domingo, 27 de octubre de 2024

El final... The end... La fin...

En las reuniones con los compañeros que me han estado apoyando en el desarrollo del evento de ciberseguridad, en el trabajo, a veces hablamos de literatura: el dev dirigió hace unos años un grupo de lectura en la ciudad -bastante elitista, por cierto: se reunían en restaurantes bastante elegantes-.

La chica es bastante joven -tiene pocos años de haberse graduado- y no lee mucho; nomás nos comenta que anota los títulos que le mencionamos, para el futuro; el dev, por otra parte, creo que andará por la media de la treintena; y yo, empecé la quinta década hace un par de años.

En la reunión del viernes les comentaba que la muerte ha sido un tema común en mi vida durante los últimos tiempos; no por morbo o algo parecido; sino que he llegado a la parte del camino en el que he tenido más contacto, creo.

Un antiguo conocido murió dos días antes de mi cumpleaños -melanomas en el cerebro- y un compañero de bachillerato murió media hora después de que lo llegara a visitar -tumores en la lengua-; y Hacker News me ha conducido, este año, a leer el blog de un par de casos: un escritor técnico a quien también le extirparon la lengua y un químico con tumores en el cerebro -gioblastoma-.

Creo que por eso preparé ya el documento póstumo que compartí con Rb con detalles que facilitarán un poco en caso que no se cumpla mi plan: vivir tres períodos de ocho años; en el primero continuar como voy, en el segundo bajar el trabajo formal y aumentar el voluntario, y en el último dedicarme únicamente a ser voluntario.

Ya le he comentado el plan a mis hijos -al menos a la mayor y al menor-; y la mayor nomás me preguntó qué pensaba hacer si superaba los setenta y cinco años -muy poco probable- y me comentó, casualmente, que ella tiene conocimientos médicos para un cese de la vida tranquilo.

Y a ver cómo va eso.

El domingo pasado me levanté a las seis y media; luego de meditar -me tocó reiniciar el ciclo pues no desactivé bien la alarma y sonó a los cinco minutos- salí a preparar el desayuno de los fines de semana (el día anterior y este había acompañado el mismo con un plátano frito).

Después de desayunar me quedé un momento en el comedor pero antes de las ocho retorné a la cama: me puse a completar la lección matutina de Duolingo y luego me quedé dormitando hasta las nueve; habíamos quedado con Rb de salir temprano hacia su iglesia: a ella le tocaba impartir una clase a un grupo que sigue las disposiciones del programa para el que ella trabaja; pero quería -antes de entrar en la iglesia- un poco de pollo para los almuerzos de la semana.

Había ya empezado a llover -al parecer hay alguna tormenta tropical afectando el clima- pero el tráfico estuvo bastante tranquilo; en donde nos atrasamos fue en el supermercado: había dos personas delante de nosotros en la carnicería y un solo dependiente.

Después de comprar el pollo -y bananos y una red de aguacates- retornamos al auto; Rb sacó su material para la clase y yo retorné a casita; volví a desayunar -usualmente lo hago los viernes, sábados y domingo- y luego me puse a imprimir la documentación que debía llevar el jueves para la reposición de mi pasaporte.

Por la tarde nos pusimos a preparar los ingredientes para el almuerzo de los cuatro primeros días de la semana: partí un montón de papas, guisquiles, apio y chile pimiento; preparamos una especie de comida china, con las verduras y un poco de pollo.

El lunes Rb fue por la mañana a su cita con el fisioterapeuta; a su retorno traía un par de objetos de silicón para la utilización en la cocina (agarradores) y en el lavatrastos (canastita para la esponja); como tenía una reunión a las cuatro y media para empezar a colaborar como voluntario, en un proyecto de código de la ciudad donde Terminator fue gobernador, le pedí a Rb que hicieramos la rutina de ejercicios media hora antes.

Después del horario laboral (a las tres y media) realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y  luego entré a la reunión en la que se distribuyó una invitación para el día siguiente para el proceso de adhesión al proyecto.

El martes el día estuvo bien tranquilo; de hecho he estado durmiendo casi todos los días después de la reunión de las siete de la mañana -no sé cómo va a cambiar mi rutina el otro mes que cambien de horario en el Imperio del Norte-.

Después del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos aceite -la bicicleta estacionaria ha estado haciendo un zumbido raro cuando se aumenta la resistencia- y en la tienda una papaya.

A las seis de la tarde -cuando regresamos de los supermercados- ví que tenía un mensaje de mi amigo anciano negro que vive en la ciudad del Imperio del Norte en la que pasé un par de años hace casi veinte.

Lo llamé por Facebook y estuvimos casi una hora poniéndonos al día de las vidas de cada uno: teníamos más de un año de no conversar; en el pasado nos manteníamos más en comunicación; luego, por la noche, me pasé casi tres horas en la reunión en la que se proporciona toda la información para adherirse al proyecto de coding en el que estoy esperando participar por un buen tiempo; además, reservé una reunión para el día siguiente con la administradora del proyecto.

El miércoles estuvo tranquilo el trabajo; he estado tratando de actualizar el ambiente de mi computadora pues no he logrado revisar los últimos cambios debido a la incompatibilidad de algunos componentes.

Por la tarde, después del horario laboral, completamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; después entré a la reunión con la administradora general del grupo de voluntarios con el que espero empezar a colaborar; ella también es parte del espectro neurodivergente y mantuvimos una amena conversación en la que definimos el inicio de mi involucramiento; por la noche terminé de leer Les heures souterraines y empecé a leer el siguiente de la línea de francés: Les gratitudes.

El jueves me levanté a las cuatro y media de la mañana; medité y me vestí pues quería salir antes de las cinco hacia la oficina en la que se emiten los pasaportes en la ciudad; caminé hasta el comercial en donde abordamos los buses intermunicipales; luego tomé el transmetro y llegué hasta la estación más cercana a mi destino antes de las seis de la mañana.

Como la cita la tenía para las siete de la mañana (se suponía que debía presentarme quince minutos antes) me metí a un Mc Donald’s cercano y tomé un desayuno de Mc Muffin de Salchicha; luego me estuve leyendo un rato el único libro en papel que he estado leyendo por muchos años: Conejo Blanco Lobo rojo

Un poco después de las seis y media -luego de pasar por los servicios sanitarios- me dirigí a la oficina de los pasaportes -a cuatro o cinco calles-; llegué sin ningún contratiempo y el trámite no me tomó más de media hora.

A las siete me encontraba ya fuera de la oficina; con el nuevo pasaporte en la mano y sopesando qué hacer: habíamos quedado con Rb de encontrarnos en el centro histórico pero faltaban más de dos horas para la hora en la que ella saldría de casa; decidí retornar.

Caminé hasta la estación de transmetro más cercana -por no recordarme que la que tomamos usualmente estaba cerrada me tocó dar un gran rodeo: caminé como diez cuadras en vez de dos- y luego tomé el busito para retornar a casa.

Vine un poco después de las ocho de la mañana y, después de desayunar nuevamente, me puse a trabajar en el formateo de las preguntas del libro de CEH que conseguí en la red; no pude terminar la tarea pues un poco después de las nueve nos dirigimos con Rb al centro histórico.

El viaje de ida estuvo tranquilo -el busito pasó rápido y el transmetro no estaba lleno- y en lugar de apearnos en la estación usual -cerca dle mercado- nos dirigimos a la última, pues teníamos que comprar fideos orientales en una tienda china que se encuentra en sus cercanías.

Luego pasamos al mercado; Rb adquirió sus frutas semanales y después nos dirigimos a la estació más cercana -la segunda más cercana pues no sabíamos que podíamos utilizar la más cercana- para tomar el transmetro de retorno; pasamos a un supermercado en el comercial en donde se estacionan los busitos.

Rb compró medicina en una farmacia del lugar y yo elegí -Rb generalmente me trae algo en sus salidas- un par de muffins y un eclaire; luego retornamos a casita a preparar -recalentar, realmente- el almuerzo; la tarde pasó muy lenta para mi gusto pues me sentía bastante cansado por haberme levantado dos horas antes de lo acostumbrado; pero, si duermo en el día se descontrola mi ciclo circadiano, aguanté hasta la noche.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos y yo pasé a la panadería a proveerme del pan que consumo en los desayunos de los fines de semana; en la noche ví un poco de Canary Black -creo que dormité en el ínterin- y un poco antes de las diez le avisé a Rb que me retiraría, pues me sentía bastante agotado; todavía medité y leí un par de páginas del libro de francés; luego me dormí.

El viernes la alarma sonó a las seis de la mañana pero -por primera vez en mucho tiempo- nomás la apagué y seguí en cama hasta las seis y media; a esa hora me levanté a meditar y luego pasé la computadora de la mesa a la cama.

Participé en la reunión de las siete de la mañana y luego me quedé en cama: me sentía bastante cansado; me había costado dormirme y estuve soñando -creo- una gran parte de la noche; un poco después de las nueve Rb me habló y me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana; luego hice Duolingo y estuve tratando de avanzar un poco en el trabajo que tengo asignado: estoy teniendo problema de compatibilidades con los componentes y no he podido revisar los últimos cambios.

Le pedí al analista más joven -e inteligente, creo- del equipo que me ayudara y puse una reunión para las once y cuarto; Rb salió a comprar un poco de culantro para el pescado del almuerzo y cuando regresó estuvimos un buen rato cortando flores de loroco: doce onzas.

A las once y cuarto me reuní con el analista y estuvimos un poco más de media hora tratando de avanzar en la solución de mis dificultades; no pudimos pero obtuve algunas ideas para continuar; a la uno entré a una reunión del voluntariado al que me inscribí la semana pasada: eramos menos de diez personas y la mayoría administra un proyecto de desarrollo dentro del grupo; nomás estuve escuchando la forma en la que se manejan este tipo de reuniones.

A las tres me reuní con el Dev y la PM que me han apoyado con el desarrollo del evento de ciberseguridad que estamos llevando a cabo -ya sólo tres semanas!-; revisamos el avance del proyecto y nos asignamos algunas tareas para avanzar con el mismo; después de la reunión -casi una hora- le pedí al dev que se quedara un momento y me apoyara con algunas dudas del ambiente de trabajo.

Le mostré las últimas acciones que había tomado y justo encontramos un error común: a pesar de haber cambiado algunas variables del sistema no había reiniciado el ambiente por lo que aún no estaban siendo tomadas en cuenta para el proceso; al final me funcionó; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y después de un buen baño fuimos a la tienda de verduras a proveernos de ingredientes para los almuerzos de la siguiente semana.

El sábado me levanté a las seis y media; medité y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; luego retorné a la cama a hacer Duolingo -y a dormitar un poco-; me levanté nuevamente a las nueve pues habíamos planeado ir al supermercado más cercano en dirección sur.

Rb había comprado algunas inyecciones con neurotropas -sigue sufriendo dolores en el brazo derecho- y se había inyectado la primera el día anterior, en una clínica que queda a un par de calles; había previsto ponerse la segunda inyección luego de retornar del mercado; a donde se dirigió luego de despedirnos en la garita de la calle; yo estuve leyendo un poco antes de realizar la rutina semanal de bicicleta estática -antes le había aplicado aceite a las partes móviles de la misma-.

Después de los veinte minutos de bicicleta estática saqué a la perra más pesada a su caminata diaria; después me bañé y me dirigí al departamento de mis hijos; habíamos visto bastante tránsito en el boulevard durante nuestra salida matutina y temí que continuara al mediodía.

Y efectivamente había más tránsito de lo usual; pero no estuvo tan mal: en vez de la media hora habitual mi viaje tardó alrededor de cuarenta minutos; igual llegué al edificio quince minutos antes de la una de la tarde.

Subí al departamento y me instalé en el espacio de la sala; unos minutos después salió mi hija y, luego de saludarnos, le indiqué que debíamos participar en la reunión de vecinos que habían programado para las cuatro de la tarde -mi hijo me había enviado copia de la convocatoria el día anterior-.

Ordené en línea una pizza y un calzone de Domino’s Pizza -la misma opción que mi hijo había elegido la semana anterior- y nos dirigimos al comercial que queda a un par de cuadras; pero el pedido aún no estaba.

De hecho la orden no había sido procesada por lo que nos tocó que esperar quince minutos en la tienda; después de recibir el pedido nos dirigimos a una de las mesas del lugar y almorzamos -también resolvimos algunos cubos de Rubik-.

Le propuse a mi hija que camináramos al parque temático más grande de la ciudad y hacia allí nos dirigimos; pero, como a medio camino mi hija se quejó de sentirse mal -no sé si fue el tobillo por el que aún anda renqueando o mareos, por haber estado comiendo de forma muy irregular-.

Por lo que le propuse que retornáramos a casa; estábamos a cuatro calles del edificio y en el medio se encuentra un supermercado bastante popular; pasamos a comprar un poco de bananos y un pastelillo; retornamos al departamento, preparamos café y compartimos el pastelillo -yo le pedí a mi hijo que saliera de su habitación-; conversamos un poco entre los tres y luego subimos, con mi hija, a la reunión de vecinos.

En la que se acordó subir la cuota mensual de mantenimiento en un treinta y tres por ciento; la verdad es que me parece bastante macabra la forma de administrar del edificio; pero es una comunidad en la que estamos -cincuenta departamentos- y no hay mucho que se pueda hacer de forma individual.

Además, el próximo mes deberemos pagar una cuota extraordinaria del doble de lo que estábamos pagando como aportación mensual: se tiene una gran deuda con la empresa que proporciona mantenimiento al edificio; un desastre.

Lo interesante de la reunión -habíamos como veinte propietarios en la misma- es que encontré como tesorera de la junta directiva a la contadora de la empresa en la que trabajé antes de mis viajes al imperio del norte; lo dicho… la ciudad es un pañuelo.

Después de la reunión -en la que también se acordó eliminar el servicio comunal de lavado y secado- conversamos un rato con mis hijos sobre las siguientes acciones a tomar: comprar una lavadora/secadora para el departamento; y prever la estadía en el lugar al menos diez años; luego de los cuales se reevaluará la conveniencia del mismo.

También conversamos con mis chicos acerca de mi deseo para la última semana de cada año: que tengamos un almuerzo de navidad y uno de fin de año; patrocinado por cada uno de ellos; y compartir un par de horas el día anterior a navidad y año nuevo; un poco después de las seis de la tarde me retiré del apartamento.

Pasé -Rb me había enviado un mensaje- por el supermercado que se encuentra en el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia: debía comprar un par de bandejas de pollo molido, para los almuerzos de la siguiente semana.

Luego retorné a casa; vine un poco después de las siete de la noche; completé las lecciones de Duolingo y llegué casi al final del séptimo archivo de preguntas de PSPOI/CEH/CompTIA; las once me retiré a mi habitación y finalicé el ciclo del libro actual francés: Les gratitudes, y avancé un poco con Sin querer queriendo; luego me dormí.

Y a ver cómo sigue eso…

domingo, 20 de octubre de 2024

Viajar... Travel... Voyager...

Mi nombre -o al menos, una de sus variantes- tiene una connotación -creo- bastante fuerte con los viajes; a pesar de eso no me gustan; o al menos ahora: recuerdo que era uno de mis motivaciones de joven al aplicar a algún trabajo.

Cuando tenía veintidós o así la panadería industrial para la que trabajaba me envió a la capital colombiana por un mes; para apoyar en el arranque de algunas líneas de producción; fue una experiencia rara: acababa de empezar mi convivencia con la madre de mis hijos.

Pero no fue la primera vez que salí del país: el departamento en el que crecí tiene frontera con el segundo país más grandes del Istmo (no sabía que nosotros estamos en tercer lugar... :S) y cuando tenía quince o dieciseis años -mientras permanecía unos días en la casa de un amigo de la iglesia- pasamos al otro país en caballo.

Luego estuvieron los tres viajes al imperio del norte -que completaron la ruptura de mi familia y me permitieron mejorar mi fluidez en inglés- que tienen tantos buenos y malos recuerdos; y, finalmente por ahora, hace cinco años me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la graduación de la mediana.

Y ahora que vienen nuevamente las vacaciones he sopesado salir nuevamente del país: quiero ir a la capital de ese país al que entré ilegalmente en mi adolescencia a ver a una ex compañera del master de ciberseguridad, ayudarla con su examen de PSPOI y ver si puedo atender algún evento del mismo tipo.

Y a ver cómo va eso...

El domingo pasado -casi como el anterior- fue bastante tranquilo; de hecho temía que se repetiría el patrón de una semana antes: pasarme casi todo el día en cama; después de despertarme y meditar salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después volví a la cama a hacer Duolingo -y a escribir un poco-; cuando Rb se levantó yo me metí a su cama y leí un rato; pero realmente estuve dormitando; hasta las diez; a esa hora me levanté a preparar lo necesario para el asado: lavar las papas y preparar el carbón para iniciar el fuego; luego estuvimos durante más de tres horas -hasta las dos- cocinando: varias tandas de pollo, papas y finalmente mis embutidos.

En el ínterin almorzamos; despues de terminar el asado apagué las brasas y luego sacamos a caminar a los perros de Rb; posteriormente preparé té (de menta para mí y de manzanilla para Rb) y a las cuatro de la tarde -estaba sintiendo bastante pesado el día- nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

Necesitábamos un poco de bananos -no mucho, pues el lunes Rb debía pasar por el mismo lugar en su viaje a su cita con el fisioterapeuta- y luego de adquirirlos retornamos a casa; al inicio de la noche ví un capítulo de Terminator Zero y luego estuve avanzando en el nuevo libro de francés -Les heures souterraines- y después un poco con el libro de meditación.

También llamé a un amigo de mi época del bachillerato: era el primogénito de una de las familias más acaudaladas de la región -creo que era el único que llegaba en automóvil al instituto- y, después de graduarse -y pasar un par de años en el Imperio del Norte- se convirtió al cristianismo y ahora -junto con su esposa canadiense- dirige un gran Orfanato en un departamento vecino. Espero visitarlo en diciembre.

El lunes me levanté una hora antes de lo habitual (a las cinco y media); medité y luego me vestí y me preparé para ir a la casa de mi amigo de ascendencia asiática: habíamos quedado que a las siete y media estaría esperando que saliera a su trabajo para que me entregara el repuesto del auto.

Caminé hasta el lugar en el que pasan los buses intermunicipales (había menos tráfico del esperado pero no quise abordar uno de los busitos locales); a las seis de la mañana abordé el bus intermunicipal; este bus me deja a un par de cuadras del comercial en donde se estacionan los busitos locales; después de apearme caminé hasta la casa de mi amigo y llegué cinco minutos antes de las siete; le escribí por whatsapp y también lo llamé.

Unos minutos más tarde salió -aún en pijama- a entregarme el repuesto -también me regaló un puñado de chocolates de una bolsa que compró para halloween-; aún conversamos un rato y luego inicié el retorno a mi casa.

Caminé hasta el comercial y allí abordé un busito; el cual aún esperó diez minutos (hasta las siete y media) para iniciar su recorrido; al final retorné a casa un poco antes de las ocho y empecé con las labores diarias -luego de escribirle al mecánico para inquirir sobre la hora a la que vendría: me respondió que a las diez y media-.

Al final vino despues del mediodía. Rb fuer a su sesión de fisioterapia y retornó antes del mediodía; un poco antes de la una empezamos a recalentar el almuerzo y estabamos a la mitad de esto cuando se apareció el mecánico.

Salí a darle las llaves del auto -y el sensor- y nomás me comentó que era chino; yo le indiqué que le auto también, pero él me recordó que en realidad era japonés; estuvo trabajando como media hora -mientras nosotros empezábamos a almorzar- y luego nos informó que ya estaba -treinta dólares-.

Esto nos atrasó un poco con el paseo diario de los perros de Rb -estábamos justo sacándolos cuando nos comentó que ya estaba el auto-; a media tarde preparé un té de manzanilla para Rb y un café -con una bolsita de café petrificado que encontré en mi mochila-.

Durante la mayor parte de la tarde nos quedamos sin Internet; Rb llamó a la compañía y la guiaron un par de veces en el reseteo del router; al final no pudieron realizarlo y programaron la visita de un técnico -entre veinticuatro y treinta y seis horas-.

Me resigné a ir el martes por la madrugada al departamento de mis hijos para iniciar desde allí mi jornada laboral y me puse a avanzar en el libro de Mindfulness que llevo a medias; a las cuatro -después del horario laboral- nos preparamos para realizar la rutina de ejercicios de los lunes pero, antes, desconecté el router por un rato; luego lo reconecté y nos pusimos a hacer los ejercicios.

A media rutina verifiqué la computadora y comprobé que el servicio ya se había restablecido -de forma estable en esta ocasión-; al menos no tengo que volver a levantarme más temprano mañana; luego de terminar la rutina de ejercicios -y del baño correspondiente- me puse a actualizar las hojas en las que tengo el historial del dinero que Rb tiene en mis cuentas -que ahora incluye la deuda del mecánico- y a completar -nuevamente- el cuarto autoexamen de PSOPI/CompTIA/CEH.

En la mañana estuve trabajando un rato en el documento de instrucciones póstumas sobre el que he estado conversando durante esta año con Rb; hasta el momento nomás incluye detalles del departamento, cuenta bancaria, tipo de servicio y la música para el mismo; debo agregarle información más detallada.

El martes me levanté media hora antes de la hora usual pues quería realizar un par de pruebas antes de entrar a la reunión diaria; al final no pude completar la prueba y en la reunión nomás indiqué que estaba en progreso.

Por haberme levantado una hora antes el día anterior y media hora este día me sentía bastante agotado; me terminé durmiendo un par de horas entre las ocho y las diez y media de la mañana; por la tarde me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- del equipo para tratar de replicar el issue que he estado tratando de reportar; no logramos avanzar, pero me dió algunas ideas para continuar.

Después del horario laboral fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos -y yo me proveí de varios insumos: bolsas de snacks para los almuerzos con mis hijos, leche en polvo para mis té chais y un par de bolsitas de crema, para el desayuno que prepararé a mitad del otro mes para compartir con mi amigo de ascendencia asiática.

Por la noche, por fin pasé el cuarto archivo del autoexamen; e inicié el quinto -de 10-; también preparé la penúltima porción de flan -compré ese par de libras de polvo para flan a finales del sexto mes de este año-.

El miércoles me levanté a meditar a las seis y media; luego empecé a replicar el issue que debía reportar; lo que terminé de hacer después de la reunión diaria; creé el elemento del reporte y lo envié; hice Duolingo y luego salí de la habitación, un poco después de las ocho de la mañana; desayuné -avena, banano, gelatina y flan- y luego esperé la reunión quincenal con mi supervisora.

A las nueve y media me reuní con mi supervisora y para iniciar -luego de que me preguntara qué estaba estudiando actualmente- le mostré la app que creé en React para estudiar -y que me permitió obtener el certificado PSPOI-.

La reunión se extendió por casi media hora completa y luego de despedirnos continué la documentación del issue que estaba trabajando, en la plataforma que utilizamos para gestionarlos; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; después de bañarnos salimos a la tienda a comprar una papaya -Rb había escrito por whatsapp a la señora de la tienda de verduras pero no tenía-; en la noche pagué el servicio de Internet del departamento de mis hijos.

El jueves salí de la habitación un poco antes de que Rb saliera a realizar su visita semanal al mercado del centro histórico; me quedé trabajando en la mesa del comedor y estaba viendo algunos videos cuando retornó.

Al principio de la jornada envié el flyer del segundo día de la tercera semana del curso de ciberseguridad que estamos impartiendo y por la tarde el video para finalizar el tema; por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los mercados en dirección sur; compramos bananos para los desayunos; además, compré algunas bolsas de snacks, para los almuerzos mensuales con mis hijos y una bolsita de café instantáneo.

El viernes el trabajo estuvo bastante tranquilo; nomás le dí seguimiento a un reporte que había realizado un par de días antes; por la mañana mandé la evaluación de la tercera fase del curso de ciberseguridad; por la mañana Rb me pidió que la acompañara a la tienda de verduras; la verdad no tenía ganas de ver a nadie; me llevé puestos los audífonos USB -que pierden la señal como a media cuadra- y uno de mis cubos de Rubik de 3x3.

También empecé a revisar las cajas de plástico en las que tengo la mayor parte de mis pertenencias -ya son 8-; empecé por las dos que tengo en la estantería de mi habitación: no encontré mis pasaportes vencidos en ninguna de ellas.

Por la tarde nos reunimos con el Dev y la SM para evaluar el avance en el curso de ciberseguridad; y ver los pendientes para la siguientes semana -ya solo quedan cuatro-; un poco antes había entrado en la página del Servicio Exterior del país para ver los pasos para renovar el pasaporte y empecé el trámite para renovarlo por diez años (el último se me venció hace un par de años): ochenta y cinco dólares.

Después de la reunión continué con las cajas de plástico que están en la habitación que usamos de bodega -y alacena de la comida de los perros-; son dos columnas de tres cajas cada una; completé la primera columna y no encontré nada -muchos muchos recuerdos nomás-; luego tomé la segunda columna; justo en la segunda caja de la misma encontré un sobre con mis tres últimos pasaportes.

Para esto ya había confirmado la cita para realizar el trámite de renovación del pasaporte: el próximo jueves debo encontrarme a las siete de la mañana en las oficinas de migración; por la noche hice muchas lecciones de Duolingo: una de mis contactos en la app me ‘regaló’ tres días para que comprobara el funcionamiento del servicio pagado de esta app; al parecer es una nueva forma de promocionarse; además terminé de leer -casi a medianoche- The Road to Character.

El sábado me levanté a las seis y media; medité, desayuné e hice Duolingo (uno de mis contactos me ‘regaló’ tres días de Super Duolingo); luego esperé a que Rb se levantara pues habíamos planeado ir al supermercado por la mañana.

Fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos ingredientes para los almuerzos de la próxima semana y retornamos a casa; había planeado hacer una rutina de bicicleta estática antes del mediodía, sacar a caminar a la perra más pesada de Rb y luego dirigirme al departamento de mis hijos.

Pero un poco después de las once mi hijo menor me escribió para pedir que retrasáramos nuestro encuentro una hora: estaba lavando ropa y otro de los inquilinos puso un ciclo extra largo; por lo que retrasé la rutina de ejercicios; igual un poco después de las doce y media ya estaba saliendo hacia el lugar de mis hijos -luego de haber hecho la rutina de ejercicios, sacado a caminar a la perra y bañarme-.

El tránsito estaba bastante ligero por lo que un poco después de la una y cuarto me estaba estacionando en nuestro parqueo dentro del edificio; les llevaba a mis hijos los consumibles que había comprado hacía unas semanas: jabón de ropa, cepillos, papel higiénico y bolsas para basura.

Subí al departamento con todos los insumos y al no encontrar a nadie procedí a sentarme frente al ventanal de la sala -completamente vacía- y tomé una fotografía a la calzada que está a una cuadra; luego me puse a hacer el autoexamen con el quinto archivo de las mil seiscientas preguntas en las que he estado trabajando desde hace unas semanas; un poco antes de concluirlo mi hijo salió de su habitación.

Le pedí un par de minutos pues me faltaban cuatro o cinco preguntas para terminar las ciento sesenta y siente preguntas; y las completé sin ningún error -ahora me toca el sexto archivo-; conversamos un poco y luego le propuse que compraramos una pizza y un calzone -las promociones de temporada en Domino’s pizza- y que almorzáramos -debido a la hora- en el mismo comercial.

Pedí en línea los productos y nos cruzamos la calzada para el gran centro comercial que se encuentra en el lugar; nuestro pedido ya estaba preparado cuando llegamos (nueve dólares) y almorzamos en una mesa del área general de comida del lugar.

Luego pasamos a dejar la media pizza que nos sobró a la refri y nos dirigimos al centro temático más grande de la ciudad -a ochocientos metros-; el día estaba bastante nublado pero tuvimos la fortuna de llegar al lugar sin ningún contratiempo.

Pero justo estábamos entrando cuando empezó a lloviznar; le propuse a mi hijo que nos refugiáramos en una de las áreas techadas del lugar; como había llevado siete de mis cubos -dos de 2x2, dos de 3x3, dos de 3x3 de espejo y el de 4x4- nos entretuvimos con los mismos.

Cuando la lluvia amainó un poco caminamos en el lugar pero no duró mucho la pausa; nos refugiamos en otra de las áreas destinadas al consumo de alimentos y esperamos nuevamente que la lluvia se calmara.

Un poco después de las cuatro le propuse que retornáramos al departamento: la lluvia había pasado y nomás los zapatos sufrieron por el área mojada; pasamos a comprar pan tostado a una panadería a la vuelta del edificio y preparé café en la cafetera de mi hijo.

Estuvimos tomando café -le escribimos a mi hija mayor pero no nos contestó- conversando sobre mis planes para la última semana del año: almuerzo de navidad y almuerzo de año nuevo; un poco después de las seis inicié el viaje de retorno a casita; a donde llegué un poco después sin ninguna novedad.

Un poco más tarde mi hija me respondió los mensajes de Whatsapp: andaba en uno de los turnos de ambulancia que debe completar para conseguir su certificado como técnico en urgencias médicas...

Y a ver cómo sigue eso.

domingo, 13 de octubre de 2024

Como un reloj... Like clockwork... Comme sur des roulettes...

Hay dichos antiguos que ya no tendrían su razón de ser actualmente; por ejemplo: un reloj defectuoso -o quebrado- puede dar la hora exacta dos veces en el día; tenía mucho sentido cuando la norma eran los relojes analógicos de agujas; ahora un reloj descompuesto puede que no de ninguna hora.

Ayer por la tarde estaba pensando en el título de este post; o más bien, al inicio de la tarde: -casi- todo me salió ayer como un reloj (analógico, antiguo): el día anterior había considerado salir de casa a las seis de la mañana para dirigirme al pueblo en el que nació mi padre (la segunda capital del reino) a visitar a su hermano menor.

Tenía más de cinco años de no verlo -desde el último viaje al exterior de Rb- y su hijo segundo me había comentado que había tenido ciertos problemas de salud: lo habían operado de una hernia y estaba en un reposo extendido.

Al final decidí levantarme a las cinco y veinte; meditar, bañarme y luego pasar a despedirme de Rb; de acuerdo a lo planeado a las seis menos veinte estaba saliendo de la calle donde vivimos; para caminar hasta el lugar en el que se toma el bus para salir a la carretera más larga del continente.

Cuando estaba llegando al lugar -a las seis- vi que uno de los busitos estaba saliendo; ese grupo de transportistas son bastante confiables en sus horas de operación -y duración del trayecto- por lo que me dispuse a esperar quince minutos a que pasara el siguiente.

Pero, de acuerdo a cómo operan, el busito se parqueó a dos o tres calles de distancia; corrí hasta el mismo y lo abordé; llegando a la carretera principal a las seis y cuarto; allí utilicé la pasarela para pasar al otro lado y esperar el bus hasta el pueblo.

Y, como nunca estoy seguro de qué bus abordar, esperé hasta las seis y treinta y cinco para subirme a un bus hasta la ciudad colonial del país; a donde llegué a casi a las siete y media; caminé bastantes calles hasta encontrar a una policía de tránsito y preguntar por el lugar donde podía abordar un bus hasta mi destino final.

Y justo estaba llegando uno de esos buses; el cual abordé sin mucha dificultad; llegando a mi destino final -el comedor en el cual había planeado invitar a desayunar a mi compañero de trabajo que vive justo en el mismo pueblo- diez minutos antes de la hora prevista: ocho de la mañana.

Le escribí a mi compañero -mi compañía telefónica me había regalado dos días de conexión a internet- para comentarle que ya estaba en el lugar y a las ocho me respondió que llegaría en cinco minutos; entré al local y pedí un desayuno; diez minutos o así más tarde llegó mi compañero.

Estuvimos conversando sobre la ciudad; las personas en comunes que conocíamos en la misma, y un poco sobre su trayectoria en el trabajo: tiene cuatro años de estar en la empresa; con un período de cuatro meses fuera de la misma, hace cuatro años; por cuestiones de superación y salarios.

Había puesto una alarma para las nueve menos once pues ese era el tiempo estimado para caminar hasta la casa de mi tío; cuando sonó la misma procedí a pagar el desayuno de ambos - diez dólares-, me despedí de mi compañero y me dirigí caminando a mi destino final.

Antes de despedirnos mi compañero me había ofrecido llevarme a Antigua cuando emprendiera el regreso pero había declinado amablemente su oferta: había planeado utilizar el servicio de Uber moto; de todos modos le agradecí y dejé abierta la posibilidad de llamarlo más tarde.

Llegué al frente de la casa de mi tío a las nueve menos un minuto; antes de cruzar la calle ví un anciano llevando un par de piezas de tablas de madera bastante grande: el segundo -o tercer, no estoy seguro- hermano mayor de mi papá; por supuesto no me reconoció; y yo no quise perder el tiempo.

Le escribí a mi tío para avisarle que había llegado y crucé la calle; toqué el timbre y estaba pensando en golpear con un objeto, pero salió su esposa a abrir el portón; la saludé -bastante efusivamente, creo- y luego pasé al comedor en donde mi tío estaba tomando su desayuno.

Lo encontré bastante afectado por sus dolencias -ni siquiera pudo levantarse a saludarme (aunque sí lo hizo cuando me despedí, mas tarde)- y les entregué los zepelines que había comprado un par de días antes; me ofrecieron café y estuvimos conversando sobre la vida y milagros de la familia.

Un poco después se nos unió su hija menor y algo más tarde mi prima mayor; con su hija de nueve años (la última vez que la había visto tenía tres o cuatro años); a esta última le obsequié un par de marshmallows; de la bolsa que había adquirido el día anterior para obsequiar en los convivios de fin de año.

Estuve hasta las once menos diez en la casa de mi tío; les había comentado que me retiraría más o menos a esa hora; mucha de la conversación fue sobre la familia y las dificultades intergeneracionales; y el efecto de la pandemia en la vida en general.

También me comentaron que el servicio de Uber no funcionaba en el lugar tan bien como en la ciudad; por lo que decidí -de acuerdo a su consejo- abordar una motocicleta de las que se mantienen en la gasolinera local -a una cuadra de donde viven-.

Pero cuando salí tampoco vi esta opción; caminé hasta la parada de autobuses y le escribí a mi compañero; quien amablemente pasó por mí, luego de diez minutos, para acercarme a la salida de la ciudad colonial, desde donde planeaba tomar el bus de retorno a la ciudad capital.

Abordé el bus a las once y media y a las doce y doce estaba apeándome en la entrada a la zona del municipio; allí abordé -tres minutos más tarde- el busito que estaba esperando llenarse de pasajeros; media hora más tarde llegué al final de la ruta -en donde había tomado el primer busito de la mañana- y caminé hasta casa; a donde estaba entrando a la una menos dos minutos: -casi- como un reloj.

Durante toda la mañana había tenido activada la localización de whatsapp por lo que Rb había visto en donde me encontraba; además nos habíamos enviado varios mensajes durante todo el tiempo; cuando vine la encontré saliendo de la ducha y terminamos de preparar el almuerzo.

Por la tarde, después de sacar a caminar a sus perros, nos dirigimos a los mercados en dirección sur; compramos varias piezas de pollo para el asado que hemos planeado realizar este día; entre seis y siete de la noche me reuní con mi amigo que trabaja como freelancer en cuestiones de administración de proyecto pues me había pedido ayuda para pasar su exámen de certificación.

En general fue poco lo que tuve que ayudar -ha estado trabajando en el tema desde el año pasado y maneja bastante bien los conceptos- y un poco antes de las siete concluímos la reunión con un resultado positivo: de ochenta preguntas nomás tuvo dos incorrectas.

En la noche terminé de leer el libro de Ciberseguridad para principiantes y traté de empezar con el de Análisis de Datos; pero el pdf es muy pesado para la tablet y he tenido dificultad en cargarlo; debo ver qué otras opciones tengo -o elegir otro libro, aún no sé-.

Y a ver cómo va eso...

El jueves acompañé a Rb a su visita semanal al mercado del centro histórico; aproveché el viaje para avanzar un poco en Conejo Blanco Lobo Rojo -el único libro en papel que he leído en los últimos años- y para comprar un par de zepelines para la visita que había programado para el sábado.

También compré -justo antes de abordar el transmetro de vuelta- un protector transparente para mi celular actual -el anterior sufrió varias caídas (la primera de Rb) y terminó con la pantalla hecha añicos- a un joven que ofrecía estos productos en la calle -cinco dólares-.

Rb había planeado comprar una tira de velcro; en un almacén de telas que se encuentra en el comercial frente a la estación del transmetro que más utilizamos; en el mismo comercial hay un local de donas por lo que también me interesaba pasar por el lugar.

Desafortunadamente no había velcro en el almacén; así que solo nos entretuvimos unos minutos en la tienda de donas; en la cual compré un café y una rellena; luego nos pasamos al comercial desde donde salen los busitos que vienen a la colonia; en el supermercado del lugar compré los zepelines y también un paquete de pan tostado, pues he estado considerando invitar a un café al anciano que anda cortando los arbustos de nuestra calle.

Luego retornamos a casa sin ningún contratiempo; el almuerzo era el último de la serie de pollo asado de la semana -usualmente comemos lo mismo de lunes a jueves-; por la tarde, después de sacar a caminar a los perros nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: Rb quería comprar el velcro en una tienda del lugar y yo adquirí una bolsa de marshmellows empaquetados individualmente -planeo compartirlo en los convivios de fin de año-.

El viernes el trabajo estuvo tranquilo; todo lo demás estuvo bastante movido: me estuvieron llamando (comenzaron el día anterior) para coordinar una visita al departamento de mis hijos para revisar el router de internet; y estuve -también desde el día anterior- coordinando la adquisición de la pieza que le hace falta al auto.

Al final escribí hasta mi ex supervisor en el imperio del norte -habíamos tenido una video llamada un par de noches antes, luego de una llamada en diciembre pasado, luego de casi una década de silencio- para que me ayudara con el asunto: no había podido encontrar en el país la bendita pieza.

Habíamos intentado con varios lugares de venta de repuestos -incluyendo la agencia-; llamé a mi tío -que trabajó más de veinte años como mecánico en los talleres de la policía nacional-, estuve buscando la pieza en Amazon y en Ebay -le pedí a mi hijo ayuda con la adquisición, pues él es experto en el tema-.

Y al final final fui salvado por mi amigo asiático que se encuentra en el espectro -o sospecho-: hoy viene de una conferencia de Inteligencia Artificial que celebraron en Atlanta y le había escrito un par de noches antes para pedirle que me trajera la pieza -el plan era pedirla en ebay y que se la entregaran en el hotel-.

Pero, el jueves, me comentó que podía ir a la tienda física pues estaba a pocas calles del lugar de la conferencia; en la mañana del viernes me llamó para confirmar el tamaño del motor y luego comentarme que no había stock de la misma; pero que esperaba ir a otros lugares.

Al mediodía -justo antes de que confirmara la compra de la misma en un sitio web- me llamó para confirmarme que ya la había adquirido (setenta dólares) y nos pusimos de acuerdo para vernos un momento el lunes por la mñana para la entrega.

Fue un viernes bastante intenso pero, espero, que sea un paso la reparación del automóvil; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y, por la noche, avancé con el libro de No Ficción en turno: The Road of Character; la verdad el libro ha sido bastante difícil de leer y estuve de acuerdo con el comentario general de GoodReads sobre el mismo: no vale la pena.

Y a ver cómo sigue eso...

jueves, 10 de octubre de 2024

Los doscientos días... The two hundred days... Les deux cents jours...

Este día cumplo doscientos días -pueden ser más o menos, lo más seguro es que un poco más- de estar meditando antes de dormirme y después de levantarme; empezó con el libro Why I can't meditate y la idea de que puedo ir poco a poco: total, tengo el resto de la vida para aprender a hacerlo.

Empecé a finales de marzo con diez minutos -en el templo zen y luego en soledad había probado muchas veces con veinte minutos- y he ido aumentando un minuto cada cuncuenta días; el plan es llegar a mil días de esta práctica -serían treinta minutos por la noche y treinta minutos por la mañana- y luego considerar el futuro.

Quiere decir que terminaré este ciclo dentro de un par de años -ya tengo el calendario para el 2025-; para entonces espero tener arraigado ya el hábito de meditar diariamente; con lo quen no espero haber 'resuelto' mi vida; pero quizá -solo quizá- ver un poquito más claramente.

Esta es, al parecer, la semana de los premios nobel -y de la inteligencia artificial, claro-: me he enterado que el de física se lo adjudicaron a un par de científicos que trabajaron en el desarrollo de las redes neuronales; y que el de química a otro par de científicos que usaron la IA para el trabajo con la microRNA.

Y acabo de leer que el de Literatura -tan político- se lo otorgaron a una escritora surcoreana; coincidentemente leí un libro de ella hace un par de años: la vegetariana; creo que lo leí en inglés -recuerdo que publiqué la portada del mismo en mi timeline de facebook- y me pareció, en general, interesante; estoy considerando leer La Clase de Griego.

En mis siete -casi ocho- líneas de lectura: en ficción estoy leyendo Bang Bang Bodisathva; aunque al inicio había decidido no leerlo -creo que me dije que había leído bastante literatura queer- en general me está gustando el desarrollo de la historia.

En español acabo de terminar de leer Los Escorpiones -reminiscente de Infinite Jest-; me pareció interesante y, aunque al principio, el final me decepcionó; creo que tiene sentido que la escritora lo terminara como lo termina: sin sentido.

Y empecé a leer Sin querer queriendo, la autobiografía de Roberto Gómez Bolaños; le comentaba a Rb que -oh sorpresa!- realmente es un reflejo del privilegio: o sea, el famoso comediante es sobrino de expresidentes de su país -su madre pasó (creciendo) una década en New York-.

En la línea que era francés pero lo cambié por algo interesante: The happiness trap; es del mismo autor que mi último libro de psicología (Commitment and Acceptance Therapy) por lo que muchos de los conceptos los estoy encontrando como un repaso.

En no ficción me está costando avanzar con The road to character: examina la vida de individuos que el autor considera como grandes líderes -o grandes personas- y me cuesta ver más que un conjunto de privilegios; pero he encontrado algunos pasajes interesantes: como el hecho de que, al parecer, en el pasado los escritores realmente eran tomados como profetas -o referentes-.

En francés -que es lo que más estoy leyendo, relativamente-, Un homme qui dort; también se me ha hecho cuesta arriba pues el estilo es bastante diferente a lo que había leído en este idioma -o en español o en inglés-: está escrito en segunda persona y casi exclusivamente como introspección.

En tecnología sigo con el libro de ciberseguridad para principiantes; es un repaso de los conceptos que he estado manejando desde hace tres o cuatro años -cuando me metí al master en ciberseguridad de la universidad española-; quiero terminarlo para leer uno de Análisis de Datos.

Y, en psicología/meditación, continuo con Mindfulnes in plain english; que se trata de vispassanna; justo lo que la abadesa del templo zen me sugirió alguna vez que practicara -por mis dificultades con Zazen- y que me negué rotundamente; igual, sigo en mi propio camino con la meditación.

Y a ver cómo sigue eso...

El lunes el trabajo estuvo tranquilo; por la mañana Rb fue a su cita con el practicante de medicina alternativa que ha estado viendo desde hace unas semanas; ayer que conversábamos sobre sus achaque me comentaba que sentía que no le estaba ayudando pero que, por estar a la mitad del tratamiento que ya pagó, lo concluiría antes de ir a ver a un traumatólogo.

Por la mañana fui a hablarle a uno de nuestros vecinos a quien a veces saludo: nuestro mecánico no había dado señales de vida luego de una semana de estarlo llamando y queríamos ver otras posibilidades: este vecino trabaja como taxista y hemos visto frecuentemente a un mecánico en su casa.

Me brindó el número de su mecánico regular -y luego me envió por mensaje el de su mecánico alternativo- y lo contacté para que viniera a ver el automóvil; por medio de whatsapp acordamos que vendría el miércoles a las ocho de la mañana.

Y justo al mediodía se apareció el mecánico regular; y sí: el selector de la caja de velocidades necesita cambio; se llevó la pieza y nos comentó que la cotizaría y nos enviaría la cantidad necesaria para adquirirla; le escribí al otro mecánico para cancelar la visita del miércoles; por la tarde, luego del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los lunes.

El martes, por la mañana, le escribí al papá de mi primo que traje hace un par de semanas a casa: lo visité hace como seis años -la última vez que Rb salió de viaje (a Medellín)- y luego, a través de los años he estado posponiendo una nueva visita.

Cuando ví a mi primo me comentó que su papá estaba recuperándose de una operación a causa de una hernia; el martes lo contacté por whatsapp y le comenté que iba a andar cerca de su casa el sábado por la mañana y que quería pasar a saludarlo, a las 9:00; me respondió que me estaría esperando.

Estoy considerando llegar temprano al pueblo en el que creció mi papá -y está enterrado- y pasar a desayunar antes de dirigirme a la casa de mis tíos -viven al menos dos en la casa que dejaron mis abuelos paternos-; también estaba pensando en quedar con un compañero de trabajo que vive en las cercanías.

Por la tarde, luego del horario laboral; nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección sur: debíamos algunos alimentos en el supermercado -y un cartón de huevos en la tienda de las verdura-; por la noche empecé a ver la última película de Hellboy; no me gustó: las anteriores se centraban -creo- en monstruos, esta se centra en brujas.

Ayer miércoles -y el día anterior- no me quedé trabajando en la cama luego de meditar; ambos días -casi al terminar mi periodo de meditación- escuché que la perra más anciana de Rb se puso a chillar para salir al patio: ambos días la saqué y me quedé trabajando en el comedor -pues últimamente se queda en el exterior más tiempo que en el pasado: nomás viendo al vacío-.

Total que ambos días, en lugar de lo habitual: retornar a iniciar mi jornada laboral en cama, me he quedado en la mesa del comedor; el trabajo ha continuado bastante ligero; es más, el día anterior antes de dirigirnos al mercado pude completar el par de tareas que me asignaron del freelance para iniciar actividades.

Durante la tarde  me puse a elaborar uno de mis últimos proyectos: la preparación del playlist que quiero que amenice mi servicio funerario; el otro pendiente es preparar un documento con información que le serviría a Rb en este evento: detalles sobre el servicio y a quiénes notificar.

Básicamente se me ocurre que sea una reunión estilo cuáquera tradicional: en silencio y que hable quien reciba en su espíritu el deseo de hablar -aunque no creo en el espíritu, alma, o similares-; creo que es importante para el procesamiento.

Escribí un poco de código para bajar la parte del sonido de videos de Youtube y luego me puse a recolectar direcciones de internet de videos musicales; al final terminé con dos archivos de más de hora y media de duración; los cuales copié al Samsung que aún uso para escuchar música mientras conduzco.

Son -por ahora- cinco archivos: el más pequeño de media hora y el más largo de casi dos; con una selección bastante ecléctica -aunque me falta aún música en francés (o portugués)-: desde reggaeton en español hasta rock de mi adolescencia.

Anoche continué con la película de Hellboy: the crooked man -es una tarea en mi app de Kanban- y luego -mientras Rb veía sus programas de Drag Queens en la computadora- continué con el ciclo actual de The happiness Trap; a las once me retiré a mi habitación.

Hoy es el primer día de vacaciones -del par de jueves que me obligan a tomar mensualmente- y había planeado levantarme a la hora normal (seis y media) y realizar las actividades cotidianas hasta la hora en la que acompaño a Rb al mercado (nueve y cuarto); pero me desperté un poco después de las cinco y media y no pude volver a dormirme.

Creo que escuché ruidos bastante tempranos -en el sueño escuché a Rb (o a su perra) quejarse- pero continué durmiendo; luego estuve teniendo un sueño bastante extraño: la mamá de mis hijos me citaba en un lugar para -creo- entregármelos ; el sueño era bastante bizarro porque, en el mismo, mi hija segunda había retornado de estudiar del Imperio del Norte.

O sea, la edad de mis hijos era -más o menos- como la actual; pero, al parecer, el grande y el pequeño aún vivían con ella y la misma ya no quería: nos reuníamos en una casa bastante grande y llegaba acompañada de su pareja.

En el sueño, coordinábamos con mis hijos la distribución del apartamento en el que viven actualmente la grande y el menor; y yo veía como las dos chicas empezaban a ponerse al día de los últimos cinco años que la mediana ha estado viviendo en el imperio del norte.

El sueño estuvo bien raro -la verdad nunca me metí en la vida de la mamá de mis hijos luego de que nos separamos- y me despertó completamente; un poco antes de las seis de la mañana me encontraba escuchando el tránsito -por alguna razón lo noté más que otros días- y me levanté a meditar -y a iniciar el día-.

Y a ver cómo va eso...

domingo, 6 de octubre de 2024

Las IAs... The AIs... Les IAs...

Desde hace unos meses he estado colaborando -por unos centavos de dolar por hora- con una empresa canadiense para entrenar la inteligencia artifical que estándesarrollando -o ya ajustando quizá-: me anoté al programa e hice algunos trabajos de reconocimiento de imágen; luego -como ella estaba de baja por razones médicas- le pedí a mi hija que completara algunas tareas.

Al final nos 'ganamos' como setenta dólares en dos meses -los que aboné a la línea de crédito que ha estado bastante abultada para mi hija, debido a su curso de Técnico en Emergencias Médicas y a la misma baja médica- y después no tuve muchas noticias del programa: no hubo asignación de tareas por varios meses.

Hasta que el mes pasado me contactaron para aplicar a una posición para redactar prompts: se supone que se requiere un BA o en proceso de un PhD (al final tengo un Msc) y tener conocimientos de nivel experto en alguna área; por supuesto elegí tecnología.

La semana pasada me mandaron una evaluación -no sé por qué sigo siendo tan bueno en este tipo de pruebas- para medir mi nivel de tecnología y programación; las preguntas de código estuvieron interesantes -'comprobé' luego algunas con las IAs de las cuales me sirvo y la respuesta de la mayor parte estaba correcta-.

Se supone que el pago en horario es un poco mejor (como la mitad del salario mínimo actual de la ciudad del imperio del norte en la cual viví hace como veinte años): usualmente por acá se gana como la cuarta parte de lo que gana nuestra contraparte en el Imperio; hace un par de días me enviaron unos documentos para revisar el proceso -se vé bastante complicado- y se supone que esta semana debo realizar una última prueba antes de empezar con el trabajo serio.

Y a ver cómo va eso...

El lunes el trabajo estuvo tranquilo; cerré la tarea que aún tenía activa y me puse a buscar mi siguiente asignación: creé una nueva tarea que, espero, me tomará una semana para darla por finalizado; después de la reunión tuve una pequeña conversación, por whatsapp, con el mejor amigo de mi hija mayor (aunque realmente no han tenido comunicación desde el año pasado): me comentó que se casaba este mes y que quería invitarme a la iglesia, pero no a la recepción, porque ya no tenía cupo.

Agradecí su invitación y le indiqué que usualmente planeaba mi agenda con varios meses de anticipación; me compartió el evento (por Canvas) y me metí de una vez al sitio del almacén en donde usualmente nos proveemos de artículos para el hogar -allí habían ‘elegido’ sus regalos de boda- para comprarle un presente (una olla de cocina).

La SM que me está apoyando con el evento de ciberseguridad publicó el volante del día; cuando estaba preparando el exámen que enviaré el viernes me percaté de que uno de los volantes de la semana pasada tenía un error: uno de los conceptos tenía una definición similar a uno del volante anterior.

Le pedí a la SM que lo reparara y luego, aprovechando el error, lancé un challenge para otorgar puntos extras a quien pudiera encontrar y reportar el error; dos personas lo hicieron completamente y otras tres -entre ellas mi supervisora, parcialmente.

Al mediodía preparamos unos wraps con papel de arroz pero no salieron tan bien porque los ingredientes estaban calientes y eso hacía que el wrap se suavizara; pero el almuerzo estuvo bien; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los lunes; por la noche completé el primero de los diez archivos json sin ningún error; y empecé con el segundo, que tiene varios errores por corregir; serán unas semanas interesantes; mi objetivo es dominar las mil seiscientas preguntas que repartí en estos diez exámenes.

El martes me levanté a meditar a las seis y media; luego entré a la reunión y después me puse a realizar los primeros movimientos financieros del mes: transferir los treinta dólares con los que contribuyo (eso y el internet) mensualmente a los gastos fijos de Rb.

Luego pagué los noventa dólares del mantenimiento mensual del apartamento de mis hijos -le envié copia a mi hija mayor para que notifique al administrador- y actualicé el registro que llevo hace más de cinco años sobre mis gastos diarios.

Allí noté que en estos cinco años han habido cinco meses en los que me he sobrepasado completamente del gasto medio: el segundo año en dos ocasiones; la primera fue el cuarto mes del segundo año, por el pago del master en ciberseguridad que obtuve en línea con una universidad española; el mismo año, pero el último mes, por ayudar a mi padre para que saliera de una deuda por la que le estaban embargando parte de su salario. 

Y las otras tres han sido por mi hija segunda: hace un par de años por los pasajes del viaje a Japón; el noveno mes del año pasado y el primero de este para completar los pagos de su último año de estudios (se supone que estas últimas dos ocasiones fueron un préstamo, pero no cuento con el reembolso -aunque ya abrió una cuenta bancaria para iniciarlo-).

También noté que mis gastos totales durante estos cinco años han sido un poco menores al valor del apartamento que adquirí para mis hijos este año; por lo que creo que puedo darme por satisfecho con el manejo de mis finanzas.

El resto del día estuvo bastante tranquilo; almorzamos nuevamente los wraps con papel de arroz que preparamos el día anterior, sacamos a caminar a los perros y, después del horario laboral, fuimos a los supermercados que quedan en dirección norte.

Allí compré un par de paquetes de bolsas de basura: mi hijo menor me los había pedido el fin de semana; por la noche estuve avanzando con The Happiness Trap y un poco de L'épaisseur d’un cheveu; también llegué casi a la mitad del segundo de los diez archivos que estoy repasando para mantenerme al día con PSPOI, CompTIA y CEH.

El miércoles me levanté media hora antes (a las 6:00) porque quería, entre la meditación y la reunión diaria, avanzar en la tarea en la que estoy trabajando estos días; lo que me resultó bastante bien; después de la reunión diaria hice mis lecciones de Duolingo (nuevamente estamos en el challenge semanal con Rb) y después estuve leyendo un poco del libro en francés; después me dormí un poco (pero puse una alarma para las nueve y veinte porque tenía la reunión quincenal con mi supervisora).

Cuando la alarma sonó me levanté a preparar mi desayuno y lo tomé mientras me reunía con mi supervisora; la reunión, como de costumbre, estuvo bastante tranquila: nomás revisando los asuntos laborales que están en marcha.

Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche terminé el libro de francés y avancé en otro par: completé el ciclo del de ciberseguridad y dejé a medias el de Mindfulness.

Trato de no jugar ajedrez antes de dormirme pues usualmente acelera mi ritmo cardíaco; ayer en todo el día no había ganado ni una sola partida de todas las que jugué contra el teléfono y en la noche puse un poco más de atención.

Usualmente le deso buenas noches a Rb y me retiro a mi habitación a las once -luego de lavarme los dientes-; generalmente leo un poco, luego medito y luego me duermo -alrededor de la medianoche-; pero ayer -como alguna otra noche- me puse a jugar ajedrez en vez de leer; luego de tres o cuatro partidas por fin pude hacer jaque mate; pero, a pesar de haber leído un poco a continuación, me costó bastante concicliar el sueño.

Entonces me puse a pensar que tengo cincuenta y un años y que, a pesar de que la edad promedio máxima de un hombre en nuestro país es de sesenta y nueve o setenta años, quizá pueda llegar a vivir, digamos, setenta y cinco.

Si ese es el caso, quiere decir que aún podría vivir, quizá, veinticuatro años; y me puse a pensar que podría dividir ese período en tres grandes fases y planear su desarrollo de esa forma; creo que podría trabajar como estoy en este momento hasta los cincuenta y nueve o sesenta; luego empezar a bajar el ritmo -medio tiempo? parcial?- durante los siguientes siete u ocho años; y dedicar los últimos (si llego) ocho años a hacer trabajo completamente voluntario; siempre he dicho -y lo sostengo- que quiero morirme trabajando; quizá lo ideal es agregar, no por dinero.

A pesar de haberme dormido bastante tarde anoche, no me costó levantarme hoy: me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama para entrar a la reunión diaria; después de la misma me quedé en la cama pero no me volví a dormir; me puse a buscar videos para iniciar y cerrar la tercera fase del evento de ciberseguridad que estamos llevando a cabo; luego me puse a hacer Duolingo.

Un poco antes de las nueve salí de la habitación ya que Rb sale los jueves a las nueve y cuarto y usualmente me pide que salga en caso sus perros quiieran salir al patio; desayuné y me puse a revisar los dispositivos conectados a nuestro router -y a instalar una herramienta de ‘testeo’ de ciberseguridad de puntos de acceso a internet-.

Un poco más tarde saqué la basura -había bastante porque, el día anterior en que pasa el servicio(martes), habíamos retornado la basura pues llegó la noche y no pasó el camión - y, aproveché para conversar un poco con el anciano que se ha encargado desde hace unos meses de mantener controladas las ramas de los árboles de la calle.

Por la tarde Rb acudió a su sesión de acupuntura/masajes/fisioterapia y, después de que terminó mi horario laboral, me dirigí a la clínica: habíamos acordado que la iba a esperar fuera para pasar retornar a casa; me tocó caminar bastante rápido pues por estar viendo algunos aspectos del trabajo salí algo tarde de casa; llegué con un par de minutos de retraso al lugar pero ella salió como diez minutos más tarde; de vuelta pasamos a la panadería a comprar el pan de mis desayunos.

El viernes estuvo raro: me levanté a desayunar y luego estuve viendo algo en la computadora -lo que hago usualmente antes de entrar a la reunión diaria-; y nadie abrió la reunión; me metí al calendario y me dí cuenta que la habían cancelado para ese día.

Me puse a trabajar en el envío de la evaluación de la segunda fase del evento de ciberseguridad que estamos llevando a cabo y luego trabajé un rato en mis asignaciones actuales; al mediodía almorzamos pescado: yo había guardado, en el freezer, la mitad del mío hace un par de semanas y nomás había que calentarlo; Rb preparó otro de los que envió mi madre la última vez que fui al puerto; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes.

El sábado me levanté a las seis de la mañana; había planeado hacer ejercicios en la bicicleta estacionaria y desayunar antes de salir: habíamos quedado con uno de mis últimos amigos del voluntariado en encontrarnos a las ocho y media en un McDonald’s cerca del centro histórico.

Pero no pude hacer los ejercicios ni el desayuno: Rb me había pedido la noche anterior que sacara una bolsa de mango licuado del freezer; y es bien complicado reordenar todos los congelados para que cierre sin que el frío se escape.

Total que nomás hice lo del mango, me bañé y me dirigí al centro; el auto no lo hemos tocado desde el domingo anterior; se suponía que el mecánico iba a venir el lunes; el martes lo llamé y dijo que iba a venir el martes; luego esperamos hasta el jueves y ofreció venir el sábado.

Caminé hasta el lugar en el que pasan los buses intermunicipales y luego tomé, en el periférico, el transmetro; un poco antes de las ocho estaba en el centro histórico -a unas diez o doce calles del Mc Donald’s al cual me dirigía-.

Llegué al lugar con quince minutos de anticipación y aproveché para hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; luego jugué algunas partidas de ajedrez, esperando a mi amigo; como no había desayunado -y él no había llegado quince minutos luego de la hora acordada- lo llamé pero no me contestó; decidí esperar otros quince minutos y, si no aparecía, comer algo en el lugar y luego retornar a casita; pero cinco minutos después me llamó para comentarme que estaba entrando al lugar.

Luego nos pasamos el siguiente par de horas en el lugar, entre desayuno y conversación sobre las últimas novedades de la vida de cada uno: tiene tres años de casado -la hija de su esposa (que tiene veinticuatro años) vive con ellos- y en algún momento a principios de año consideró regresar a vivir solo, por los dramas familiares.

Al principio de nuestra reunión le había entregado un presente: el día anterior había envuelto en papel de regalo el mini ajedrez que mi amigo asiático autista me trajo de su último viaje al imperio del norte; casi al terminar la reunión le propuse que hiciéramos un plan de pagos (hace más de dos años le presté ochenta dólares) y ví que cambió momentáneamente el color de su rostro; pero estuvo de acuerdo, aunque no tanto como para comprometerse en el acto.

A las once le propuse que camináramos hasta el lugar en el que debía tomar el transmetro para regresar a casa -el lugar queda en la ruta que él debía tomar luego de la reunión- y a las once y veintisiete le escribí a Rb para comentarle que estaba abordando la unidad; me apeé en la penúltima estación y de allí caminé hasta el comercial en donde tomamos los busitos que vienen a la colonia; un poco después de las doce y media estaba entrando a casa.

Almorzamos un caldo de pollo con las pechugas y piernas de la mezcla que habíamos estado consumiendo durante la semana  y luego sacamos a caminar a los perros; por la tarde estuve leyendo la última parte del ciclo de Bang Bang Bodhisattva.

También fuimos a los mercados en dirección sur pues necesitábamos adquirir pollo -y otros ingredientes- para los almuerzos de la próxima semana; en la noche terminé de ver The Wolfs -Bradd Pitt y George Clooney- y vimos un capítulo de una serie de HBO sobre un estudiante musulmán que mata -bajo los efectos de drogas- a una chica; terrible.

El domingo había planeado hacer una rutina de ejercicios en la bicicleta estacionaria al nomás levantarme; me levanté a las seis y media, medité y me puse las pesas de tobillos; elegí una rutina de veinticinco minutos en Youtube y completé la misma.

La verdad no me gustó; o sea, como que el inicio dle día no es mi momento ideal para ejercitarme; después de la rutina me bañé y luego preparé el desayuno de los fines de semana; el resto de la mañana estuve actualizando la página web en la que tengo mi perfil profesional, después de hacer Duolingo; también estuve dormitando un poco a media mañana.

Almorzamos alitas de pollo y arroz con huevo y, luego de sacar a caminar a los perros, me pasé casi toda la tarde en Youtube: viendo algunos videos de los canales que sigo y revisando algunos de una Booktuber; luego bajé tres o cuatro libros para las líneas de español y francés.

Luego leí la segunda mitad del ciclo actual del libro de francés: se me está haciendo bastante cuesta arriba pues la mayor parte es introspección (y en segunda persona) pero al fin lo terminé y me pasé a la última parte de Los Escorpiones.

Y a ver cómo sigue eso...