Estoy leyendo un libro de un neurobiólogo de Stanford que proclama que no existe tal cosa como el libre albedrío; que todos estamos determinados por nuestros genes y el ambiente en el que vivimos; la verdad lo encuentro bastante deprimente y me está costando avanzar en el mismo.
Me llama la atención una frase: ‘concluir exitosamente el plan de ochenta años al seleccionar una casa de retiro’; o sea, deprimente; de todos modos el verdadero final es la muerte; y para eso no hay ninguna opción.
Y vuelvo a la carrera profesional: he tratado de vivir la vida pensando que puedo hacer algo por mejorar mi situación -ninguno de mis padres estudió (en su niñez) más alla de la primaria; aunque mi madre sacó el bachillerato un año después que yo y mi padre obtuvo un nivel medio Universitario hace un par de años-.
Y me llama la atención la forma en que algunas personas llegan a encontrar su pasión; dos ejemplos: una de las grandes figuras de la ciberseguridad de España (según un video que ví hace unas semanas) estudió Fisioterapia, se metió al ejército y allí la capacitaron para ser una de las líderes de la ciberseguridad en su país.
Otro: un profesional de la ciberseguridad en el Imperio del Norte, cuenta que estudió para ser -y trabajó como- maestro; que luego un amigo que estaba formando su empresa involucró a todos sus conocidos para obtener accesos de seguridad en el gobierno; que la empresa de su amigo nunca funcionó pero que ese acceso le permitió desarrollarse en el campo.
En fin.
El domingo, al final de la tarde, continué leyendo Head First Data Analysis en mi computadora con Fedora 39 -no pude conseguir el libro en formato epub (en el que leo en mi tablet) y es bastante incómodo leer pdfs allí-; por la noche vimos el segundo capítulo de Sharp Objects con Rb y continué avanzando con The Gratitudes; también empecé a leer The Mindfulnes Toolbox, en la línea de psicología/meditación.
El lunes, creo que la perra más anciana de Rb estuvo, otra vez, chillando por la madrugada -para que le dieran su ración diaria de pollo-; pero creo que no me despertó por completo, nomás me alteró un poco el sueño; como acaban de cambiar el horario en el Imperio del Norte había decidido levantarme una hora más tarde; a las siete y media me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama.
Después de la reunión me levanté y preparé mi desayuno; Rb salió a la clínica en la que le están inyectando neurotropas -la penúltima inyección, de seis- y yo estuve en la mañana trabajando en el formateo del cuarto grupo de preguntas para la certificación CEH; estuvo un poco complicado porque no había extraído dos grupos de preguntas -cada uno de cincuenta-.
Al mediodía almorzamos el arroz con menudos y zanahoria que preparamos el día anterior y, después de sacar a caminar a los perros de Rb, le preparé té de manzanilla y me preparé una taza de café; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.
El martes me pasé casi todo el día inquieto, tratando de no ver estadísticas en las redes sociales o en general en Internet; por alguna razón tenía esperanzas de que no se dieran los resultados que al final se dieron.
O sea, al final eligieron a una persona condenada por diversos delitos en lugar de a una mujer (hija de inmigrantes, por cierto); en un país en el que más de la tercera parte de la población puede identificarse de la misma forma; me imagino que el mensaje de ellos contra nosotros siempre tocará una fibra muy sensible -y profunda- de los grupos en todas partes; serán cuatro años interesantes -como ha sido siempre-.
Por la mañana pagué el servicio de Internet del apartamento de mis hijos -me percaté que incrementaron el precio del servicio y recordé que algo me habían comentado la última vez que los visité-; por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur.
Teníamos que comprar bananos para los desayunos y yo adquirí algunos ingredientes para los desayunos que planeo preparar el tercer y cuarto sábado -he invitado a un par de conocidos a venir a desayunar a la casa de Rb-; también compré coquitas para un par de meses.
El miércoles me levanté con la noticia de que se repetirían -o se incrementarían- las idioteces de hace cuatro años en el Imperio del Norte; el día anterior me había pasado casi todo el día inquieto; el miércoles me pasé una buena parte del día de bajón.
Al final me dije que ni siquiera era mi país el que había -otra vez- realizado una elección decepcionante -de todos modos siempre terminan afectándonos sus acciones-; además, no debería sorprendernos: es nomás el reflejo de la realidad (racismo, machismo y así).
Rb fue a su última cita a la clínica de acupuntura; por la mañana llamé a mi amigo que reside -de forma ilegal- en la ciudad del Imperio del NOrte en la que pasé algunos meses hace ya casi dos décadas; estuvimos conversando un rato y por supuesto que su percepción es de esperanza con la elección realizada (la ignorancia de la gente).
Antes del mediodía estuve procesando las preguntas (más de trescientas) del último -cuarto- libro de CEH que adquirí hace unos meses; me costó un poco pues me habían faltado dos bloques de veinticinco preguntas cada uno; pero al final logré que la carga en mi aplicación se realizara correctamente.
Después del mediodía llamé a mi único amigo de la infancia -le había escrito para preguntarle si podía llamarlo-; pero, al parecer, estaba trabajando en el muelle local -no podíamos escucharnos-; le pregunté por una hora para llamarlo al día siguiente y me indicó que a las siete de la mañana.
Al finalizar el día laboral -a las cuatro y media, por el cambio de horario en el imperio del norte- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve viendo Sharp Objects -con la esposa de Superman- y empecé a ver The Old Man.
El jueves terminé de leer el libro con la autobiografía de Chespirito; quería ya dejarlo atrás para leer el último (?) libro de Murakami; también quería terminar de leer el único libro en papel en el que me he embarcado en los últimos años: Conejo Blanco Lobo Rojo.
Este libro lo rescaté de la pila de libros que mi hijo iba a tirar cuando le tocó moverse al departamento; y lo había estado leyendo únicamente los jueves -que es el día que acompaño a Rb (cuando tengo vacaciones) a sus visitas al mercado en el centro histórico-.
Y me urgía terminarlo pues la última vez que nos reunimos con mi segunda ahijada profesional había prometido que se lo regalaría en la siguiente ocasión que desayunamos (mañana nos reunimos en un restaurante del centro histórico).
A pesar de que los tres días anteriores me había estado levantando a las siete de la mañana -debido al cambio de horario en el imperio del norte- este día me levanté a las seis y media: medité y luego retorné a la cama.
A las siete de la mañana llamé a mi único amigo de la infancia; y lo desperté; pero luego estuvimos conversando durante más de una hora (!): hace un mes había tenido una situación bien delicada con su pie (y también murió su hermano mayor).
Un poco después de las ocho nos despedimos y me levanté a desayunar -y a hacer Duolingo-; después nos dirigimos con Rb al mercado del centro histórico -yo llevaba conmigo Conejo Blanco Lobo Rojo-.
La verdad aún andaba un poco desanimado por el ambiente virtual en general; pero me ayudó que el tránsito estaba super pesado y preferimos caminar el par de kilómetros para abordar un autobús intermunicipal.
El Transmetro no estaba muy lleno y el mercado, en general, igual que de costumbre; aunque es interesante que las locatarias se pongan violentas (sarcásticas, realmente) cuando uno decide no comprar algo por estimar que le ponen el precio muy alto.
Antes qe entrar al mercado le había pedido a Rb que me acompañara a una tienda de ropa usada que queda justo frente al mismo; allí conseguí una corbata de color dorado -que planeo utilizar en el convivio de trabajo de fin de año; el tema es: black and gold-.
Después del mercado pasamos al supermercado en donde Rb termina de realizar las compras semanales -me compró una docena de muffins- y luego retornamos a casita; yo vine a encerrarme en la habitación y terminé -por fin- el libro de Chespirito y el libro en papel.
Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y luego -al tiempo que lavaba los trastes del almuerzo- preparé té para Rb y café para mí; después -a las cuatro y cuarto- me dirigí al pollo frito de una de las familias que poseen esta finca que llamamos país.
Había quedado de reunirme, a las cinco y media, con mi amigo el poeta; afortunadamente tránsito estaba bastante fluido por lo que llegué al lugar un poco después de las cinco; pedí un café y un muffin y me dispuse a esperar; mi amigo llegó a la hora programada -cinco y media- y nos estuvimos un par de horas entre cena -él invitó- y conversación sobre la situación general mundial y su situación personal: hace un par de meses salió por primera vez del país para pasar unas semanas en Berlín (visitando con su pareja a unos amigo que llevan un par de décadas de residir en el lugar).
Pero, por la situación general -cree- ha estado sufriendo molestias cardíacas -cambios de presión y dolores esporádicos- por lo que ha estado en observación médica -al parecer su médica sospecha de exceso de estrés-.
A las siete y media nos despedimos -mi amigo anda en bicicleta y no quería retenerlo muy tarde- y me comentó que la lluvia había estado bastante fuerte por la Universidad -debo pasar por allí como a la mitad de mi camino y su pareja es profesora en la escuela de comunicaciones-; temí que el tránsito estuviera descontrolado.
Y sí, estaba algo pesado -justo por el lugar en donde tuve el percance automovilístico a principios de año- pero no extremadamente; un poco después de las ocho estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb.
Entré justo cuando Rb estaba terminando una reunión de trabajo que había empezado a las siete; yo aún tuve el tiempo para entrar a la parte final de la primera clase de manejo de herramientas digitales que está brindando un brazo cultural de la embajada del imperio del norte.
Luego vimos otro capítulo de Sharp Objects y completamos nuestras lecciones nocturnas de Duolingo; para terminar la noche entré de lleno en el siguiente libro de francés de mi lista (el vigesimo primero en este idioma): Comme un long accident de char.
El viernes me levanté antes de que la alarma de las siete y media sonara: por alguna razón había estado soñando bastante vívidamente durante un buen rato; medité y luego salí a por la computadora; aunque me quedé un rato en el comedor pues la perra más anciana de Rb había querido salir y usualmente se queda un gran rato afuera; y no quería levantarme de la cama o que despertara a Rb cuando empezara a rascar la puerta pidiendo entrar.
Pero no se quedó mucho tiempo afuera: unos minutos más tarde rascó en la puerta; la dejé entrar y me retiré a la cama; entré a la reunión pero -al igual que la reunión de hace dos días- no participé directamente en la misma pues se han estado enfocando en temas más urgentes.
Cuando la reunión terminó me levanté a desayunar; salí a comprar el pan para los desayunos del fin de semana -y un poco de culantro- y me sustituí el pan francés de costumbre por una tortilla de harina -ya que no utilizaré el paquete en los almuerzos con mis hijos este año-.
Rb Salió a la clínica cercana en la que se ha estado inyectando neurotropas; aunque en esta ocasión se trataba de su vacuna anual contra la influenza; por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los viernes.
El Sábado me levanté a las seis y media: había quedado de reunirme a las nueve -en una cafetería del centro histórico- con mi ahijada y había decidido desayunar antes de partir; me levanté a desayunar, luego hice Duolingo -ahora quitaron las prácticas para reponer corazones- y después estuve leyendo en la cama; un poco antes de las ocho me bañé y me preparé para salir.
Rb se levantó un poco antes y me despedí de ella antes de dirigirme al centor histórico; el tránsito estaba bastante pesado: a pocas cuadras de la calle en la que vivo el boulevard estaba completamente lleno.
Afortunadamente no hubo detención total de la circulación por lo que unos minutos antes de las nueve estaba llegando al lugar de la reunión; el parqueo estaba lleno por lo que tuve que ingresar al del otro lado de la calle (del cual, me imaginé, el restaurante cubriría sólamente una parte).
Mi ahijada llegó unos minutos después de las nueve y estuvimos un par de horas en el lugar entre desayuno (mi segundo desayuno), conversación, pastel y -al final- una fotografía (unos días antes le había enviado un recuerdo de la red azul: una fotografía de hace once años); también le regalé el libro Conejo Blanco Lobo Rojo.
Algo que me sorprendió bastante fue que me contó que acababan de terminar la relación -de once años!- con su novia (yo las había conocido a ambas, en el voluntariado, antes de que empezaran a salir); me conmovió ver que los ojos se le ponían llorosos mientras me comentaba ligeramente la situación.
A las once nos despedimos y retorné a casa -en efecto, tuve que pagar tres dólares (de cinco) de parqueo-; el tránsito de vuelta estuvo más ligero y un poco después estaba parqueándome frente a la casa de Rb.
Preparamos un caldo de pollo para almorzar y luego sacamos a caminar a sus perros; a media tarde le preparé té a Rb -yo no quise tomar nada pues dos desayunos y un almuerzo abundante me habían dejado en el borde de la indigestión-.
Por la noche ví el tercer capítulo de Lionness y vimos con Rb el último capítulo de Sharp Objects; la verdad no me gustó el final: me molestan los twists sobre twists; pero bueno, también ví un capítulo de The Old Man.
El domingo me levanté a las seis y media; aún me estaba sintiendo bastante lleno de las comidas del día anterior por lo que decidí no desayunar; nomás medité y retorné a la cama; en donde estuve dormitando hasta las siete y media que escuché que Rb se levantó.
Habíamos quedado de que la iría a dejar a su iglesia a las ocho pues debía dar una clase a un grupo de jóvenes; al final decidió salir un poco más tarde por lo que pude estar un rato más en cama; revisando mis correos me percaté que una de mis contactos en Duolingo me obsequió siete días de su plan familiar; por lo que no me preocuparé durante siete días por la cuestión de los corazones.
A las ocho y cuarto Rb me pidió que la fuera a dejar y aprovechamos para pasar a llenar el tanque del auto en una gasolinera del camino -treinta y cuatro dólares-; la dejé en el parqueo de su iglesia -se veía todo desolado- y retorné a casita.
A las nueve menos cuarto le dí la comida a los perros de Rb; afortunadamente todo estuvo normal en el proceso; luego he estado viendo un poco de The Old Man y realizando las lecciones matutinas de Duolingo.
Y a ver cómo sigue eso...