolingo: el contenido es mucho más limitado que con francés -del cual llevo más de tres años de estudiar diariamente- y el número de unidades no llega ni siquiera a la mitad.
Además de las cuatro grandes secciones en las cuales se dividen las unidades, el programa presenta al inicio un apartado para aprender -y practicar- el alfabeto (Hangeul): son como catorce sonidos de vocales y una cantidad mayor de consonantes; ah, y ambos tipos de caracteres pueden ser simples o dobles.
Por lo pronto planeo continuar con francés -llevo un streak de 1157 días y me faltan un par de secciones para (otra vez) completar el árbol- e irme introduciendo poco a poco al coreano; empezando con el alfabeto y pasar luego (como he hecho con el inglés y el francés) a la lectura de libros infantiles.
Y a ver cómo va eso...
En la salida post jornada laboral del jueves pasado, fuimos al supermercado que queda a mayor distancia de la casa; en el camino compré pan para los desayunos, así como un cubilete de banano para acompañarlos.
Además, compré -en la tienda de productos con menor precio- una botella de fanta y una lata de papalinas; el plan era preparar uno de los panes que confecciono cuando salgo de viaje para almorzar con la gaseosa y las papas; además compré una bolsa de chocolates pues me gusta obsequiar un detalle a mis compañeros de actividades.
El mismo día, jueves, me había ofrecido para participar en una capacitación en el trabajo para darle mantenimiento a un servidor de pruebas: el programador que más nos ha ayudado había pedido apoyo y me pareció una buena oportunidad para involucrarme un poco más en el proyecto.
Sin embargo, la misma persona resolvió el inconveniente de otra forma por lo que mi apoyo ya no fue requerido; por lo que tanto ese día como el viernes continué con la exploración de un par de funcionalidades que tengo asignadas.
El día sábado por la mañana acudimos con Rb al supermercado más lejano en dirección sur; adquirí un zepelin para mi visita al voluntario que tenía programada para el día siguiente y compramos un poco de pollo para los almuerzos de la semana.
Al mediodía me dirigí a la habitación de mi hijo y, aunque al inicio íbamos hacia Subway para el almuerzo, nos desviamos antes de llegar y buscamos uno de los restaurantes de comida mejicana que están en la zona: almorzamos tacos y nachos, acompañados de Canada Dry.
Luego retornamos a su habitación y estuvimos practicando algunos ejercicios de ajedrez de un nuevo libro que bajé el mes pasado -jaque mate en un movimiento-; además mi hijo me obsequió un kit de dibujo que había obtenido para mi cumpleaños.
Me despedí de mi hijo un poco después de las cinco de la tarde y retorné a casita: Rb había planeado ir a ver los primeros dos capítulos de The Chosen al cine y me había pedido que la llevara -y luego fuera por ella-.
Salimos de acá un poco después de las ocho y media -la película empezaba luego de las nueve- y pasé a dejarla al gran centro comercial en donde se encuentra el cine; luego -como habíamos visto que había tráfico de vuelta- pasé a una gasolinera a comprar un hot dog.
Era algo que quería hacer como 'fuera de lo común', pero, la experiencia no fue muy buena: pedí un combo de hotdog, papas y gaseosa pero me cobraron un combo de dos hot dogs; retorné a caja a reclamar y me indicaron que no había opciones para la primera.
Me molesté un poco pero luego lo dejé correr porque para qué amargarse: recibí los dos hot dogs -también me ofrecieron complementarlo con una gaseosa- y el agua e ingerí los mismos en la misma gasolinera; pero devolví el agua porque me imagino que esa se la cobrarían a la cajera.
Retorné a mi casita a hacer Duolingo y un poco antes de medianoche me dirigí a recoger a Rb luego del cine; se suponía que la película terminaba a las doce pero al final Rb me llamó luego de las doce y cuarto para que nos encontráramos en el frente del centro comercial. Regresamos a casa sin ninguna otra novedad.
El domingo por la mañana llevé y traje a Rb de su iglesia y luego preparamos el almuerzo tradicional de alitas de pollo; por la tarde ella recibió su clase de teología en línea y yo me dirigí a la casa del voluntario que vive donde viví por más de ocho años.
Aproveché para agradecerle por dejarme almacenar los libros y cachivaches del cofre del auto por tres semanas y antes de despedirnos -estuve una hora y media en su casa- volví a colocar los libros y demás herramienta del auto en el baúl.
Luego me dirigí a la casa del gestor cultural -antes pasé por una panadería para proveerme de un zepelin-: habíamos acordado que pasaría por su casa alrededor de las cinco: estuve en el lugar un poco más de una hora conversando sobre el estado cultural de la ciudad -y sus proyectos-.
El lunes me levanté a las siete de la mañana y luego de hacer mis lecciones de Duolingo me bañé y preparé los panitos para el viaje al departamento fronterizo con nuestro vecino del sur; caminé hasta la parada de bus intermunicipal, luego tomé un transmetro y finalmente caminé a la estación de buses.
El bus salió puntualmente a las diez y media -nomás hicieron que guardara mi herramienta multiusos en la mochila y que dejara la comida antes de abordar- y se detuvo más o menos a la mitad del trayecto (seis horas) en un restaurante.
La mayor parte de los pasajeros entraron al restaurante a almorzar y yo nomás pedí que me devolvieran mis panitos y mis papas fritas con los cuales almorcé fuera del mismo; estuvimos en el lugar media hora y luego continuamos el camino, llegando a la cabecera departamental un poco después de las cuatro y media.
La coordinadora de la actividad llegó por nosotros -íbamos en el bus ocho asistentes, de los cuales reconocí a dos chicas con las que colaboré en la jornada médica de enero- y, ayudada por otro empleado, nos trasladó al hotel en donde nos hospedaríamos -y recibiríamos la capacitación-.
Antes de registrarnos en el hotel pasamos a la sede del proyecto con el cual colaboraremos en donde recibimos una exposición de los proyectos a los cuales se dedican: producción de café y miel con enfoque social.
La actividad incluyó la catación de algunas muestras de café y el recorrido de las instalaciones en donde se procesa el café que reciben de pequeñas productoras locales; las instalaciones -el laboratorio y la planta de procesamiento- tienen un nivel de calidad bastante alto.
En el hotel nos asignaron habitaciones dobles -me tocó compartir habitación con el joven que iba también en el bus- y luego de la cena me retiré a leer -estoy a un par de capítulos de terminar el libro de No Ficción-.
El martes fue un día total de capacitación: desayunamos a las siete de la mañana y luego estuvimos el resto de la jornada recibiendo información sobre la organización que nos convocó, el tipo de trabajo que realizan así como protocolos de conducta y seguridad.
El almuerzo lo tomamos en el mismo espacio -mientras continuaba el evento- y finalmente concluimos un poco antes de las cinco de la tarde; la mayor parte del grupo fue a dar un recorrido por la ciudad y yo salí nomás a tomar un par de fotografía del frente del lugar en el que estábamos.
A las siete cenamos y luego me retiré a hacer Duolingo y leer; a las diez y media de la noche me despedí de mi compañero de habitación y salí a la recepción, en donde esperé al piloto del día anterior pues debía estar antes de las once en las oficinas del bus.
Llegué un poco antes de las once a la estación y estaba cerrada; afortunadamente había una señora (costarricense) sentada en la acera de enfrente y me indicó que a las once abrían las instalaciones; agradecí al conductor -andaba con su esposa- por el viaje y me dispuse a esperar.
Un poco antes de las once empezó a congregarse más gente fuera de las oficinas y a la hora indicada abrieron por fin; a las once y media empezamos a abordar los dos buses que venían a la ciudad y un poco después de media noche empecé el viaje de retorno.
Yo le había indicado al ayudante del bus que quería apearme en el lugar en el que tomaba el busito de la segunda jornada médica -me ahorraba tener que entrar a la ciudad- pues había estimado que serían alrededor de las cinco de la madrugada cuando alcanzaríamos el punto.
Pero, además del ahorro de la media hora en el restaurante de los viajes diurnos, el bus venía a buena velocidad y sin muchos vehículos en la carretera; por lo que cuando llegué al punto en donde debía bajarme apenas pasaba un poco de las cuatro de la madrugada.
El bus bajó la velocidad y el ayudante se asomó al pasillo para avisar que debía bajarme; como casi no pude dormir en el trayecto estaba bastante despierto para indicarle que no, no me bajaría en el lugar sino seguiría hasta la oficina.
Entramos unos minutos más tarde a la oficna -aún no eran las cuatro y media- y me dispuse a convocar un uber moto para dirigirme al lugar desde el cual salen los busitos que vienen a la colonia; me estuve más de media hora intentando que un conductor aceptara mi viaje pero no hubo caso.
En un par de ocasiones el viaje fue aceptado -me parece que fue el mismo conductor- pero cancelado poco después -no se si se debió a que la tarifa era de un poco más de dos dólares-; total que un poco antes de las cinco salí de la estación de buses y caminé hasta la estación del transmetro más próxima.
Cuando llegué a la parada del transmetro aún estaba cerrada -aunque ya habían algunas personas haciendo cola- por lo que intenté nuevamente conseguir un viaje en Uber pero tampoco funcionó; a las cinco llegó la primera unidad del Transmetro y lo abordé para ir por el periférico hasta la calzada en donde transita la línea principal del mismo.
Desde aquí consulté por la tarifa de un Uber hasta mi casa pero el viaje me salí en más de cinco dólares por lo que mejor caminé hasta el comercial de donde salen los busitos que llegan justo al otro lado de la calle.
No había ningún busito cuando llegué al lugar pero ya estaban esperándolo algunas personas; un poco después de las seis pudimos abordarlo y unos minutos antes de las seis y media estaba entrando a mi casita; entré a desvestirme -y a sacar a la perra más grande de Rb al patio trasero- y luego me metí a la cama de Rb.
Dormí hasta las diez menos cuarto; hora en la que tengo una alarma -tres días a la semana- para realizar una limpieza general del piso de las dos habitaciones, el baño, la cocina y la sala-comedor (barrido y trapeado).
Luego pasé el día nomás leyendo -y dormitando- un poco; hasta la hora en la que generalmente realizamos la rutina de ejercicios; el lunes Rb había realizado una de las rutinas más suaves por lo que nos dispusimos a completar la rutina de fuerza y resistencia; por la noche empecé mi aventura con Coreano.
Por haber dormido muy poco ayer, este día ha estado bastante pesado -es más: ayer me costó bastante completar los primeros capítulos del libro de software que tanto había esperado-; el trabajo ha estado un poco ocupado -y recibí un correo de la gerente administrativa sobre un error en el código con el que reporto mi tiempo laborado-.
Después de la jornada laboral caminamos con Rb hasta los supermercados que nos quedan en dirección norte pues debíamos proveernos de sal de mesa; como las dos bolsas de sal costaban nomás medio dolar y pagaríamos con tarjeta de débito aproveché para comprar ketchup, vinagre y aderezo para ensalada.
Por la noche ví la segunda parte de una película de mutantes que había visto unas semanas -o meses- antes (code 8), hice mis lecciones de Francés, avancé un poco en el conocimento del alfabeto coreano, y jugué algunas partidas de ajedrez... the works...
Y a ver cómo sigue eso...