Ayer me tocó nuevamente ingresar a la oficina de nuestra subsidiaria local. Llegué un poco antes de las 8:00 y el guardia me dijo que tenía que esperar hasta la hora de apertura normal. Llamé al programador que está haciendose cargo de esta subsidiaria pero no me constestó. Como a los diez minutos me devolvió la llamada y uno de sus compañeros bajó a franquearme la entrada. Estuve trabajando con el mismo personal -y el jefe de contabilidad- hasta el mediodía y a la hora del almuerzo me despedí de todos. Pasé a comprar un hotdog callejero y me dirigí a mi oficina.
Hace mucho tiempo nos estábamos reuniendo cada dos semanas. Ahora es una vez al mes. Al inicio intentamos leer un libro de Dale Carnegie. Ahora desistimos de la lectura, al menos estructurada. El jefe de mi jefe si es, al parecer, un lector consuetudinario. Está leyendo por estos días Cincuenta sombras de Grey. Yo estoy leyendo Cartas a Adriana, de una periodista española y la semana pasada leí Querido Señor Henshaw de Barbara Cleary.
La reunión del club de 'lectura' de ayer fue en uno de los centros comerciales más caros de la ciudad. De hecho yo propuse el lugar pues el lunes había recibido un correo de la tienda de juguetes en la cual mis chicos participaron en la competencia del cubo de Rubik informándome que ya tenían los diplomas disponibles pero que estaban en la sucursal de esa tienda de este comercial. Yo había planeado que cenáramos allí pero me había asegurado que había un café no muy caro: Café Barista.
Como a media tarde el jefe de mi jefa pasó al lugar en el que trabajamos -mi escritorio está a la par del del cuarto miembro del grupo de lectura- y nos indicó que tenía que realizar unos trámites en el RENAP y que llegaría al lugar que decidiéramos. Yo propuse este centro comercial pues le quedaba a él a la mano y yo podría pasar a traer los diplomas. Un poco antes de las seis el otro compañero me indicó que teníamos que salir pues el jefe de mi jefa ya se encontraba en el lugar.
El tráfico estaba pesado. Nos tardamos como cuarenta y cinco minutos para llegar al lugar y al final, alguien -no estoy seguro si fue el jefe de mi jefa- propuso que cenáramos en Nais Aquarium, que es el acuario más grande del país -creo-. Había oído comentarios de que era bastante caro pero, me resigné al costo, pensando en que si no, quien sabe cuando iría por los diplomas de mis chicos. Afortunadamente cargaba mi tarjeta de débito pues mi jefa me había pedido que le prestara dinero para cubrir la cena. Un poco después de acomodarnos -y ordenar- indiqué que iba al baño y aproveché para recoger los diplomas de mis peques.
Estuvimos en el lugar un par de horas. Hablando un poco de libros y mucho sobre películas. Y viendo los peces. La comida es cara. Gasté casi lo mismo que el mes anterior en Cayalá. La comida fue miejor en el otro lugar, también. Durante la parte final de la conversación el jefe de mi jefa bromeó con ella porque de pronto se había quedado callada. Yo lo había notado, pero creí que tenía algo que la preocupaba, familiar o de la misma índole. Igual, sé el grado de inmadurez que se maneja por lo que traté de no darle mucha importancia.
Un poco después de las nueve nos despedimos y el jefe de mi jefa pasó a dejarme a mi casa. Ví la mayor parte de Taken 2 y me dormí un poco antes de la medianoche.
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