lunes, 25 de noviembre de 2024

Veintiseis años... Twenty six years... Vingt six annees...

Hace un par de días mi hija mayor cumplió veintiseis años; para variar me confundí al comentarle el hecho cuando nos encontramos diciéndole que estaba cumpliendo veintiocho; hace veintiseis años estaba intentando formar mi familia, trabajando en el segundo -o tercer- lugar como ingeniero y a punto de graduarme de la universidad.

Aún no había hecho la tesis -la presenté cuando mi hija segunda estaba por nacer-; aún no había adquirido un automóvil; aún tenía muchos sueños e ilusiones: la principal era tener una familia normal; lo que no se pudo cumplir.

Ahora no tengo automóvil -aunque el de Rb está a mi nombre-; acabo de comprar un departamento para que lo ocupen dos de mis hijos; y me segunda hija acaba de graduarse en una universidad del Imperio del Norte -y al parecer, está estableciéndose permanentemente en ese lugar-.

Rara que es la vida...

El lunes me levanté a las siete y media; medité y entré a la reunión diaria del equipo; por alguna razón el micrófono del headset estaba en mute cuando me tocó que actualizar mi avance y no pude aportar nada a la reunión.

Me quedé en la cama dormitando hasta después de las diez; a esa hora me levanté a desayunar y a trabajar un poco en la tarea en la que he estado tratando de avanzar desde la semana pasada -está un poco complicada-.

Al mediodía preparamos un arroz con hígados de pollo y luego sacamos a caminar a los perros -el tiempo ha estado bastante gris e incluso ha habido algunas lloviznas debido a una depresión tropical en el atlántico-.

A media tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y un café para mí; luego del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y después estuve conversando un poco con mi hija mayor -en whatsapp-.

Al inicio de la noche estuve viendo el cuarto capítulo de Lionness y traté de ver una película de una variante de Ghost in the Shell pero realmente me dormí durante varias etapas de la misma; incluso Rb me comentó que había entrado varias veces en la habitación y no había querido despertarme.

No sé si es deficiencia de algún alimento; o tenga algo que ver con mi estado de ánimo pero me está empezando a preocupar el que me levante a media mañana y antes de la noche, si me acuesto, me quedo dormido.

El martes me levanté a las siete y media y, luego de meditar, entré a la reunión diaria; afortunadamente el micrófono funcionó bien y mi participación fue la esperada: una actualización de las tareas de los últimos días.

Luego de la reunión me quedé en cama leyendo; un poco antes de las nueve y media Rb me comentó que el mecánico había venido y salí a recibirlo; revisamos el daño del auto y le entregué las llaves del mismo: venía con su hijo adolescente y pusieron manos a la obra.

Un rato más tarde me habló el mecánico para que le transfiriera una suma de dinero pues debía comprar una rótula (preferí una nueva), e ir a ver una defensa delantera usada; un poco antes del mediodía fue por los repuestos.

Con Rb preparamos una tortilla española (nuestra versión: papas, chile pimiento, champiñones y pollo molido) y almorzamos junto con un consomé de pollo; el mecánico retornó por la tarde con la noticia que la defensa estaba en muy mal estado; que convenía más comprar una nueva.

Después del horario laboral (una hora más tarde, realmente) fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur: debíamos comprar lechugas para las ensaladas del resto de la semana; le avisé al mecánico pues ya estaba por caer la noche.

Retornamos menos de una hora después pero ya estaba completamente oscuro (estos meses del año) y me comentó que algunas grapas para poner el guardapolvo nuevo no habían encajado por lo que tendría que retornar al día siguiente.

Como había sacado dinero del cajero en el supermercado le cancelé lo que aún le debía de los repuestos y la mano de obra (en total doscientos sesenta dólares); por la noche estuve viendo -otra vez- la tercera película de la serie de Ghost in the Shell que he estado siguiente últimamente (también el cuarto episodio de la serie de pastelería que estamos viendo con Rb).

Ese día empecé a leer el nuevo libro de francés; y la verdad me está costando bastante avanzar en el mismo: el lenguaje es un poco más formal y la historia no es tan lineal como la mayor parte de los libros que he leído en ese idioma.

También empecé a leer el siguiente libro en español: La muerte del comendador; aunque ya había sobrepasado el límite que me pongo para libros del mismo autor, me llamó la atención el título y no encontré algo más interesante en este idioma.

El miércoles la meditación matutina y la reunión diaria ocurrieron sin ninguna novedad; me quedé nuevamente en cama -ahora haciendo las lecciones Duolingo de la mañana- y, casi a la misma hora que el día anterior, Rb me avisó cuando el mecánico tocó el timbre.

Salí a entregarle las llaves y me comentó que había tenido que comprar diez grapas para instalar el guardapolvos derecho; le indiqué que haríamos cuentas cuando terminara; y menos de una hora después volvieron a tocar el timbre.

Ahora querían agua para probar los chorros del limpiaparabrisas: el depósito también se dañó por lo que tuvo que ser reemplazado; un rato después me indicaron que el automóvil estaba listo y le pagué al mecánico la cantidad restante (diez dólares).

Al mediodía volvimos a almorzar otro sexto de la tortilla española preparada el día anterior; aunque en esta ocasión ya no había caldo, sino que preparé una de las típicas ensaladas con las que solemos acompañar nuestros almuerzos.

Por la tarde lavé los trastes del almuerzo y luego preparé té de manzanilla para Rb y un café con leche para mi mismo; que acompañé -lo he estado haciendo las últimas semanas- con una galleta waffle y una galleta sandwich de chocolate.

Para terminar la jornada -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve viendo la tercera de la serie de cuatro películas de Ghost in the Shell que he estado tratando de concluir; igual me pasé una buena parte del tiempo dormitando; luego leí un poco de La valeur de l’inconnu.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama; era el segundo jueves del mes que estoy obligado a tomar vacaciones por lo que no tuve que jalar la computadora a la cama; pero, por alguna razón me levanté bastante desanimado: creo que estuve soñando algo y me levanté pensando en que mientras otras personas han logrado mucho con su vida (viajes, posesiones y así) yo no he hecho nada.

Traté de aplicar ACT (defusión y así) y me quedé en cama aplicando un poco de mindfulness; pero no fue tanto tiempo porque habíamos acordado con Rb de salir a las nueve y cuarto en su visita semanal al mercado del centro histórico.

Me levanté un poco después de las ocho y desayuné; luego salimos a tomar el busito que nos lleva hasta la estación del Transmetro en la ciudad; el tráfico estaba bastante pesado y el avance en el boulevard fue bastante lento.

Pero el transmetro estaba bastante vacío; antes de entrar al mercado pasamos a la tienda en donde compré la corbata dorada dos semanas atrás: Rb quería comprar un conjunto de bebé para su perra más anciana; no encontró lo que buscaba pero yo compré una taza; que esperaba llevar al departamento de mis hijos en mi siguiente visita.

Luego pasamos al mercado; Rb se aprovisionó de frutas para toda la semana y luego retornamos en Transmetro -la estación estaba super llena, posiblemente a causa de una manifestación de maestros- al comercial desde donde salen los busitos.

En ese lugar entramos al supermercado y yo compré una magdalena: este sábado invité a desayunar el voluntario que hace un par de años puso fin a nuestro aislamiento social (y que deprimió bastante a Rb por la historia de sus dolencias).

Cuando salimos a abordar el busito estaba completamente vacío por lo que creí que tendríamos que esperar quince minutos; pero no, casi al mismo tiempo otras personas abordaron la unidad y al parecer ya era su hora de salida pues arrancó casi al momento.

Venimos a casa justo al mediodía; yo me puse a trabajar en la encuesta que quería enviar a los participantes en el evento de ciberseguridad que facilité durante tres meses; e inicié la redacción del informe final del mismo.

Por la tarde continué avanzando en La valeur de l’inconnu y luego del café vespertino (y té para Rb) acordamos salir antes de las cuatro hacia otra tienda de ropa usada que queda a cuatro o cinco kilómetros; Rb encontró una pieza de ropa para su perra y aprovechó para comprar un par de tenis.

En la caminata de regreso pasamos a la tienda verde de descuentos y yo compré otra bolsa de frijoles (no estaba seguro si ya tenía una para el desayuno del sábado; de hecho sí tenía) y Rb quería aprovisionarse de bolsas herméticas que utilizamos para conservar productos en el freezer.

Luego retornamos a casa sin ninguna novedad; en el camino nomás pasé a comprar un poco de pan dulce para mis desayunos de viernes, sábado y domingo; por la noche estuve viendo la misma película de Ghost in the Shell y avanzando un poco en el libro Determined -me está costando avanzar en el mismo-.

El viernes me levanté a meditar a las siete y media; la verdad me levanté de mejor ánimo que el día anterior; luego le comentaría a Rb que me había ayudado mucho su soporte normal; la reunión de la mañana estuvo igual a varias ocurridas últimamente: no se realiza un reporte individual de los avances sino que el programador más antiguo y el project manager revisan únicamente el avance en los temas prioritarios; además recordaron que este día era el último en el uso de la herramienta de horarios en curso: a partir del lunes deberemos empezar a utilizar otra.

Después de la reunión me quedé un rato en cama: terminando el reto semanal de Duolingo; luego me levanté a preparar mi desayuno de los fines de semana para acompañar a Rb en el comedor; el resto de la mañana estuvo bastante tranquilo; Rb salió a media mañana a comprar culantro para preparar el pescado y aprovechó para comprar ocho papas de gran tamaño para los almuerzos de la otra semana: tenemos en el freezer cuatro porciones de asado desde hace un par de meses.

Al mediodía preparamos pescado frito y lo acompañamos con ensalada; después sacamos a caminar a sus perros; como tenía reunión a las tres de la tarde (la última o penúltima del evento de ciberseguridad) lavé los trastes y preparé un té chai con leche para mí y el té de manzanilla para Rb.

La reunión de las tres estuvo bastante tranquila: nomás debíamos revisar un par de pendientes; utilizamos más el tiempo para hablar de libros (el libro de Murakami que estoy leyendo me tiene completamente emocionado) y en afinar un poco el plan para la finalización del evento: la entrega de certificados el primer jueves de diciembre.

Después del horario laboral (a las cuatro y media) realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; creo que debo cambiar algunas cosas: me he estado quedando sin aliento justo antes de empezar la parte final de estiramiento; y me está doliendo la rótula izquierda (creo que debido al choque del domingo).

Por la noche, después del baño post ejercicios y de realizar las lecciones nocturnas de Duolingo, estuve viendo otra película de Ghost in the shell (esta de Netflix, y no estoy seguro si ya la ví antes) pero no le puse mucha atención; nuevamente me venció el sueño en varias ocasiones.

El sábado me levanté a las seis y media (una hora antes de lo habitual): el amigo con el que me junté hace un par de meses en el comercial cerca del departamento de mis hijos venía a las ocho y media de la mañana.

Me levanté a meditar, luego hice las lecciones matutinas de Duolingo y después me metí a la cocina a preparar el desayuno; lo que me entretuvo un poco menos de una hora; a las ocho y veinticinco tenía a fuego bajo los frijoles y los plátano; y a fuego medio el agua para el café (mi amigo había comentado que traería café instantáneo).

A las ocho y media sonó el timbre y salí a recibir a mi amigo; Rb nos acompañó en el comedor -él fue un voluntario de apoyo cuando ella ingresó al voluntariado- durante las siguientes dos horas; entre desayuno y conversación.

Como está trabajando en artesanías basadas en resina le pidió a Rb granos de café para confeccionarle un par de posa vasos -también es arquitecto-; a las diez y media se despidió y salimos a acompañarlo al parqueo.

Luego fuimos a los supermercados en dirección sur: necesitábamos comprar bananos y lechugas; cuando retornamos del mercado me puse a hacer una rutina de bicicleta estática para principiantes (veintitrés minutos).

Después saqué a caminar a la perra más voluminosa y después me metí a la regadera; ya eran las doce y veinte cuando estaba vestido y listo para dirigirme al apartamento de mis hijos; consideré que llegaría tarde y le envié un mensaje a mi hija mayor previniendola.

Pero -sorprendemente- el tránsito estaba bastante ligero: no paré en ninguna parte de la ruta -excepto en los semáforos qu eencontré en rojo- y a la una menos cinco estaba sentándome en el espacio entre las habitaciones de mis hijos.

Un poco más tarde mi hija salió de su dormitorio y nos dirigimos al parque temático más grande de la ciudad; le comenté que -debido al desayuno con mi amigo- no había podido preparar nada y que almorzaríamos pizza; estuvo de acuerdo.

Llegamos al lugar -ochocientos metros de distancia- un poco más tarde y nos dirigimos al restaurante que vende las pizzas; compré lo tradicional: una grande de jamón y un litro y medio de gaseosa; almorzamos en las mesas del área de comida y luego estuvimos armando tres cubos de rubik que cargaba y dejamos a media una partida de scrabble en inglés.

Habíamos visto al entrar que la obra de teatro había sido actualizada con la temática navideña y acordamos acudir a la presentación de las cuatro de la tarde; quince minutos antes de la hora nos dirigimos al lugar y pasamos la siguiente media hora viendo el musical de las mascotas de la institución bailando con un grupo de comparsas.

Luego retornamos al departamento; en el camino pasamos a un comercial a ver si había opción de imprimir los diplomas que debo entregar el cinco del próximo mes; el lugar estaba cerrado; cuando entramos al departamento le pedí a mi hija que le preguntara a su hermano si quería compartir un té y un poco de pan de banano -mi amigo trajo uno por la mañana y consumimos menos de la mitad por lo que me llevé el resto por la tarde-.

Mi hijo salió de su habitación y estuvimos un rato los tres entre té, pan de banano y conversación; un poco antes de las seis nos despedimos y -después de darle los cien dólares de regalo de cumpleaños a mi hija mayor- retorné a casita.

Por la noche estuve avanzando trabajosamente en el libro de Sapolsky; incluso luego de la meditación nocturna continué leyendo el capítulo en curso; aún así -creo que ya fueron más de dos días en el ciclo- me quedaron más de quince páginas pendientes -estoy leyendo ochenta en cada ocasión-.

El domingo me levanté a las siete y media de la mañana; realicé la meditación matutina y luego retorné a la cama; el tiempo está bastante frío -al parecer hay un frente de baja temperatura- por lo que no me sentí con ánimos de hacer Duolingo -o de salir a preparar el desayuno-.

Me quedé en cama dormitando hasta las ocho y veinte; a esa hora me levanté a preparar el desayuno y después me puse a hacer un poco de Duolingo; Rb me había pedido el día anterior que fuéramos después de su desayuno a un supermercado en dirección norte.

A las nueve y cuarto me recordó la salida y me pidió que fuéramos en automóvil; sorprendentemente -era la hora en la que la gente usualmente va a la iglesia- la ruta estaba bastante vacía por lo que no tardamos mucho en llegar al supermercado -aunque en el camino pasamos a una gasolinera pues quería calibrar las llantas del auto (especialmente la que sufrió el golpe el domingo pasado)-.

En el supermercado Rb compró un recipiente con harina de coco y luego retornamos a casa; felizmente sin ninguna novedad; como habíamos acordado trabajar en el patio delantero entre diez y once de la mañana -faltaba limpiar de malezas la mitad- me cambié de ropa y nos pusimos a trabajar en el mismo.

Al mediodía preparé un par de ensaladas; calentamos el caldo que sobró del almuerzo del día anterior y Rb preparó las alitas de pollo dominicales; almorzamos y luego sacamos a caminar a los perros; a las tres de la tarde me dirigí a mi visita mensual a la casa del voluntario que vive en la misma colonia que viví casi una década.

Antes de llegar a su casa pasé al café internet que está a la entrada de la universidad: había planeado imprimir una muestra de los diplomas que espero entregar en la reunión de equipo del próximo mes; pero el negocio estaba cerrado (aunque había una persona en el interior).

Llegué a las tres y media a la casa de mi amigo -llevaba la mitad de la magdalena que había comprado el jueves- y nos pasamos el siguiente par de horas entre conversación y café con magdalena; y la última media hora repasando el primer paso de la resolución del cubo de Rubik.

Como a las cinco y media Rb me llamó pues se preocupó de ver que la perra más voluminosa estaba rascando la puerta de mi habitación -como que le ha gustado subirse últimamente a la cama en la que duermo-; y un poco más tarde me despedí de mi amigo y retorné a mi casita.

Y a ver cómo sigue eso.


lunes, 18 de noviembre de 2024

El auto, otra vez... The car, again... La voiture, autre fois...

La verdad es que me está preocupando la situación con el automóvil este año: en enero un choque con otro auto; hace un par de meses llamar a una grúa porque no arrancaba; y, el domingo último, un derrape (en el paso a desnivel para entrar al boulevard) que terminó en la defensa frontal partida y una rueda dañada.

Afortunadamente siempre uso cinturón de seguridad; pero el daño al auto es bastante extenso y este mes sobrepasaré mi presupuesto por un gran margen (también estoy cubriendo el costo de la lavadora/secadora del departamento de mis hijos).

Y me ha hecho incluso sopesar la conveniencia de seguir manejando; pero creo que es irreal negarme a hacerlo: vivo en la periferia de la ciudad y el transporte es bastante ineficiente.

Así que ni modo: a ser más consciente a la hora de conducir y a tomar las cosas con calma; al final todos vamos a morirnos, pero lo mejor es tratar de vivir cada día lo mejor que podamos -o al menos eso creo-.

Y a ver cómo va eso...

El domingo pasado, después del mediodía, transcurrió más o menos en la misma forma que los anteriores: no me gustó: me pasé un par de horas tratando de no dormirme en mi habitación; ni leí ni nada. En la noche me dije que debo preparar un horario como el que preparaba cuando mis hijos pasaban los sábados conmigo: dosificar actividades.

El lunes me levanté a las siete y media; entré a la reunión y luego continué trabajando -y dormitando- en cama; hasta después de las nueve; el trabajo ha estado bastante tranquilo.

Por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los lunes; por la noche estuve viendo el tercer capítulo de Lionness y otro capítulo de The Old Man.

El martes me levanté a las seis y media pues quería avanzar un poco en mis tareas antes de entrar a la reunión diaria; revisé algunos detalles de la app que estamos probando pero no pude aclarar mucho.

Después de la reunión me quedé dormitando en la cama; salí de la habitación a desayunar después de las nueve; el resto de la mañana estuvo bastante tranquila: me puse a dividir las 2240 preguntas que tengo en veinte archivos y empecé a practicar con el primero de ellos.

Por la tarde, luego del horario laboral, fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos un tubo de pegamento acrílico para reparar la bicicleta estacionaria.

La semana pasada -o antepasada- Rb me llamó porque la bicicleta había empezado a hacer un ruido luego de que escuchó que algo se había zafado; el sábado -o domingo, no recuerdo- la desarmé y vimos que el fieltro del freno se había caído.

También compramos bananos en el supermercado que se encuentra en el comercial donde tomamos los buses intermunicipales; y finalmente, en una verdurería del camino compramos tres papayas pequeñas y un poco de culantro.

Por la noche ví el último capítulo de la primera temporada de The Old man y vimos una parte del segundo capítulo de una competencia de pastelería de temporada que hemos visto durante los últimos años.

Me retiré a mi habitación un poco antes de las once y estuve leyendo un poco del libro de No Ficción que acabo de empezar: Play to Learn; un poco después de medianoche estaba empezando a dormirme cuando un zancudo empezó a zumbar cerca de mi oído.

Me levanté para tratar de atraparlo pero no pude verlo; volví a intentar dormirme pero volvió el zancudo; total que pasé muy mala noche: traté de dormir bajo las sábanas pero estaba muy incómodo; incluso escuché cuando Rb se levantó a alimentar a su perra a las tres de la madrugada.

El miércoles me levanté a las siete y media -de mal humor-; medité y luego tomé la computadora del comedor a la cama para entrar a la reunión; en la que no participé pues el project manager se dedicó a revisar -con el programador más antiguo- el estado actual de varias tareas.

Después de la reunión me quedé haciendo Duolingo en la cama -ayer terminamos el reto semanal con Rb- y después estuve leyendo un poco de Play to Learn; afortunadamente no me dormí porque no recordaba de mi reunión quincenal con mi supervisora.

La reunión estuvo tranquila: me comentó cómo estuvo la reunión del día de ayer con el Director del área -vino del Imperio del Norte y ‘rifaron’ lugares para asistir a la reunión general (yo no salí elegido)- y luego conversamos sobre la última actividad del evento de ciberseguridad que concluye este viernes.

Después de la reunión terminé de leer la parte actual de Play to Learn y continué con el de francés en turno: Comme un long accident de char; también me puse a reparar la bicicleta: le apliqué pegamento a la pieza de fieltro y a la base plástica; dejé reposar diez minutos y luego los aseguré con una llave de tubo y un alambre.

Además ayudé con el almuerzo: piqué papas y culantro para el menú del día: Pollo en crema con loroco; al final de la tarde -luego del horario laboral- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles.

El jueves; después de meditar y entrar a la reunión diaria -en la cual no participé pues únicamente han estado revisando las tareas más prioritarias- me quedé en cama haciendo Duolingo y leyendo; a las nueve salí pues Rb salía hacia su visita semanal al mercado del centro histórico; durante estos últimos días he estado trabajando en -la depuración, randomización de respuestas y separación en veinte archivos de- las más de dos mil preguntas de Product Owner, CEH, CompIT y CF.

Por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur a comprar bananos (también pasé a la panadería a comprar pan para mis desayunos del fin de semana); por la noche vinieron a dejar el par de raquetas que adquirimos en Línea (matazancudos, que supuesteamente los atraen con luz ultravioleta) (veinte dólares ambas).

El viernes prometía ser un día interesante: habíamos programado la reunión con la que concluiríamos el evento de ciberseguridad que hemos tenido por tres meses: se trataba de una sesión de la versión libre de una plataforma similar a Kahoot.

Pero, la PM (quién se había ofrecido a dirigir la reunión) informó el día anterior que estaría en un par de días de certificación; que ya había hecho arreglos para ausentarse esa hora pero que enviaba el contenido en caso que hubiera alguna dificultad.

La reunión diaria estuvo igual que los últimos días: únicamente los devs presentaron sus avances en las tareas más prioritarias; a las diez me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- y revisamos un poco de código -en lo que debo mejorar aún-.

A las once tuvimos la reunión del evento de ciberseguridad y todo marchó sobre ruedas: de los doce convocados únicamente una persona no pudo asistir -estaba en una reunión de trabajo- y, por fin, dimos por concluido el evento.

Ahora nomás toca realizar un par de actividades de cierre: una encuesta de satisfacción y un informe de lo realizado; y el cinco de diciembre -día en la que nos han convocado a la reunión del equipo de fin de año, en el parque temático más grande de la ciudad- entregaremos los certificados de participación y el premio al campeón.

Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; el día anterior había terminado de ver el capítulo de Lionness que tenía pendiente, el viernes por la noche traté de ver Alien: Romulus y un poco de Cross; pero no avancé mucho en ninguna de ambas.

La verdad me estaba sintiendo bastante soñoliento -hice un gran esfuerzo para no dormitar-; y luego, casi a medianoche, me costó conciliar el sueño -luego de meditar y leer la mitad de la última parte de Comme un long accident de char-; afortunadamente la respiración abdominal vino al rescate.

El sábado me levanté a las seis menos cuarto; había planeado meditar, luego hacer un poco de Duolingo, luego bañarme y, después, meterme a la cocina a preparar el desayuno al que había invitado a mi amigo asiático con rasgos de autismo.

Realicé las actividades de acuerdo a lo planeado y a las siete estaba terminando de lavar los trastos que utilicé para preparar el desayuno: omelette de embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, tomate rodajado, salsa de tomate, crema y café con pan.

A esa hora me dí cuenta que mi amigo me había escrito cinco minutos antes de las siete -hora convenida-; comentándome que estaba por salir de su casa, que vendría como a las siete y cuarto; y, efectivamente, un poco después de las siete me llamó de garita para confirmar el apellido de Rb; luego nos pasamos las siguientes cuatro horas entre desayuno, revisión de aplicaciones en su computadora y conversación -aunque es difícil caracterizar esto último: mi amigo habla y habla sin parar; apenas puedo introducir unas palabra o una corta frase durante esas cuatro horas-.

A las diez le comenté que a las once -como siempre- saldríamos con Rb de casa; quince minutos antes de esa hora -tenía una alarma- le comenté que podía pedir su Uber y salimos hacia la garita; el auto ya estaba esperándolo -a una cuadra de distancia- y corrió al mismo; con Rb fuimos al supermercado más cercano en dirección sur a comprar pollo para el almuerzo.

Después del almuerzo me puse a bajar algunos libros en francés pues hoy termino el actual; un rato después mi amigo me escribió para comentarme que tendrá que venir mañana a la colonia pues olvidó su ID en garita.

Por la tarde me costó nuevamente no dormirme -por haberme levantado antes de las seis de la mañana-; me puse a buscar libros en francés para continuar en esta línea y bajé dos o tres que encontré en una lista al final del actual; por la noche terminé de leer Comme un long accident de char; continué con Everybody Lies y me dormí antes de media noche.

El domingo me levanté a seis de la mañana; había dejado la alarma para esa hora considerando que nomás quería meditar, hacer un poco de Duolingo y bañarme antes de dirigirme al desayuno programado con mi doctora.

Todo fue bien en la mañana y llegué al restaurante cinco minutos antes de la hora prevista (siete de la mañana) incluso aún no habían abierto el restaurante; a las siete lo abrieron y entré a esperar a mi amiga.

La doctora llegó unos minutos más tarde y nos pasamos las siguientes tres horas y media entre conversación y desayuno; en general, a sus treinta y seis años, aún busca un camino vital; entre pareja y estabilidad familiar.

A las diez y media nos despedimos e inicié el retorno a casa; había estado lloviznando durante una buena parte de la mañana y, al tomar el paso a desnivel frente al lugar en donde usualmente tomamos los buses intermunicipales, el auto derrapó y le fuí a pegar al bordillo de la pared.

El golpe fue bastante fuerte -creo que tampoco iba a una velocidad adecuada- pero afortunadamente traía cinturón de seguridad; afortunadamente -también- no había ningún vehículo al frente o detrás; porque hubiera sido bastante aparatoso el resultado.

Salí del lugar pero escuché que la llanta delantera derecha hacía un ruido raro; temí que hubiera explotado el neumático por lo que conduje a muy baja velocidad (debajo de los diez kilómetros por hora) y me subí a la banqueta a un par de calles.

Bajé a revisar y afortunadamente la llanta no había explotado; me imagino que la flecha (o rótula, o lo que sea que sostiene a la llanta) se torció (o rompió); me subí al auto y seguí conduciendo; pero la estabilidad estuvo bien complicada; un poco de velocidad y el auto empezaba a irse hacia un lado.

Por suerte pude completar el viaje sin ninguna otra contrariedad -la vuelta en U estuvo bastante complicada- y un poco después estaba estacionándome frente a la casa de Rb; me dí cuenta que tres o cuatro casas antes había un vehículo del ministerio de salud y me pregunté si había alguna emergencia médica.

Rb estaba afuera y me pidió las llaves del auto pues en la guantera mantiene los carnets de vacunación de sus perros y el personal de sanidad en el vehículo andaba vacunando contra la rabia a las mascotas de la calle; sacó a su perra más anciana y la llevó a vacunar; luego me pidió ayuda con la perra más gorda y ella se hizo cargo de su perro; no costó mucho llevarlos a que los vacunaran.

Después preparamos alitas; lo que almorzamos, con una ensalada y un poco de caldo; más tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y té de menta para mí -lo que consumí con lo último del pan de los desayunos del fin de semana-.

En la tarde le escribí al mecánico -un poco antes le había escrito a mi doctora y a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad- para comentarle lo sucedido con el auto y preguntarle sobre su nivel de ocupación estos tiempos: me ofreció venir el martes.

Rb me había preguntado un poco después de que vine si me dolía algo y en ese momento me dí cuenta que me estaba doliendo la parte izquierda del cuerpo (la verdad es que el cinturón de seguridad funcionó de maravilla) y me dí cuenta que tenía una cicatriz cerca de la cintura, en donde el cinturón evitó que saliera volando.

Pasé el resto de la tarde en mi cama, viendo videos de resúmenes de películas y series del canal de Fedelobo -y también dormitando un poco, creo-; un poco después de las cinco y media mi amigo autista asiático vino por su documento de identificación y pasó saludando.

Aún estuvimos conversando un poco fuera de casa pues quería mostrarme el apartamento que fue a ver este día (es en un edificio de diecisiete pisos que el gobierno está promoviendo para brindar oportunidades a personas de escasos recursos); está ubicado un la periferia de la ciudad en el lado norte y su precio es como la tercera parte de lo que me costó el de mis hijos.

Por la noche ví una pequeña parte de una película de Ghost in the Shell -Animé-; las noches anteriores estuve viendo algunos trozos de otras versiones -o variaciones de la misma serie-; también preparé las gelatinas para mis desayunos de los primeros cuatro días de la semana.

Y a ver sigue va eso...

domingo, 10 de noviembre de 2024

La profesión... The profession... Le métier

Estoy leyendo un libro de un neurobiólogo de Stanford que proclama que no existe tal cosa como el libre albedrío; que todos estamos determinados por nuestros genes y el ambiente en el que vivimos; la verdad lo encuentro bastante deprimente y me está costando avanzar en el mismo.

Me llama la atención una frase: ‘concluir exitosamente el plan de ochenta años al seleccionar una casa de retiro’; o sea, deprimente; de todos modos el verdadero final es la muerte; y para eso no hay ninguna opción.

Y vuelvo a la carrera profesional: he tratado de vivir la vida pensando que puedo hacer algo por mejorar mi situación -ninguno de mis padres estudió (en su niñez) más alla de la primaria; aunque mi madre sacó el bachillerato un año después que yo y mi padre obtuvo un nivel medio Universitario hace un par de años-.

Y me llama la atención la forma en que algunas personas llegan a encontrar su pasión; dos ejemplos: una de las grandes figuras de la ciberseguridad de España (según un video que ví hace unas semanas) estudió Fisioterapia, se metió al ejército y allí la capacitaron para ser una de las líderes de la ciberseguridad en su país.

Otro: un profesional de la ciberseguridad en el Imperio del Norte, cuenta que estudió para ser  -y trabajó como- maestro; que luego un amigo que estaba formando su empresa involucró a todos sus conocidos para obtener accesos de seguridad en el gobierno; que la empresa de su amigo nunca funcionó pero que ese acceso le permitió desarrollarse en el campo.

En fin.

El domingo, al final de la tarde, continué leyendo Head First Data Analysis en mi computadora con Fedora 39 -no pude conseguir el libro en formato epub (en el que leo en mi tablet) y es bastante incómodo leer pdfs allí-; por la noche vimos el segundo capítulo de Sharp Objects con Rb y continué avanzando con The Gratitudes; también empecé a leer The Mindfulnes Toolbox, en la línea de psicología/meditación.

El lunes, creo que la perra más anciana de Rb estuvo, otra vez, chillando por la madrugada -para que le dieran su ración diaria de pollo-; pero creo que no me despertó por completo, nomás me alteró un poco el sueño; como acaban de cambiar el horario en el Imperio del Norte había decidido levantarme una hora más tarde; a las siete y media me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama.

Después de la reunión me levanté y preparé mi desayuno; Rb salió a la clínica en la que le están inyectando neurotropas -la penúltima inyección, de seis- y yo estuve en la mañana trabajando en el formateo del cuarto grupo de preguntas para la certificación CEH; estuvo un poco complicado porque no había extraído dos grupos de preguntas -cada uno de cincuenta-.

Al mediodía almorzamos el arroz con menudos y zanahoria que preparamos el día anterior y, después de sacar a caminar a los perros de Rb, le preparé té de manzanilla y me preparé una taza de café; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.

El martes me pasé casi todo el día inquieto, tratando de no ver estadísticas en las redes sociales o en general en Internet; por alguna razón tenía esperanzas de que no se dieran los resultados que al final se dieron.

O sea, al final eligieron a una persona condenada por diversos delitos en lugar de a una mujer (hija de inmigrantes, por cierto); en un país en el que más de la tercera parte de la población puede identificarse de la misma forma; me imagino que el mensaje de ellos contra nosotros siempre tocará una fibra muy sensible -y profunda- de los grupos en todas partes; serán cuatro años interesantes -como ha sido siempre-.

Por la mañana pagué el servicio de Internet del apartamento de mis hijos -me percaté que incrementaron el precio del servicio y recordé que algo me habían comentado la última vez que los visité-; por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur.

Teníamos que comprar bananos para los desayunos y yo adquirí algunos ingredientes para los desayunos que planeo preparar el tercer y cuarto sábado -he invitado a un par de conocidos a venir a desayunar a la casa de Rb-; también compré coquitas para un par de meses.

El miércoles me levanté con la noticia de que se repetirían -o se incrementarían- las idioteces de hace cuatro años en el Imperio del Norte; el día anterior me había pasado casi todo el día inquieto; el miércoles me pasé una buena parte del día de bajón.

Al final me dije que ni siquiera era mi país el que había -otra vez- realizado una elección decepcionante -de todos modos siempre terminan afectándonos sus acciones-; además, no debería sorprendernos: es nomás el reflejo de la realidad (racismo, machismo y así).

Rb fue a su última cita a la clínica de acupuntura; por la mañana llamé a mi amigo que reside -de forma ilegal- en la ciudad del Imperio del NOrte en la que pasé algunos meses hace ya casi dos décadas; estuvimos conversando un rato y por supuesto que su percepción es de esperanza con la elección realizada (la ignorancia de la gente).

Antes del mediodía estuve procesando las preguntas (más de trescientas) del último -cuarto- libro de CEH que adquirí hace unos meses; me costó un poco pues me habían faltado dos bloques de veinticinco preguntas cada uno; pero al final logré que la carga en mi aplicación se realizara correctamente.

Después del mediodía llamé a mi único amigo de la infancia -le había escrito para preguntarle si podía llamarlo-; pero, al parecer, estaba trabajando en el muelle local -no podíamos escucharnos-; le pregunté por una hora para llamarlo al día siguiente y me indicó que a las siete de la mañana.

Al finalizar el día laboral -a las cuatro y media, por el cambio de horario en el imperio del norte- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve viendo Sharp Objects -con la esposa de Superman- y empecé a ver The Old Man.

El jueves terminé de leer el libro con la autobiografía de Chespirito; quería ya dejarlo atrás para leer el último (?) libro de Murakami; también quería terminar de leer el único libro en papel en el que me he embarcado en los últimos años: Conejo Blanco Lobo Rojo.

Este libro lo rescaté de la pila de libros que mi hijo iba a tirar cuando le tocó moverse al departamento; y lo había estado leyendo únicamente los jueves -que es el día que acompaño a Rb (cuando tengo vacaciones) a sus visitas al mercado en el centro histórico-.

Y me urgía terminarlo pues la última vez que nos reunimos con mi segunda ahijada profesional había prometido que se lo regalaría en la siguiente ocasión que desayunamos (mañana nos reunimos en un restaurante del centro histórico).

A pesar de que los tres días anteriores me había estado levantando a las siete de la mañana -debido al cambio de horario en el imperio del norte- este día me levanté a las seis y media: medité y luego retorné a la cama.

A las siete de la mañana llamé a mi único amigo de la infancia; y lo desperté; pero luego estuvimos conversando durante más de una hora (!): hace un mes había tenido una situación bien delicada con su pie (y también murió su hermano mayor).

Un poco después de las ocho nos despedimos y me levanté a desayunar -y a hacer Duolingo-; después nos dirigimos con Rb al mercado del centro histórico -yo llevaba conmigo Conejo Blanco Lobo Rojo-.

La verdad aún andaba un poco desanimado por el ambiente virtual en general; pero me ayudó que el tránsito estaba super pesado y preferimos caminar el par de kilómetros para abordar un autobús intermunicipal.

El Transmetro no estaba muy lleno y el mercado, en general, igual que de costumbre; aunque es interesante que las locatarias se pongan violentas (sarcásticas, realmente) cuando uno decide no comprar algo por estimar que le ponen el precio muy alto.

Antes qe entrar al mercado le había pedido a Rb que me acompañara a una tienda de ropa usada que queda justo frente al mismo; allí conseguí una corbata de color dorado -que planeo utilizar en el convivio de trabajo de fin de año; el tema es: black and gold-.

Después del mercado pasamos al supermercado en donde Rb termina de realizar las compras semanales -me compró una docena de muffins- y luego retornamos a casita; yo vine a encerrarme en la habitación y terminé -por fin- el libro de Chespirito y el libro en papel.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y luego -al tiempo que lavaba los trastes del almuerzo- preparé té para Rb y café para mí; después -a las cuatro y cuarto- me dirigí al pollo frito de una de las familias que poseen esta finca que llamamos país.

Había quedado de reunirme, a las cinco y media, con mi amigo el poeta; afortunadamente tránsito estaba bastante fluido por lo que llegué al lugar un poco después de las cinco; pedí un café y un muffin y me dispuse a esperar; mi amigo llegó a la hora programada -cinco y media- y nos estuvimos un par de horas entre cena -él invitó- y conversación sobre la situación general mundial y su situación personal: hace un par de meses salió por primera vez del país para pasar unas semanas en Berlín (visitando con su pareja a unos amigo que llevan un par de décadas de residir en el lugar).

Pero, por la situación general -cree- ha estado sufriendo molestias cardíacas -cambios de presión y dolores esporádicos- por lo que ha estado en observación médica -al parecer su médica sospecha de exceso de estrés-.

A las siete y media nos despedimos -mi amigo anda en bicicleta y no quería retenerlo muy tarde- y me comentó que la lluvia había estado bastante fuerte por la Universidad -debo pasar por allí como a la mitad de mi camino y su pareja es profesora en la escuela de comunicaciones-; temí que el tránsito estuviera descontrolado.

Y sí, estaba algo pesado -justo por el lugar en donde tuve el percance automovilístico a principios de año- pero no extremadamente; un poco después de las ocho estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb.

Entré justo cuando Rb estaba terminando una reunión de trabajo que había empezado a las siete; yo aún tuve el tiempo para entrar a la parte final de la primera clase de manejo de herramientas digitales que está brindando un brazo cultural de la embajada del imperio del norte.

Luego vimos otro capítulo de Sharp Objects y completamos nuestras lecciones nocturnas de Duolingo; para terminar la noche entré de lleno en el siguiente libro de francés de mi lista (el vigesimo primero en este idioma): Comme un long accident de char.

El viernes me levanté antes de que la alarma de las siete y media sonara: por alguna razón había estado soñando bastante vívidamente durante un buen rato; medité y luego salí a por la computadora; aunque me quedé un rato en el comedor pues la perra más anciana de Rb había querido salir y usualmente se queda un gran rato afuera; y no quería levantarme de la cama o que despertara a Rb cuando empezara a rascar la puerta pidiendo entrar.

Pero no se quedó mucho tiempo afuera: unos minutos más tarde rascó en la puerta; la dejé entrar y me retiré a la cama; entré a la reunión pero -al igual que la reunión de hace dos días- no participé directamente en la misma pues se han estado enfocando en temas más urgentes.

Cuando la reunión terminó me levanté a desayunar; salí a comprar el pan para los desayunos del fin de semana -y un poco de culantro- y me sustituí el pan francés de costumbre por una tortilla de harina -ya que no utilizaré el paquete en los almuerzos con mis hijos este año-.

Rb Salió a la clínica cercana en la que se ha estado inyectando neurotropas; aunque en esta ocasión se trataba de su vacuna anual contra la influenza; por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los viernes.

El Sábado me levanté a las seis y media: había quedado de reunirme a las nueve -en una cafetería del centro histórico- con mi ahijada y había decidido desayunar antes de partir; me levanté a desayunar, luego hice Duolingo -ahora quitaron las prácticas para reponer corazones- y después estuve leyendo en la cama; un poco antes de las ocho me bañé y me preparé para salir.

Rb se levantó un poco antes y me despedí de ella antes de dirigirme al centor histórico; el tránsito estaba bastante pesado: a pocas cuadras de la calle en la que vivo el boulevard estaba completamente lleno.

Afortunadamente no hubo detención total de la circulación por lo que unos minutos antes de las nueve estaba llegando al lugar de la reunión; el parqueo estaba lleno por lo que tuve que ingresar al del otro lado de la calle (del cual, me imaginé, el restaurante cubriría sólamente una parte).

Mi ahijada llegó unos minutos después de las nueve y estuvimos un par de horas en el lugar entre desayuno (mi segundo desayuno), conversación, pastel y -al final- una fotografía (unos días antes le había enviado un recuerdo de la red azul: una fotografía de hace once años); también le regalé el libro Conejo Blanco Lobo Rojo.

Algo que me sorprendió bastante fue que me contó que acababan de terminar la relación -de once años!- con su novia (yo las había conocido a ambas, en el voluntariado, antes de que empezaran a salir); me  conmovió ver que los ojos se le ponían llorosos mientras me comentaba ligeramente la situación.

A las once nos despedimos y retorné a casa -en efecto, tuve que pagar tres dólares (de cinco) de parqueo-; el tránsito de vuelta estuvo más ligero y un poco después estaba parqueándome frente a la casa de Rb.

Preparamos un caldo de pollo para almorzar y luego sacamos a caminar a sus perros; a media tarde le preparé té a Rb -yo no quise tomar nada pues dos desayunos y un almuerzo abundante me habían dejado en el borde de la indigestión-.

Por la noche ví el tercer capítulo de Lionness y vimos con Rb el último capítulo de Sharp Objects; la verdad no me gustó el final: me molestan los twists sobre twists; pero bueno, también ví un capítulo de The Old Man.

El domingo me levanté a las seis y media; aún me estaba sintiendo bastante lleno de las comidas del día anterior por lo que decidí no desayunar; nomás medité y retorné a la cama; en donde estuve dormitando hasta las siete y media que escuché que Rb se levantó.

Habíamos quedado de que la iría a dejar a su iglesia a las ocho pues debía dar una clase a un grupo de jóvenes; al final decidió salir un poco más tarde por lo que pude estar un rato más en cama; revisando mis correos me percaté que una de mis contactos en Duolingo me obsequió siete días de su plan familiar; por lo que no me preocuparé durante siete días por la cuestión de los corazones.

A las ocho y cuarto Rb me pidió que la fuera a dejar y aprovechamos para pasar a llenar el tanque del auto en una gasolinera del camino -treinta y cuatro dólares-; la dejé en el parqueo de su iglesia -se veía todo desolado- y retorné a casita.

A las nueve menos cuarto le dí la comida a los perros de Rb; afortunadamente todo estuvo normal en el proceso; luego he estado viendo un poco de The Old Man y realizando las lecciones matutinas de Duolingo.

Y a ver cómo sigue eso...