El lunes pasado me levanté a las seis y media; medité y entré a la reunión diaria; el resto de la mañana estuve afinando la app de estudio: le agregué código para guardar las preguntas contestadas erróneamente y bajarlas al final del ejercicio -dividí las quinientas preguntas en cinco grupos para facilitar su manejo-. A las once hicimos la rutina de ejercicios de los lunes.
Por la tarde hice un examen online para el certificado previo al que estoy estudiando y obtuve una calificación de 90%; me da esperanzas para el examen del próximo mes; después del horario laboral acompañé a Rb a la tienda, compramos una papaya; que pelé y partí cuando regresamos a casa; a las siete entré a una clase de Educación en Medios, patrocinada por la embajada del Imperio; una decepción realmente, pero ni modo, es lo que hay.
El martes me levanté a las seis de la mañana para avanzar un poco en mis tareas antes de la reunión diaria; luego de la reunión me quedé en cama leyendo un poco del libro de Julio Verne y haciendo Duolingo; un poco después de las nueve me levanté a desayunar.
Después del desayuno estuve resolviendo un par de los archivos de preguntas de la app y viendo un par de scripts de Python para concatenar los archivos con las respuestas incorrectas (al final fueron setenta y dos); luego estuve un rato en la cama de Rb y tuvimos una discusión bien interesante al comentarle sobre mis últimas lecturas de ACT, que aún no tenía claros mis valores y que quería hacer terapia.
Fue una conversación extraña porque parece un tema bastante sensible -se supone que ella estuvo en terapia- y se emociona bastante al hablar de los cambios que produce en los terceros la transformación de una persona que acude a terapia; igual surgió nuevamente el par de conflictos -desavenencias realmente- que hemos tenido en las últimas semanas; pero al final nomás me quedé más pensativo que de costumbre -que ya es bastante-.
Un poco después del mediodía la amiga de Rb -nuestra editora- le escribió para comentarle sobre las ‘regalías’ de los seis libros de orto-caligrafía que elaboramos hace como seis años -se supone que al final imprimieron nomás cinco- y el resultado fue este: después de todo este tiempo nos tocan ochocientos dólares a cada uno (la editora, Rb y yo); al menos compraré -por fin- una portátil en la que pueda instalar la última versión de Ubuntu.
Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur, a comprar bananos, lechugas -y sal y arroz para un experimento culinario que quería hacer Rb-; luego nomás esperé a las siete para la segunda -y última clase- de medios de la embajada del imperio.
El miércoles me levanté a las cinco y media para realizar algo en el trabajo antes de la reunión diaria; estuve revisando algunas tareas y después de la reunión me quedé un rato en cama; a media mañana tuve la reunión quincenal con mi supervisora; me comentó que tenía luz verde con mi propuesta de training en ciberseguridad; a principios de semana la pm más nueva me había contactado para ofrecerse como soporte y este día el programador que ha ido a todas las reuniones informales hizo lo mismo.
A las once realizamos la rutina de ejercicios; he estado avanzando un poco en mis lecturas -ya solo un ciclo de The Seven husbands of Evelyn Hugo- y he dedicado bastante tiempo a mi preparación para el exámen de Professional Scrum Product Owner I: este día extraje las respuestas incorrectas del examen de PSM (cinco preguntas) y del de PSPOI (veintitrés preguntas) y las agregué al archivo con las otras quinientas cuarenta y nueve.
Además, el día anterior había metido todas las respuestas incorrectas que había obtenido después de haber revisado las quinientas un par de veces (setenta y dos) y me había enfocado en mejorar mi comprensión de las mismas.
Después del horario laboral fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte: ella tenía que reponer un colador que había quemado un par de días antes -intentó colar arroz caliente y la redecilla de plástico se derritió-; ahora compró uno metálico.
También compró algunas medicinas pues ha estado teniendo ciertas molestias en su aparato reproductor; aprovechando la salida pasamos a una tienda de frutas donde se abasteció de uvas y compramos, en la tienda del boulevard, una papaya para las cenas.
El viernes por la mañana me reuní con el dev y la PM que se ofrecieron a ayudarme con el evento de ciberseguridad que estoy preparando para los próximos tres meses; había previsto media hora pero al final nos tardamos un poco más de una hora en ampliar el contenido y definir algunas fechas para empezar.
Como es costumbre durante las últimas semanas, realizamos la rutina de ejercicios a las once de la mañana; por la tarde Rb se dirigió a su iglesia pues tenía que participar en una actividad para cumplir con los requisitos del programa de estudios teológicos que retomó hace un par de años -después de tenerlo en pausa por más de tres décadas-.
El sábado me levanté a las siete de la mañana; después que Rb tomara su desayuno nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; no nos tardamos mucho más de una hora; después del mediodía hice veinte minutos de bicicleta estacionaria, luego me bañé y me dirigí al departamento de mis hijos; había quedado en que llegaría por mi hijo menor a la una.
Llegué unos minutos antes de la una; como nos asignaron el parqueo más cercano al portón está bastante fácil el ingreso; subí al séptimo nivel y entré al apartamento; mi hijo aún estaba alistándose por lo que aproveché para lavar los trastes que tenían en el lavatrastos.
Un poco después salió de su habitación y conversamos un momento; le propuse que almorzáramos en el parque recreativo más grande de la ciudad -está a ochocientos metros de distancia-; y nos dirigimos caminando al lugar.
Compramos una pizza y un doble litro de pepsi y buscamos una mesa para almorzar; lo bueno es que el parque es bastante amplio y hay varias áreas exclusivas para ingerir alimentos; después del almuerzo nos estábamos dirigiendo al zoológico del lugar pero retornamos al teatro a ver el musical que presentan varias veces todos los fines de semana.
Después del musical caminamos al final del zoológico; hay una nutria en un pequeño estanque; como ya eran más de las cuatro de la tarde iniciamos el viaje de regreso; en el camino pasamos a una panadería por un pequeño zepelín.
Cuando entramos al apartamento estaba mi hija preparando su desayuno -a sus veintisiete años continúa con muy mala higiene de sueño-; preparé té y compartimos el zepelín entre los tres; luego conversamos sobre la situación en general y cómo podría hacerse el apartamento un poco más confortable; un poco después de las cinco me despedí de ambos y retorné a casita.
El domingo me volví a levantar a las siete; después de desayunar retorné a la cama a hacer Duolingo y a leer un poco del libro de la línea de español: Los escorpiones; después de que Rb tomara su desayuno nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel.
Antes del supermercado pasamos a dos grandes tiendas de artículos chinos; en la primera Rb compró unas coderas y yo compré tres cubos Rubik de 3x3x3; en la siguiente tienda Rb compró unas pesas y un mat de ejercicios, yo no compré nada.
Lo interesante es que Rb había olvidado su tarjeta de débito pero, afortunadamente, yo cargaba efectivo por lo que pude hacerme cargo de estos pagos; en el supermercado extrajimos trescientos dólares de un cajero automático y procedimos con las compras: yo compré comida para los perros de mis papás -en dos semanas voy a su casa- y un par de artículos para mis hijos -parte de su cuota mensual es para consumibles-.
Después retornamos a casa a almorzar; a las tres y cuarto me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde viví por más de una década; pasé por él a las tres y media y nos dirigimos a una cafetería en donde frecuentemente invito a desayunar a mis conocidos.
Aunque en esta ocasión él había invitado: como no había almorzado él ordenó una hamburguesa y yo pedí un café y un pastelito; estuvimos en el lugar un par de horas, entre conversación y comida; además le regalé uno de los cubos que había comprado en la mañana; a las cinco y media lo fui a dejar a su casa y retorné a mi casita.
Por la noche terminé, por primera vez, el repaso completo de las quinientos setenta y siete preguntas que tengo en la app para la preparación del examen de Product Owner -antes lo había dividido en cinco partes-; pero, además, corregí algunas de las preguntas para que se alinearan a la última versión de la guía; me dormí un poco después de medianoche pero al final mi puntuación fue de noventa y seis -nomás veinte preguntas respondidas incorrectamente-.
Y a ver cómo sigue eso...