viernes, 29 de marzo de 2024

Semana Santa 2024... Holy Week 2024... La Semaine Sainte 2024...

Esta Semana Santa ha estado bastante tranquila: ayer jueves santo acompañé a Rb al mercado y se suponía que hoy iba a desayunar con un excompañero a quien he estado tratando de donarle uno de los libros que me sobraron de la biblioteca; pero no, anoche me canceló.

Un rollo.

Tanto el lunes como el martes me dormí a media mañana: luego de la reunión de las siete -las cual se extendió ambos días a más de una hora- continué en la cama y me dormí un poco más de una hora; el lunes me levanté a hacer la limpieza y el martes nomás porque ya era casi media mañana.

El martes debía volver a hacerme cargo de los perros de Rb pues era el día para el cual habían reprogramado su visita a la exposición de Malda; pero, debido al almuerzo de sopa de cáscaras de papa y zanahoria del día anterior, se pasó el día con molestias estomacales y prefirió donar su entrada (diez dólares) a otra persona.

Ese día corté una de las pencas de bananos (de tres) que han estado creciendo durante los últimos meses en el patio trasero; al final de la tarde, luego del horario laboral, acudí en soledad al supermercado en dirección norte: Rb seguía con molestias y yo tenía que comprar algunas provisiones para mi hija mayor.

Además, me tocó continuar -en soledad también- el consumo de la sopa que había sobrado del lunes; aproveché para combinarla con una salchicha que había sobrado del almuerzo que Rb me preparó para recibirme de mi último viaje al puerto.

El miércoles no pude conectarme al servidor en el cual realizamos la mayor parte de nuestras tareas; por alguna razón la VPN empezó a bloquear el acceso a nuestro país y otro de sudamérica que también administra nuestro project manager.

Para evitar que me pasara lo del lunes y el martes, luego de los diez minutos de meditación matutinos, me duché y me quedé trabajando en la mesa del comedor -en vez de llevarme la computadora a la cama-; por los problemas de acceso fue muy poco lo que pude avanzar en mis tareas actuales.

Además, también para evitar lo de dormir por la mañana; decidí -desde la noche anterior- intentar dormir al menos siete horas; por lo que el martes me acosté a las once y media y me levanté al día siguiente a las seis y media.

El miércoles -al igual que el lunes- realizamos los ejercicios de costumbre luego de la jornada laboral; luego, a las seis y media, me dirigí a la habitación de mi hija mayor para llevarle las provisiones que había estado comprando durante la semana: huevos, avena, embutidos, bananos.

Estuve un poco más de una hora en la habitación de mi hija; entre tomar té y galletas, revisar las letras faltantes del Scrabble en inglés (una g, dos o y una i), jugar una partida y conversar un poco; a las ocho me despedí de ella y retorné a mi casita.

El jueves volví a levantarme a las seis y media pero, por ser asueto local -jueves santo-, me dormí un poco después de la meditación matutina -creo que intenté leer un poco pero por estar acostado no funcionó muy bien-.

Como había acordado acompañar a Rb al mercado del centro histórico me levanté un poco después de las nueve y desayuné de una vez -una hora antes de lo acostumbrado-; no había mucho transporte público pero no esperamos mucho para abordar el busito que nos saca del municipio.

El transmetro estaba bastante vacío y el mercado tampoco estaba muy concurrido; completamos las compras y retornamos al comercial del cual salen los busitos para casita; antes pasamos al comercial vecino pues Rb quería comprar cierta tela para cubrecamas.

El negocio de las telas estaba cerrado -era jueves santo- pero aproveché para comprar una dona y un café frío en Dunkin Donuts -y he decidido parar ya con esto último pues no es nada agradable el brain freeze y ya estoy grande para eso-.

Retornamos a tomar el busito pero no había -y una señora nos dijo que supuestamente iban a trabajar nomás mediodía-; aunque faltaban diez minutos para las doce Rb decidió que mejor tomáramos el otro bus intermunicipal por lo que luego tuvimos que caminar -justo al mediodía- un par de kilómetros para llegar a casa.

La tarde estuvo tranquila y nomás aproveché para avanzar un poco en el libro de francés que decidí leer luego de Les lits en diagonale: Immortelle(s); al inicio de la noche me puse a ver algunos videos de trailers de películas de ciencia ficción.

A esa hora mi ex compañero de trabajo me escribió por whatsapp para cancelar nuestro desayuno de este día: acaba de mudarse y supuestamente hoy llegarían los de la compañía de Internet; sopesé si aún tenía tiempo para ir a un supermercado pues no tenía pan para los desayunos.

Y al final le indiqué a Rb que saldría y ella se ofreció a acompañarme -en auto- al supermercado más cercano; en donde compré unos muffins y un poco de pan dulce -y también leche y queso para emparedados-; de las pocas veces que sacamos el auto para este efecto; por la noche estuve jugando un poco de ajedrez y avanzando un poco en Duolingo.

Hoy me levanté a las siete de la mañana -aún así dormité un poco a media mañana, pero es que hoy es mi segundo día de asueto por semana santa- y luego de desayunar estuve haciendo un poco de Duolingo y jugando ajedrez en mi teléfono; además terminé de leer How software works y empecé a leer el siguiente libro en la línea de tecnología: Think like a programmer.

Por la tarde hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y luego salimos a comprar un doble litro de Fanta, pues m hija eligió eso para nuestro almuerzo de mañana.

Y a ver cómo va eso...

lunes, 25 de marzo de 2024

Las camas en diagonal... The beds diagonally... Les lits en diagonale...

Ayer -o el día anterior- terminé de leer Aurore; encontré algunas partes escabrosas pues -a pesar de los tres años de Francés en Duolingo- mi vocabulario en este idioma es aún limitado; pero creo que fue una buena experiencia: en general el libro me gustó bastante -no tanto el final, pero bueh-.

Y no sabía si seguir con el mismo autor -tengo otro par de sus libros en mi tableta- o pasarme a otra escritora que encontré buscando libros similares en Google; al final me decidí por Les lits en diagonale, que narra pasajes de la vida de la autora mientras crece con su hermano discapacitado.

Aún no sé qué leeré en Ficción después de the Jin-bot de Shantiport; o en español; aunque creo que me decantaré por algún autor español -bajé algunos libros de este tipo el mes pasado-; de las demás áreas -no ficción, francés, tecnología y meditación- ya tengo una buena cantidad de libros aprovisionada.

Y a ver cómo sigue eso.

La tercera unidad de Coreano la he encontrado bien difícil; las primeras dos se centraban en letras y palabras sencillas pero en esta última presentan algunas frases de presentación o de conversación general y me ha estado costando relacionar los sonidos con las palabras.

Paralelamente sigo con Francés, aunque he bajado bastante el ritmo de avance en este idioma: me parece que me faltan más de treinta lecciones para terminar la última unidad -la penúltima pues la última es un repaso diario de todo lo demás-.

El sábado me pasé la mañana entre lectura y práctica en Duolingo; al mediodía me bañé y me dirigí a la casa de mi hijo menor -llevaba en la mochila su regalo de cumpleaños: un sobre de papel de regalo con la multiherramienta de cinturón que adquirí el mes pasado y noventa dólares en efectivo-.

Le propuse a mi hijo que camináramos al Domino's Pizza más cercano -como a un kilómetro- y allí adquirimos una mediana De Luxe y en la pastelería que acaban de instalar en el mismo local compramos un pastel de chocolate para celebrar su cumpleaños -cumplió veintidós el martes pasado-.

Retornamos a su habitación y dimos buena cuenta de la pizza y del pastel, acompañado de un doble libro de Coca Cola; después le pedí que me acompañara a un supermercado que queda en su misma colonia pues quería comprar un paquete de edulcorante sin calorías que me había pedido su hermana mayor.

Antes de salir al supermercado habíamos completado una partida de Scrabble en español y después de retornar estuvimos practicando con el cubo de 4x4x4 y resolvimos cuatro o cinco ejercicios de ajedrez -mate en un movimiento, movimiento de las blancas-.

A las cinco me despedí de mi hijo y me dirigí a la casa de mi tía favorita; la había llamado un par de semanas antes pues mi prima me había comentado que se encontraba mal de salud; estuve en su casa un rato -conversación nomás- y luego me dirigí a la casa de mi hija mayor.

Antes de pasar a la casa de mi tía había entrado a un supermercado que se encuentra a un par de cuadras de su casa; aquí compré media libra de jamón pues era una de las dos cosas que mi hija me había pedido para su semana de alimentación -la otra era el edulcorante sin calorías-.

Llegué a donde mi hija mayor un poco después de las seis de la tarde; como tengo llave de la casa y de su habitación subí hasta el tercer nivel y luego -desde fuera- le avisé que entraría; llevaba -además del edulcorante y el jamón- un par de galletas Chiky y preparé un par de tazas de té.

Con mi hija también jugamos una partida de Scrabble -aunque con ella fue nomás media hora y en inglés- y conversamos un poco sobre su situación en general: el día anterior había acudido al seguro social para que le realizaran la primera curación.

También me comentó que la habían suspendido laboralmente otro par de semanas y que sería hasta la primera semana de Abril cuando debía volver a ir a la clínica para que le removieran los puntos de la operación del tobillo.

Un poco antes de las ocho me despedí de mi hija y retorné a mi casita; en donde estuve haciendo un poco de Duolingo y luego al lado de Rb: mientras ella ve sus series en la computadora yo he aprovechado los reductores de ruido que compró hace poco para leer.

El domingo me levanté a las seis de la mañana y luego de meditar diez minutos -llevo tres o cuatro días de hacerlo luego de levantarme y antes de acostarme- me bañé y me dirigí al restaurante en donde habíamos acordado reunirnos con mi doctora.

Llegué al lugar un poco antes de las siete y la esperé un rato en el lugar; ella llegó como veinte minutos después y nos pasamos un par de horas en el lugar entre desayuno y conversación -veinte dólares-; a las nueve nos despedimos y retorné a mi casita.

Con Rb preparamos las tradicionales alitas de nuestros almuerzos dominicales y -luego de la comida de la tarde de sus perros- nos dirigimos a la sala de Boliche a donde habíamos ido el mismo mes del año pasado.

Pagamos por una hora en una de las pistas -y por el uso de zapatos- y aprovechamos el tiempo para jugar tres partidas y media -acompañados de una cocacola y una botella de agua pura-; luego nos pasamos al comercial de al lado pues Rb quería comprobar que la exposición de Mafalda, a la cual planea ir el martes, estuviera ya instalada.

Afortunadamente ya está listo el evento y luego de repasar la forma más eficiente de llegar al mismo retornamos por el automóvil y nos encaminamos a casa; estuve leyendo un poco y practicando francés y coreano y, ya muy tarde, me percaté que no había preparado las gelatinas que desayuno de lunes a jueves.

Hoy me levanté a las seis de la mañana y, luego de meditar diez minutos, preparé la gelatina y la dejé en reposo antes de meterla a la refrigeradora; luego empecé mi jornada laboral: tuvimos una reunión de casi dos horas en la que nuestro project manager explicó algunos aspectos de la metodología que estamos tratando de introducir.

A media mañana nos reunimos con el analista más antiguo del equipo para revisar las tareas que completaremos en este ciclo; antes de eso me había vuelto a meter a la cama y había estado dormitando por un poco más de una hora... realmente debo mejorar este aspecto...

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 23 de marzo de 2024

La buena vida... The good life... La bonne vie...

Desde hace más de diez años me enteré -empecé a leer varios artículos sobre el mismo- del estudio más largo -casi cien años- en el cual siguieron el desarrollo de adolescentes hasta la vejez -e incluso más-; esto, por supuesto, fue en el Imperio del Norte.

Y al inicio -reflejo de su época-, la mayor parte de los sujetos eran blancos universitarios -de Harvard!- protestantes; pero luego lo fusionaron con otro estudio que incluía también a hombres de bajos recursos; y mucho después -creo- agregaron a otro que incluía mujeres.

En fin, creo que encontré -a través de los años- los artículos porque frecuentemente uso los navegadores para tratar de mejorar mi vida; y el año pasado -creo- me enteré que los directores actuales del estudio estaban por publicar -o acababan de publicar- un libro sobre el mismo: La buena vida.

Antes de leer el libro sabía -más o menos- la conclusión del mismo: las relaciones sociales son vitales para una buena vida; de hecho esa fue la razón de que hace tres años empezara con mi campaña -post pandemia- de acercamiento con mis pocos conocidos/amigos: los desayunos semanales.

El miércoles terminé de leer el libro y puedo decir francamente que no me decepcionó: en sus ocho o nueve capítulos relata algunos casos -difuminados, supuestamente, por motivos de confidencialidad- e incluso insinúa que JFK estaba entre el grupo de los primeros estudiados.

Y, como le decía a mis hijos, cuando me enteré de este estudio y de sus conclusiones me decepcioné pues las relaciones sociales no son lo mío: concluí que la tenía cuesta arriba; pero, también me hizo consciente que debía esforzarme en este aspecto -y de allí los desayunos-.

Y a ver cómo sigue eso.

El miércoles terminé de leer La buena vida y empecé a leer Why has nobody told me this before; este es un libro escrito por una psicóloga que se hizo famosa en las redes sociales por ofrecer consejos prácticos para superar los baches emocionales.

También me enteré ese día -estaba sopesando si mi próximo libro en esa línea sería Educated- que puedo considerarme un preparacionista: la herramienta multiusos que adquirí el año pasado -y que realmente había querido durante los últimos treinta años- está dentro de los artículos básicos para esta gente.

Ese día también fue la primera reunión personal -se supone que deben realizarse periódicamente- con mi actual manager; mi relación con esta ingeniera local -que alguna vez dio una charla de Tedx, que tiene menos tiempo que yo en la empresa y que acaba de ser madre por primera vez- es mucho más ligera que con mis recientes cuatro jefas en los últimos diez años.

Por la noche me dirigí a la habitación de mi hija mayor -he planeado visitarla los miércoles y un día del fin de semana durante los próximos dos meses-; en el camino pasé por un almacén a comprarle un par de almohadas pues más temprano me las había pedido por Whatsapp -también compré unas galletas-.

En la habitación de mi hija preparé té -tiene unos sabores algo exóticos- y nos estuvimos un poco menos de una hora entre conversación y refacción; también le llevé el cubo de espejo que compré a finales del año pasado, para que se entretenga un poco.

El jueves era el último día del ciclo actual del proyecto -me parece que cada ciclo dura tres o cuatro semanas- por lo que nomás estuve tratando de cerrar alguna de las tareas que me había asignado mi PM -o el programador que más nos ha apoyado-.

Después de la jornada laboral nos dirigimos con Rb a los supermercados que nos quedan en dirección norte; en la tienda de rebajas compramos unos ganchos de ropa de plástico -los utilizamos para cerrar bolsas plásticas con alimentos-.

Ayer fue la primera reunión de planificación del próximo ciclo del proyecto -usualmente se realizan dos para definir las tareas de cada miembro del equipo-; en la misma el PM y mi supervisora informaron que los dos últimos días de la próxima semana son de asueto para todo el equipo local.

Después de la jornada laboral realizamos con Rb la rutina de ejercicios centrados en los abdominales; la primera semana del próximo mes tengo previsto preparar los dos triple litros -estoy por terminarme la última botella de té que compramos para esto- de concreto para aumentar la dificultad de nuestros ejercicios de resistencia.

Después del baño volví a cometer el error de ponerme a leer en la cama y estuve dormitando; estoy en el penúltimo ciclo -ocho capítulos- de The Jinn-Bot de Shantiport y luego pasaré a terminar el sexto libro de francés: Aurore.

Ya bajé varios -creo que seis- libros en francés: dos del mismo autor y el resto de otra autora que escribe sobre temas familiares; le comenté el miércoles a mi hija que, por alguna razón, me siento más cómodo con temas de este tipo para leer en francés -o sea, no le encontré mucho sentido a Aurore Noire-.

No sé -espero que sí- si esto cambiará en el futuro; o sea, en español he leído de casi casi cualquier tema y en inglés no he tenido muchas restricciones para lo mismo; me parece que incluso he leído poesía en este idioma; espero algún día hacer lo mismo con francés -y con coreano-...

Y a ver cómo sigue eso...

miércoles, 20 de marzo de 2024

Los valores... The values... Les valeurs...

Leyendo What do you want out of life me topé con el libro Educated; la autora del primero lo pone como ejemplo de la forma en la que algunas personas tienen que separarse de los valores con los que crecieron para encontrar un sentido a la vida.

O algo así... Había visto Educated en alguna lista en donde usualmente encuentro mis recomendaciones de lectura (GoodReads); creo que no lo leí porque, usualmente, prefiero leer los libros que no alcanzaron la cúspide de las listas que este sitio publica.

Y me parece que una de las razones de no leerlo es que me sonaba a historia de superación de la comunidad negra; y estos libros son -para mí- usualmente muy emotivos: he leído bastante -quizá no suficiente- sobre la lucha de los derechos civiles de la comunidad y realmente me conmueven.

Pero no, la historia es sobre una chica criada sin ninguna educación formal -o asistencia médica formal- por una familia de religiosos fundamentalistas de la iglesia mormona; ella logra ingresar a la universidad y convertirse en una historiadora (PhD).

Entonces bajé el libro; pero estoy aún dudando si leer lo o no; al final es su historia -dentro de miles(?)- y al buscar un poco de información sobre la autora me encuentro con que hay un libro -posterior- de su madre; y sí, la señora autopublicó un libro para contar 'su versión de los hechos' y en su sitio hay otros títulos -publicados de la misma forma- sobre aceites esenciales y homeopatía.

O sea, la primera tiene un PhD en historia de una universidad inglesa y la segunda escribe sobre aceites esenciales y homeopatía; además de haber educado a sus hijos en una familia preparacionista... como que no habría muchas dudas de a quién creerle más.

Pero, como casi todo en la vida -me imagino-, las cosas no son tan sencillas como se ven a primera vista; al final, no todo lo que se relata en un libro de no ficción -como está catalogado el primero- es relatado como sucedió -y eso, dejando de lado la plasticidad de las memorias-.

Aún no me decido cuál será el siguiente libro cuando termine A good life...

El domingo por la mañana volvimos a acudir con Rb a la biblioteca del centro histórico: la directora me había contactado para comentarme que no podían utilizar la mayoría de los libros que le había llevado y que podía pasar a recoger el balance.

La verdad no le encuentro mucho sentido a esto: igual, los libros terminarán en la basura -no creo que alguna otra biblioteca pueda usarlos-; pero, como me había ofrecido a retirar los libros que no les interesaran, volví a parquearme en el mismo lugar (dos dólares) para recoger dos cajas de libros.

Aprovechando que estábamos en el centro dimos -nuevamente- un recorrido por la zona histórica e incluso entramos a una de las tiendas en donde adquirimos ropa usada: he estado buscando un Scrabble más portátil y encontré uno en seis dólares -aunque luego me di cuenta que le faltan 4 tiles-.

Retornamos a casa a preparar alitas de pollo y pasé el resto de la tarde entre lectura, ajedrez y Duolingo; a las seis de la tarde me dirigí a la habitación de mi hijo menor pues había quedado de llevarle a mi hija una bolsa de dormir: la noche anterior había estado realmente mala para ambos.

Afortunadamente tenía la bolsa que mi hija mediana dejó acá -y que me llevé a la primera jornada médica el año pasado-, ¡en la cual encontré el cubo de espejo que había dado por perdido el año pasado! con lo que ahora tengo ocho cubos para practicar.

Estuve con mis hijos un rato -la habitación aún seguía en un estado deplorable de limpieza- y estuvimos  conversando sobre las opciones para mi hija mayor -no podrá trabajar durante varios meses- y me ofrecí -cómo no- a mantener abierta la línea de crédito que les ofrezco para superar los baches.

También hablamos un poco sobre adolescencia y adultez: cuando comenté que actualmente la adolescencia se está prolongando más que en el pasado, mi hijo menor rebatió diciendo que ya tiene dos años viviendo solo y trabajando y que se considera un adulto funcional. No pude -quise- discutir sus argumentos.

El lunes empezó un poco lento en el trabajo: ya he terminado las asignaciones de este ciclo y nomás he estado tratando de adelantar un poco con algunas de las tareas perennes de mi función; por la noche -de acuerdo a lo conversado- pasé por un par de tiendas a adquirir un par de sillas de plástico e implementos para el hogar (avena, especias, pelador, lejía, etc).

Mi hija mayor había tenido que pernoctar una noche adicional en la habitación de su hermano porque su amigo andaba de viaje -creo que en el puerto- y hasta este día pudo entregarle las llaves para acceder a su habitación; a las ocho de la noche pasé por ella y nos dirigimos al lugar al que se movió el mes pasado (y donde se supone ocurrió la fractura de la pierna).

La casa está al lado del periférico por lo que el nivel de ruido es bastante alto -esto ha dificultado que pueda trabajar como traductora médica- y su habitación está en el tercer nivel -creo que esto empeora todo-; me estacioné en la acera -muy mala ubicación realmente- y la ayudé a transportar lo que llevaba hasta su cuarto.

Su habitación estaba -casi como la de su hermano- en bastantes malas condiciones; la única diferencia es que ella tiene un espacio un poco separado para los alimentos y también unos servicios independientes; estuve con ella un rato y luego nos despedimos.

Cuando estaba por abordar el automóvil me percaté que había olvidado mi mochila en la habitación -traía de regreso la bolsa de dormir de mi hija mediana- pero, afortunadamente, mi hijo me había hecho copia de las llaves por lo que pude retornar por la misma.

Ayer fue un día terrible -en el área personal-: me pasé el día trabajando un poco en mis tareas perennes y otro poco jugando ajedrez y avanzando con el libro en francés que estoy acelerando en su lectura; Rb fue -luego del mediodía- a un evento de su personaje de ficción favorito.

Se suponía que debía darle de comer a sus perros a media tarde -siempre lo he hecho y nunca he tenido dificultades con esto-; pero, ayer lo pasé completamente por alto; además, el evento al que Rb había ido fue cancelado por lo que estuvimos conversando sobre whatsapp y cuando vino estaba de muy mal humor.

Cuando Rb vino nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: debíamos adquirir bananos y yo quería comprar un rollo de cinta médica pues mi hija mayor debe reponer su vendaje antes de la siguiente consulta médica -este viernes-.

Las compras estuvieron bien pero, cuando estaba lavando unos trastes, Rb abrió la refrigeradora y se dio cuenta que los recipientes de caldo de pollo que se le agregan a la comida de los perros estaban sin tocar: y allí ardió Troya; se me pasó completamente alimentar a sus perros.

Y, la verdad me preocupa que algo tan sencillo -y tan vital para ella: los perros son la principal razón de su vida- se esfumara completamente de mi mente; ya me ha pasado otras veces -en más de una ocasión me he saltado una reunión de trabajo-, pero ahora realmente me preocupa estar perdiendo facultades.

En fin, que Rb se puso hecha una furia -creo que tenía razón- y yo nomás me disculpé lo mejor que pude -muy mal realmente, no se me da-; y no sé que va a pasar: o sea, no me pesa volver a vivir solo, pero me preocupa tener sucesos de este tipo: olvidarme completamente de algo a lo que me había comprometido.

Por otra parte, la reacción inicial de Rb fue bastante extrema: azotó un par de puertas y elevó bastante la voz al reclamarme mi descuido -otra vez, creo que tenía razón-; pero luego se tranquilizó y trató de justificarme por la situación actual de mi hija mayor.

Y no sé si tiene algo de razón en esto último, o simplemente vuelvo a comprobar el gran aprecio que me tiene: digo, con la mamá de mis hijos un error de esta magnitud hubiera significado días y días de conflicto; con ella nos acostamos en paz -aunque yo sigo intranquilo por mi gazapo-.

Y a ver cómo sigue eso...


domingo, 17 de marzo de 2024

El eterno retorno (X)... The eternal return (X)... L'éternel retour (X)...

Hubo un tiempo -este espacio ya lleva quince años- en que, cuando tocaba varias veces un tema, agregaba un número al título de las continuaciones... no estoy seguro de haberlo hecho mucho, pero, desde hace poco prefiero agregarle nomás una X, pues quién sabe cuántas veces he repetido cada tema.

Como la meditación... desde que asistí por unos meses a un templo de budismo zen ha sido un tema recurrente en mi vida: estuve meditando frecuentemente durante ese tiempo y algunas veces habiéndome re establecido por acá.

Pero, como una gran parte de temas en mi vida, no he encontrado la forma de hacerlo de forma constante; el año pasado incluso mandé a hacer un banquito para facilitar una postura 'conveniente' para meditar: lo he usado poco este año.

¿Por qué no puedo meditar? es el título del libro que estoy leyendo en la última de mis líneas de lectura (Why can't I meditate, es realmente el título); y el segundo capítulo me animó a empezar un nuevo reto (que solo me duró un día) para meditar durante cien días.

Así que sí, es -y será, creo- el eterno retorno...

El martes me retiré una hora antes de mi jornada laboral; y creo que hasta más tarde me di cuenta que realmente no me retiré temprano pues, debido al cambio de horario en el Imperio del Norte, a partir del día anterior debo iniciar el trabajo una hora antes.

A las tres y media metí en el auto mi mochila más antigua, en la que había metido un par de libros, un paquete para tejer un búho, algunos implementos de dibujo y el sujetador de mi hija; la salida del municipio no estuvo tan mal; hasta llegar al periférico.

Pero, la vía en la que está el hospital -la misma vía en donde me quedé atorado más de una hora cuando llevé a mi padre a que se realizará el último examen de su carrera universitaria- estaba llena; me tardé más del doble de tiempo en recorrer una distancia mucha más corta -de aquí al periférico-.

Afortunadamente inicié temprano el trayecto pues la visita dura nomás una hora; al final llegué a un comercial cercano al hospital y pasé a dejar el auto en el estacionamiento -también compré un cable para cargar el celular (cuatro dólares) y que me sellaran el ticket del parqueo-.

Llegué al hospital justo a la hora esperada y dejé mi identificación en la entrada del mismo -sólo se permite una visita por paciente-; subí al segundo nivel del edificio y encontré a mi hija mayor en una camilla de la última habitación del pasillo -había otras dos pacientes en el mismo lugar-.

Mi hija me comentó que en la madrugada se había tropezado en su habitación (!) y se había fracturado la tibia y el peroné; que llamó a los bomberos y que tuvo que bajar caminando los tres niveles de la casa en la que vive para que la llevaran al hospital.

Afortunadamente (!) tiene seguro social por parte de su trabajo por lo que los bomberos le inmovilizaron la pierna y la llevaron al hospital de accidentes del instituto de previsión; y que allí el bombero le quitó la férula, aduciendo que si se la dejaba tendría que cobrársela (bendito tercer mundo).

Mi hija estuvo todo el día en el área de emergencias y hasta la noche la ingresaron en una sala de cuidados (diferente a la actual); me comentó que aún no la habían operado y que debía presentar dos donadores de sangre (me pidió ser uno).

Le indiqué que nunca había donado y que no estaba seguro si quería hacerlo; que viera con sus conocidos y amigos si podía conseguir los donadores y que si no lo resolvía vería la forma en la que podía ausentarme de mis labores para serlo yo.

Justo una hora después pasó un guardia anunciando que la visita se había terminado y me despedí de mi hija; el retorno a casa no estuvo tan mal: nomás la salida de ese comercial es un poco difícil por el tránsito pero el paso por el periférico y el puente de acceso al municipio estuvo menos pesado.

Cuando regresé a casa utilicé una de mis cuentas bancarias en línea para cargarle tiempo de aire a uno de los teléfonos que le había entregado a mi hija: necesitaba tiempo para conseguir donadores de sangre y comunicarse con su trabajo para darle seguimiento a su situación laboral.

La llamé por la noche para comentarle lo del tiempo de aire pero no logré comunicarme con ella; al día siguiente me llamó temprano para agradecerme por el tiempo y para indicarme que ya había conseguido (por medio de uno de sus amigos) a los dos donadores de sangre requeridos.

No volvimos a hablar hasta el siguiente día (Jueves) cuando me llamó para comentarme que todo había ido bien con la operación: la anestesia no había sido general y le habían colocado una placa metálica y unos tornillos en la pierna.

Pero, también me comentó que había tratado de levantarse para ir al baño y se había caído, por lo que le habían tomado nuevas radiografías y estaba a la espera de qué sucedería; por la tarde -luego del horario laboral- acudimos con Rb al supermercado pues quería proveerme de ingredientes para el desayuno que planeaba preparar el día que mi hermano mayor había indicado que pasaría por la ciudad -hoy-.

El viernes me volvió a llamar mi hija y me comentó que la iban a operar de nuevo pues, de acuerdo a la radiografía, era necesario reajustar la placa y los tornillos; en esta ocasión si esperaba recibir anestesia general -pues ahora era una cirujana la encargada-.

Por la noche volvimos a conversar y me comentó que todo había ido bien en la operación y que ahora estaba instalada en una cama de la que no podía levantarse; conversamos un rato y luego le escribí a mi hijo menor para informarle de toda la situación.

Mi hija me había pedido que le llevara -habíamos acordado que llegaría a verla el domingo, pues no creíamos que la fueran a dar de alta hasta el lunes- compresas y algún nuevo libro en inglés; luego se me ocurrió que mi hijo menor -uno de sus días de descanso es sábado- le podía llevar antes algo de lo necesario.

Ayer me levanté a las seis y media pues había programado un desayuno con uno de mis últimos amigos del antiguo voluntariado; había visto a mi amigo conspiranóico -con su esposa esa última vez- hacía más de seis meses; pero nos comunicamos bastante este año pues me estuvo consultando en su último cambio de empleo.

De acuerdo a lo que habíamos planeado aderezamos el desayuno (once dólares) con una partida de Scrabble y una conversación bastante extensa sobre su vida (y un poco sobre la mía): su hermana se está especializando en cartas astrales -vive en Dinamarca- y su hija mayor -de su esposa, realmente- está ya entrando en la adolescencia.

El desayuno estuvo bien: estuvimos en el lugar casi tres horas entre comida, Scrabble y conversación -comprendí un poco más su comportamiento: su madre murió en plena pandemia y conecta el hisopado con la causa de la muerte- y un poco después de las diez nos despedimos.

Pasé a una tienda de pollo por las alitas que habíamos encargado la semana anterior -ha sido bastante complicada la confirmación del pedido- y un poco después estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb.

Volví a desayunar -viernes, sábado y domingo usualmente desayuno doble- y luego estuve leyendo un poco de  Ficción (The Jinn-bot of Shantiport) y de Francés -Aurore-; luego preparé la ensalada que fue el plato principal de nuestro almuerzo.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y luego me ofrecí a llevarla a su iglesia: ella había planeado caminar la mitad del trayecto para luego tomar un bus pero, al ver que el tránsito no estaba muy fuerte, consideré que podía hacer buen uso del automóvil.

En el camino aún encontramos a una de las vecinas que se dirigía -con su hijo menor- a unas canchas de grama sintética y pudimos acercarlos un poco a su destino; el tráfico no estaba tan mal en la vía principal por lo que pude completar el trayecto sin mucho contratiempo.

Justo cuando estábamos recogiendo a la vecina -y su hijo- recibí una llamada de un número desconocido; es raro porque usualmente pierdo este tipo de llamadas; en esta ocasión era una señorita del seguro social quien me indicó que mi hija ya podía ser dada de alta.

Cuando retorné de dejar a Rb le puse un poco de tiempo a mi celular y llamé a mi hija para comentarle sobre la llamada y ofrecerme para ir por ella a las siete de la noche -había estimado que podía ir antes por Rb y realizar el viaje de forma calmada-.

Mi hija me comentó que le habían informado que ya podía irse pero que, como le había comentado que tenía un compromiso el sábado por la tarde, se había hecho a la idea de que podía salir hasta el día siguiente; acordamos que llegaría por ella a las siete.

Un poco después de las seis de la tarde Rb retornó de la actividad especial que habían realizado con sus compañeros de estudios teológicos; yo ya tenía preparadas una bolsa con la ropa de mi hija y otra con libros y compresas.

Me despedí de Rb pero luego se me ocurrió que podía llevarle algo más a mi hija y preparé una caja con galletas, un par de huevos duros que me habían sobrado de la semana, un par de bananos y unos panes que sobraron de la actividad en la iglesia.

Me dirigí al hospital y llegué quince minutos antes de lo previsto; le indiqué al guardia el motivo de mi visita y me estacioné para esperar pues el joven me indicó que a las siete era el cambio de turno y el trámite se demoraría un poco.

A las siete y diez le recordé al guardia (efectivamente era otro) sobre mi espera y un poco después se presentó una enfermera para recoger la ropa de mi hija e indicarme dónde podía esperarla; acerqué el auto a la rampa del hospital y finalmente la condujeron en silla de ruedas.

Había estado en constante comunicación con mi hija y me había indicado que no tenía las llaves de su habitación -que las había dejado en la mochila que le entregó a su mejor amigo el día del accidente- y que había hablado con su hermano menor para pernoctar en su casa.

Acomodamos a mi hija en el asiento delantero del auto y nos dirigimos a la casa de mi hijo menor; afortunadamente -sábado por la noche- el tráfico estaba bastante ligero por lo que no pasó mucho antes de que me estacionara frente a la casa en la que mi hijo alquila una habitación y que mi hija lo llamara para que saliera a recibirnos.

Mi hijo menor sigue aumentando de peso -creo que le pasa a ambos- y su habitación estaba hecha un desastre -y eso que era su día libre-: un verdadero basurero con muchos recipientes de comida para llevar; mi hija está utilizando muletas pero para subir al segundo nivel tuvo que subir sentándose en las gradas.

Estuve un ratito en la habitación de mi hijo e incluso sugerí -en broma- que pidiéramos comida; pero realmente sentí muy estrecho el ambiente por lo que un poco después me despedí de ambos y los dejé ya instalados -nomás me comentaron que pedirían comida a domicilio-.

Retorné a mi casa a hacer Duolingo y estuve viendo con Rb una de sus series de competición de elaboración de pasteles; un poco antes de medianoche me retiré a mi habitación en donde continué con el libro en español en turno: El mundo de las palabras.

Y a ver cómo va eso...

martes, 12 de marzo de 2024

La cuestión social... The social question... La question sociale...

Si no invitara a conocidos/hijos a desayunar/almorzar de vez en cuando no saldría -o no tendría razón para salir- para nada de mi casa: es una de las ventajas/desventajas de estar trabajando por más de cinco años remotamente.

Y es una de las cuestiones que me causa incomodidad sobre pensar en el siguiente movimiento laboral: la posibilidad de que la siguiente función que desempeñe en otra empresa mantenga/cambie la naturaleza de mi trabajo.

La rutina es bien cómoda pero a la vez me preocupa cuando no tengo ninguna salida durante el fin de semana: dos sábados al mes los tengo apartados para almorzar con mi hija mayor y mi hijo menor, pero los otros dos o tres -dependiendo del mes- intento programar una reunión -corta- con algún conocido.

Y el fin de semana pasado iba a ser una de las excepciones: había considerado invitar a mi único amigo de la facultad a desayunar, o a mi amigo el Testigo de Jehová, o a -in extremis- un conocido garífuna con quien me gradué en el nivel medio.

Al final mi amigo de la facultad se disculpó porque anda trabajando -que lo hace esporádicamente-, el garífuna adujo que se encontraba fuera de la ciudad y el Testigo me escribió disculpándose porque no había podido cambiar sus compromisos adquiridos.

Por lo que el sábado nomás me quedé en casita: leyendo, viendo series, jugando ajedrez, viendo videos de YouTube, y así; el domingo había previsto acudir a la biblioteca del centro histórico a donar -por fin- los libros que me entregaron en Enero...

Pero esa es otra historia.

El jueves pasado, luego del horario laboral, acudimos con Rb a los supermercados que nos quedan en dirección sur: compré café instantáneo y mayonesa en el más barato de ellos y luego compramos bananos y lechugas en el segundo; también compré -en una nueva panadería- el pan para los desayunos del viernes, sábado y domingo.

Y el viernes tuvimos que repetir la salida en la misma dirección: nos faltaban alitas de pollo -nuestro almuerzo habitual de los domingos-; aprovechando la salida adquirí un par de pliegos de papel de regalo en la librería más cercana: estos planeo usarlos para el regalo de cumpleaños de mi hijo menor y para algún otro regalo a mis conocidos.

El sábado me la pasé casi íntegramente en casa; nomás salimos por la mañana a los supermercados que nos quedan en dirección norte pues Rb quería encargar una bolsa de alitas en una distribuidora de pollo que queda en esa dirección, también compramos otro poco del mismo producto en el supermercado.

Tanto viernes, como sábado y domingo me levanté a las seis de la mañana -creo que también el jueves-; los primeros días para adelantar un poco en mis tareas antes de la reunión diaria del trabajo y el sábado y domingo para alejar los días azules.

El domingo temprano trabajé un poco en una tarea que había estado posponiendo en mi trabajo y, después de que Rb le dio desayuno a sus, perros nos dirigimos a la biblioteca del centro histórico; por la necesidad de trasladar tres cajas de libros del auto a la biblioteca nos parqueamos en la misma calle, justo enfrente.

Entregamos de forma exprés las cajas al asistente de la directora y luego, para evitar quedarnos encerrados por alguna procesión de Semana Santa, salimos de ese parqueo y dejamos el auto en el parqueo que utilizo generalmente en mis visitas sabatinas a esta biblioteca.

Luego caminamos un poco por el centro: mientras estábamos viendo -y escuchando- una procesión recibí una llamada de mi hija; sonaba confusa pues me indicó que no podía acudir a su trabajo pero que no sabía exactamente por qué me había llamado; nomás le dije algo como 'te quiero, cuídate, sí?'; que es como termino la mayor parte de nuestras interacciones.

Me imaginé que había estado de fiesta o que estaba teniendo nuevamente dificultades en el lugar en el que ahora vive; pero, era un poco más serio; con Rb terminamos nuestro paseo en el centro histórico y retornamos a casita: yo le había indicado que saldría después del paseo diario de sus perros.

Un poco después del almuerzo me llamó el mejor -creo- amigo de mi hija mayor -se graduaron juntos y ha sido una de las personas más constantes en su vida- para decirme que ella se encontraba en el hospital de accidentes del seguro social con una pierna rota.

Le comenté que me había llamado antes pero que no me había contado nada y él me indicó que ella le había dicho que no se había sentido bien de contarme su condición; en fin... me dio la información de contacto del lugar y los horarios de visita; también me informó que él tenía el teléfono y demás de mi hija.

Para variar un poco mi comportamiento normal le comenté la situación a Rb pero le indiqué que, como por el momento no podía hacer nada, continuaría con lo previsto: tomé el auto, pasé por un supermercado en dirección sur y me dirigí a la casa de mi prima favorita.

El trayecto no tuvo ningún incidente y en la casa de mi prima volví a almorzar -poco pues el almuerzo normal había sido abundante-, tomé café con la magdalena que había llevado y pasamos una tarde tranquila, en compañía de su hijo.

Un poco antes de las seis me despedí de ambos y retorné a mi casita; aunque el viaje de vuelta sí estuvo un poco complicado pues me toca pasar por la plaza central de un municipio aledaño y, debido a procesiones de Semana Santa, el tránsito estaba algo pesado.

En la noche llamé al hospital en el que se encontraba mi hija y me comentaron que aún no la habían operado -ya llevaba casi doce horas en el área de emergencias- por lo que contacté a un par de conocidos para ver si había alguien que pudiera ayudar.

Coincidentemente la esposa de mi único amigo de la facultad es enfermera en el mismo lugar; y un poco antes de medianoche me confirmaron que ya había sido ingresada a uno de los servicios -ignoro a qué se refería- y que ya estaba a la espera de la operación.

No me había percatado que acaban de cambiar el horario en el Imperio del Norte: ayer me desperté a las seis pero continué dormitando hasta las ocho, hora en la que esperaba entrar a la reunión diaria; pero al ver el calendario me percaté que la reunión había sido una hora antes.

También vi que nuestro project manajer había puesto un mensaje en el tablon local: media hora después de haber realizado la reunión se disculpaba por no haber enviado la invitación antes y anunciando el adelanto -por el momento- de una hora en la reunión diaria.

Ayer por la mañana llamé nuevamente al hospital para inquirir sobre el estado de mi hija pero no logré comunicarme -la llamada simplemente se cortaba entre extensiones-; a media mañana el amigo de mi hija me llamó para comentarme que todo había ido bien con la operación y que podía entregarme las posesiones de mi hija.

Como a media mañana me llamó la enfermera -esposa de mi amigo- pero no llegué a tiempo de contestar; la llamé de vuelta y me comentó que había hablado con mi hija -y de los trámites administrativos que debía realizar con su trabajo-; un poco más tarde me llamó mi hija -desde un teléfono que le prestó una compañera de habitación-.

Como le indiqué que llegaría este día -las visitas son Martes y Jueves- me pidió que le llevara su celular y el resto de sus cosas y quedamos en que nos veríamos hoy; y empecé a preparar un listado de lo que puedo llevarle: implementos de limpieza, libros, etc.

Luego del horario laboral hicimos nuestra rutina de ejercicios con Rb pero -bendito verano- el ambiente está bastante húmedo por lo que lo sentí más pesado de lo usual; además, estuve pensando que debo dejar de acostarme al inicio de la noche para leer pues al final termino dormitando.

También, he decidido leer un poco más de francés: cambiaré -a partir de este ciclo- la lectura inter líneas por un libro en ese idioma; empecé a leer Aurore Noire -un thriller sobre la Jihad- pero no lo encontré muy atractivo por lo que me cambié a Aurore: es una historia sobre una enfermera que cuida a varios ancianos en una comunidad francesa.

Anoche nos pusimos de acuerdo con el amigo de mi hija para que me viniera a dejar sus cosas -le envié 12 dólares por el combustible y las molestias- y le pedí que me avisara cuando se acercara para ausentarme un rato de mi trabajo.

Hoy, un poco después de las ocho, recibí el mensaje de que ya estaba en camino por lo que me levanté y me dispuse a recibirlo; Rb se levantó un poco después y, cuando recibí la llamada de que ya estaba fuera de la colonia, le indiqué que lo invitaría a un café en un comedor fuera.

Al final lo invité a desayunar y estuvimos en el lugar un poco más de una hora, entre desayuno y conversación -en general sobre su vida-; la verdad me llama la atención su historial ya que es, creo, la relación menos destructiva de mi hija.

Pagué los dos desayunos -seis dólares- y me despedí del joven en la entrada de la colonia; retorné para fotocopiar el documento de identificación de mi hija -necesita presentarlo para que la seguridad social se haga cargo- pero la librería estaba cerrada.

Vine a casa a desayunar -otra vez- y a continuar mi jornada laboral...

Y a ver cómo sigue eso...    

miércoles, 6 de marzo de 2024

Días Perfectos... Perfect Days... Les jours parfaits...

Ayer -y el día anterior, porque trato de no ver más de una hora de media al día- vimos con Rb esta película japonesa (de director alemán, eso sí) que está nominada en los premios Oscar de este año; es super lenta y super sencilla: me recordó -por los sueños- a el Viejo y el Mar, y -por las historias y la música- al trabajo de Murakami.

El protagonista de la película es un anciano -u hombre maduro- que vive solo y trabaja limpiando letrinas en la capital de Japón; tiene un automóvil y una rutina muy ordenada: realiza las mismas acciones todos los días, todas las semanas.

Se levanta, se acicala, compra un café en una máquina expendedora y va a las instalaciones asignadas; limpia los baños, no habla con casi nadie, almuerza solo en un parque y cena en un local en donde es regular; además, semanalmente (?) va a un baño público, a lavar su ropa y a un bar.

Sin embargo, también sale de su rutina al ayudar a su compañero que quiere ligar con una chica, llevándolo a un local de música y prestándole dinero; y a su sobrina que se escapa de su casa por unos días: así se conoce que proviene de una familia adinerada.

La película termina con un largo primer plano del rostro del protagonista, en su auto, dirigiéndose a su trabajo, escuchando uno de sus casetes y con una serie de emociones -creo: soy bastante analfabeto en reconocerlas- desfilando por su rostro... me dejó con una sensación extraña.

Además, la película tiene un montón de referencias a música en inglés de los años sesentas y setentas; así como muchas referencias a literatura inglesa: el protagonista termina cada día leyendo en su tatami y compra libros usados de autores de este idioma.

Busqué uno de los cuentos que mencionan en el libro y me pareció bastante adecuado para el film: The Terrapin; que es, me parece otro término para referirse a una tortuga -o una especie, realmente-; es una historia corta sobre las dificultades de un adolescente que es maltratado emocionalmente por su madre.

El cine...

La semana pasada terminó sin mayores sobresaltos: el viernes corregí el código por el cual había recibido el correo el día anterior y, por la mañana, ordené en línea un zepelín de banano y una magdalena de chocolate para el viaje programado para el día siguiente.

El pedido vino un poco después -aunque antes me habían llamado para indicarme que no tenían zepelines finalmente me entregaron la orden original- y utilicé la tarjeta de Rb para cancelarlo; por la tarde, después de nuestra jornada laboral, realizamos la rutina de ejercicios abdominales.

El sábado me levanté un poco después de las cuatro y media pues quería salir temprano hacia la casa de mis papás: un poco antes de las cinco ya estaba del otro lado de la calle esperando el busito que me llevaría al lugar en donde puedo tomar los buses para el puerto.

Pero no pasó; me imagino que por ser sábado el horario de los busitos locales es más inconstante: a las cinco y treinta y ocho aún estaba esperando el bus cuando un auto se detuvo y el conductor me ofreció llevarme por el mismo monto que cobran los busitos (un poco más de medio dólar).

La verdad es que no fue una decisión muy consciente abordar un automóvil de un extraño a esa hora de la madrugada; pero me dije que ese tipo de transporte no es tan infrecuente por acá, debido a la informalidad del transporte normal.

El viaje (son un poco más de cinco minutos realmente) terminó sin complicaciones y un poco después de las seis estaba abordando un bus hacia el puerto; traté de dormir un poco en el camino pero la comodidad no era la adecuada para esto.

Un poco después de las siete llegamos a la cabecera del departamento donde viven mis padres pero el lugar en donde me apeé era diferente al del viaje del año pasado y no vi ningún busito dirigiéndose al puerto; un poco después un motorista se ofreció a llevarme al puerto por un monto un poco superior al que cobra un busito normal.

Por segunda vez en el día tomé una decisión irracional abordando el vehículo de un extraño; y en esta ocasión el resultado si fue desagradable: el motorista cruzó la ciudad pero antes de tomar el camino al puerto se detuvo en una gasolinera, pagué el combustible -tres dólares- pues era la cuota acordada y luego me insinuó que eso era nomás la quinta parte de lo que debía pagarle.

Decepcionado simplemente crucé la calle y retorné al casco urbano; luego de preguntarle a un señor que estaba con sus hijos fuera de un colegio por el lugar para abordar un busito al puerto caminé un par de calles y me encontré con una unidad ya saliendo de la ciudad.

Abordé este busito -estaba completamente polarizado por lo que no vi que iba lleno- y me tocó ir de pie casi la mitad del camino -en total es un poco menos de una hora-; finalmente llegué al puerto y en el camino -como un kilómetro- compré unas bolsas de agua pura y medio litro de leche, pues planeaba desayunar con mis padres.

La familia que dirige comunitariamente la colonia de mis padres tiene un negocio justo en la entrada de la misma; y allí encontré a mi madre atareada; pasé a saludarla -y a entregarle la magdalena que le llevaba a los propietarios-.

El señor autorizó a mi madre para que se ausentara de sus labores y nos dirigimos a la casa; allí preparamos café con leche -yo llevaba la prensa francesa de Rb- y compartimos el zepelín de banano que había adquirido el día anterior.

Durante el desayuno conversamos un poco -mi hermano mayor se supone que volverá a visitarlos en un par de semanas- y un poco más tarde mi madre retornó a sus labores; nos quedamos con mi padre conversando sobre las construcciones en curso: están por fundir la terraza del segundo nivel de su último proyecto.

Luego ayude a mi padre con la configuración de sus dos teléfonos, su computadora portátil y su televisión inteligente (tienen una pantalla plana como de cincuenta pulgadas) pues el día anterior habían llegado a instalarles un router de internet pero no habían conectado -aún- nada.

Lo único que quedo pendiente fue el cable de la televisión pues aunque logré configurar el wifi no supe cómo activar la televisión digital; además, y a pesar de las dificultades con el control remoto, le mostré como ver Youtube en la TV.

Un poco antes del mediodía le pedí a mi padre que me acompañara a la estación desde donde salen los buses directos a la ciudad y, luego de pasar a despedirme al trabajo de mi madre, abordamos un tuctuc para cruzar el puerto.

Llegamos unos minutos después del mediodía y nos tocó que esperar casi cuarenta y cinco minutos a que el siguiente bus se pusiera en movimiento; en la espera aproveché para invitar a mi padre a una gaseosa y una bolsa de snacks en la tienda del lugar.

Un poco antes de la una de la tarde el bus arrancó y luego de recorrer algunas avenidas del pueblo -y que mi papá se bajara en la calle principal- iniciamos el viaje de vuelta; afortunadamente el hundimiento ya no está produciendo mucho tránsito por lo que un poco antes de las tres ya estaba abordando el busito de la colonia.

Rb me recibió con una mis comidas favoritas -la misma que preparó por última vez cuando me recibió de mi viaje a la Suiza Centroamericana, hace cinco años-: coditos con mayonesa y salchichas con salsa de tomate.

Después del almuerzo pesamos los pescados que nos mandó mi madre -casi la mitad de lo que he traído en las últimas dos ocasiones- y luego los almacenamos en el freezer de la refri; para terminar la tarde estuvimos viendo series en la computadora de Rb.

El domingo habíamos planeado ir al supermercado en donde adquirimos productos a granel pues a media semana se me había acabado la avena de mis desayunos; también compré una caja de las galletas que consumo en la cena -además del frappuccino y el pastel tres leches de costumbre-.

Además de pagar por mis compras, en esta ocasión le transferí a Rb la mitad de la cuota que paga anualmente por el carnet para ingresar a este supermercado; por la tarde estuve en mi habitación leyendo -y dormitando- y por la noche volvimos a ver series en la computadora de Rb.

El lunes me levanté a las seis de la mañana para iniciar bien mi semana laboral -me rinden bastante esas dos horas antes de la primera reunión del día-; luego de la reunión  hablé con el programador que más nos ha apoyado y luego nos reunimos un poco antes del mediodía para conversar sobre algunas inquietudes del proceso en curso.

Por la tarde continué avanzando con The Jin-Bot of ShantiPort e inicié con el libro en español que me propuse leer luego de la última trilogía de novela negra española: El mundo de las palabras; el tema es muy interesante pero -me imagino- lo es más en su idioma original; sin embargo, me hice el firme propósito de completarlo -son más de ochocientas páginas- en español.

En la línea de interlecturas estoy leyendo What do you want out of life, de una filósofa feminista canadiense; y me está gustando bastante pues aborda ese tema que me ha inquietado durante la mayor parte de la vida: qué hacer.

Ayer también había puesto el reloj para las seis de la mañana pero me levanté a las siete; este día empecé a explorar una nueva funcionalidad del proyecto actual; la misma me fue asignada hace unas semanas por el programador que más nos ha apoyado con el proyecto.

Por la tarde, luego de la jornada laboral, fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte: Rb compró unos protectores de oídos pues su perra más grande la ha despertado últimamente por la madrugada con sus gemidos.

Yo aproveché para comprar una herramienta multiusos -más o menos similar a la mía pero de la mitad de su precio- que pienso incluir como parte del regalo de cumpleaños de mi hijo menor -en tres semanas cumple veintidós años-.

Además, aprovechamos para proveernos de bananos para los desayunos/cenas y de un cartón de huevos para las cenas diarias de RB/desayunos míos de viernes, sábado y domingo; también compré un par de doble litros de té pues pensamos utilizar las botellas para fabricar nuestras siguientes pesas de concreto.

Por la noche terminamos la película germano-japonesa que habíamos iniciado a ver la noche anterior y luego completé las lecciones de francés -ya la penúltima sección del árbol- y de Coreano -apenas la segunda unidad de la primera sección (y se está poniendo difícil)-. 

Hoy el reloj volvió a sonar a las seis pero me volví a levantar un poco más tarde -a las seis y media- pues quería empezar temprano a documentar el último defecto encontrado en la funcionalidad que estoy revisando...

Y a ver cómo va eso.