En las reuniones con los compañeros que me han estado apoyando en el desarrollo del evento de ciberseguridad, en el trabajo, a veces hablamos de literatura: el dev dirigió hace unos años un grupo de lectura en la ciudad -bastante elitista, por cierto: se reunían en restaurantes bastante elegantes-.
La chica es bastante joven -tiene pocos años de haberse graduado- y no lee mucho; nomás nos comenta que anota los títulos que le mencionamos, para el futuro; el dev, por otra parte, creo que andará por la media de la treintena; y yo, empecé la quinta década hace un par de años.
En la reunión del viernes les comentaba que la muerte ha sido un tema común en mi vida durante los últimos tiempos; no por morbo o algo parecido; sino que he llegado a la parte del camino en el que he tenido más contacto, creo.
Un antiguo conocido murió dos días antes de mi cumpleaños -melanomas en el cerebro- y un compañero de bachillerato murió media hora después de que lo llegara a visitar -tumores en la lengua-; y Hacker News me ha conducido, este año, a leer el blog de un par de casos: un escritor técnico a quien también le extirparon la lengua y un químico con tumores en el cerebro -gioblastoma-.
Creo que por eso preparé ya el documento póstumo que compartí con Rb con detalles que facilitarán un poco en caso que no se cumpla mi plan: vivir tres períodos de ocho años; en el primero continuar como voy, en el segundo bajar el trabajo formal y aumentar el voluntario, y en el último dedicarme únicamente a ser voluntario.
Ya le he comentado el plan a mis hijos -al menos a la mayor y al menor-; y la mayor nomás me preguntó qué pensaba hacer si superaba los setenta y cinco años -muy poco probable- y me comentó, casualmente, que ella tiene conocimientos médicos para un cese de la vida tranquilo.
Y a ver cómo va eso.
El domingo pasado me levanté a las seis y media; luego de meditar -me tocó reiniciar el ciclo pues no desactivé bien la alarma y sonó a los cinco minutos- salí a preparar el desayuno de los fines de semana (el día anterior y este había acompañado el mismo con un plátano frito).
Después de desayunar me quedé un momento en el comedor pero antes de las ocho retorné a la cama: me puse a completar la lección matutina de Duolingo y luego me quedé dormitando hasta las nueve; habíamos quedado con Rb de salir temprano hacia su iglesia: a ella le tocaba impartir una clase a un grupo que sigue las disposiciones del programa para el que ella trabaja; pero quería -antes de entrar en la iglesia- un poco de pollo para los almuerzos de la semana.
Había ya empezado a llover -al parecer hay alguna tormenta tropical afectando el clima- pero el tráfico estuvo bastante tranquilo; en donde nos atrasamos fue en el supermercado: había dos personas delante de nosotros en la carnicería y un solo dependiente.
Después de comprar el pollo -y bananos y una red de aguacates- retornamos al auto; Rb sacó su material para la clase y yo retorné a casita; volví a desayunar -usualmente lo hago los viernes, sábados y domingo- y luego me puse a imprimir la documentación que debía llevar el jueves para la reposición de mi pasaporte.
Por la tarde nos pusimos a preparar los ingredientes para el almuerzo de los cuatro primeros días de la semana: partí un montón de papas, guisquiles, apio y chile pimiento; preparamos una especie de comida china, con las verduras y un poco de pollo.
El lunes Rb fue por la mañana a su cita con el fisioterapeuta; a su retorno traía un par de objetos de silicón para la utilización en la cocina (agarradores) y en el lavatrastos (canastita para la esponja); como tenía una reunión a las cuatro y media para empezar a colaborar como voluntario, en un proyecto de código de la ciudad donde Terminator fue gobernador, le pedí a Rb que hicieramos la rutina de ejercicios media hora antes.
Después del horario laboral (a las tres y media) realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y luego entré a la reunión en la que se distribuyó una invitación para el día siguiente para el proceso de adhesión al proyecto.
El martes el día estuvo bien tranquilo; de hecho he estado durmiendo casi todos los días después de la reunión de las siete de la mañana -no sé cómo va a cambiar mi rutina el otro mes que cambien de horario en el Imperio del Norte-.
Después del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos aceite -la bicicleta estacionaria ha estado haciendo un zumbido raro cuando se aumenta la resistencia- y en la tienda una papaya.
A las seis de la tarde -cuando regresamos de los supermercados- ví que tenía un mensaje de mi amigo anciano negro que vive en la ciudad del Imperio del Norte en la que pasé un par de años hace casi veinte.
Lo llamé por Facebook y estuvimos casi una hora poniéndonos al día de las vidas de cada uno: teníamos más de un año de no conversar; en el pasado nos manteníamos más en comunicación; luego, por la noche, me pasé casi tres horas en la reunión en la que se proporciona toda la información para adherirse al proyecto de coding en el que estoy esperando participar por un buen tiempo; además, reservé una reunión para el día siguiente con la administradora del proyecto.
El miércoles estuvo tranquilo el trabajo; he estado tratando de actualizar el ambiente de mi computadora pues no he logrado revisar los últimos cambios debido a la incompatibilidad de algunos componentes.
Por la tarde, después del horario laboral, completamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; después entré a la reunión con la administradora general del grupo de voluntarios con el que espero empezar a colaborar; ella también es parte del espectro neurodivergente y mantuvimos una amena conversación en la que definimos el inicio de mi involucramiento; por la noche terminé de leer Les heures souterraines y empecé a leer el siguiente de la línea de francés: Les gratitudes.
El jueves me levanté a las cuatro y media de la mañana; medité y me vestí pues quería salir antes de las cinco hacia la oficina en la que se emiten los pasaportes en la ciudad; caminé hasta el comercial en donde abordamos los buses intermunicipales; luego tomé el transmetro y llegué hasta la estación más cercana a mi destino antes de las seis de la mañana.
Como la cita la tenía para las siete de la mañana (se suponía que debía presentarme quince minutos antes) me metí a un Mc Donald’s cercano y tomé un desayuno de Mc Muffin de Salchicha; luego me estuve leyendo un rato el único libro en papel que he estado leyendo por muchos años: Conejo Blanco Lobo rojo
Un poco después de las seis y media -luego de pasar por los servicios sanitarios- me dirigí a la oficina de los pasaportes -a cuatro o cinco calles-; llegué sin ningún contratiempo y el trámite no me tomó más de media hora.
A las siete me encontraba ya fuera de la oficina; con el nuevo pasaporte en la mano y sopesando qué hacer: habíamos quedado con Rb de encontrarnos en el centro histórico pero faltaban más de dos horas para la hora en la que ella saldría de casa; decidí retornar.
Caminé hasta la estación de transmetro más cercana -por no recordarme que la que tomamos usualmente estaba cerrada me tocó dar un gran rodeo: caminé como diez cuadras en vez de dos- y luego tomé el busito para retornar a casa.
Vine un poco después de las ocho de la mañana y, después de desayunar nuevamente, me puse a trabajar en el formateo de las preguntas del libro de CEH que conseguí en la red; no pude terminar la tarea pues un poco después de las nueve nos dirigimos con Rb al centro histórico.
El viaje de ida estuvo tranquilo -el busito pasó rápido y el transmetro no estaba lleno- y en lugar de apearnos en la estación usual -cerca dle mercado- nos dirigimos a la última, pues teníamos que comprar fideos orientales en una tienda china que se encuentra en sus cercanías.
Luego pasamos al mercado; Rb adquirió sus frutas semanales y después nos dirigimos a la estació más cercana -la segunda más cercana pues no sabíamos que podíamos utilizar la más cercana- para tomar el transmetro de retorno; pasamos a un supermercado en el comercial en donde se estacionan los busitos.
Rb compró medicina en una farmacia del lugar y yo elegí -Rb generalmente me trae algo en sus salidas- un par de muffins y un eclaire; luego retornamos a casita a preparar -recalentar, realmente- el almuerzo; la tarde pasó muy lenta para mi gusto pues me sentía bastante cansado por haberme levantado dos horas antes de lo acostumbrado; pero, si duermo en el día se descontrola mi ciclo circadiano, aguanté hasta la noche.
Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos y yo pasé a la panadería a proveerme del pan que consumo en los desayunos de los fines de semana; en la noche ví un poco de Canary Black -creo que dormité en el ínterin- y un poco antes de las diez le avisé a Rb que me retiraría, pues me sentía bastante agotado; todavía medité y leí un par de páginas del libro de francés; luego me dormí.
El viernes la alarma sonó a las seis de la mañana pero -por primera vez en mucho tiempo- nomás la apagué y seguí en cama hasta las seis y media; a esa hora me levanté a meditar y luego pasé la computadora de la mesa a la cama.
Participé en la reunión de las siete de la mañana y luego me quedé en cama: me sentía bastante cansado; me había costado dormirme y estuve soñando -creo- una gran parte de la noche; un poco después de las nueve Rb me habló y me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana; luego hice Duolingo y estuve tratando de avanzar un poco en el trabajo que tengo asignado: estoy teniendo problema de compatibilidades con los componentes y no he podido revisar los últimos cambios.
Le pedí al analista más joven -e inteligente, creo- del equipo que me ayudara y puse una reunión para las once y cuarto; Rb salió a comprar un poco de culantro para el pescado del almuerzo y cuando regresó estuvimos un buen rato cortando flores de loroco: doce onzas.
A las once y cuarto me reuní con el analista y estuvimos un poco más de media hora tratando de avanzar en la solución de mis dificultades; no pudimos pero obtuve algunas ideas para continuar; a la uno entré a una reunión del voluntariado al que me inscribí la semana pasada: eramos menos de diez personas y la mayoría administra un proyecto de desarrollo dentro del grupo; nomás estuve escuchando la forma en la que se manejan este tipo de reuniones.
A las tres me reuní con el Dev y la PM que me han apoyado con el desarrollo del evento de ciberseguridad que estamos llevando a cabo -ya sólo tres semanas!-; revisamos el avance del proyecto y nos asignamos algunas tareas para avanzar con el mismo; después de la reunión -casi una hora- le pedí al dev que se quedara un momento y me apoyara con algunas dudas del ambiente de trabajo.
Le mostré las últimas acciones que había tomado y justo encontramos un error común: a pesar de haber cambiado algunas variables del sistema no había reiniciado el ambiente por lo que aún no estaban siendo tomadas en cuenta para el proceso; al final me funcionó; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y después de un buen baño fuimos a la tienda de verduras a proveernos de ingredientes para los almuerzos de la siguiente semana.
El sábado me levanté a las seis y media; medité y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; luego retorné a la cama a hacer Duolingo -y a dormitar un poco-; me levanté nuevamente a las nueve pues habíamos planeado ir al supermercado más cercano en dirección sur.
Rb había comprado algunas inyecciones con neurotropas -sigue sufriendo dolores en el brazo derecho- y se había inyectado la primera el día anterior, en una clínica que queda a un par de calles; había previsto ponerse la segunda inyección luego de retornar del mercado; a donde se dirigió luego de despedirnos en la garita de la calle; yo estuve leyendo un poco antes de realizar la rutina semanal de bicicleta estática -antes le había aplicado aceite a las partes móviles de la misma-.
Después de los veinte minutos de bicicleta estática saqué a la perra más pesada a su caminata diaria; después me bañé y me dirigí al departamento de mis hijos; habíamos visto bastante tránsito en el boulevard durante nuestra salida matutina y temí que continuara al mediodía.
Y efectivamente había más tránsito de lo usual; pero no estuvo tan mal: en vez de la media hora habitual mi viaje tardó alrededor de cuarenta minutos; igual llegué al edificio quince minutos antes de la una de la tarde.
Subí al departamento y me instalé en el espacio de la sala; unos minutos después salió mi hija y, luego de saludarnos, le indiqué que debíamos participar en la reunión de vecinos que habían programado para las cuatro de la tarde -mi hijo me había enviado copia de la convocatoria el día anterior-.
Ordené en línea una pizza y un calzone de Domino’s Pizza -la misma opción que mi hijo había elegido la semana anterior- y nos dirigimos al comercial que queda a un par de cuadras; pero el pedido aún no estaba.
De hecho la orden no había sido procesada por lo que nos tocó que esperar quince minutos en la tienda; después de recibir el pedido nos dirigimos a una de las mesas del lugar y almorzamos -también resolvimos algunos cubos de Rubik-.
Le propuse a mi hija que camináramos al parque temático más grande de la ciudad y hacia allí nos dirigimos; pero, como a medio camino mi hija se quejó de sentirse mal -no sé si fue el tobillo por el que aún anda renqueando o mareos, por haber estado comiendo de forma muy irregular-.
Por lo que le propuse que retornáramos a casa; estábamos a cuatro calles del edificio y en el medio se encuentra un supermercado bastante popular; pasamos a comprar un poco de bananos y un pastelillo; retornamos al departamento, preparamos café y compartimos el pastelillo -yo le pedí a mi hijo que saliera de su habitación-; conversamos un poco entre los tres y luego subimos, con mi hija, a la reunión de vecinos.
En la que se acordó subir la cuota mensual de mantenimiento en un treinta y tres por ciento; la verdad es que me parece bastante macabra la forma de administrar del edificio; pero es una comunidad en la que estamos -cincuenta departamentos- y no hay mucho que se pueda hacer de forma individual.
Además, el próximo mes deberemos pagar una cuota extraordinaria del doble de lo que estábamos pagando como aportación mensual: se tiene una gran deuda con la empresa que proporciona mantenimiento al edificio; un desastre.
Lo interesante de la reunión -habíamos como veinte propietarios en la misma- es que encontré como tesorera de la junta directiva a la contadora de la empresa en la que trabajé antes de mis viajes al imperio del norte; lo dicho… la ciudad es un pañuelo.
Después de la reunión -en la que también se acordó eliminar el servicio comunal de lavado y secado- conversamos un rato con mis hijos sobre las siguientes acciones a tomar: comprar una lavadora/secadora para el departamento; y prever la estadía en el lugar al menos diez años; luego de los cuales se reevaluará la conveniencia del mismo.
También conversamos con mis chicos acerca de mi deseo para la última semana de cada año: que tengamos un almuerzo de navidad y uno de fin de año; patrocinado por cada uno de ellos; y compartir un par de horas el día anterior a navidad y año nuevo; un poco después de las seis de la tarde me retiré del apartamento.
Pasé -Rb me había enviado un mensaje- por el supermercado que se encuentra en el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia: debía comprar un par de bandejas de pollo molido, para los almuerzos de la siguiente semana.
Luego retorné a casa; vine un poco después de las siete de la noche; completé las lecciones de Duolingo y llegué casi al final del séptimo archivo de preguntas de PSPOI/CEH/CompTIA; las once me retiré a mi habitación y finalicé el ciclo del libro actual francés: Les gratitudes, y avancé un poco con Sin querer queriendo; luego me dormí.
Y a ver cómo sigue eso…