Cuando compré el boleto para ir a la casa donde crecí -hasta los dieciocho años- me di cuenta que había una opción para las siete de la noche; generalmente elijo el último viaje del día pues prefiero viajar de noche; y hasta la última vez el último viaje era a las seis de la noche; usualmente la hora de llegada a la estación de la cabecera departamental es alrededor de medianoche.
Sopesé elegir el viaje de las siete de la noche; pero luego pensé que estaría afectando a mi hermano mayor pues, en vez de media noche, tendría que ir por mí a la estación a la una de la mañana o a una hora similar; total que elegí el viaje de las seis; y el pago tampoco estuvo nada fácil: el sitio de pago de la empresa de transportes no me aceptó la tarjeta de crédito por tener fecha de vencimiento: 07/24; por alguna razón la tomaba como ya vencida.
La tarjeta de débito de Rb también tenía el mismo mes/año como fecha de vencimiento por lo que tampoco era posible utilizarlo; contacté a mi amigo que vive en el otro extremo de la ciudad y, afortunadamente, la fecha de vencimiento de su tarjeta es para el próximo año; le transferí los quince dólares del valor del boleto y un poco después me envió la copia del mismo.
Eso fue un par de días antes del viaje; el miércoles, luego de las rutinas diarias (rutina de ejercicios de los miércoles) y de comprar tiempo de internet para mi teléfono por dos días; salí a tomar el busito al boulevard principal, un poco antes de las cuatro de la tarde.
El bus pasó rápido -los horarios son bien inciertos- y un poco después estaba apeándome en el comercial en donde se estacionan -y en donde está la estación del Transmetro-; llegué a la última estación un poco antes de las cinco por lo que entré en un supermercado que se encuentra a un costado de la plaza.
Me envié treinta y cinco dólares al celular y compré un cepillo de dientes y un jabón de baño; luego salí al cajero que se encuentra en el portal del comercial y retiré el efectivo -tenía más o menos una cantidad similar en la billetera pero estimé que (con el pasaje de vuelta) necesitaría más dinero-.
Llegué a la estación de buses hacia el puerto un poco después de las cinco y media; tuve inconvenientes para imprimir el boleto de abordaje pero el cajero me explicó el código de barras que debía colocarse en el lector.
A las seis de la tarde abordamos el autobús; media hora después habíamos avanzado únicamente un par de calles del centro histórico -el tráfico estaba super pesado-; durante el trayecto fui comentándole a Rb las calles que apenas avanzábamos y, dos horas después, le indiqué que estábamos dejando la periferia de la ciudad.
Dos horas nomás para salir de la ciudad fue un nuevo record; cuando llegamos al lugar de la mitad del trayecto -donde la misma empresa tiene un hotel y restaurante- eran casi las once de la noche y el bus de las siete se estaba estacionando justo detrás del nuestro.
No había cenado -aunque creo que sí había refaccionado- pero no tenía nada de apetito y decidí nomás bajar a estirar las piernas -y pasar al baño-; a las once el bus tomó nuevamente su recorrido y llamé a mi hermano para comentarle que llegaría tardísimo.
Me indicó que lo llamara cuando faltar aproximadamente una hora para llegar a la estación -en la estación más grande entre la ciudad y el puerto, creo- y, efectivamente, a la una de la mañana lo llamé para que iniciara su viaje a la estación.
El bus llegó, finalmente, un poco después de las dos a la estación del Puerto y mi hermano ya estaba en el lugar esperándome -con su moto más nueva-; abordamos el vehículo y nos dirigimos a la casa de mis padres -en la que mi hermano ha vivido solo por los últimos veinte años-.
Llegamos al lugar y mi hermano me cedió el dormitorio que tiene reservado para la visita de mis padres: acaban de instalar una disco en el local vecino por lo que la bulla nocturna alcanza niveles desagradables; un poco antes de las tres de la mañana puse la alarma para las seis e intenté dormir un poco.
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