La parábola del hijo pródigo es una de las historias que menos comprendo del relato bíblico; o que menos acepto quizá; en primer lugar por el mismo título: pródigo es un término utilizado como sinónimo de derrochador.
Pero las interpretaciones bíblicas -generalmente- se centran en el retorno, y la aceptación por parte del padre del vástago que se comporta de esta forma; y en la 'incorrección' del otro hijo al reclamarle a su padre por tal recibimiento; me cuesta entender.
Y tengo tres hijos; a los cuales les he comentado en varias ocasiones que mi amor -y mis exigencias mientras iban creciendo- eran parejas; ni favoritos ni despreciados: parejitos los tres; con sus preferencias intelectuales, laborales, e incluso identidades de género (creo que los tres son parte de la comunidad LGBT); a los tres se les trata igual.
Y lo que más me interesa -en los quince o veinte años que me queden en este planeta- es pasar un buen tiempo con cada uno; ni les exijo que 'enderecen' su vida, ni les detengo en sus exploraciones vitales; cada quien es, al final, responsable de su vida; o, al menos, eso es lo que creo.
He estado meditando -un poco más- en estos temas durante los últimos días: esta semana mi hija segunda, luego de seis años en el imperio del norte, vuelve a su ciudad de origen; incluso me envió ya los detalles del vuelo; debo ir por ella el cuatro de septiembre a las once y media.
El plan es llevarla de allí al apartemento de sus hermanos; a quienes debo comentar sobre el cambio que se les viene en su vida: han estado viviendo en el departamento de tres habitaciones durante el último año; y no se han llevado bien.
Mi hija mayor ocupa la habitación más grande (con baño privado), mientras mi hijo menor se estableció en las dos pequeñas; yo les había pedido que me dejaran libre -igual, el departamento sigue casi completamente vacío- el espacio de la sala/comedor; y el baño común ha sido ocupado exclusivamente por mi hijo menor.
Quien ha sido un pésimo ocupante; el par de veces que utilicé el baño durante los últimos doce meses lo encontré bastante descuidado -muy descuidado, incluso-; y, al parecer, durante el último tiempo no se dirigen la palabra, por conflictos sobre limpieza, o algo así.
Entonces, no sé qué decidirán -o cómo- para acomodar a mi hija segunda en el lugar; pero fue algo que dejé muy claro cuando adquirí el apartamento: los tres tienen el mismo derecho de hacer uso del mismo.
Y a ver cómo va eso...
El domingo pasado era el día que había programado para realizar mi visita mensual al voluntario que vive en la misma colonia en donde crecieron mis hijos; usualmente acordamos al inicio del mes el día en que llegaré a su casa.
Me parece que ya llevo más de dos años de haber reiniciado las visitas a su casa: después de empezar mi relación con Rb (el próximo mes cumplimos doce años de habernos conocido) dejé de frecuentar las reuniones que realizaba mi grupo de voluntarios en su casa.
Y, al menos en una ocasión -me parece que fue el primer año-, me canceló casi a último momento; por razones -supuestamente- familiares; lo que se repitió -más o menos- la semana pasada: el jueves me escribió para contarme que había muerto una tía paterna.
Lo llamé y, en efecto, estaba llorando; también me comentó que sus tíos que viven en el Imperio del Norte vendrían al país el jueves -usualmente les sirve de conductor durante las visitas esporádicas que realizan en el país-; le pregunté si eso cambiaba nuestra reunión del domingo pero me comentó que no creía que cambiaría.
Pero el viernes me envió un par de mensajes de audio: le tocaría andar todo el fin de semana con sus tíos y prefería que cambiáramos el día de nuestra reunión del presente mes; le escribí de vuelta para agradecer por el aviso; y proponer el domingo diecisiete para la nueva reunión; lo que aceptó.
Entonces me quedé en casa todo el domingo; además, la noche anterior el amigo con el que desayuné me envió un par de fotos mostrándome las llantas que su sobrino le había dejado (!); y que me las podría pasar a dejar al día siguiente antes del mediodía.
Debido a esto le propuse a Rb que fueramos a los supermercados lo más temprano que pudieramos; lo que hicimos como a las nueve y media: caminamos hasta el más alejado en dirección sur y allí compramos un poco de pollo para los almuerzos de la semana.
También compré allí una docena de botellitas de Coca Cola Diet y un par de bolsas de chicharrones; lo segundo porque he estado planeando probar la receta de pollo cordon bleu utilizando chicharrones molidos en vez de harina de almendra.
En el otro supermercado compramos un poco de bananos -y Rb compró algunas alas para los almuerzos del domingo-; retornamos a casa alrededor de las diez y media; me puse a leer un poco pero corroboré que las notificaciones del messenger de facebook estuvieran activas -por allí es por donde me comunico con mi amigo, el de las llantas-.
Y efectivamente, un poco después de las once y media me comentó que ya se encontraba en camino; le escribí las indicaciones de la calle en la que vivo y salí al boulevard a esperarlo; un poco más tarde se parqueó y me entregó un par de llantas -usadas- que puedo utilizar en la parte posterior del automóvil.
También se bajó del automóvil su hijo -hace tres o cuatro años le dí algunas clases de programación (y ahora ya va en el segundo año en la facultad)-; y la hija menor de mi amigo ni siquiera levantó la vista de su teléfono celular -iba en el asiento posterior del automóvil-.
Total que después de conversar un poco nos despedimos y traje las llantas a casa -también un par de gafas, con una graduación bastante baja, pero con filtro para la luz de la computadora-; dejé las llantas afuera y entré por las llaves; luego las metí en el baúl del auto de Rb.
Par almorzar preparamos las alitas dominicales; y yo preparé un par de ensaladasa bastante abundantes; también abrí una de las botellas de cola que había metido más temprano al freezer; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; luego preparé un par de tazas de té.
También preparé y envié la respuesta a una carta que me envió mi hija segunda ese día: se supone que viene al país (con un gato) la primera semana de septiembre -supuestamente ya adquirió el boleto de avión- y debo ir por ella al aeropuerto, y llevarla al departamento donde viven sus hermanos.
Casi terminando la tarde nos pusimos a preparar los almuerzos para la semana laboral: pollo con crema de almendras, papas en cubos y flores de loroco; no nos tomó mucho la preparación de la comida y luego dejamos la olla en la estufa, para que se enfriara previo a la división en porciones.
Como Rb tenía su clase de Teología a las siete y media, aproveché su tiempo de preparación para ver el capítulo de Conan el niño del futuro; también ví el final de la película de la Liga de la Justicia y el inicio de la segunda película de Ne Zha.
El lunes no pude adivinar la palabra de wordle en Inglés; nomás la de Francés y Portugués; la reunión diaria de la mañana estuvo -como muchas- intrascendente; al parecer el product owner anda de vacaciones y el dev que lo sustituye lleva las asignaciones más calmadamente.
Después de la reunión me quedé leyendo un rato en la cama; pero sentí algunas molestias en los ojos; por lo que continué dormitando hasta después de las nueve; a esa hora me levanté a prepararme el desayuno.
Después de desayunar me refugié un rato en la cama de Rb: leí las cuatro cartas en turno del libro en portugués y luego empecé el libro interlineal (que cambié por la línea de francés, realmente): es de una practicante de Psicología Positiva y se centra -al parecer- en la definición de metas vitales.
Pero más que leer lo que hice fue continuar dormitando; había dejado la computadora del trabajo sin audífonos y Rb me estuvo avisando cuando sonaba alguna notificación; pero un rato después ella también llegó a la cama -a hacer lecciones de Duolingo- y yo me dormí otro rato más.
Creía que nuestro supervisor en el Imperio del Norte ya andaba de vacaciones -en realidad las iniciaba el día siguiente- por lo que no me sorprendió que el equipo local también anduviera bastante relajado; pero no, cuando inicié la reunión del mediodía se hizo presente.
Aunque la reunión fue bastante corta; y las novedades fueron mínimas: están por liberar una nueva versión de la aplicación pero aún están batallando con algunas funcionalidades -algo que tiene que ver con bases de datos; pero allí no me meto.
Al mediodía almorzamos la primera -de cuatro- porción del pollo en crema de almendra; después sacamos a caminar a los perros, lavé los trastes de la comida y preparé un té para Rb y una taza de café para mí; al final de la tarde barrí y trapeé las áreas comunes de la casa y luego hicimos la rutina de ejercicios de los lunes.
El martes -sorprendentemente- estuve un poco más ocupado que de costumbre: necesitaban que el equipo del cual soy parte realizara algunas tareas específicas en la app en la que trabajamos; al menos el día estuvo un menos tedioso.
Después del horario laboral, bajamos a los mercados en dirección sur; en el mas alejado compramos una bolsa de carbón: el domingo siguiente era el turno de los asados en donde preparamos comida para dos semanas -congelamos una semana en el freezer-.
En el otro supermercado compramosun poco de bananos; cuando venimos hice un poco de Duolingo y, luego de cenar, estuve avanzando en la primera parte del libro Die with Zero; dudé sobre la lectura del mismo pues, aunque es -creo- un buen objetivo, el autor me parece muy snob.
El miércoles -otra vez, sorprendentemente- me tocó participar en la reunión diaria; o sea, ingreso a la misma todos los días; pero, generalmente, nomás escucho el estado de las tareas que los developers realizan; o me entero de algunas novedades de la aplicación.
Pero ese día el Product Owner necesitaba que nuestro equipo corriera algunas pruebas antes de que los desarrolladores desplegaran la última versión al ambiente más utilizado; les escribí a mis tres compañeritos en la herramienta de mensajería interna; también les comenté que me retiraría a las nueve.
Y es que había decidido acudir a la reunión que la máxima lider local de nuestra sección empresarial había convocado para ese día a las diez; justo en el edificio a donde acudí a trabajar durante los primeros cuatro o cinco años.
Como el tránsito se está volviendo cada vez más insano, había decidido utilizar Uber moto para llegar a mi antiguo lugar de trabajo; un poco antes de las nueve me metí a la ducha y luego me vestí con un pantalón -negro- formal y una camisa que había planchado la noche anterior.
Luego pedí el viaje en Uber; el cuál se tardó más de diez minutos entre la búsqueda y confirmación del vehículo; a las nueve y veinte salí al boulevard; y creo que la elección fue buena pues no hubiera llegado a tiempo a la reunión.
Pero el motorista era un muy buen conductor -y no extremadamente riesgoso-; por lo que llegué a la oficina unos minutos antes de la hora programada -10:00 AM-; saqué mi gafete para entrar al edificio y subí caminando los seis pisos hasta el lugar de la reunión.
En donde encontré al PM y al Desarrollador que me ayudó el año pasado con el curso de Ciberseguridad; también estaban en el pasillo otras tres personas, a las que nunca había visto, pero que trabajan en otra área del mismo departamento.
Pero pasó la hora de la cita y no llegaba nadie mas; un poco más tarde el PM recibió un mensaje, anunciando que la reunión era en el otro edificio, por lo que bajamos y subimos al sexto nivel del correcto.
Allí entramos a una sala de reuniones, a donde empezaron a llegar más compañeros de trabajo; en total llegamos como quince -la líder fue la que llegó más tarde- y nos conectamos con el jefe de ella -desde Francia-.
Y es que esta señora trabajó en el mismo nivel en donde yo empecé mi trayectoria en esta empresa -hace casi once años-, pero luego -un crecimiento sorprendente- estuvo trabajando dos años en Australia, y ahora lleva dos o tres años en Francia.
No había ni siquiera una agenda definida para el encuentro; aunque yo aproveché para que contara un poco su historia laboral reciente; en total fue como media hora para conocernos un poco más -llevaron café y pastelillos-.
A las once y media -cuando mi supervisora local se despidió- aproveché para despedirme de ella, de la líder y de algunas otras personas del equipo; le había pedido aventón al PM -vive en el mismo municipio-, pero ví que se encontraba muy animado, por lo que decidí retirarme por mis propios medios.
La -última- estación del transmetro se encuentra justo frente a este edificio, por lo que no esperé mucho para abordar la unidad; luego, en el centro histórico tomé la siguiente -la que me conduce hasta el comercial en donde se estacionan los busitos- y allí me subí al que estaba justo por iniciar su recorrido.
En total me hice como hora y media -nada mal, la verdad; o sea, el doble que el viaje en moto- y vine un poco después de la una, a acompañar a Rb en el almuerzo; después sacamos a caminar a los perros.
Algo que me inquietó -y a Rb- es que en la reunión se confirmó que como parte del viaje se estaba confirmando el equipamiento de un laboratorio local; específicamente para el equipo del cual soy parte.
O sea, van a instalar varias unidades del hardware que se utiliza en el proceso que probamos; y va a venir personal del Imperio del Norte (supuestamente mi supervisor y el Product Owner) a demostrar su utilización; por lo que se viene el Retorno a la Oficina.
Al menos de manera provisional; o, al menos, eso es lo que ha asegurado mi supervisora local: durante dos o tres meses deberemos acudir todos a la oficina, para aprender a utilizar el equipo; luego se tratará de que haya rotación de personal, para que siempre haya alguien en el laboratorio.
Realmente tengo sentimientos encontrados sobre esto -lo han estado discutiendo durante varios meses, pero el miércoles lo afirmó la líder, y ella (al menos en el pasado) ha llevado a buen término los proyectos en los que se involucra-; o sea, ya llevo más de siete años de trabajar desde casa.
Y me he ido acomodando a la rutina; de hecho, demasiado quizá; eso fue parte por lo que no me sentí bien de estar tomando tareas de un segundo trabajo; pero tampoco me atrae pasar tres horas todos los días en el tráfico.
Incluso le comenté a Rb que si lo que pretendían era que retornara por completo, le hablaría a mi ex directora -la mejicana con la que me llevaba bien- para moverme a otra área, donde pueda continuar trabajando desde casa.
Pero no sé qué pasará; o sea, mi ex directora me comentó varias veces que siempre tenía las puertas abiertas; pero eso fue hace casi tres años; no sé si la situación sea la misma; o nomás tendré que resignarme al sobretrabajo -o a retirarme-.
Y es algo que nos ha estado afectando durante los últimos días; o sea, Rb extrañará que esté todo el día disponible, para ayudarla con los perros o cualquier situación domiciliar: es un tema delicado; y no sé cómo se desarrollará.
Creo que un Best Case Scenario: acudir dos días a la semana a la oficina; trabajar tres días desde casa; no es lo ideal, pero creo que es manejable; en esos dos días aprovecharía para leer, o algo similar, mientras me conduzco hacia y desde la oficina.
Worst Case Scenario: la vuelta a la oficina es total; acudir cinco días a la semana; con lo que tendría que madrugar y salir antes de que las arterias se llenen de tráfico; y soportar las aglomeraciones en el retorno; porque no me llama la atención conducir todos los días.
O sea, trabajé casi toda mi vida de esa forma; y no es algo que extrañe: hubo muchos años de madrugar, sortear el tránsito, encontrar rutas alternas, y de trabajar hasta tarde; quedarme hasta que el tránsito ya hubiera bajado un poco para no ser parte de las aglomeraciones.
Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; luego de la ducha -doble, por la salida de la mañana- Rb me propuso que jugáramos una partida de ajedrez; luego estuve viendo series y leyendo.
El jueves era el primer día de vacaciones -obligatorias- del mes: desde hace casi tres años me obligan a tomar dos días de vacaciones mensuales, para ir rebajando lo que acumulé durante casi diez años; usualmente tomó el día jueves, para acompañar a Rb al mercado.
Pero ese día el viaje no era al mercado en el Centro Histórico; sino a una Droguería -en el mismo sector- en donde Rb se provee de medicamentos genéricos a un precio bastante accesible; salimos de casa después del desayuno.
Por alguna razón -la vuelta a la oficina, el retorno de mi hija segunda al país, entre otros- me ha estado costando bastante conciliar el sueño; a pesar de que medito antes de acostarme, he llegado a altas horas de la madrugada sin poder dormirme.
De todos modos sigo levantándome a las seis y media, para meditar -veinte minutos por estos días- y luego empezar con los quehaceres cotidianos: Wordle -en tres idiomas-, Duolingo -en cuatro idiomas- y -además del trabajo- las lecturas que llevo en varias líneas.
Un poco después de las nueve salimos a tomar el busito al boulevard; el tránsitos se veía bastante pesado: la ruta estaba llena, aunque no completamente detenida; abordamos el busito y Rb se puso a hacer lecciones de Duolingo; yo me entretuve con el cubo de Rubik de 5x5.
Al terminar el viaje en el busito abordamos una unidad del Transmetro; y, en el centro histórico, otra unidad para dirigirnos a la droguería -se encuentra en las primeras calles y avenidas de la zona central-; no nos tomó mucho tiempo para llegar, comprar las tabletas y volver a tomar otra unidad de transmetro de retorno.
Total que un poco después de las once estábamos de vuelta en el comercial en donde se parquean los busitos que vienen al boulevard; allí entramos al supermercado a comprar aguacates y un poco de pollo -también Rb me compró una docena de muffins-.
Luego abordamos el busito y retornamos a casa; el tránsito estaba un poco ligero; cuando entramos continué con la edición del video de ejercicios del primer día de la semana: unos días antes había encontrado una rutina que hace un joven con el mango de una escoba.
A la rutina de cuarenta minutos que hacemos el lunes le agregué otros doce con dos repeticiones de los ejercicios que acababa de encontrar y me entretuve cortando y pegando los videos -al final quedó de cincuenta y un minutos, en total-.
Almorzamos la última de las cuatro porciones del pollo que preparamos el domingo anterior y luego sacamos a caminar a los perros; después de lavar los trastes preparé un café para mí y un té para Rb y, a las cuatro de la tarde, nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.
Rb quería comprar otras medicinas en una farmacia social que nos queda en el camino; también enviar a dos personas en el interior un poco de la medicina que su hermana mayor le ha estado regalando desde hace unos meses.
Además, habíamos acordado comprar un par de mangos de escoba en la tienda verde de descuentos -en donde también yo quería adquirir un juego de acuarela en pastilla-; aprovechamos para comprar un poco de bananos en el supermercado, y pasamos a la panadería a proveerme para mis desayunos del fin de semana.
Total que fue un viaje bastante provechoso -Rb compró, incluso- cuatro libras de uvas en un pickup que se estaciona a pocas calles de la casa-; la nota trágica fue que casi llegando a los supermercados vimos a un motorista al cual acababan de atropellar; lo que complicó más el tránsito que ya se veía bastante lento.
Cuando retornamos de los supermercados terminé de bajar el video con la nueva rutina que utilizaremos los lunes -aunque acordamos probarla el último día de la semana- y luego ví uno de los últimos capítulos de Conan así como la parte final de la película en turno de la Liga de la Justicia.
Por la noche terminé de ver Justice League Dark, ví un capítulo de Conan el niño del futuro (ya solo me quedan como tres) y una pequeña parte de la segunda película de NeZha.
El viernes también era día libre: de hecho el único feriado (oficial) aquí en el área metropolitana; se celebra a una de las versiones de la virgen española, patrona de la ciudad; me levanté a las seis y media, luego retorné a la cama, hice un poco de Duolingo, pero me quedé durmiendo hasta las ocho y veinte.
A esa hora sonó la alarma semanal que configuré en mi teléfono para recordarme del informe semanal que debo enviar a mi supervisor en el imperio del norte; me levanté a prepararme el desayuno de los fines de seamana, luego me puse a hacer los wordle del día.
Como había programado una reunión por la tarde con mi único amigo garífuna, habíamos decidido realizar por la mañana la rutina de ejercicio de los viernes (además de la limpieza que hago el primer y último día de la semana laboral); de hecho previmos probar la nueva rutina de los lunes ese día.
Pero antes fuimos a la tienda en donde nos proveemos de verduras: Rb quería comprar los ingredientes -tomates, papas, especias- que aún nos faltaban para el ásado que habíamos planeado preparar el domingo.
A media mañana fuimos por las verduras y luego me metí un rato a mi habitación, a leer la última parte dle ciclo correspondiente de The Phoenix Project; a las diez y media barrí y trapeé las habitaciones y las áreas comunes, luego nos ejercitamos.
La rutina estuvo bastante pesada -doce minutos más que la anterior- y después me metí a la ducha; a continuación, antes de la preparación del almuerzo, volví a la habitación a leer un poco de Ma vie mon ex et autres calamités.
Almorzamos una ensalada bastante grande, acompañando la porción de atún de los viernes; después sacamos a caminar a los perros más grandes -y a la más anciana al patio frontal-; luego lavé los trastes del almuerzo -realmente disfruto ver el lavatrastos vacío-.
A las dos y media tomé mi mochila, me despedí de Rb, y tomé el auto para dirigirme al comercial en donde se estacionan los busitos: allí había acordado reunirme a las tres con mi amigo -nos graduamos juntos del bachillerato y él entró un año más tarde a la facultad-.
Mi amigo no se graduó de la facultad por dedicarse al trabajo en el cual aprendió las habilidades que le permitieron fundar una oficina internacional (encuestas y estudios de mercado); la cual quebró completamente durante la pandemia.
Nos habíamos reunido -por primera vez después de casi veinte años- el año anterior, en el mismo comercial, y nos habíamos puesto al día de nuestras vidas; en esa ocasión ni siquiera aceptó que lo invitara a alguna bebida.
Esta vez no habíamos citado en el Burger King del mismo lugar; en donde compré un Hershey pie (mis favoritos) y un café; él nomás ordenó una bebida pequeña de chocolate; luego estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, poniéndonos al día del último año.
A la reunión llegué con un par de minutos de antelación; mi amigo me comentó que había llegado veinte minutos antes (originalmente había sugerido la una o las dos, como hora de la reunión; pero preferí las tres, por mis rutinas con Rb); yo le comenté que, como iba temprano, había pasado al supermercado del lugar a comprar un par de berenjenas.
Y es que eso fue lo único que no encontramos en nuestra visita matutina a la tienda; y Rb me había pedido que pasara al supermercado en cuestión, por una o dos berenjenas grandes; y como iba temprano me metí al parqueo -no había encontrado lugar en el exterior, en donde no cobran- del comercial.
Compré dos berenjenas grandes (tres dólares) y luego pasé por mi mochila, en el área de paquetes; la verdad es que no quería pagar el parqueo, pero no recordaba cuál era el consumo mínimo para que validaran el ticket del parqueo.
Afortunadamente la chica en el área de paquetes me recordo de mis visitas con Rb al supermercado; y, aunque al principio me comentó que el consumo mínimo era de siete dólares, me validó el ticket; aunque tampoco estaba seguro si me cubriría luego del tiempo que pasaría con mi amigo.
Después de despedirme de mi amigo -eran como las tres y diez- en la puerta del Burger King, bajé al sótano, en donde había parqueado el auto de Rb; pasé por la máquina de pagos, y al validar el ticket -ni siquiera sabía cómo funcionaba, hasta que un joven me indicó en donde escanearlo- resultó que no tenía cargo.
El tránsito, tanto de ida como de vuelta, estaba como no lo había visto en mucho mucho tiempo: no me tocó que parar ni siquiera en la vuelta donde el tránsito se incorpora a la ruta intermunicipal; y de vuelta estuvo igual de bueno.
Por lo que muy poco después estaba parqueándo el auto frente a la casa de Rb; venía escuchando un podcast en francés y, mientras lo ponía en pausa y bajaba del automóvil, Rb sacó a sus perros al patio.
El resto de la tarde lo pasé entre videos de Youtube, revisión de mis correos -por el fin de semana superlargo, me extrañó que mi supervisor en el imperio del norte estuviera asignando tareas, hasta que me acordé que era viernes- y una partida de Scrabble.
Y a ver cómo sigue eso...