Personalmente no le pongo mucho atención a los aniversarios; y menos a las bodas de plata, o de algún otro material; sé que hay de papel, madera, etc; pero no me han llamado la atención; aún así, sabía que el colegio profesional entrega una plaqueta a los que arriban a los veinticinco años en el ejercicio de la profesión.
O al menos, a los que se mantienen pagando la cuota mensual, para pertenecer al colegio profesional; yo dejé de pagar durante un tiempo -ese par de años que anduve en viajes al Imperio del Norte-, pero luego me puse al día, y he continuado con el hábito: en todo caso, está en la constitución de la república como u pago obligatorio.
Y, también hace catorce o quince años, me hice el firme propósito de ser un ciudadano de bien: pagar mis impuestos cumplidamente, mantener al día mis documentos de identificación, y ser, en la medida de lo posible un vecino responsable.
Por lo que fue agradable recibir, hace un par meses, una llamada telefónica del colegio: me estaban invitando al acto en la que se entregarían los reconocimientos a los colegiados con veinticinco años de antigüedad; de hecho, luego recibí un par de llamadas adicionales, y tuve que llenar una encuesta para confirmar mi participación.
Y se suponía que podía llevar a dos invitados; pero, con el manejo de los perros de Rb -y sus alergias-, no vi atractivo el viaje en conjunto; y mis hijos estaban trabajando, así que decidí acudir en soledad; nomás me aseguré que el traje verde -tiene más de veinte años- aún me quedara.
Y la ceremonia estuvo interesante...
El lunes pasado me levanté a las seis y media; me había despertado un poco antes -después de las seis- pero me había quedado dormitando hasta que escuché la alarma del celular; me levanté a meditar y luego jalé la compu del trabajo para entrar a la primera reunión del día; antes de eso resolví las palabras de los wordle en inglés y francés; la reunión estuvo bastante tranquila, incluso el lead de nuestro equipo había avisado que estaría ausente, por la celebración del fin del Ramadán.
Después nos reunimos con los colegas del Imperio del Norte: debemos escribir un documento para probar un equipo que ha estado funcionando durante más de diez años; y ninguno de los tres tenemos mucha idea de cómo debe completarse la tarea.
Almorzamos unos wraps con papel de arroz -costó prepararlos, pues son bastante frágiles- y un poco de las verduras que habíamos consumido la semana anterior; luego, la tarde estuvo normal: lavado de trastes, preparación de té y café.
Y el día estuvo bastante improductivo: nomás me metí un rato -un poco antes del mediodía- a la habitación de la comida de los perros, mientras la aspiradora recogía todo el polvo de las otras habitaciones -y de la cocina y el baño-
Al final del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los lunes -estuve escuchando algunos audios en francés-; por la noche estuve viendo una parte de una película animada de Batman; y terminé de leer la penúltima parte del libro en francés.
Antes de dormirme -y después de meditar- leí una pequeña parte de Una Suerte Pequeña; luego puse la alarma del reloj para despertarme media hora antes de la hora usual (por aquello de los múltiplos de una hora y media de sueño) pues quería cambiar algo de un documento antes de entrar a la primera reunión del siguiente día.
El martes un zancudo me despertó de madrugada; la noche anterior había matado otro; pero no pude encontrar a su compañero; de todos modos, seguí durmiendo hasta que sonó la alarma a las seis; a esa hora me levanté a meditar; luego resolví los wordle en inglés y francés; y, antes de entrar a la reunión diaria del equipo, modifiqué el documento que estoy trabajando con mis compañeros en el Imperio del Norte.
La reunión diaria estuvo bastante corta: por alguna razón el PM estaba ausente hoy; así como varios otros miembros del equipo; luego nomás esperé a que empezará la siguiente reunión; en la que continuamos revisando los requerimientos de la tarea que nos asignaron la semana pasada; cuando terminó esta reunión salí de la habitación, a prepararme el desayuno: estoy por terminarme la última -de cuatro- bolsitas de cranberries licuadas que Rb me cedió hace meses -y que estoy agregando, por cucharadas, a la avena matutina-.
El resto de la mañana avancé un poco en los requerimientos de la tarea, junto con los compañeros en el Imperio; y me sumergí tanto que se me pasó la hora límite para cambiar la media hora de puntos dobles del challenge semanal de Duolingo.
La media hora de puntos dobles se puede utilizar -o se pierde- antes de las once de la mañana de los martes; a esa hora se reinicia el ciclo: inicia un nuevo challenge semanal; la semana anterior completamos el challenge con Rb el mismo día.
Y en esta ocasión, de forma más extrema- lo completamos con la persona que me eligió durante la primera hora de inicio; la semana anterior tuvimos que hacer sesenta lecciones con más de noventa por ciento de respuestas correctas; ahora nomás era de acumular dos mil puntos.
Al mediodía preparamos los mismos wraps que el día anterior; lo que acompañamos con una sopa de espinaca, tomate licuado y huevo; Rb había acudido a la tienda un poco antes para proveerse de espinaca y tomate; también me regaló un mango.
Después del almuerzo lavé los trastes y esperé a que llegaran las tres de la tarde: debíamos llevar al perro de Rb a la veterinaria; se suponía que lo iban a inyectar nuevamente; en el ínterin estuve conversando con mis dos amigas de Cameroon.
A las tres Rb le puso la correa al perro y nos subimos al auto; el tránsito de ida estaba bastante pesado; pero se veía peor en el sentido contrario; con lo que pensé que el viaje de vuelta estaría más complicado.
Tampoco había parqueo en el comercial; todo estaba lleno; dejé que Rb y el perro bajaran y me dispuse a esperar a que se liberara un espacio; justo se liberó un espacio, pero lo ocupó rápidamente un camión de materiales; afortunadamente otro auto salió casi al mismo tiempo, por lo que me pude parquear.
Entré al supermercado y compré un cappuccino con un par de porciones de magdalena marmoleada; y estaba empezando a consumirlos cuando retornó Rb y su perro; me despedí de todos y retorné al auto; a pesar de que la vía se veía bastante sobrecargada cuando íbamos hacia la veterinaria; no tuvimos ningún contratiempo en el retorno: es increíble cómo las vías se llenan completamente y se vacían sin -aparentemente- ninguna razón.
Venimos antes de las cuatro y revisé si había algún mensaje de mi trabajo; pero todo estaba vacío; consumí las dos porciones de magdalena, el cappuccino y una galleta chicky; luego volvimos a salir; Rb tenía que comprar los materiales para los adornos de la fiesta de cumpleaños que realizará su amiga en el zoológico la última semana de este mes: es el primer año del niño que adoptaron el año pasado.
Pasamos a la tienda verde de descuentos y allí Rb adquirió pintura acrílica y un paquete de pinceles; luego pasamos al supermercado; en donde compré ingredientes para un pastel de zanahoria que planeaba preparar el jueves.
Por último pasamos a la librería del mismo centro comercial -habíamos pasado a ver la hora de cierre antes de ir a los supermercados-; aquí Rb compró muchos pliegos de foamy, de varios colores; y algunos otros materiales para elaborar las figuras que su amiga le había pedido; luego retornamos a casa.
El miércoles el día estuvo tranquilo; o al menos, con el mismo ritmo que los días anteriores: wordle, reuniones -intrascendentes en su mayor parte- un poco de Duolingo, un poco de Busuu, un montón de Ajedrez -he estado jugando casi obsesivamente-.
Y también un poco de lectura, terminé el libro de francés -era de filosofía- y me pasé a leer el libro de ‘Entrelecturas’: Flourish, de Seligman; almorzamos unos hashbrowns de papa y pollo; luego sacamos a caminar a los perros de Rb; y, después de lavar los trastes, preparé una taza de café y una de té; después del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles.
Lo desagradable fue que, a media rutina, vino el señor de las verduras; con lo que Rb tuvo que salir a realizar las compras; o sea, con lo que la segunda parte no se sintió tan satisfactoria; el enfriamiento de la pausa no ayudó nada.
El jueves era día de vacaciones -el primero del mes- pero me levanté igual a las seis y media: medité y luego retorné a la cama; había planeado hacer un poco de Duolingo pero me terminé durmiendo otra hora; luego sí estuve un rato en ambas aplicaciones de aprendizaje de idiomas.
A las nueve y cuarto salimos con Rb hacia el mercado en el centro histórico; estábamos fuera del portón cuando se dió cuenta que había olvidado su mascarilla; por lo que retornó por la misma; y, saliendo de la colonia, vimos como el busito se alejaba.
Decidimos caminar hasta el lugar en donde pasan los buses intermunicipales; pero antes de llegar al lugar pasó un busito local; no nos subimos al mismo; pero llegando al punto esperado, vimos como se alejaba un bus intermunicipal; por lo que abordamos el busito que vimos pasar antes.
El transmetro no estaba muy lleno y no nos tomó mucho trabajo llegar al centor histórico; antes de entrar al mercado pasamos a la tienda naranja de ropa usada proveniente de Estados Unidos: Rb quería comprar una bolsa de tela para las compras en el mercado, pero no encontramos.
Las compras no fueron muchas: creo que solo manzanas y cuatro libras de berries que compra cada semana; luego retornamos a la estación del Transmetro más cercana y tomamos una unidad hasta el comercial en donde se estacionan los busitos.
Allí entramos al supermercado; pero no había ni aguacates, ni bananos; Rb compró unas redes de papas -cuyo precio era el triple pues el precio publicado era por libra y no por red-; y luego salimos a abordar el busito que nos trae e casa.
Almorzamos lo mismo que el día anterior; pero antes salí a revisar el nivel del refrigerante en el radiador: no lo había rellenado como en dos semanas y, continuamos sin cambiar el tapón del mismo; después del almuerzo lavé los trastes y le preparé un té a Rb; y a las tres me alisté: el día anterior había sacado uno de mis dos trajes -el verde, que no tiene el pantalón deteriorado, como el negro-, me puse una camisa blanca y una corbata gris, y me subí al auto.
Había considerado una hora para llegar al lugar en le que se realizaría la ceremonia para conmemorar veinticinco años de ejercicio profesional -me gradué de ingeniero cuando mi segunda hija estaba por nacer-; y, a pesar de que me pasé del lugar y tuve que realizar un par de retornos un poco complicados, llegué al lugar antes de la hora del acto.
El cual estuvo muy bueno: para empezar reencontré a un es compañero de clases a quien no había visto en más de veinte años; casualmente le había enviado un correo en febrero, del cual no recibí ninguna respuesta.
Pero el reencuentro fue muy bueno -yo iba solo, él iba con su esposa y sus dos hijas, universitarias por el momento-; y en cierto momento me comentó que hace tres décadas me había visto como el hermano que nunca tuvo -lo cual me conmovió-.
Quedamos en juntarnos algún día para compartir un café -casualmente trabaja cerca del comercial en donde se estacionan los busitos-; también encontré a alguien con quien trabajé en el primero lugar en el que me desempeñé como Ingeniero.
Este encuentro fue menos agradable: siempre le ha encantado presumir (muchas veces, falsamente) de sus logros profesionales -ahora, supuestamente, es gerente general de una empresa de seguridad-; pero aún este encuentro fue positivo, ya que más tarde le pedí el número de teléfono de otra persona a la que conocí por la misma época; y a quién encontré una vez -con Rb- hace como siete años en un supermercado.
Más tarde le escribí a este último y acordamos reunirnos la semana siguiente; en el mismo lugar en donde me junté hace un par de años con mi psiquiatra; la ceremonia estuvo, como todos estos actos, aburrida: éramos como treinta o cuarenta personas con veinticinco años desde la graduación.
Un poco de actos protocolarios, el himno nacional, y luego nos fueron llamando, uno por uno, para entregarnos una pequeña placa, con el nombre, profesión y número de colegiado, felicitándonos por la ocasión, y una pluma con el logo del colegio.
Después nos invitaron a una pequeña cena; mi amigo de la facultad bajó con su esposa y sus dos hijas; yo me acerqué a saludar al del primer trabajo; también quise saludar a otro colega: tuve la impresión que me había ayudado en los trámites de graduación, pues se hizo cargo del acta de mis prácticas profesionales, como retribución por la confección de un proyecto de software para un curso de programación -me encantaba pascal-.
Luego bajé al primer nivel: este edificio se encuentra en una hondonada; el noveno nivel -que fue donde se realizó el acto- está al nivel de la calle; los otros ocho niveles están hacia abajo; la cena fue sencilla: un pollo con arroz, y refresco; también repartieron vino tinto, pero sigo siendo abstemio.
Nomás cené y me despedí de mi amigo -y su familia- luego pasé despidiéndose de mi otro conocido; y empecé el camino de vuelta; que estuvo terrible: tomé una vía que usualmente me ha facilitado la conducción; pero esta vez estuvo terrible: más de media hora en unas pocas calles que en otra ocasión me hubieran tomado nomás cinco minutos.
Al final me llevó más de media hora retornar a casa; estacioné el auto y entré; Rb me había comprado un par de mini magdalenas en el supermercado; de las que consumí una, con una taza de café; para terminar la noche estuve acompañando a Rb; mientras ella veía unas series en su computadora, yo hice Duolingo, Busuu, y jugué varias partidas de ajedrez; volví a colocar el nivel seis, y no he mejorado para nada.
El viernes me levanté a meditar a las seis y media; después, jalé la computadora a la cama para entrar a la reunión diaria; mientras se encendía me puse a resolver los wordle en inglés y francés; ya llevo varios días con un buen streak, aunque aún no supero el máximo anterior.
Después de la reunión diaria me reuní con mis compañeros del Imperio del Norte; fue una reunión de más de una hora, nomás para concluir que, después de una semana, no tenemos nada para mostrar; hice un mapa mental para avanzar un poco y acordamos una reunión mas tarde -la que no se llevó a cabo-.
Después de esta reunión me levanté a preparar mi desayuno; estaba indeciso sobre si desayunar o no antes de la siguiente reunión; al final preparé mi desayuno, lo consumí, y entré a la reunión con todo el equipo.
Esta se extendió por más de una hora; luego aproveché para hacer DUolingo, y BUsuu; pues, justo antes del mediodía, me metieron a otra llamada, esta con el lead y el equipo local; fue más de una hora y una pérdida total de tiempo: nuestro lead trató de aclarar algunas dudas, pero la mayor parte tampoco las sabía.
Casi a la una me desconecté y preparé las ensaladas para el almuerzo del día: pescado frito; el resto de la tarde nomás estuve revisando un poco de documentación; también me contactó mi hijo mejor, para comentarme que había concluido la segunda condición para el préstamo.
La verdad, creo que con más tiempo, hubiera encontrado un mejor curso para que aprendiera un poco de finanzas personales; pero al menos, creo, examinó un poco su situación; de todos modos le puse una última condición: que redactara, en media página, cómo planeaba no caer nuevamente en deudas.
Y es que tres mil dólares de deuda acumulada -cuando gana quinientos dólares al mes- es realmente excesivo; estuvo de acuerdo, pero aún no he visto que lo haya hecho; se supone que tiene hasta el once de este mes para saldar un par de tarjetas, y espero que aprenda la lección, aunque lo dudo.
La condición fue cumplida: mi hijo me contactó por la noche con un texto sobre la forma en la que no se endeudará otra vez; le trasladé tres mil dólares a su cuenta bancaria; se supone que los repondrá durante los próximos quince meses; pero, la verdad, no tengo muchas esperanzas.
Y la suma fue una buena mella en mis cuentas; o sea, casi el veinte por ciento de la suma que había logrado reponer; luego de quedar casi a cero, luego de la compra del departamento; así que, nomás debo continuar trabajando en la mejora de mis finanzas.
El sábado me despertaron los ruidos del tránsito; ví que estaba más claro que de costumbre y me tuve la sensación de que era más tarde que mi hora habitual de despertarme: las seis y media; y sí, por alguna razón -no sé si la desconecté el día anterior- la alarma no sonó; eran las siete de la mañana.
Me levanté a meditar, y luego revisé los mensajes de whatsapp: había quedado con mi amigo que vive al otro lado de la ciudad en reunirnos esa mañana; pero aún no habíamos definido la hora, por su trabajo, podía ser a las ocho y media o a las diez y media.
Al final iba a salir a las ocho y media; por lo que apenas hice un par de lecciones de Duolingo, luego me metí al baño; luego salí a revisar el líquido refrigerante del auto: el viaje de vuelta del jueves estuvo pesado y, efectivamente, el nivel del mismo estaba bastante bajo; lo rellené -y el depósito- y arranqué el auto.
Habíamos quedado de reunirnos en la sucursal, cerca de la embajada del Imperio del Norte, del restaurante donde usualmente invito a mis amigos a desayunar; llegué al lugar con diez minutos de anticipación y mi amigo llegó con veinte minutos de retraso.
E iba bastante desvelado: entra a trabajar a las dos de la madrugada; y ha estado trabajando una gran parte del resto del día conduciendo su moto con la aplicación de Uber; compré un desayuno pero mi amigo nomás quiso un cappuccino.
Y, como sabía que quería continuar con su trabajo en Uber, programé el stopwatch del celular para una hora, para no quitarle mucho de su tiempo productivo; nos pasamos esa hora, además de comiendo, comentando un poco de la situación laboral de cada uno; también me mostró que ya arma por completo el cubo de rubik de 3x3x3.
Cuando el temporizador del celular sonó, nos despedimos y, luego de pasar a que sellaran los tickets del parqueo; salimos por nuestros vehículos, al estacionamiento del lugar; en donde nos despedimos; no eran ni las diez, así que vine mucho más temprano de lo que había ofrecido a Rb: habíamos quedado de ir a los supermercados en dirección sur a las once de la mañana; pero al final, ya no salimos; nomás, un poco antes del mediodía, preparamos el almuerzo: caldo de pollo y arroz; acompañado del último hashbrown de la semana.
Por la tarde habíamos planeado acudir a la ropa de ropa americana de segunda mano; pero, un poci después del almuerzo, Rb me comentó que no tenía ganas de salir; por lo que nomás pasamos el resto de la tarde en casa; yo avancé un poco en la lectura.
Al principio de la noche bajé Black Bag; la nueva película de Michael Fassbender -había intentado verla en línea, pero no estaba funcionando muy bien-; y ví la mitad de la misma; también jugué algunas partidas de ajedrez.
Algo ‘interesante’ fue que, al meditar, me olvidé poner el temporizador con los diecisiete minutos en el celular; o sea, había estado leyendo y luego bajé al piso a realizar la rutina; y, después de casi treinta minutos, me levanté, y ví que el celular estaba al lado de la lámpara de noche.
El domingo me levanté a las seis y media; ahora sí me había asegurado de poner la alarma; y también de utilizar el temporizador del celular para meditar durante diecisiete minutos; después retorné a la cama y seguí dormitando, hasta las ocho y media.
A esa hora me levanté a preparar mi desayuno de los fines de semana; luego hice algunas lecciones de Duolingo; pero nomás dos o tres, pues habíamos quedado con Rb de acudir al supermercado al cual se entra nomás con membrecía.
Rb compró como cinco variedades de nueces, y una bolsa de comida para los gatos a los que está alimentando; yo compré avena y aderezo; de lo primero me queda para menos de un mes, y de lo segundo ya estoy casi en las últimas; también compramos alas de pollo y un bote grande de shampoo.
Luego pasamos al supermercado más distante en dirección sur; allí compramos del pollo para los almuerzos de la semana; y Rb compró pollo para su perra más anciana; y luego, en el otro supermercado, compramos un poco de bananos.
Al mediodía preparamos las alitas de pollo dominicales; las cuales consumimos con el resto del caldo del día anterior, y arroz; como habíamos sacado a caminar a los perros antes de almorzar, nomás me retiré a mi habitación para avanzar un poco en el libro de No Ficción de turno: Filterworld.
A las dos y media salí de la habitación, lavé los trastes del almuerzo y le preparé una taza de té a Rb; para mí no preparé nada, pues había quedado con mi amigo -el que vive en la misma colonia en la que mis hijos crecieron- que llegaría a su casa a las tres y media.
Y llegué al lugar a las tres y veinticinco -no había casi nada de tránsito-; toqué el portón un par de veces antes de que saliera; de hecho estaba empezando a llamarlo cuando se asomó; nos pasamos la siguiente hora compartiendo una bebida de nescafé -tres en uno-, y un zepelín que había comprado en el supermercado más distante en dirección sur; también comentando las últimas novedades: ya le permiten manejar, pero aún debe a la clínica para continuar el tratamiento del derrame cerebral.
Para terminar la tarde le propuse que jugáramos dominó; pero, cuando revisé mi mochila, no pude encontrar el que usualmente cargo; afortunadamente mi amigo tiene uno de estos juegos, por lo que nos pasamos una buena media hora con varias partidas.
A las cinco y media nos despedimos, y retorné a casita; Rb me recibió en la entrada de la casa, contándome que estaba terminando de preparar el pollo de la semana; por lo que me metí a la cocina a preparar la segunda parte: papas doradas.
También preparé la gelatina -mezclada con psillium- para los desayunos de los primeros cuatro días de la semana; después completé algunas lecciones de Duolingo; los últimos dos días habían estado bastante escuetos, por lo que nomás pude llegar al segundo lugar de la liga semanal.