Hubo un tiempo -este espacio ya lleva quince años- en que, cuando tocaba varias veces un tema, agregaba un número al título de las continuaciones... no estoy seguro de haberlo hecho mucho, pero, desde hace poco prefiero agregarle nomás una X, pues quién sabe cuántas veces he repetido cada tema.
Como la meditación... desde que asistí por unos meses a un templo de budismo zen ha sido un tema recurrente en mi vida: estuve meditando frecuentemente durante ese tiempo y algunas veces habiéndome re establecido por acá.
Pero, como una gran parte de temas en mi vida, no he encontrado la forma de hacerlo de forma constante; el año pasado incluso mandé a hacer un banquito para facilitar una postura 'conveniente' para meditar: lo he usado poco este año.
¿Por qué no puedo meditar? es el título del libro que estoy leyendo en la última de mis líneas de lectura (Why can't I meditate, es realmente el título); y el segundo capítulo me animó a empezar un nuevo reto (que solo me duró un día) para meditar durante cien días.
Así que sí, es -y será, creo- el eterno retorno...
El martes me retiré una hora antes de mi jornada laboral; y creo que hasta más tarde me di cuenta que realmente no me retiré temprano pues, debido al cambio de horario en el Imperio del Norte, a partir del día anterior debo iniciar el trabajo una hora antes.
A las tres y media metí en el auto mi mochila más antigua, en la que había metido un par de libros, un paquete para tejer un búho, algunos implementos de dibujo y el sujetador de mi hija; la salida del municipio no estuvo tan mal; hasta llegar al periférico.
Pero, la vía en la que está el hospital -la misma vía en donde me quedé atorado más de una hora cuando llevé a mi padre a que se realizará el último examen de su carrera universitaria- estaba llena; me tardé más del doble de tiempo en recorrer una distancia mucha más corta -de aquí al periférico-.
Afortunadamente inicié temprano el trayecto pues la visita dura nomás una hora; al final llegué a un comercial cercano al hospital y pasé a dejar el auto en el estacionamiento -también compré un cable para cargar el celular (cuatro dólares) y que me sellaran el ticket del parqueo-.
Llegué al hospital justo a la hora esperada y dejé mi identificación en la entrada del mismo -sólo se permite una visita por paciente-; subí al segundo nivel del edificio y encontré a mi hija mayor en una camilla de la última habitación del pasillo -había otras dos pacientes en el mismo lugar-.
Mi hija me comentó que en la madrugada se había tropezado en su habitación (!) y se había fracturado la tibia y el peroné; que llamó a los bomberos y que tuvo que bajar caminando los tres niveles de la casa en la que vive para que la llevaran al hospital.
Afortunadamente (!) tiene seguro social por parte de su trabajo por lo que los bomberos le inmovilizaron la pierna y la llevaron al hospital de accidentes del instituto de previsión; y que allí el bombero le quitó la férula, aduciendo que si se la dejaba tendría que cobrársela (bendito tercer mundo).
Mi hija estuvo todo el día en el área de emergencias y hasta la noche la ingresaron en una sala de cuidados (diferente a la actual); me comentó que aún no la habían operado y que debía presentar dos donadores de sangre (me pidió ser uno).
Le indiqué que nunca había donado y que no estaba seguro si quería hacerlo; que viera con sus conocidos y amigos si podía conseguir los donadores y que si no lo resolvía vería la forma en la que podía ausentarme de mis labores para serlo yo.
Justo una hora después pasó un guardia anunciando que la visita se había terminado y me despedí de mi hija; el retorno a casa no estuvo tan mal: nomás la salida de ese comercial es un poco difícil por el tránsito pero el paso por el periférico y el puente de acceso al municipio estuvo menos pesado.
Cuando regresé a casa utilicé una de mis cuentas bancarias en línea para cargarle tiempo de aire a uno de los teléfonos que le había entregado a mi hija: necesitaba tiempo para conseguir donadores de sangre y comunicarse con su trabajo para darle seguimiento a su situación laboral.
La llamé por la noche para comentarle lo del tiempo de aire pero no logré comunicarme con ella; al día siguiente me llamó temprano para agradecerme por el tiempo y para indicarme que ya había conseguido (por medio de uno de sus amigos) a los dos donadores de sangre requeridos.
No volvimos a hablar hasta el siguiente día (Jueves) cuando me llamó para comentarme que todo había ido bien con la operación: la anestesia no había sido general y le habían colocado una placa metálica y unos tornillos en la pierna.
Pero, también me comentó que había tratado de levantarse para ir al baño y se había caído, por lo que le habían tomado nuevas radiografías y estaba a la espera de qué sucedería; por la tarde -luego del horario laboral- acudimos con Rb al supermercado pues quería proveerme de ingredientes para el desayuno que planeaba preparar el día que mi hermano mayor había indicado que pasaría por la ciudad -hoy-.
El viernes me volvió a llamar mi hija y me comentó que la iban a operar de nuevo pues, de acuerdo a la radiografía, era necesario reajustar la placa y los tornillos; en esta ocasión si esperaba recibir anestesia general -pues ahora era una cirujana la encargada-.
Por la noche volvimos a conversar y me comentó que todo había ido bien en la operación y que ahora estaba instalada en una cama de la que no podía levantarse; conversamos un rato y luego le escribí a mi hijo menor para informarle de toda la situación.
Mi hija me había pedido que le llevara -habíamos acordado que llegaría a verla el domingo, pues no creíamos que la fueran a dar de alta hasta el lunes- compresas y algún nuevo libro en inglés; luego se me ocurrió que mi hijo menor -uno de sus días de descanso es sábado- le podía llevar antes algo de lo necesario.
Ayer me levanté a las seis y media pues había programado un desayuno con uno de mis últimos amigos del antiguo voluntariado; había visto a mi amigo conspiranóico -con su esposa esa última vez- hacía más de seis meses; pero nos comunicamos bastante este año pues me estuvo consultando en su último cambio de empleo.
De acuerdo a lo que habíamos planeado aderezamos el desayuno (once dólares) con una partida de Scrabble y una conversación bastante extensa sobre su vida (y un poco sobre la mía): su hermana se está especializando en cartas astrales -vive en Dinamarca- y su hija mayor -de su esposa, realmente- está ya entrando en la adolescencia.
El desayuno estuvo bien: estuvimos en el lugar casi tres horas entre comida, Scrabble y conversación -comprendí un poco más su comportamiento: su madre murió en plena pandemia y conecta el hisopado con la causa de la muerte- y un poco después de las diez nos despedimos.
Pasé a una tienda de pollo por las alitas que habíamos encargado la semana anterior -ha sido bastante complicada la confirmación del pedido- y un poco después estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb.
Volví a desayunar -viernes, sábado y domingo usualmente desayuno doble- y luego estuve leyendo un poco de Ficción (The Jinn-bot of Shantiport) y de Francés -Aurore-; luego preparé la ensalada que fue el plato principal de nuestro almuerzo.
Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y luego me ofrecí a llevarla a su iglesia: ella había planeado caminar la mitad del trayecto para luego tomar un bus pero, al ver que el tránsito no estaba muy fuerte, consideré que podía hacer buen uso del automóvil.
En el camino aún encontramos a una de las vecinas que se dirigía -con su hijo menor- a unas canchas de grama sintética y pudimos acercarlos un poco a su destino; el tráfico no estaba tan mal en la vía principal por lo que pude completar el trayecto sin mucho contratiempo.
Justo cuando estábamos recogiendo a la vecina -y su hijo- recibí una llamada de un número desconocido; es raro porque usualmente pierdo este tipo de llamadas; en esta ocasión era una señorita del seguro social quien me indicó que mi hija ya podía ser dada de alta.
Cuando retorné de dejar a Rb le puse un poco de tiempo a mi celular y llamé a mi hija para comentarle sobre la llamada y ofrecerme para ir por ella a las siete de la noche -había estimado que podía ir antes por Rb y realizar el viaje de forma calmada-.
Mi hija me comentó que le habían informado que ya podía irse pero que, como le había comentado que tenía un compromiso el sábado por la tarde, se había hecho a la idea de que podía salir hasta el día siguiente; acordamos que llegaría por ella a las siete.
Un poco después de las seis de la tarde Rb retornó de la actividad especial que habían realizado con sus compañeros de estudios teológicos; yo ya tenía preparadas una bolsa con la ropa de mi hija y otra con libros y compresas.
Me despedí de Rb pero luego se me ocurrió que podía llevarle algo más a mi hija y preparé una caja con galletas, un par de huevos duros que me habían sobrado de la semana, un par de bananos y unos panes que sobraron de la actividad en la iglesia.
Me dirigí al hospital y llegué quince minutos antes de lo previsto; le indiqué al guardia el motivo de mi visita y me estacioné para esperar pues el joven me indicó que a las siete era el cambio de turno y el trámite se demoraría un poco.
A las siete y diez le recordé al guardia (efectivamente era otro) sobre mi espera y un poco después se presentó una enfermera para recoger la ropa de mi hija e indicarme dónde podía esperarla; acerqué el auto a la rampa del hospital y finalmente la condujeron en silla de ruedas.
Había estado en constante comunicación con mi hija y me había indicado que no tenía las llaves de su habitación -que las había dejado en la mochila que le entregó a su mejor amigo el día del accidente- y que había hablado con su hermano menor para pernoctar en su casa.
Acomodamos a mi hija en el asiento delantero del auto y nos dirigimos a la casa de mi hijo menor; afortunadamente -sábado por la noche- el tráfico estaba bastante ligero por lo que no pasó mucho antes de que me estacionara frente a la casa en la que mi hijo alquila una habitación y que mi hija lo llamara para que saliera a recibirnos.
Mi hijo menor sigue aumentando de peso -creo que le pasa a ambos- y su habitación estaba hecha un desastre -y eso que era su día libre-: un verdadero basurero con muchos recipientes de comida para llevar; mi hija está utilizando muletas pero para subir al segundo nivel tuvo que subir sentándose en las gradas.
Estuve un ratito en la habitación de mi hijo e incluso sugerí -en broma- que pidiéramos comida; pero realmente sentí muy estrecho el ambiente por lo que un poco después me despedí de ambos y los dejé ya instalados -nomás me comentaron que pedirían comida a domicilio-.
Retorné a mi casa a hacer Duolingo y estuve viendo con Rb una de sus series de competición de elaboración de pasteles; un poco antes de medianoche me retiré a mi habitación en donde continué con el libro en español en turno: El mundo de las palabras.
Y a ver cómo va eso...