martes, 2 de septiembre de 2025

La vida de Chuck... The life of Chuck... La vie de Chuck...

Cuando era joven ví -no recuerdo si la ví de principio a fin- Stand by me; la música me pareció genial; y la serie de aventuras que le suceden a los niños me pareció interesante; también la parte final.

Fue mucho tiempo después que me enteré que estaba basada en un cuento de Stephen King (The body); de quien ya había escuchado por Carrie y Cujo -el perro diabólico-; ahora también existe La Cúpula, La Neblina; y me imagino que muchas más.

Un gran contador de historias.

El primer libro que leí de este autor -lo encontré (sin pastas) en la casa de un amigo de bachillerato, por lo que al principio creí que era una historia real- fue Carrie; mucho tiempo después Saco de Huesos, La Zona Muerta, Mientras Escribo, La Cúpula, y quizá dos o tres más (mi hijo menor ha leído muchos más de este autor).

Y hace unos días me enteré de la película en el título de este texto: una Youtuber mejicana que publica videos dando su opinión de películas recientes sacó un nuevo video comentando sus impresiones de la misma.

Generalmente veo su contenido; pero, por alguna razón, decidí que prefería ver la película antes; creo que fue porque ví que estaba basada en un cuento de King; y leí algunos buenos comentarios sobre la cinta.

Entonces le propuse a Rb que nos tomaramos un tiempo para verla -hacía tiempo que no veíamos ninguna serie o película juntos-; ella aceptó y procedí a buscarla en nuestras páginas usuales -al final la terminé bajando con el cliente de Torrent-.

Y está muy buena; muy muy buena; es una muy buena alegoría al viaje mayor; y me recordó -muchas cosas, pero, especialmente- al arco de la historia del cuento en el que se basa la película Contacto.

Y es que, quizá por la edad, he estado encontrando más material audiovisual que -aunque en otros tiempos, o circunstancias, me hubiera incomodado, ahora- me da paz; como el TikTok que publicó en su estado una de mis conocidas de Camerún: I will never feel bad about where I am in life because we're doing all this stuff just to die.

Y a ver cómo va eso.

El domingo me levanté a las seis y media; medité -creo que me pondré a trabajar en ralentizar mi ritmo de respiración durante esta actividad-, hice los tres wordle y luego me puse a hacer lecciones de Ajedrez -echecs- en Duolingo.

A las ocho salí a prepararme el desayuno de los domingos -por fin me terminé el paquete de ocho tortillas de harina que he tenido en el freezer por varios meses-; Rb salió un poco después de su habitación y me pidió que la llevara a la iglesia a las diez -y no a las nueve cuarenta y cinco, como me había pedio el día anterior-.

A esa hora me vestí, tomé mis dos billeteras y las llaves del auto y nos dirigimos a la iglesia; el tránsito estaba bastante tranquilo; por lo que no tuvimos muchas dificultades en llegar al lugar; en donde Rb se apeó del auto y yo retorné a casa.

Antes de salir había empezado una lección de Data Analytics en la página de CISCO -paralelamente estoy haciendo algunas lecciones de React en freecodecamp- y eso fue lo que continué haciendo luego de retornar -también estuve hablando con mi amiga de Camerún-.

Y eso fue el resto de la mañana, además de preparar las gelatinas para los almuerzos de la semana; había puesto una alarma para las doce menos cuarto, pues el mediodía es usualmente la hora en la que Rb me llama para que vaya por ella.

Justo cinco minutos después del mediodía Rb me llamó -por whatsapp-; volví a vestirme y saqué el auto; el tránsito estaba un poco más pesado que en el primer viaje; pero no me tardé mucho en llegar al comercial que queda frente a la iglesia -habíamos acordado reunirnos en ese lugar-.

Encontré a Rb en la sección de congelados -estaba hablando con una pareja de ancianos y me los presentó como los papas de uno de sus alumnos (de hace más de treinta años)-; luego condujimos la carreta del supermercado hasta las cajas de autopago (frambuesas, bananos.

El viaje de regreso no estuvo tan complicado; o sea, había un poco de tránsito, pero era manejable; incluso pasé a una gasolinera a mitad del camino, a rellenar de aire la llanta trasera del lado del piloto; aunque la otra también andaba un poco baja.

Y me dije, otra vez, que debo pasar a un pinchazo a que sustituyan las dos llantas actuales por las dos que me regaló mi único amigo de la facultad; para el almuezo preparamos ensaladas (yo) y alitas de pollo (Rb).

Después sacamos a caminar a los perros; el tiempo ha estado -en general- bastante agradable; un poco más tarde me metí a la cocina a lavar los trastes del almuerzo, y a preparar café -el que consumí con el último cubilete del jueves- y té.

Durante la tarde continué avanzando en unos videos de Data Analytincs que estoy viendo en la página de CISCO; son bien básicos -o sea, la mayor parte de lo que enseñan ya lo he aplicado en mi trabajo-, pero me interesa obtener el badge para agregarlo a mi cuenta de Creedly.

Rb decidió hacer una siesta -se ha estado sintiendo más agotada últimamente- y quedamos en que la despertaría a las cuatro y media: a esa hora debíamos empezar a preparar los almuerzos de la semana siguiente.

Puse una alarma ya que a veces se me ha pasado la hora; la tarde se puso lluviosa y, después de despertar a Rb, me dediqué a pasar por el picador de verduras tres güisquiles, cuatro o cinco zanahorias, un puñado de arvejas chinas y un gran tallo de apio.

Por la noche ví el final de Ne Zha; después vimos la película que dá título a este texto; y esto lo pudimos realizar porque cancelaron la clase de teología a la que Rb asiste -online- los domingos por la noche.

El lunes me levanté a las seis y media; a pesar de que habían cancelado la reunión del día: era el Labor Day en el Imperio del Norte; me levanté a meditar y luego resolví los tres wordles.

Después jalé la computadora del trabajo a la cama; quería revisar los correos del fin de semana y realizar los pagos del primer día del mes: la cantidad simbólica que le transfiero a Rb; y la cuota mensual del mantenimiento del apartamento de mis chicos.

Además, empecé las lecciones semanales de Duolingo; eso me entretuvo hasta después de las ocho; luego me quedé dormitando en la cama; Rb entró un poco después a comentarme algo -no recuerdo el tema-; le contesté pero seguí en cama.

Me levanté un poco después de las nueve; me preparé el desayuno y me quedé trabajando en mi Lenovo personal; aprevachando que era el primer día del mes, preparé un mensaje de texto alegórico y se lo mandé a la mayor parte de mis conocidos en Whatsapp.

Algunos -más de la mitad?- me respondieron; y con dos o tres amplié un poco la conversación; el resto del día estuvo bastante calmado; un poco antes del mediodía el analista más joven le preguntó al supervisor si habría reunión al medio día; y le contesté -en un mensaje aparte- que era asueto para ellos.

Almorzamos la primera de las porciones de comida china que preparamos el día anterior y luego continuamos con la rutina normal; como el trabajo estaba tranquilo continué avanzando con el material de Cisco.

A las cuatro de la tarde hice la limpieza que hago dos veces por semana; luego, a las cinco, realizamos la rutina de ejercicios del primer día de la semana laboral; después de la ducha me retiré a mi habitación a realizar las lecciones nocturnas de Duolingo.

Un poco más tarde me pasé a la habitación de Rb; aunque, por haber estado medio dormitando, ya no quise ver ninguna película -o serie- nomás me estuve acompañándola, mientras jugaba algunas partidas de ajedrez -contra Oscar-.

Y a ver cómo sigue eso... 

 


domingo, 31 de agosto de 2025

No sé qué hacer... I don't know what to do... Je ne sais pas quoi faire...

A partir de la última conversación tensa que tuve con mi hijo -estaba tratando que se pusieran de acuerdo con la limpieza del departmento, pero fastidié la situación-, en la que me indicó que mis temas eran muy dark, me había  propuesto mejorar en ese aspecto, al menos en nuestras interacciones.

Por eso tuve una conversación un poco tranquila la siguiente vez que nos vimos: me disculpé por la forma en la que me expreso y le dije que esperaba mejorar en ese aspecto; que, al final, lo que me interesa es que tengamos un buen tiempo juntos.

Y las cosas han estado un poco mejor: después de que les anuncié el regreso de la mediana -viene el jueves-; -me parece que- la mayor y el menor se están comunicando un poco mejor -o al menos, se están comunicando-.

Pero, en la primera reunión de la tradición que espero establecer -tomar una bebida caliente luego de mi visita sabatina, acompañado de quien lo desee- volví a sufrir un desliz; no recuerdo qué estábamos comentando, pero dije: No sé qué hacer con mi vida.

Y mi hijo menor comentó: Eso es algo que dicen las personas en sus veinte años, no los mayores de cincuenta; y creo que tuvimos una pequeña discusión sobre el tema; pero, al final, yo soy el -más- adulto, y -creo que- debería ser más cuidadoso.

O sea, es -un poco- frecuente que me encuentre pensando 'qué hubiera pasado sí' o 'por qué estoy acá y en esta situación a mi edad'; o pensamientos de ese tipo; pero, al final, -creo que- estoy donde debo estar, haciendo lo que debo -o puedo- hacer.

Y debería ser suficiente; o no andar dándole más vueltas al asunto; o, como le comentaba alguna vez a mi antigua directora -favorita-: un día a la vez...

Y a ver cómo va eso. 

El miércoles me desperté con la sensación -me pasa a veces- de que estaba soñando algo importante, o esencial; medité, resolví los tres wordle y entré a la reunión diaria; en la que seguimos con una participación bastante baja.

A las ocho salí a prepararme el desayuno; luego estuve trabajando un poco en mis pendientes; pero iba a retornar a la cama a leer un rato, aunque, ahora sí, me aseguré que la computadora no se fuera a dormir -y que las llamadas y mensajes fueran audibles-.

Y justo estaba empezando a retomar la lectura cuando sonó una llamada; retorné a la mesa y me conecté a una reunión con el equipo local, nuestro supervisor en el Imperio, y otro de los analistas en el lugar.

En la reunión mi supervisor me pidió que trabajara con este analista: debíamos de completar una prueba bastante detallada en uno de los equipos que utilizamos en la operación general del área; luego me reuní, de forma express, con el analista que me dió aventón el día anterior.

Y, media hora después, inicié una serie de reuniones con el analista en el Imperio: nos pasamos el resto de la mañana trabajando en la asignación; aunque, por mi parte, fue más de documentación que de operación.

Un poco antes de la una de la tarde le comenté, a la persona con la que estaba trabajando, que debía ausentarme por mi hora de almuerzo: debía ayudar a Rb en la preparación de los wraps que hacemos con papel de arroz.

El almuerzo estuvo masivo: tres de estos wraps (con pollo, zanahoria rallada y lechuga), con guacamol, pico de gallo y, además, un tazón de caldo de pollo; después del mismo volví a llamar a mi compañero en el Norte.

Trabajamos un poco más y luego dimos por concluida la tarea; Rb tenía una reunión con su equipo de trabajo por lo que me retiré a la habitación a leer un poco; después lavé los trastos, y preparé café y té.

Al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de media semana; los veinte minutos que agregamos hace poco a esa rutina han estado sintiendose un poco menos pesados; creo que, al final, el cuerpo se acostumbra a todo.

El jueves era mi segundo día -obligatorio- de vacaciones del mes que está por terminar; me levanté a la misma hora -llevo ya varios meses de levantarme a las seis y media-;  medité, resolví los wordle y completé casi una hora de Duolingo -me hestado dedicando casi solo a Ajedrez-.

Después salí de la habitación para desayunar; Rb salió un poco después -usualmente se levanta después de las ocho- de su habitación;  a las nueve y media nos dirigimos al mercado en el centro histórico.

Yo había decidido, el día anterior, llevar dos pares de zapatos para cotizar su reparación en el mercado: después de mi última salida a la oficina se despegó uno de los tacones de mi único par de zapatos formales; y, en la jornada médica más extensa del año pasado, se habían despegado los zapatos para montaña que Rb me había prestado.

Entonces, metí los dos pares de zapatos en una bolsa de plástico, y nos salimos a tomar el busito; el cual no tardó en pasar; lo malo es que el tránsito estaba super pesado: el embotellamiento empezaba apenas a un par de cuadras.

El transmetro -al menos- estaba bastante tranquilo: no nos costó mucho llegar hasta el mercado; pero, sorprendentemente, ya no existe este tipo de talleres en ese mercado; por lo que nomás acompañé a Rb mientras compraba las frutas de su semana, y luego caminamos hasta la estación para tomar la unidad de retorno.

Cuando llegamos a la estación estaba recién saliendo una unidad, bastante vacía; pero, afortunadamente, pasaron bastante rápido otro par de unidades, en las mismas condiciones: fue bastante cómodo el retorno.

En el comercial en donde se estacionan los busitos pasamos al Supermercado de costumbre; allí compramos un poco de pollo, la red de aguacates que compramos semanalmente; y Rb me compró -como casi siempre- una docena de muffins.

Después salimos a tomar el busito para regresar a casa; en total el viaje no duró un poco más de dos horas; almorzamos, por segundo día consecutivo, los wraps de papel de arroz; luego sacamos a caminar a los perros, lavé los trastos y preparé un café y un té.

A las cuatro de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: yo debía proveerme de los ingredientes para preparar un par de porciones de Cordon Bleu este sábado; el cielo estaba encapotado pero, a pesar de unas pocas gotas, retornamos sin novedades.

Por la noche ví una parte de la segunda película de Nhe Za y continué avanzando en el segundo libro de la serie de Harry Potter -que estoy leyendo en portugués- y en el libro de Tecnología: The Phoenix Project.  

El viernes -después de la meditación  los wordle- entré a la reunión diaria del equipo; por alguna razón -quizá porque era fin de semana largo en el Imperio del Norte- la mitad del grupo estaba ausente; pero sí estaba -creo- mi supervisor.

Con quien nos reunimos un poco más tarde -los viernes a media mañana tiene programada una reunión con todo el equipo- y nos asignó varias tareas específicas; en mi caso se trataba de revisar una funcionalidad que nunca había visto.

Estuve trabajando el resto del día en la misma, aunque no pude -otra vez- documentar mis hallazgos porque los equipos -nuevamente- fueron desconectados en el laboratorio que compartimos con varios grupos de trabajo.

Almorzamos pescado, ensalada y luego realizamos la rutina de la tarde: sacar a caminar a los perros -Rb y yo-, lavar los trastes -yo- y preparar café y té -también yo-; al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de los viernes.

El sábado me desperté bastante temprano; usualmente vamos a los supermercados por la mañana pero en esta ocasión Rb había decidido no salir pues, debido a una visita a su iglesia por la tarde, quería preparar algunas de sus galletas.

A mí me vino bien porque me tocaba preparar el Cordon Bleu que había planeado llevar a la tarde mensual con mi hija mayor; después de desayunar me puse a preparar el pollo: aplané lo que pude las pechugas y luego hice rollos junto con jamón de pavo y queso.

Aprovechando que no salimos bajamos algunos güisquiles de la nueva enredadera; habíamos visto que dos ya estaban bastante grandes -por alguna razón se están desarrollando en parejas- y, a un lado de la casa, encontramos algunos otros.

Rb salio a regalar la mayor parte de la cosecha y yo empecé -a las once- a preparar el almuerzo que iba a llevar: ensalada de zanahoria, lechuga, aguacate y pepino; y las pechugas estilo Cordon Bleu.

Durante los últimos quince minutos de cocción aproveché para sacar a caminar a la perra más pesada de Rb -ella decidió sacar más tarde al otro perro grande-; un poco antes de las doce me metí a la ducha y a las doce y diez estaba arrancando el automóvil.

Llevaba la mochila con aislante térmico con la comida, los utensilios para el almuerzo y un par de coquitas; además había tenido cuidado de no olvidar lo que mi hijo menor me había pedido la semana anterior.

El tránsito estaba -cómo no- terrible: apenas a una calle de distancia encontré la cola casi completamente detenida; llamé a Rb para comentarle y se ofreció a revisar el mapa para ver si por el otro lado había mejor suerte.

Pero no: también hacia abajo había bastante tránsito; por lo que me resigné a continuar por la misma ruta; afortunadamente el tapón se encontraba tres o cuatro calles más adelante: la municipalidad había ocupado uno de los carriles en su tarea de recapeo.

Después de pasar el tramo con maquinaria pesada el tráfico estaba casi libre; hasta la subida en la entrada de la ciudad; el periférico no estuvo tan mal, pero la lluvia en esa zona de la ciudad ralentizó bastante la movilidad.

Lo raro es que cuando llegué al sector en el que viven mis hijos encontré el área completamente seca; al final llegué al edificio unos minutos antes de la una y subí -caminando los siete niveles- las dos mochilas -y la bolsa con las provisiones-.

Entré al departamento y le envié un mensaje a mi hija para comentarle que ya había llegado; salió un poco después y nos dirigimos al parque temático de costumbre; afortunadamente la lluvia aún no llegaba.

En el lugar nos dirigimos directamente al área de mesas y procedimos a dar buena cuenta del almuerzo; luego nos quedamos en el lugar armando los cubos de Rubik de 3x3 espejo, de 4x4 y de 5x5; a continuación jugamos una partida de Scrabble.

La partida de Scrabble estuvo bastante extensa; lo interesante es que la lluvia aún se tardaba; por lo que pudimos subirnos a la Rueda de Chicago más grande del lugar; después nos retiramos del parque y empezamos a caminar de vuelta al lugar de mis hijos.

En el camino pasamos comprando un zepelin -y una jeringa, pues había planeado inyectar alcohol en el agujero por el que unas termitas han estado saliendo a hacer caminos-; la lluvia -llovizna más bien- empezó un poco antes de que ingresaramos al edificio.

Pero llegamos casi secos; en el departamento preparamos café y té -hablé con mi hijo para invitarlo a acompañarnos-; había olvidado que le había encargado un paquete de té de jazmín: me entregó una caja con cien bolsitas -ocho dólares-.

Estuve departiendo con mis hijos -les recordé que el jueves llevaré a su hermana- hasta las seis de la tarde; a esa hora me despedí de ambos -aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el automóvil- e inicié el camino de vuelta a casa.

El tránsito estaba bastante tranquilo a esa hora -excepto en la entrada del municipio: la mega iglesia constantemente produce embotellamientos- y un poco más tarde estaba estacionándome frente a la casa de Rb.

Por la noche completé las lecciones nocturnas de Duolingo -casi solo de ajedrez-, ví una parte de Ne Zha y avancé un poco en el segundo libro de Harry Potter, que estoy leyendo en portugués.

Y a ver cómo sigue eso...         

miércoles, 27 de agosto de 2025

–Muchas veces– las cosas no salen como uno espera… –A lot of times– things don’t work as we expect… –Plusieurs fois– les choses ne fonctionnent pas comme on espère…

Creo que es un poco difícil de cuantificar el hecho mencionado en el título; será porque, como decía Sabato: la gente cree que los tiempos pasados fueron mejores porque tiene mala memoria; no sé.

Y es que -nada sorprendentemente-, luego del mes que pasé en un trabajo doble -lo sé, lo sé, el sueño húmedo de los que trabajan en tecnología por estos días-; y al que renuncié porque no me apetecía hacer lo mismo dos veces -aunque ganara el doble- y no quería estar saltando entre reuniones, me cuestionaba no haber sido capaz de hacer lo mismo que mi compañero laboral -él trabaja en tres empresas distintas, en paralelo-.

Pero bueno, me decía, tengo veinte años más que mi compañero; y hace ocho o diez años sí estuve realizando lo del trabajo paralelo: más de un año estuve escribiendo libros de texto para una editorial cristiana -lo que me permitió darles un departamento a mis hijos-.

En fin.

La semana pasada le había enviado un correo a mi compañero -por alguna razón no recibe ciertas notificaciones anuales de nuestra área de personal-; y me respondió un par de días después, agradeciendo la comunicación.

Y luego, el lunes, me escribió por whatsapp; para ponernos un poco al día; y me comentó que lo habían despedido de la empresa en la que habíamos hecho horas extras; él trabajó allí dos o tres meses, hasta que su manager le comentó que el propietario había decidido su salida.

Y no sé que pensar; o sea, el trabajo estaba bien; el salario incluso era un poco mejor del que percibo actualmente -muy ligeramente consideré dejar el actual para moverme al nuevo-; pero, al final, nadie sabe nunca cómo terminarán funcionando las cosas.

Quedamos con mi compañero en que lo visitaría en un par de semanas; o sea, lo despidieron de ese lugar y, la semana siguiente, firmó con otra empresa del Imperio del Norte para continuar con tres trabajo en paralelo.

Y a ver cómo va eso. 

El domingo había previsto un día bastante tranquilo: no teníamos planeada ninguna salida; y Rb me había pedido que le dedicaramos un tiempo a la remoción de la grama -y otras plantas indeseables- del patio del frente de su casa-.

Me levanté a las seis y media, medité veinte minutos, hice los tres wordles y casi una hora de lecciones de Ajedréz en Duolingo; después dormité durante veinte minutos, antes de salir a prepararme el desayuno de los domingos.

Desde hace unos meses -cuando desayuno en casa- he estado preparando una doblada de huevo y tortilla de harina; acompañada de frijoles volteados, y claro, el café de costumbre con algún pastelillo.

Después del desayuno retorné a la cama; me ha costado avanzar en el libro que estoy leyendo de No Ficción: Big Goals; como que el tema me produce disonancia cognitiva, por la forma en la que he estado tratando de vivir durante los últimos tiempos.

Pero debo avanzar en el mismo; y es que, por alguna razón, además de pasar bastante tiempo en el curso de Ajedréz de Duolingo también he estado perdiendo bastante -mucho- tiempo en el doomscrolling -sobre todo en los reels de la página azul-.

A las diez salimos al patio a cortar las gramas y otras plantas extrañas; pero no fue más de media hora; a Rb le tocó nomás botar un par de baños en el barranco; y, como no había sol, ni sudamos.

Después aprovechamos para cortar las flores de loroco que se habían acumulado durante la última semana en el patio trasero; lo cual nos tomó -quizá- otra media hora; al medio día preparamos las alitas -y ensaladas- dominicales.

Por la tarde me estuve viendo videos de youtube -otro  doomscrolling que debo controlar- y también empecé a ver la siguiente película de la Liga de la Justicia: Atlantis Kingdom; también terminé de ver -y borré de la computadora de Rb- Speed Racer.

A las cuatro Rb me pidió ayuda para la preparación de los almuerzos de la semana: serán dos días de albóndigas de pollo -tuve que partir media libra de champiñones- y dos días de unos wraps que preparamos con papel de arroz -chino-.

Para terminar la tarde hice las lecciones de Duolingo de las seis de la tarde -quedé en primer lugar de la liga semanal: de hecho es la seman en que más puntos he acumulado- y acompañé un rato a Rb mientras veía alguna serie española.

El lunes el trabajo estuvo un poco diferente: el supervisor que tenemos en el Imperio del Norte retornó de su semana de vacaciones; temprano nos avisó que nos reuniríamos a media mañana, pero yo confundí las horas -ellos están dos horas adelante- y creí que era al mediodía.

Por suerte revisé la herramienta en la que nos comunicamos y ví que uno de mis compañeros me estaba preguntando si pensaba entrar a la reunión; entré como con diez minutos de retraso.

Y la misma estuvo un poco intensa: hay varios issues importantes en la versión de la aplicación que debíamos entregar el mes pasado; la verdad es que quién sabe si llegaremos a buen puerto.

En la reunión mi supervisor me pidió que trabajara con el compañero que mejor me cae para documentar uno de los errores que había encontrado; planificamos la reunión para media tarde.

La reunión tardó más de una hora; pudimos ver -aunque no documentar- el problema que estábamos examinando; también quise aprovechar la misma para ver otro issue que me había indicado el supervisor más temprano.

Pero terminé la reunión sin documentar tampoco ese; entonces llegaron las cuatro de la tarde y me puse a la tarea que realizo dos veces por semana: barrer y trapear los pisos de las habitaciones y áreas comunes de la casa.

Luego nos pusimos, con Rb, a completar la rutina de ejercicios de los lunes; el nuevo video tarda doce minutos más que la versión anterior; y los primeros veinte minutos son bastante intensos; aunque, por ser ya la tercera vez, como que el cuerpo va aceptando el cambio. 

Después de la rutina de ejercicios -y la ducha- retorné a trabajar; pero los equipos que están en el laboratorio del Imperio dejaron de funcionar y no pude avanzar; nomás le mandé una captura de pantalla al supervisor.

Por la noche estuve viendo, casi la mitad de, una película que mezcla la Liga de la Justicia y Teen Titans; además, completé el ciclo del libro de No Ficción: Big Goals; escrito por una superviviente de bulimia adolescente -y parte del programa de Psicología Positiva-.

El martes quería levantarme temprano: como no había podido documentar el problema durante el lunes, planeé replicarlo antes de entrar a la reunión diaria -a las siete de la mañana-; y es que debía salir a las ocho y media: nuestra supervisora nos había convocado a una reunión a las diez en el mismo edificio de la última vez.

Pero no puse la alarma para levantarme antes; sin embargo, por alguna razón, me desperté a las cinco de la mañana -creo que fueron los perros que viven a dos casas: ladran de forma bastante molesta, a casi cualquier hora del día (o de la noche)-.

Entonces me levanté a meditar a esa hora; luego de lo cual encendí la computadora del trabajo y me conecté a los servidores del Imperio, para trabajar en el tema pendiente; pero ambos equipos seguían en el mismo estado de la noche anterior: aun arrancando.

Antes de las ocho de la mañana salí de la habitación a prepararme el desayuno normal -de avena, banano y gelatina-; luego me metí a la ducha; me vestí de manera semiformal: pantalón de vestir y camisa manga larga; me despedí de Rb, y me dirigí a la oficina.

A las ocho y treinta y tres estaba en el boulevard; el busito pasó un par de minutos más tarde; pero el embotellamiento empezaba apenas un par de cuadras más adelante; en total tardamos más de media hora en llegar a la ruta intermunicipal.

Allí el bus se estacionó otros diez minutos, esperando pasaje; total que llegamos al comercial en donde se encuentra la estación del transmetro a las nueve y media: sabía que llegaría tarde a la reunión.

Bajé a prisa del busito y corrí hasta la estación del transmetro; poco después pasó una unidad y la abordé hasta el centro histórico; a donde llegué a las diez menos diez; corrí dos o tres calles hasta la siguiente estación y tomé la siguiente unidad; al final llegué a mi destino a las diez y cuarto.

En la penúltima estación llamé al dev que me ayudó con el curso de ciberseguridad -había olvidado anotar el nivel en el cual nos reuniríamos-; salí en la última estación, entré al edificio y subí, por las escaleras, los tres niveles.

Llegué a la oficina en donde ya estaban reunidos casi todos los convocados -aún pasé al baño del lugar- y ocupé uno de los lugares frontales -llevaba en un recipiente hermético uno de los buses de papel que se utilizaría para la demostración-, entregando el dummy al presentador.

La reunión fue bastante intrascendente -o esa es mi opinión-; fuí el penúltimo en llegar: a las once entró el compañero que viene desde el departamento vecino -y quien, se suponía, realizaría parte de la presentación-; las anfitrionas eran dos PMs que habían conocido al equipo en la última reunión en el mismo lugar.

Y se suponía que les explicaríamos parte de nuestro trabajo; con el objetivo de recibir apoyo de las mismas, pues están involucradas en varios proyectos similares en nuestro departamento; pero no le ví -la verdad- mucho futuro.

A las doce se acabó la reunión; le pedí aventón al compañero que llegó a las once -en la penúltima reunión pasó a dejarme al lugar en donde tomamos los buses intermunicipales-; pero, al bajar al sótano, no logró entrar al elevador.

Entonces le pedí al analista más brillante del equipo -y que mejor me cae- que me diera aventón; en el convivio del fin del año pasado me pasó dejando al boulevard; pero no le avisé al otro compañero, por lo que aún me llamó para ver por donde andaba; nomás me disculpé por la confusión.

El tránsito estaba -cómo no- terrible; salir de la zona en la que estábamos fue bastante árduo; pero fue peor tomar una de las vías principales para salir de la ciudad; al final nos tardamos un poco más de una hora en el recorrido.

O sea, retorné casi a la una y media; afortunadamente Rb ya había sacado a caminar a los perros, por lo que nomás procedimos a calentar el almuerzo del día -segundo día de albóndigas de pollo y coditos-; después lavé los trastes y preparé café y té.

El resto de la tarde estuvo bastante tranquilo; incluso me permitió avanzar un poco en la sección en turno del libro en francés; a las cuatro de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

Debía comprar algunos implementos para el departamento de mis hijos -mi hijo menor me había enviado un mensaje el domingo, pidiéndome artículos de limpieza-; pero también compré un par de bolsas de café, y unas galletas con orégano.

Por la noche terminé de ver la película de La Liga de la Justicia y Teen Titans; además, traté de completar varias lecciones de Duolingo: no había podido hacer mucho en el día y el día anterior había elegido a Rb para el challenge semanal: sesenta lecciones con más del noventa por ciento de exactitud.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

domingo, 24 de agosto de 2025

Los errores... The mistakes... Les erreurs...

Como parte de los esfuerzos de integración que se realizan en el trabajo -es una empresa con más de treinta mil empleados trabajando en veintidos países- hay un grupo que está leyendo libros sobre liderazgo -aunque el actual es el clásico de Dale Carnegie-.

Hace un par de semanas preguntaban en el chat del grupo sobre el error más divertido o aleccionador; nadie contestó, o casi nadie: yo describí la vez en que -trabajando en un banco- le dí Reply All a un correo que incluía a toda la empresa.

Fue un error de principiante; y al inicio sufrí por el desliz; pero también se lo conté bastante rápido a mi jefa; quién se mostró bastante comprensiva; y me ayudó a gestionar las consecuencias -molesté a mucha gente-; nomás la administradora del grupo realizó un comentario sobre mi historia.

Me estaba recordando sobre esa publicación a mediados de esta semana; principalmente por el 'error' que cometí el lunes: no tener bloqueada físicamente la cámara de mi computadora del trabajo; un episodio realmente vergonzoso.

Además, el miércoles me tocaba la reunión quincenal con mi supervisora local: creo que es una de las atribuciones que todos los administradores de personal deben realizar; son reuniones de media hora en las que se evalúa el avance en los proyectos laborales, y se aprovecha para retroalimentación o resolución de dudas.

Pero la reunión estuvo -como la mayoría de las últimas- bastante tranquila: la única novedad fue que le avisé de una vez a mi supervisora que iba a tomar el primer jueves del mes como primer día de vacaciones -y el último también, me parece-.

Lo que no le comenté fue la razón de tomar el primero -usualmente es el segundo o tercero-; y es que es el día en que mi hija retorna al país; planeo salir bastante temprano de acá -alrededor de las once-, para llegar al mediodía, y esperarla quizá hasta una hora.

Y a ver cómo va eso... 

El jueves -hubo meditación y tres wordles, pero no reunión diaria- me quedé en la habitación hasta que Rb salió para su visita semanal a comprar fruta; ya no ha estado yendo hasta el centro histórico, sino únicamente al comercial en donde se estacionan los busitos.

Ese día, como casi todos los anteriores, me pasé jugando mucho ajedrez -demasiado, diría-: desde que Duolingo me permitió probar la versión beta de ese curso he estado haciendo casi todas las lecciones del día solo de esa clase.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado, en donde compré un par de pechugas ya que esperaba prepararlas estilo cordon bleu para el almuerzo del sábado con mi hijo menor.

En el otro supermercado compré cuatro onzas de jamón de pago y un paquete de diez cuadros de queso amarillo; también compramos algunos bananos y lechugas; para los almuerzos restantes de la semana.

El viernes sí hubo reunión diaria; aunque ha estado bastante calmada; lo que no hubo durante toda la semana fue la reunión de equipo: mi supervisor anda de vacaciones y a ninguno le interesó participar en la misma.

También traté de jugar menos ajedrez, y tratar de ver algunas de las pruebas que se supone que el equipo está cubriendo con la última versión de la aplicación en la que trabajamos; aunque, realmente, no pude avanzar mucho.

Ese día recibí un mensaje mero raro de un colega con quien trabajé hace casi veinte años -y a quien había bloqueado en whatsapp pues en las últimas reuniones intentó involucrarme en algun esquema multinivel-: me pedía que le revisara su curriculum -en inglés-, pues planeaba solicitar trabajo en un call center.

La verdad es que fue una serie de mensajes extraños: hace cuatro o cinco años fue despedido de una gran constructora en la que trabajó durante catorce años, dirigiendo el área de tecnología.

Era -aparentemente- un gran trabajo; y recibía una muy buena compensación -me parece que alrededor de tres mil dólares mensuales-; pero, desde entonces, no ha podido encontrar nada fijo; trabajando un par de años como auditor de procesos para una división del estado; y otro par como consultor para otro ministerio del mismo sector.

Saber que -por fin- estaba dándose cuenta de su situación, y buscando algo un poco más realista, me hizo pensar en el diálogo que hemos sostenido varias veces con Rb: nuestro próximo lugar de trabajo puede que sea en un call center.

Mi hijo menor trabaja en uno -gana aproximadamente mil dólares- y mi hija mayor también labora como traductora médica -gana menos, pero trabaja bien poco-; o sea, sería como la mitad de lo que percibo actualmente, pero entre eso y pasar varios años buscando trabajo, prefiero lo primero.

Y, por alguna razón, justo ese día Duolingo me empezó a enviar anuncios de contratación en el mismo call center en el que trabaja mi hijo menor; lo interesante es que era para Francés -aunque también hay opción para Alemán y Portugués-; el salario es un poco mejor, y me dije que, quizá lo mejor es que -por cuestiones de acento- le ponga más esfuerzo a portugués.

Por la noche estuve leyendo el libro de Francés que llevo actualmente -Les delicieux de Tokyo-, de Portugués -Harry Potter e a Cámara Secreta-; también continué con Justice League Flash Point y con la película live action Speed Racer.

El sábado, después de la meditación, los wordle y Duolingo; salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después retorné a la cama a leer un poco, pero tuve cuidado de no dormirme: me interesaba ir temprano a los supermercados.
 
Y es que el tránsito ha estado muy pesado durante el último mes -más que de costumbre- y no quería salir muy tarde hacia el departamento de mis hijos; además, debía preparar un par de pechugas estilo cordon bleu, y un par de ensaladas.
 
Un poco después de las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; no entramos en el más alejado, nomás llegamos hasta su altura; en el otro compramos un poco de bananos y pollo.
 
Retornamos a las diez y media y me estuve jugando ajedrez en Duolingo, hasta las once; a esa hora empecé la preparación del pollo -antes de salir más temprano había adelgazado la carne, preparado los rollos con jamón y queso, y dejado en reposo en la refri- y de las dos ensaladas.
 
Luego -durante la última cocción del pollo- saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella sacó a su otro perro-; después empaqué todo en la mochila que tiene aislante térmico; también agregué un par de platos, tenedores, aderezos y un par de coquitas de tapa negra.
 
Luego me bañé; al final salí más tarde de lo previsto -a las doce y cuarto- pero, sorprendentemente, no había tránsito en el boulevard; ni siquiera en la vuelta en donde usualmente debo bajar la velocidad; encontré un pequeño embotellamiento en la subida a la ciudad.
 
Entrar al periférico también me costó un poco -como siempre-, pero llegué al edificio en alrededor de veinticinco minutos; que es casi la mitad de lo que me he tardado cuando encuentro más tráfico en el municipio.
 
Me parqueé en el sótano -por fin le pusieron el número de apartamento a nuestro lugar- y subí con lo que llevaba para mis hijos -servilletas de papel, jabón de manos y cucarachicida-; en la sala del apartamento le escribí a Rb para comentarle la ligereza del tránsito, y a mi hijo, para notificarle que ya había llegado.
 
Mi hijo salió bastante rápido y nos dirigimos al parque temático de costumbre; era temprano pero nos dirigimos directamente al área de mesas del lugar; afortunadamente estaba bastante vacía.
 
Almorzamos -la pechugas volvieron a quedar muy bien- y conversamos un poco -continuando los temas que habíamos estado tocando en el camino-; mientras almorzábamos empezó a llover, pero, por suerte, el área techada es bastante amplia.
 
Cuando terminamos de almorzar estuvimos armando los cubos de Rubik de 4x4 y de 5x5; luego jugamos una extensa partida de Scrabble en español; la lluvia no duró mucho, pero, por políticas del lugar, la rueda de Chicago a la que usualmente nos subimos no estaba funcionando.
 
Entonces emprendimos el camino de regreso a casa; en el trayecto pasamos a dos supermercados -de la misma cadena-: mi hijo me había pedido que lo acompañara a aprovisionarse de algunos artículos; los cuales no encontró en el primero.
 
En el segundo compró varias latas de frijoles y algunas otras provisiones; retornamos a casa alrededor de las cuatro y media; habíamos acordado finalizar la reunión a las cinco y media; y nos estuvimos conversando un momento en la sala.
 
Pero, como yo tenía una conversación pendiente -el retorno al país de mi hija segunda-, un poco antes de las cinco llamé a mi hija mayor, para ver si estaba en su habitación; no respondió las dos llamadas en Whatsapp -creí que estaba durmiendo-.
 
Entonces toqué la puerta de su habitación; y un momento más tarde salió de la misma, con una toalla alrededor del cabello -se estaba bañando y por eso no pudo contestar el teléfono-; entonces les comenté las últimas noticias de su hermana, y el retorno previsto.
 
Yo había estado preocupado durante la semana; especialmente porque el movimiento lógico era que mi hijo menor desocupara una de las dos habitaciones que ha ocupado durante el último año.
 
La conversación estuvo -en su mayor parte- positiva; o sea, mi hijo entendió que era necesario que redujera su ocupación; aunque hubo un poco de tensión sobre la cantidad de dinero que cada uno debe pagar a partir de Octubre.
 
Pero, en general, fue una buena conversación: hablamos un poco sobre la familia, las relaciones y los desafíos personales que tenemos por estar dentro del espectro neurodivergente; así que, al menos en principio, las cosas van marchando.
 
Y a ver cómo sigue eso. 

miércoles, 20 de agosto de 2025

El eterno retorno... The eternal return... L'éternel retour...

El retorno es un concepto utilizado ampliamente en filosofía -y psicología-, con ideas como el retorno a la inocencia, volver a casa; y, en el caso de Nietzche: el retorno eterno; esa idea que proponía sobre hacer durante toda la eternidad exactamente lo que se está realizando en el momento.

Algo que, creo, está relacionado con el mito de Sísifo: subir continuamente una montaña y, al llegar a la cima, encontrarse exactamente en el mismo punto de partida; a lo que Camus argumentaba que aún así, Sísifo podía ser feliz.

He estado pensando en el retorno desde que mi hija mediana me anunciara -hace más de un mes- que volvería, luego de seis años en el Imperio del Norte, a este lugar en donde vivió los primeros diecisiete años de su vida -dos los vivió prácticamente en la Suiza centroamericana-.

Yo nunca estuve tanto tiempo fuera -lo máximo fueron nueve meses-, por lo que no sé exactamente qué tanto le costará reinsertarse en la vida estudiantil/laboral; e incluso con sus hermanos -esto último es de lo que más estoy preocupado-.

Y a ver cómo va eso... 

El sábado me levanté a la misma hora de siempre; pero, nada más meditar, me metí a la ducha: quería salir temprano para la reunión que había programado con mi ahijada profesional; se suponía que debía pasar por su casa a las nueve de la mañana.

Había, también, dejado una alarma para las siete de la mañana; para sacar las tres bolsas de basura (tanto la orgánica como la reciclable y no reciclable estaban bien llenas); a esa hora agregué la bolsa de desechos de perros dentro de la negra y las colgué de la bisagra del portón.

Luego metí en la mochila el regalo que le tenía a mi ahijada por su cumpleaños (tres semanas atrás): el libro de poemas que le compré al ex voluntario con el que me reuní la segunda semana de mis vacaciones.

El busito no tardó mucho en pasar -antes de las siete y cuarto- y el nivel del tránsito estaba bastante bajo; y, aunque se detuvo casi quince minutos a medio camino -para esperar pasaje-, llegué temprano a la estación del transmetro.

De hecho llegué a la última estación del trayecto apenas un poco después de las ocho; por lo que decidí caminar por la avenida más populosa del centro histórico y, para hacer un poco de tiempo, leer un poco de un libro en una de las bancas en la ruta.

El libro en cuestión es uno que Rb me proporcionó la semana anterior para mi hija segunda: es sobre el retorno al país de origen después del cumplimiento de un ciclo de misiones; y, aunque no es el caso exacto de mi hija, creo que le convendrá meditar un poco sobre el mismo.

Estuve diez o quince minutos leyendo y luego reinicié mi caminata; al final llegué a la calle donde vive mi ahijada con uno o dos minutos de retraso; y la llamé cuando ya estaba en la misma -luego me dí cuenta que me había enviado un mensaje unos minutos antes-.

Después de saludarnos iniciamos la caminata hacia el restaurante en donde habíamos deayunado unos meses atrás; en el camino pasamos a un centro cultural en donde también se encuentra un restaurante recomendado, pero estaba cerrado.

La última vez que desayunamos en el restaurante del día nos había tocado esperar un poco en una fila fuera del mismo: es un lugar -o era- bastante popular; en esta ocasión no había fila; por lo que nos dirigimos a una mesa al fondo del patio.

Ordenamos un par de desayunos típicos y nos estuvimos un par de horas poniéndonos al día sobre nuestras respectivas vidas: ella rompió con su novia -de más de diez años- el año pasado, y aún anda procesando el hecho -no ayuda que la susodicha aún visita a la madre de mi ahijada-.

También le entregué el regalo que le llevaba; y, después del desayuno la invité a una porción de pastel, continuando con la celebración de su cumpleaños; un poco antes de las once le comenté que a esa hora me retiraría, pues no quería retornar muy tarde a casa.

Pagué la cuenta (casi veinticinco dólares) y salimos del lugar; nos despedimos en la entrada de la calle, pues ella debía tomar la dirección contraria -tenía que pagar por unas misas por las almas de un par de tíos, o algo así entendí- e ingresé a la estación del transmetro a la vuelta.

La unidad de transporte se tardó quince largos minutos en llegar; al menos aproveché para hacer un par de lecciones de Duolingo (por ser un usuario Beta recibí un par de días antes la notificación de que ya podía hacer lecciones de ajedrez) y le escribí a Rb para comentarle que ya iba en camino.

En el transmetro me entretuve con el cubo de 5x5 y, un poco antes del mediodía estaba apeándome en la penúltima estación; de allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos; en este lugar sí tuve suerte: lo abordé y no esperé más de un par de minutos para que empezara el recorrido.

Total que vine a casa como a las doce y cuarto; aún con tiempo para ayudar con el almuerzo: un pollo con salsa verde y un par de ensaladas bastante grandes; luego sacamos a caminar a los perros.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección sur: Rb había planeado que el día siguiente preparáramos el asado trimestral (consumimos una parte en la semana siguiente y congelamos la otra para consumirla dos meses después).

El tiempo ha estado bastante lluvioso y cuando salimos vimos algunas gotas en la calle; pero no tuvimos dificultades en llegar al supermercado más alejado en esa dirección; allí compramos varias libras de pollo y una libra de sal de cocina; en el otro supermercado compramos bananos.

Saliendo del segundo supermercado empezamos a percibir gotas de agua en el ambiente; lo que se incrementó durante el recorrido; afortunadamente la lluvia no fue torrencial, nomás constante; como llevába gorra no me empapó tanto.

Por la noche intenté llamar a mi antiguo supervisor en el imperio del norte; pero la llamada no fue contestada; un poco más tarde me escribió disculpándose: en ese momento se encontraba en el cine; le comenté que lo llamaría al día siguiente.

El domingo me levanté a las seis y media, medité y luego hice los wordle del día; después me quedé un rato en cama, leyendo un poco del libro en francés que estoy casi por concluir; luego salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después del desayuno retorné a la cama y estuve haciendo bastante lecciones de Duolingo (la mayor parte fue puro ajedrez, nomás un par de lecciones de portugués); a las once salí a limpiar la parrilla: tenía mucha mucha ceniza, y restos de carbón.

A las once y media empecé a preparar la fogata para el asado; había programado mi reunión mensual con el voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos para las tres de la tarde; esperaba que tres horas fueran suficientes para la faena.

Y apenas fueron suficientes: Rb decidió preparar las alitas del almuerzo en la misma fogata -usualmente usa un sartén y la estufa- y mucho pollo, además de las papas para los almuerzos de esta semana.

Total que estuvimos asando todo el pollo hasta casi las dos -más de dos horas y media- y luego me puse a asar las papas que había hervido la noche anterior; de hecho ya ni siquiera consideré asar los chorizos y longanizas que había adquirido el jueves para el efecto.

En el ínterin también almorzamos, y sacamos a caminar a los perros; a las tres menos veinte terminé de vestirme, metí mi juego de ajedrez en la mochila y tomé el automóvil; llegué a la casa del voluntario con tres minutos de anticipación.

Estacioné el auto y bajé a tocar el portón; usualmente responde casi al instante y luego sale; pero en esta ocasión no oí ninguna respuesta; esperé un par de minutos y luego lo llamé a su celular; pero la llamada se fue, después de los tonos, al buzón de mensajes.

A las tres y cinco volví a tocar, luego le envié un mensaje por whatsapp; estaba por retirarme del lugar, pero intenté llamarlo por whatsapp; y allí sí contestó; diciendo que iba a bajar en un momento.

Me comentó que había estado viendo televisión y se había quedado dormido; abordamos el auto y nos dirigimos a la cafetería de costumbre; en donde ordenamos un par de capuchinos grandes y dos porciones de selva negra, como es costumbre pagué -ocho dólares-.

Nos estuvimos en el lugar por un par de horas, poniéndonos al día de las últimas novedades -una tía paterna muy cercana había muerto la semana anterior- y jugando una extensa partida de ajedrez -continúo con mi costumbre de alargarla y finalizarla con un empate-.

A las cinco abordamos nuevamente el automóvil y pasé a dejarlo a su casa; luego conduje hasta la casa de Rb; el tránsito estuvo -afortunadamente- bastante ligero; cuando estacioné el automóvil frente a la casa Rb salió -con sus perros- a recibirme en el patio frontal.

Aprovechando que Rb estaba haciendo las tareas de su clase de teología me metí a la cocina; a lavar todos los trastos que habíamos utilizado en la preparación del asado; y los del almuerzo también; luego me puse a cocinar -en una sartén, con agua y aceite- los chorizos y longanizas que no había logrado preparar más temprano.

Después me metí a la habitación a leer un poco del libro de Inteligencia Artificial; además llamé nuevamente a mi supervisor en el imperio; pero iba manejando; continué leyendo pero, realmente, me dormí un rato.

Habíamos quedado con mi supervisor que lo llamaría una hora más tarde; pero cuando lo llamé seguía ocupado; entonces nomás le dije que intentaría al día siguiente a la misma hora; y continué con el penúltimo capítulo de The AI Con.          

El lunes me pasó una cosa terrible -o hubiera sido terrible para mi yo más joven-: entré a una reunión con todo el equipo local -esperaba escuchar algo sobre reorganización en la misma, pero era nomás el aviso que una compañerita se va con una beca a la madre patria- y la cámara e la computadora empezó a transmitir.

Y me contraba, como casi siempre, sin playera; entonces, durante un par de segundos todos pudieron ver la forma en la que usualmente me mantengo dentro de mi casa: sin playera, despeinado y con una expresión bastante deplorable.

Un compañero -el dev que me ayudó con el curso de ciberseguridad- hizo un comentario divertido -es común, en él, para rebajar la tensión- sobre la rareza del fondo de pantalla que estaba presentando -uso una imagen de minecraft-.

Total que me sentí completamente ridículo, y bastante avergonzado por el error de principiante; un poco después le escribí a mi supervisora, disculpándome por el percance, y comentándole que había esperado una reunión más seria -sobre la organización-; y todo quedó allí.

Por la noche pude -por fin- comunicarme con mi supervisor; estuvimos conversando por un poco más de media hora sobre las últimas novedades de la vida de cada uno; también le pasé un momento el teléfono a Rb; pues, casualmente, tienen la misma película favorita: The Shawshank Redemption.

Ese día también probamos -por segunda vez- la rutina de ejercicios que estaremos haciendo ahora el primer día de la semana laboral; y quedé totalmente agotado: son doce minutos adicionales de ejercicios aeróbicos.

En la noche terminé The AI Con; y fue exactamente lo que había esperado: una serie de ensayos que tratan de desmitificar todo el supuesto 'avance' en el desarrollo de la Inteligencia Artificial; también ví el último capítulo de Conan el niño del futuro.

El martes no me volví a dormir después de la reunión de la mañana -el día anterior había salido de la habitación casi hasta las nueve-; aprovechando que las lecciones de ajedrez en Duolingo bajan muy poca energía -y que tenía Super Duolingo- aproveché para hacer casi una hora de estas.

Luego, a las once, me puse nuevamente a hacer lecciones para avanzar en el reto semanal: una usuaria me había elegido y el mismo consistía en acumular dos mil XPs; logré hacer un poco más de mil.

Por la mañana también me reuní con la paquistaní que se quedó cubriendo las vacaciones del supervisor en el Imperio del Norte; se supone que debo trabajar en una tarea específica, pero aún no tengo muy claro su avance.

Y, para terminar la mañana, Rb me pidió que bajara unos güisquiles, que ya habían alcanzado un buen tamaño, de la nueva enrededera -me parece que la sembró a principios del año pasado-.

Almorzamos -por segundo día consecutivo- parte del asado que habíamos preparado el domingo; después sacamos a caminar a los perros; y, justo en la primera vuelta, la anciana que vive a cuatro o cinco casas le regaló a Rb tres chiles rellenos.

En el camino de ida Rb había regalado algunos de los güisquiles que acabábamos de cosechar -aunque en esta ocasión, la ancian no fue parte de las beneficiadas-; el resto (cuatro) los había reservado para obsequiar a los guardias de la garita.

Rb me había pedido que saliéramos a los supermercados a las cuatro de la tarde -el tiempo ha estado algo lluvioso- y, a esa hora, tomamos dos de los güisquiles e iniciamos la caminata; pasamos a dejarlos a la garita y continuamos en dirección norte.

En la tienda verde de descuentos Rb compró una paquete de las toallas que utiliza librarse del sudor durante nuestros ejercicios, y una caja de guantes, que utiliza para levantar los desechos de sus perros; en el supermercado compramos algunos bananos.

Por la noche terminé la penúltima parte de Readme.txt e inicié la última parte -dos capítulos- de Annie Bot; además, empecé a ver una de las películas que tenía pendiente de las Wachowski: Speed Racer.

Y a ver cómo sigue eso...  

  

viernes, 15 de agosto de 2025

El hijo pródigo... The Prodigal Son... Le fils prodigue...

La parábola del hijo pródigo es una de las historias que menos comprendo del relato bíblico; o que menos acepto quizá; en primer lugar por el mismo título: pródigo es un término utilizado como sinónimo de derrochador.

Pero las interpretaciones bíblicas -generalmente- se centran en el retorno, y la aceptación por parte del padre del vástago que se comporta de esta forma; y en la 'incorrección' del otro hijo al reclamarle a su padre por tal recibimiento; me cuesta entender.

Y tengo tres hijos; a los cuales les he comentado en varias ocasiones que mi amor -y mis exigencias mientras iban creciendo- eran parejas; ni favoritos ni despreciados: parejitos los tres; con sus preferencias intelectuales, laborales, e incluso identidades de género (creo que los tres son parte de la comunidad LGBT); a los tres se les trata igual.

Y lo que más me interesa -en los quince o veinte años que me queden en este planeta- es pasar un buen tiempo con cada uno; ni les exijo que 'enderecen' su vida, ni les detengo en sus exploraciones vitales; cada quien es, al final, responsable de su vida; o, al menos, eso es lo que creo.

He estado meditando -un poco más- en estos temas durante los últimos días: esta semana mi hija segunda, luego de seis años en el imperio del norte, vuelve a su ciudad de origen; incluso me envió ya los detalles del vuelo; debo ir por ella el cuatro de septiembre a las once y media.

El plan es llevarla de allí al apartemento de sus hermanos; a quienes debo comentar sobre el cambio que se les viene en su vida: han estado viviendo en el departamento de tres habitaciones durante el último año; y no se han llevado bien.

Mi hija mayor ocupa la habitación más grande (con baño privado), mientras mi hijo menor se estableció en las dos pequeñas; yo les había pedido que me dejaran libre -igual, el departamento sigue casi completamente vacío-  el espacio de la sala/comedor; y el baño común ha sido ocupado exclusivamente por mi hijo menor.

Quien ha sido un pésimo ocupante; el par de veces que utilicé el baño durante los últimos doce meses lo encontré bastante descuidado -muy descuidado, incluso-; y, al parecer, durante el último tiempo no se dirigen la palabra, por conflictos sobre limpieza, o algo así.

Entonces, no sé qué decidirán -o cómo- para acomodar a mi hija segunda en el lugar; pero fue algo que dejé muy claro cuando adquirí el apartamento: los tres tienen el mismo derecho de hacer uso del mismo.

Y a ver cómo va eso... 

El domingo pasado era el día que había programado para realizar mi visita mensual al voluntario que vive en la misma colonia en donde crecieron mis hijos; usualmente acordamos al inicio del mes el día en que llegaré a su casa.

Me parece que ya llevo más de dos años de haber reiniciado las visitas a su casa: después de empezar mi relación con Rb (el próximo mes cumplimos doce años de habernos conocido) dejé de frecuentar las reuniones que realizaba mi grupo de voluntarios en su casa.

Y, al menos en una ocasión -me parece que fue el primer año-, me canceló casi a último momento; por razones -supuestamente- familiares; lo que se repitió -más o menos- la semana pasada: el jueves me escribió para contarme que había muerto una tía paterna.

Lo llamé y, en efecto, estaba llorando; también me comentó que sus tíos que viven en el Imperio del Norte vendrían al país el jueves -usualmente les sirve de conductor durante las visitas esporádicas que realizan en el país-; le pregunté si eso cambiaba nuestra reunión del domingo pero me comentó que no creía que cambiaría.

Pero el viernes me envió un par de mensajes de audio: le tocaría andar todo el fin de semana con sus tíos y prefería que cambiáramos el día de nuestra reunión del presente mes; le escribí de vuelta para agradecer por el aviso; y proponer el domingo diecisiete para la nueva reunión; lo que aceptó.

Entonces me quedé en casa todo el domingo; además, la noche anterior el amigo con el que desayuné me envió un par de fotos mostrándome las llantas que su sobrino le había dejado (!); y que me las podría pasar a dejar al día siguiente antes del mediodía.

Debido a esto le propuse a Rb que fueramos a los supermercados lo más temprano que pudieramos; lo que hicimos como a las nueve y media: caminamos hasta el más alejado en dirección sur y allí compramos un poco de pollo para los almuerzos de la semana.

También compré allí una docena de botellitas de Coca Cola Diet y un par de bolsas de chicharrones; lo segundo porque he estado planeando probar la receta de pollo cordon bleu utilizando chicharrones molidos en vez de harina de almendra.

En el otro supermercado compramos un poco de bananos -y Rb compró algunas alas para los almuerzos del domingo-; retornamos a casa alrededor de las diez y media; me puse a leer un poco pero corroboré que las notificaciones del messenger de facebook estuvieran activas -por allí es por donde me comunico con mi amigo, el de las llantas-.

Y efectivamente, un poco después de las once y media me comentó que ya se encontraba en camino; le escribí las indicaciones de la calle en la que vivo y salí al boulevard a esperarlo; un poco más tarde se parqueó y me entregó un par de llantas -usadas- que puedo utilizar en la parte posterior del automóvil.

También se bajó del automóvil su hijo -hace tres o cuatro años le dí algunas clases de programación (y ahora ya va en el segundo año en la facultad)-; y la hija menor de mi amigo ni siquiera levantó la vista de su teléfono celular -iba en el asiento posterior del automóvil-.

Total que después de conversar un poco nos despedimos y traje las llantas a casa -también un par de gafas, con una graduación bastante baja, pero con filtro para la luz de la computadora-; dejé las llantas afuera y entré por las llaves; luego las metí en el baúl del auto de Rb.

Par almorzar preparamos las alitas dominicales; y yo preparé un par de ensaladasa bastante abundantes; también abrí una de las botellas de cola que había metido más temprano al freezer; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; luego preparé un par de tazas de té.

También preparé y envié la respuesta a una carta que me envió mi hija segunda ese día: se supone que viene al país (con un gato) la primera semana de septiembre -supuestamente ya adquirió el boleto de avión- y debo ir por ella al aeropuerto, y llevarla al departamento donde viven sus hermanos.

Casi terminando la tarde nos pusimos a preparar los almuerzos para la semana laboral: pollo con crema de almendras, papas en cubos y flores de loroco; no nos tomó mucho la preparación de la comida y luego dejamos la olla en la estufa, para que se enfriara previo a la división en porciones.

Como Rb tenía su clase de Teología a las siete y media, aproveché su tiempo de preparación para ver el capítulo de Conan el niño del futuro; también ví el final de la película de la Liga de la Justicia y el inicio de la segunda película de Ne Zha.

El lunes no pude adivinar la palabra de wordle en Inglés; nomás la de Francés y Portugués; la reunión diaria de la mañana estuvo -como muchas- intrascendente; al parecer el product owner anda de vacaciones y el dev que lo sustituye lleva las asignaciones más calmadamente.

Después de la reunión me quedé leyendo un rato en la cama; pero sentí algunas molestias en los ojos; por lo que continué dormitando hasta después de las nueve; a esa hora me levanté a prepararme el desayuno.

Después de desayunar me refugié un rato en la cama de Rb: leí las cuatro cartas en turno del libro en portugués y luego empecé el libro interlineal (que cambié por la línea de francés, realmente): es de una practicante de Psicología Positiva y se centra -al parecer- en la definición de metas vitales.

Pero más que leer lo que hice fue continuar dormitando; había dejado la computadora del trabajo sin audífonos y Rb me estuvo avisando cuando sonaba alguna notificación; pero un rato después ella también llegó a la cama -a hacer lecciones de Duolingo- y yo me dormí otro rato más.

Creía que nuestro supervisor en el Imperio del Norte ya andaba de vacaciones -en realidad las iniciaba el día siguiente- por lo que no me sorprendió que el equipo local también anduviera bastante relajado; pero no, cuando inicié la reunión del mediodía se hizo presente.

Aunque la reunión fue bastante corta; y las novedades fueron mínimas: están por liberar una nueva versión de la aplicación pero aún están batallando con algunas funcionalidades -algo que tiene que ver con bases de datos; pero allí no me meto.
 
Al mediodía almorzamos la primera -de cuatro- porción del pollo en crema de almendra; después sacamos a caminar a los perros, lavé los trastes de la comida y preparé un té para Rb y una taza de café para mí; al final de la tarde barrí y trapeé las áreas comunes de la casa y luego hicimos la rutina de ejercicios de los lunes.

El martes -sorprendentemente- estuve un poco más ocupado que de costumbre: necesitaban que el equipo del cual soy parte realizara algunas tareas específicas en la app en la que trabajamos; al menos el día estuvo un menos tedioso.

Después del horario laboral, bajamos a los mercados en dirección sur; en el mas alejado compramos una bolsa de carbón: el domingo siguiente era el turno de los asados en donde preparamos comida para dos semanas -congelamos una semana en el freezer-.

En el otro supermercado compramosun poco de bananos; cuando venimos hice un poco de Duolingo y, luego de cenar, estuve avanzando en la primera parte del libro Die with Zero; dudé sobre la lectura del mismo pues, aunque es -creo- un buen objetivo, el autor me parece muy snob.

El miércoles -otra vez, sorprendentemente- me tocó participar en la reunión diaria; o sea, ingreso a la misma todos los días; pero, generalmente, nomás escucho el estado de las tareas que los developers realizan; o me entero de algunas novedades de la aplicación.

Pero ese día el Product Owner necesitaba que nuestro equipo corriera algunas pruebas antes de que los desarrolladores desplegaran la última versión al ambiente más utilizado; les escribí a mis tres compañeritos en la herramienta de mensajería interna; también les comenté que me retiraría a las nueve.

Y es que había decidido acudir a la reunión que la máxima lider local de nuestra sección empresarial había convocado para ese día a las diez; justo en el edificio a donde acudí a trabajar durante los primeros cuatro o cinco años.

Como el tránsito se está volviendo cada vez más insano, había decidido utilizar Uber moto para llegar a mi antiguo lugar de trabajo; un poco antes de las nueve me metí a la ducha y luego me vestí con un pantalón -negro- formal y una camisa que había planchado la noche anterior.

Luego pedí el viaje en Uber; el cuál se tardó más de diez minutos entre la búsqueda y confirmación del vehículo; a las nueve y veinte salí al boulevard; y creo que la elección fue buena pues no hubiera llegado a tiempo a la reunión.

Pero el motorista era un muy buen conductor -y no extremadamente riesgoso-; por lo que llegué a la oficina unos minutos antes de la hora programada -10:00 AM-; saqué mi gafete para entrar al edificio y subí caminando los seis pisos hasta el lugar de la reunión.

En donde encontré al PM y al Desarrollador que me ayudó el año pasado con el curso de Ciberseguridad; también estaban en el pasillo otras tres personas, a las que nunca había visto, pero que trabajan en otra área del mismo departamento.

Pero pasó la hora de la cita y no llegaba nadie mas; un poco más tarde el PM recibió un mensaje, anunciando que la reunión era en el otro edificio, por lo que bajamos y subimos al sexto nivel del correcto.

Allí entramos a una sala de reuniones, a donde empezaron a llegar más compañeros de trabajo; en total llegamos como quince -la líder fue la que llegó más tarde- y nos conectamos con el jefe de ella -desde Francia-.

Y es que esta señora trabajó en el mismo nivel en donde yo empecé mi trayectoria en esta empresa -hace casi once años-, pero luego -un crecimiento sorprendente- estuvo trabajando dos años en Australia, y ahora lleva dos o tres años en Francia.

No había ni siquiera una agenda definida para el encuentro; aunque yo aproveché para que contara un poco su historia laboral reciente; en total fue como media hora para conocernos un poco más -llevaron café y pastelillos-.

A las once y media -cuando mi supervisora local se despidió- aproveché para despedirme de ella, de la líder y de algunas otras personas del equipo; le había pedido aventón al PM -vive en el mismo municipio-, pero ví que se encontraba muy animado, por lo que decidí retirarme por mis propios medios.

La -última- estación del transmetro se encuentra justo frente a este edificio, por lo que no esperé mucho para abordar la unidad; luego, en el centro histórico tomé la siguiente -la que me conduce hasta el comercial en donde se estacionan los busitos- y allí me subí al que estaba justo por iniciar su recorrido.

En total me hice como hora y media -nada mal, la verdad; o sea, el doble que el viaje en moto- y vine un poco después de la una, a acompañar a Rb en el almuerzo; después sacamos a caminar a los perros.

Algo que me inquietó -y a Rb- es que en la reunión se confirmó que como parte del viaje se estaba confirmando el equipamiento de un laboratorio local; específicamente para el equipo del cual soy parte.

O sea, van a instalar varias unidades del hardware que se utiliza en el proceso que probamos; y va a venir personal del Imperio del Norte (supuestamente mi supervisor y el Product Owner) a demostrar su utilización; por lo que se viene el Retorno a la Oficina.

Al menos de manera provisional; o, al menos, eso es lo que ha asegurado mi supervisora local: durante dos o tres meses deberemos acudir todos a la oficina, para aprender a utilizar el equipo; luego se tratará de que haya rotación de personal, para que siempre haya alguien en el laboratorio.

Realmente tengo sentimientos encontrados sobre esto -lo han estado discutiendo durante varios meses, pero el miércoles lo afirmó la líder, y ella (al menos en el pasado) ha llevado a buen término los proyectos en los que se involucra-; o sea, ya llevo más de siete años de trabajar desde casa.

Y me he ido acomodando a la rutina; de hecho, demasiado quizá; eso fue parte por lo que no me sentí bien de estar tomando tareas de un segundo trabajo; pero tampoco me atrae pasar tres horas todos los días en el tráfico.

Incluso le comenté a Rb que si lo que pretendían era que retornara por completo, le hablaría a mi ex directora -la mejicana con la que me llevaba bien- para moverme a otra área, donde pueda continuar trabajando desde casa.

Pero no sé qué pasará; o sea, mi ex directora me comentó varias veces que siempre tenía las puertas abiertas; pero eso fue hace casi tres años; no sé si la situación sea la misma; o nomás tendré que resignarme al sobretrabajo -o a retirarme-.

Y es algo que nos ha estado afectando durante los últimos días; o sea, Rb extrañará que esté todo el día disponible, para ayudarla con los perros o cualquier situación domiciliar: es un tema delicado; y no sé cómo se desarrollará.

Creo que un Best Case Scenario: acudir dos días a la semana a la oficina; trabajar tres días desde casa; no es lo ideal, pero creo que es manejable; en esos dos días aprovecharía para leer, o algo similar, mientras me conduzco hacia y desde la oficina.

Worst Case Scenario: la vuelta a la oficina es total; acudir cinco días a la semana; con lo que tendría que madrugar y salir antes de que las arterias se llenen de tráfico; y soportar las aglomeraciones en el retorno; porque no me llama la atención conducir todos los días.

O sea, trabajé casi toda mi vida de esa forma; y no es algo que extrañe: hubo muchos años de madrugar, sortear el tránsito, encontrar rutas alternas, y de trabajar hasta tarde; quedarme hasta que el tránsito ya hubiera bajado un poco para no ser parte de las aglomeraciones.

Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; luego de la ducha -doble, por la salida de la mañana- Rb me propuso que jugáramos una partida de ajedrez; luego estuve viendo series y leyendo.

El jueves era el primer día de vacaciones -obligatorias- del mes: desde hace casi tres años me obligan a tomar dos días de vacaciones mensuales, para ir rebajando lo que acumulé durante casi diez años; usualmente tomó el día jueves, para acompañar a Rb al mercado.

Pero ese día el viaje no era al mercado en el Centro Histórico; sino a una Droguería -en el mismo sector- en donde Rb se provee de medicamentos genéricos a un precio bastante accesible; salimos de casa después del desayuno.

Por alguna razón -la vuelta a la oficina, el retorno de mi hija segunda al país, entre otros- me ha estado costando bastante conciliar el sueño; a pesar de que medito antes de acostarme, he llegado a altas horas de la madrugada sin poder dormirme.

De todos modos sigo levantándome a las seis y media, para meditar -veinte minutos por estos días- y luego empezar con los quehaceres cotidianos: Wordle -en tres idiomas-, Duolingo -en cuatro idiomas- y -además del trabajo- las lecturas que llevo en varias líneas.

Un poco después de las nueve salimos a tomar el busito al boulevard; el tránsitos se veía bastante pesado: la ruta estaba llena, aunque no completamente detenida; abordamos el busito y Rb se puso a hacer lecciones de Duolingo; yo me entretuve con el cubo de Rubik de 5x5.

Al terminar el viaje en el busito abordamos una unidad del Transmetro; y, en el centro histórico, otra unidad para dirigirnos a la droguería -se encuentra en las primeras calles y avenidas de la zona central-; no nos tomó mucho tiempo para llegar, comprar las tabletas y volver a tomar otra unidad de transmetro de retorno.

Total que un poco después de las once estábamos de vuelta en el comercial en donde se parquean los busitos que vienen al boulevard; allí entramos al supermercado a comprar aguacates y un poco de pollo -también Rb me compró una docena de muffins-.

Luego abordamos el busito y retornamos a casa; el tránsito estaba un poco ligero; cuando entramos continué con la edición del video de ejercicios del primer día de la semana: unos días antes había encontrado una rutina que hace un joven con el mango de una escoba.

A la rutina de cuarenta minutos que hacemos el lunes le agregué otros doce con dos repeticiones de los ejercicios que acababa de encontrar y me entretuve cortando y pegando los videos -al final quedó de cincuenta y un minutos, en total-.

Almorzamos la última de las cuatro porciones del pollo que preparamos el domingo anterior y luego sacamos a caminar a los perros; después de lavar los trastes preparé un café para mí y un té para Rb y, a las cuatro de la tarde, nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

Rb quería comprar otras medicinas en una farmacia social que nos queda en el camino; también enviar a dos personas en el interior un poco de la medicina que su hermana mayor le ha estado regalando desde hace unos meses. 

Además, habíamos acordado comprar un par de mangos de escoba en la tienda verde de descuentos -en donde también yo quería adquirir un juego de acuarela en pastilla-; aprovechamos para comprar un poco de bananos en el supermercado, y pasamos a la panadería a proveerme para mis desayunos del fin de semana.

Total que fue un viaje  bastante provechoso -Rb compró, incluso- cuatro libras de uvas en un pickup que se estaciona a pocas calles de la casa-; la nota trágica fue que casi llegando a los supermercados vimos a un motorista al cual acababan de atropellar; lo que complicó más el tránsito que ya se veía bastante lento.

Cuando retornamos de los supermercados terminé de bajar el video con la nueva rutina que utilizaremos los lunes -aunque acordamos probarla el último día de la semana- y luego ví uno de los últimos capítulos de Conan así como la parte final de la película en turno de la Liga de la Justicia. 

Por la noche terminé de ver Justice League Dark, ví un capítulo de Conan el niño del futuro (ya solo me quedan como tres) y una pequeña parte de la segunda película de NeZha.

El viernes también  era día libre: de hecho el único feriado (oficial) aquí en el área metropolitana; se celebra a una de las versiones de la virgen española, patrona de la ciudad; me levanté a las seis y media, luego retorné a la cama, hice un poco de Duolingo, pero me quedé durmiendo hasta las ocho y veinte.

A esa hora sonó la alarma semanal que configuré en mi teléfono para recordarme del informe semanal que debo enviar a mi supervisor en el imperio del norte; me levanté a prepararme el desayuno de los fines de seamana, luego me puse a hacer los wordle del día.

Como había programado una reunión por la tarde con mi único amigo garífuna, habíamos decidido realizar por la mañana la rutina de ejercicio de los viernes (además de la limpieza que hago el primer y último día de la semana laboral); de hecho previmos probar la nueva rutina de los lunes ese día.

Pero antes fuimos a la tienda en donde nos proveemos de verduras: Rb quería comprar los ingredientes -tomates, papas, especias- que aún nos faltaban para el ásado que habíamos planeado preparar el domingo.

A media mañana fuimos por las verduras y luego me metí un rato a mi habitación, a leer la última parte dle ciclo correspondiente de The Phoenix Project; a las diez y media barrí y trapeé las habitaciones y las áreas comunes, luego nos ejercitamos.

La rutina estuvo bastante pesada -doce minutos más que la anterior- y después me metí a la ducha; a continuación, antes de la preparación del almuerzo, volví a la habitación a leer un poco de Ma vie mon ex et autres calamités.

Almorzamos una ensalada bastante grande, acompañando la porción de atún de los viernes; después sacamos a caminar a los perros más grandes -y a la más anciana al patio frontal-; luego lavé los trastes del almuerzo -realmente disfruto ver el lavatrastos vacío-.

A las dos y media tomé mi mochila, me despedí de Rb, y tomé el auto para dirigirme al comercial en donde se estacionan los busitos: allí había acordado reunirme a las tres con mi amigo -nos graduamos juntos del bachillerato y él entró un año más tarde a la facultad-.

Mi amigo no se graduó de la facultad por dedicarse al trabajo en el cual aprendió las habilidades que le permitieron fundar una oficina internacional (encuestas y estudios de mercado); la cual quebró completamente durante la pandemia.

Nos habíamos reunido -por primera vez después de casi veinte años- el año anterior, en el mismo comercial, y nos habíamos puesto al día de nuestras vidas; en esa ocasión ni siquiera aceptó que lo invitara a alguna bebida.

Esta vez no habíamos citado en el Burger King del mismo lugar; en donde compré un Hershey pie (mis favoritos) y un café; él nomás ordenó una bebida pequeña de chocolate; luego estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, poniéndonos al día del último año.

A la reunión llegué con un par de minutos de antelación; mi amigo me comentó que había llegado veinte minutos antes (originalmente había sugerido la una o las dos, como hora de la reunión; pero preferí las tres, por mis rutinas con Rb); yo le comenté que, como iba temprano, había pasado al supermercado del lugar a comprar un par de berenjenas.

Y es que eso fue lo único que no encontramos en nuestra visita matutina a la tienda; y Rb me había pedido que pasara al supermercado en cuestión, por una o dos berenjenas grandes; y como iba temprano me metí al parqueo -no había encontrado lugar en el exterior, en donde no cobran- del comercial.

Compré dos berenjenas grandes (tres dólares)  y luego pasé por mi mochila, en el área de paquetes; la verdad es que no quería pagar el parqueo, pero no recordaba cuál era el consumo mínimo para que validaran el ticket del parqueo.

Afortunadamente la chica en el área de paquetes me recordo de mis visitas con Rb al supermercado; y, aunque al principio me comentó que el consumo mínimo era de siete dólares, me validó el ticket; aunque tampoco estaba seguro si me cubriría luego del tiempo que pasaría con mi amigo.

Después de despedirme de mi amigo -eran como las tres y diez- en la puerta del Burger King, bajé al sótano, en donde había parqueado el auto de Rb; pasé por la máquina de pagos, y al validar el ticket -ni siquiera sabía cómo funcionaba, hasta que un joven me indicó en donde escanearlo- resultó que no tenía cargo.

El tránsito, tanto de ida como de vuelta, estaba como no lo había visto en mucho mucho tiempo: no me tocó que parar ni siquiera en la vuelta donde el tránsito se incorpora a la ruta intermunicipal; y de vuelta estuvo igual de bueno.

Por lo que muy poco después estaba parqueándo el auto frente a la casa de Rb; venía escuchando un podcast en francés y, mientras lo ponía en pausa y bajaba del automóvil, Rb sacó a sus perros al patio.

El resto de la tarde lo pasé entre videos de Youtube, revisión de mis correos -por el fin de semana superlargo, me extrañó que mi supervisor en el imperio del norte estuviera asignando tareas, hasta que me acordé que era viernes- y una partida de Scrabble.

Y a ver cómo sigue eso...  

sábado, 9 de agosto de 2025

La otra mitad... The other half... L'autre moitié...

El miércoles llegué a la mitad del reto más extenso que me he propuesto -hasta ahora-: meditar sin interrupción durante mil días; justo ese día fue la primera ocasión de meditar veinte minutos; empecé haciéndolo durante diez minutos, y he ido aumentando un minuto cada cincuenta días.

Y he obtenido el resultado que esperaba: ninguno; y es que no soy nada dogmático en el tema; o sea, he visto a un par de difusores científicos en Youtube que despotrican contra la práctica, empezando porque no hay una definición única.

Pero creo que me ha ayudado; o quizá nomás sea la edad lo que me proporciona una mejor ecuanimidad ante las ocurrencias de la vida; antes me angustiaba por cosas como la inestabilidad laboral y así; ahora es -un poco- menos.

Y esta es una de las áreas en las que -creo- nunca estaré completamente en paz: llegaré a la edad de jubilación -o a la devolución del equipo corporal- sin sentirme completamente cómodo en lo que hago; o en el porvenir, en ese tema.

El actual es el más extenso que he tenido -o tendré, creo-: el próximo mes cumpliré once años en la misma empresa; o sea, he pasado por varias disecciones y reestructuraciones; incluso el cambio de nombre de la misma; y una serie de despidos radical; y sigo aquí.

Se suponía que esta semana estaría más tranquila porque la aplicación en la que nos desenvolvemos sería entregada al cliente; pero no, decidieron que aún no tenía un nivel adecuado para el uso cotidiano.

Nos hemos estado reuniendo -de acuerdo a la programación regular- a las doce y media; lo bueno es los tres primeros días de la semana la reunión ha estado más bien corta; no ha llegado a interrumpir la hora del almuerzo -la una de la tarde- con Rb.

El lunes y el martes se ha tratado  de revisar las tareas que podemos realizar hasta que vuelva a llegar la nueva fecha de entrega -a mediados de septiembre-; y nuestro supervisor informando que estará de vacaciones casi todo el mes.

Incluso el lunes me levanté bastante tarde: eran casi las diez de la mañana cuando salí -por fin- de la habitación, a prepararme el desayuno; y también tomé una siesta por la tarde (leer en la tablet se me hace bastante pesado en algunas ocasiones).

El martes estuvo mejor; o sea, no me volví a dormir después de la reunión: estuve haciendo bastantes lecciones de Duolingo, y leyendo un poco de README.txt; y al final de la tarde -a las cuatro y media- salimos con Rb hacia los mercados en dirección norte.

Pero justo cuando estábamos cerrando el portón vimos algunas gotas de lluvia -el cielo estaba bastante gris-; continuamos caminando pero nos guarecimos durante casi media hora en la garita de la calle.

Rb aprovechó para conversar -yo participé un poco- con el guardia que estaba de turno: sabíamos que la esposa había estado con problemas renales y nos contó bastante de su historia personal; que, la verdad, sonaba bastante difícil.

Casi a las cinco continuamos con nuestra caminata; yo había pedido ir  en esa dirección pues quería comprar el último artículo que mis hijos me habían pedido: unos cubos para eliminar cucarachas, que había adquirido en el pasado en la tienda verde de descuentos.

También compramos una botella de vidrio para utilizar con el aceinte de oliva en la cocina: compramos una presentación bastante grande en el supermercado en donde compramos artículos a granel, y es complicada la manipulación.

Esta botella -de plástico- de aceite de oliva es de tres litros, por lo que utilizamos otra botella de vidrio -que habíamos adquirido en la tienda verde- hace unos meses; pero esta aún es demasiado grande, por lo que compramos una que no almacena más de medio litro.

Luego pasamos al supermercado del comercial en donde abordamos frecuentemente los buses intermunicipales; allí compramos un poco de bananos; después caminamos de vuelta a casa; afortunadamente -y aunqu el cielo seguía encapotado- pudimos retornar sanos y secos.

Las primeras noches de la semana continué viendo capítulos de Conan El niño del futuro, partes de películas de la Liga de la Justicia, y partes de la primera película de Ne Zha; también leyendo un poco, y resolviendo los cubos de Rubik de 4x4 y 5x5.

El miércoles me levanté a meditar -había dejado el temporizador en veinte minutos desde la noche anterior-, luego resolví los tres wordle de costumbre -sigo fallando en Francés- y después entre a la reunió diaria.

Después de la reunión me quedé en la cama, haciendo algunos ejercicios de Duolingo; un poco después de las ocho de la mañana Rb entró a la habitación a comentarme que el hijo de un anciano a quien habíamos encontrado -en nuestra caminata vespertina- hacía unos meses había fallecido.

Me comentó que iba a ir un rato al funeral -el joven de treinta y ocho años había fallecido el día anterior, por complicaciones de diabetes- y estaba siendo velado en una iglesia a tres o cuatro cuadras de la colonia.

Me ofrecí a acompañarla y, después de desayunar (y tener la reunión quincenal con mi supervisora local), nos dirigimos al lugar; justo antes de salir un desarrollador me escribió para consultarme sobre un reporte que había realizado unas semanas atrás.

Entré al servidor en el que trabajamos algunas de las pruebas y realicé una grabación rápida del problema reportado; y lo remití en la herramienta de mensajería que utilizamos en las labores; luego caminamos a la iglesia.

Entramos al lugar -habían ocho o nueve personas allí, entre ellas la madre del fallecido- y Rb fue a presentar las condolencias a la familia; yo me senté un un lugar cercano a donde estaba la familia; de donde tuvimos que movernos un poco conforme fueron llegando más personas -la mayoría bastante ancianas-.

Como me había quedado con expectativas de la respuesta del desarrollador, conecté los datos móviles de mi celular; y le pedí al analista que mejor me cae que revisara si podía replicar en otra estación la funcionalidad reportada; también ví que mi supervisor me acababa de llamar.

Mi compañero me escribió un poco después confirmando que el reporte era reproducible en su estación de trabajo; y le escribí a mi supervisor para comentarle que estaba actualizando mi computadora y que lo llamaría en cuanto estuviera disponible.

Un poco después encontré -seguían llegando personas- a un ex compañero de pasillo; lo había visto antes de la pandemia en el supermercado más cercano en dirección sur; pero no me recordaba que vivía justo frente a la iglesia.

Nos saludamos y nos pusimos un poco al día; ahora trabaja en la oficina local de otra empresa del imperio del norte; y me comentó que andaban buscando personal, pero con manejo sólido de un lenguaje que yo apenas utilizo; le pedí su número de teléfono, aunque luego me dí cuenta que no podía contactarlo por whatsapp -o me dió (o anoté) un número incorrecto-.

Después de un poco menos de una hora nos retiramos del lugar; vine a llamar a mi supervisor, quien quería que actualizara un documento del que me había estado hablando desde hacía varios días; lo que no me llevó más de una hora.

A las doce y media tuvimos la reunión de equipo -nada nuevo, realmente- y le comenté al supervisor que estaba por terminar la asignación; un poco después de la reunión -y del almuerzo- le mandé la notificación de que ya había actualizado el documento.

Después me retiré a mi habitación a leer la última parte del ciclo actual del libro de Chelsea Manning; había dejado la computadora sin audífonos conectados, para escuchar si recibía notificaciones; pero no me dí cuenta que el video que puse para que no se fuera a dormir no estaba en reproducción contínua.

Por lo que la máquina se fue a dormir y no recibí la notificación de que me estaban llamando nuevamente; salí un poco más tarde de la habitación y ví que tenía otra llamada perdida de mi supervisor; devolví la llamada: era para que extrajera un folder de una máquina virtual y lo enviara (después de comprimirlo) por correo a una tercera persona; nada complicado.

Después de completar la tarea le propuse a Rb que jugaramos una partida de Scrabble; lo hemos estado haciendo con bastante frecuencia las últimas semanas: he estado tratando de encontrar actividades que aceiten nuestra convivencia -más o menos lo que estoy tratando de hacer conmigo mismo y la acuarela-.

El resto de la semana continuó con más o menos el mismo ritmo: el jueves estuve conectado a la estación de trabajo en la que usualmente pruebo la aplicación con la que trabajamos; pero no hubo grandes novedades en la misma.

Y es que en la reunión de la mañana el Product Owner le había pedido a uno de los analistas de mi área (se supone que están turnándose para entrar a la reunión de las siete de la mañana, pero yo siempre entro a la misma) que se corrieran unas pruebas específicas en la nueva versión.

Pero no encontramos nada que fuera muy problemático en la revisión -los mismo problemas de siempre, nomás-; el mismo compañero al que se le había pedido la revisión envió un correo reportando los hallazgos.

Por la tarde caminamos en dirección de los mercados que se encuentran al sur de la calle donde vivimos; no acudimos al más alejado -nomás caminamos hasta su altura-, en el que está a mitad del camino compramos -de vuelta- un poco de bananos y lechugas.

Cuando venimos me puse a hacer Duolingo; la vecina le comentó a Rb que el pequeño racimo de bananos, que estaba creciendo de su lado de la pared que divide los terrenos, ya se estaba poniendo amarillo; Rb me pidió que lo cortara pero pedí tiempo, porque estaba a medias con la aplicación de idiomas.

Al terminar las lecciones y ofrecerme a cortar el racimo de bananos ya estaba un poco oscuro, por lo que Rb juzgó más prudente dejarlo para el día siguiente; por la noche seguí con el capítulo diario de Conan, y las secciones de Ne Zha, y la Liga de la Justicia.

El viernes, después del desayuno, le pedí a Rb que me acompañara a cortar el racimo de bananos; había previsto pedirle permiso a la vecina para acceder al patio trasero de su casa; pero resulta que el tamaño era mucho menor que de costumbre, quizá menos de la mitad.

Por lo que nomás me subí al muro de división con el machete; y bajé el racimo de bananos; después lo seccioné en cinco partes; las cuales repartimos en la cuadra a la hora de sacar a caminar a los perros: una a la vecina, uno al guardia de turno, dos en la tercera y cuarta casa de la calle.

Y guardamos una penca de bananos para el guardia que estaría de turno al siguiente día -el mismo con el que estuvimos conversando el martes por la tarde-; yo nomás tomé uno que había sido picoteado por un ave -espero- (nomás le quité la parte dañada) y otro verde que se cayó de una penca que boté en el patio.

El sábado me levanté diez minutos antes de la hora habitual -a las seis y veinte-: por la carga de tránsito que había encontrado la semana anterior había planeado salir quince minutos antes: a las siete.

Medité veinte minutos y luego me metí a la ducha; y antes de las siete tomé mi mochila y salí a abordar el auto;  el tránsito estaba -sorprendentemente- bastante ligero: no encontré ningún embotellamiento en la entrada de la ciudad; como iba con veinte minutos de anticipación decidí pasar por una gasolinera.

Pero como estimé que la entrada a la Universidad estaría llena -por donde se encontraba la gasolinera más accesible- decidí desviarme unas calles de la ruta normal y pasar a una gasolinera que se encuentra en dirección contraria a la que iba.

Llené el tanque del automóvil -treinta y dos dólare- y le eché aire a ambas llantas traseras (las dos siguen perdiendo aire, pero más la del lado del volante- y, como aún me quedaba tiempo, limpié los vidrios frontal y posterior.

Luego retomé mi camino; el tránsito estaba un poco más pesado; y la entrada a la Universidad estaba casi detenida; pero llegué al lugar justo a la hora acordada (siete y media); y me dirigí a las mesas al fondo del mismo.

Mi amigo estaba en la última mesa; y justo estaba por enviarme un mensaje para comentarme en donde se encontraba: había llegado al lugar a las siete y cinco -se supone que lleva a su hijo mediano a la facultad para una clase a las siete de la mañana-.

Luego de saludarnos le indiqué que nos acercáramos a la caja para ordenar un par de desayunos típicos del país, los que pagué -trece dólares y medio- de acuerdo a la costumbre en mis reuniones.

Nos estuvimos en el lugar por las siguientes dos horas y media, desayunando, y poniéndonos al día de la vida de cada uno; en mi caso la única novedad fue la ceremonia a la que asistí hace unos meses por haber arribado a los veinticinco años de ejercicio profesional.

Y es que mi amigo fue uno de los pocos en asistir al acto de graduación -aparte de la mama de mis hijos, quien estaba esperando a la segunda por la época, la familia de mi tía favorita, y un par de compañeros del trabajo en el que estaba por esos días-, y tomar la foto que necesité luego para registrarme en el colegio profesional.

Por su parte sí hubo -como casi siempre- muchas novedades: su segundo hijo ya va en el segundo año en la facultad -el tercero mío se quedó justo en ese año-; su primera hija terminó los trámites del divorcio -luego de un par de años de casada-, luego de su infidelidad con un pastor de jóvenes en la mega iglesia que se encuentra a la entrada del municipio donde vivo.

Y con su hija menor siguen los conflictos; o más bien aumentan: la última vez andaban en que no se dirigían la palabra -porque ha andado escapándose de su control paternal-; pero ahora sí definitivamente ha escalado: él la golpeó hace unos días por continuar con las escapadas.

Además, su esposa -ya llevan casi treinta años de casados, luego de 'perdonarle' una 'infidelidad emocional' hace como quince- se ha puesto del lado de sus hijos, por lo que la relación ha ido deteriorándose con el tiempo.

En fin, un drama familiar interesante; mi amigo no trabaja -se enriqueció en el pasado con la corrupción en la cartera de comunicaciones en el gobierno- pero ha estado dedicándose esporádicamente a trabajos de optometría -tomó un curso técnico de dos años en la institución más grade de este tipo del país-.

Y lo que hace desde hace unos años es vivir de sus rentas -supo invertir bien el dinero malhabido: su casa tiene tres niveles y, además, adquirió varias propiedades, que alquila- por lo que nomás se ha dedicado -durante mucho tiempo- a brindarle transporte a su esposa -quien lleva casi veinte años de trabajar como enfermera- y a sus hijos.

Su hija mayor -se casó un poco después de alcanzar la edad adulta y se divorció dos o tres años después- ha vuelto a la casa de mi amigo y ahora imparte clases en una sede de la cadena más amplia de colegios de la ciudad -casualmente dá clases en la sucursal que se encuentra frente al edificio donde viven mis hijos-.

También continúa sus estudios universitarios -en ciencias de la comunicación- en una de esas nuevas 'universidades' que tanto han brotado en las décadas pasadas; su hijo segundo -en quien tiene puestas todas sus esperanzas- avanza exitósamente en el segundo año en la facultad -parece que se decantó por la informatica- y su hija menor se gradúa este año del nivel medio.

Total que me estuvo contando todas sus vicisitudes: los conflictos -silenciosos- con su esposa, lo que le pesa que su hija mayor esté empezando a salir con otros individuos, lo que adora a su hijo -es la nota positiva en su lore- y lo que sufre con el desprecio con el que lo trata su hija menor.

 Un poco después de las diez le pedí a mi amigo que le echara un ojo a la llanta del auto que más pierde aire -al inicio del desayuno le había comentado lo que ha estado ocurriendo- y le tomó una foto a las medidas, para ver si tenía en su posesión alguna que pudiera utilizar -; su sobrino fue otro de los temas de la conversación.

Luego de despedirnos arranqué el automóvil e inicié mi camino de regreso; el cual estuvo terrible: ni siquiera había salido del parqueo y ya había embotellamiento; llamé a Rb para que consultara Waze y me comentó que se veía más libre la otra salida de la ciudad -por donde entré la semana anterior-.

Cruzando apenas el paso a denivel que se encuentra bajo la vía que sale al Pacífico se encontraba -justo en la salida del mismo- un automóvil detenido, a media cuesta; pero delante del mismo continuaba la cola; y la misma seguía por -al menos- otro par de kilómetros, justo hasta la salida misma de la ciudad.

Al final me hice casi cuarenta minutos para completar el viaje que normalmente no lleva más de diez o quince; parqueé el automóvil frente a la casa de Rb y entré; me sorprendió ver que no estaba la llave en la puerta frontal -comúnmente la mantenemos en la chapa-.

Cuando entré ví que el pizarrroncito que traje de mi habitación estaba en la puerta de la cocina -luego de que esta dejara de funcionar lo utilizamos para que los perros no se metan a la misma- por lo que comprendí que Rb no se encontraba en casa.

Un rato después retornó con algunas frutas para su semana; antes de empezar el almuerzo del día (sandwiches de pollo, preparados con los panes que no le provocan alergia y una nueva receta de mayonesa) me puse a completar algunas lecciones de Duolingo.

Después de preparar el almuerzo -me tocó que picar varias cosas: culantro, chile pimiento, apio; y majar un diente de ajo- sacamos a caminar a los perros de Rb; luego almorzamos los sandwiches, acompañados de un tazón del caldo que quedó al preparar el pollo y las legumbres con las que se mezcló para preparar el aderezo.

Un poco más tarde me metí a la cocina a lavar los trastes que habían quedado del almuerzo -y unos pocos de la preparación del mismo- y, después, preparé un par de tazas de té (de menta para mí y de manzanilla para Rb); a continuación vimos un capítulo de la segunda temporada de Wednesday.

Al final de la tarde me metí un rato a la habitación, para revisar mis tres -o cuatro- cuentas de correo -un poco antes había visto que mi supervisor en el imperio del norte me había enviado un mensaje en la red interna; pero ya no lo ví conectado.

Se me ocurrió que podíamos salir a caminar con Rb, pero al ir a proponérselo me comentó que estaba preparando su comida semanal; y que aún se tardaría otra hora y media; por lo que decidimos terminar el día con una partida de Scrabble -las letras me favorecieron: 435 a 232-.

Y a ver cómo sigue eso...