sábado, 22 de diciembre de 2012

Sábado, visitas, visitas, visitas...

Ayer, como era de prever, estuvo bien lento el día.  Hubo un montón de bromas acerca de que no se había acabado el mundo, a pesar de todas las malas interpretaciones que se hicieron acerca del Baktún.  El día jueves mi jefe me indicó que tendríamos la reunión semanal a las siete pero, como era de prever,  llegó un poco después de las ocho a la oficina.  Esta vez, ni llamada ni mensaje indicando que no llegaría a la hora de la reunión.  Yo había entrado a las siete y había tratado de avanzar un poco en una asignación.

El día anterior le dejé preparada toda la información para que enviara un correo.  Durante la reunión me pidió que tomara la misma información y enviara el correo que debía haberse ido el día anterior.  La reunión la realizamos de 8 a 10 pero lejos de ver avances, programas o mejoras estuve escuchando una letanía de frustraciones y áreas de oportunidad personales.  En fin.

Al igual que el jueves, ayer llevé una zanahoria rallada.  A la hora del almuerzo bajé al tercer nivel con mi trasto de ensalada y los libros Cartas a Adriana y State of Wonder.  Terminé de leer Cartas a Adriana -me faltaban solo dos cartas- y empecé a leer un poco más seriamente State of Wonder.  Había planeado cruzar la calle e ir al comercial que está frente a nuestro edificio a comprar la arcilla que regalaré a mi hija segunda.

Terminando de almorzar estaba cuando me llamaron.  La persona se identificó como parte de una empresa de investigación que debía confirmar mi estabilidad socioeconómica para el trabajo al que estoy aplicando en el banco.  Me indicó que llegaría a mi casa antes de las cinco.  Como había dejado totalmente desordenada mi habitación le indiqué a la señorita que salía a las 5:30 de mi trabajo y que no podía estar en mi casa hasta las 6 y media o algo así.  Me comentó que la visita domiciliar se realizaría el sábado por la mañana.

Como había indicado a mi mejor amiga del voluntariado que visitaría con su grupo en la mañana del sábado la llamé para comentarle que me sería difícil llegar al hospital o que de llegar, sería más tarde de la hora a la que había convocado.  La tarde transcurrió lenta.  Los dos o tres compañeros que se iban retirando pasaron por todos los lugares deseando feliz navidad.  Como a media tarde me llamó la secretaria de la oficina para que firmara el recibo del pago que nos depositarán la otra semana.  También debía firmar el formulario por los dos días de vacaciones que mi jefe me había ofrecido la otra semana, pero en la mañana mi jefe había decidido que mejor llegara a trabajar.  Firmé por el mediodía del 24 y el mediodía del 31.

De la empresa de investigación me enviaron un formulario de cinco páginas que debía completar y devolver por la misma vía.  También debía imprimir el formulario y entregarlo durante la visita junto con la copia de varios documentos y las últimas tres constancias laborales.  A las cinco y media me retiré de la oficina.  Pasé a la librería a comprar la arcilla para mi hija segunda y luego retorné a mi habitación pues debía fotocopiar los documentos requeridos. Después de fotocopiar los documentos me dirigí a la casa del voluntario que vive en la misma colonia, en donde estuve un par de horas entre cena y conversación.

Después de despedirme del sonrisero pasé a la tienda a comprar jabón en polvo y desinfectante líquido y vine a hacer la limpieza anual a mi habitación.  Terminé durmiendome un poco después de la una  y media de la mañana.  Estaba viendo el último capítulo de la segunda temporada de Homeland, pero viendo lo tarde que era y lo importante de la visita de la mañana programé la computadora para que se apagara en media hora y me dormí.

Este día me levanté a las 7:00.  Bastante descansado realmente.  Me bañé, cepille y rasuré y me puse a revisar mis correos.  Un poco antes de las 8:00 pasó el dueño de la casa.  Le pagué el mes de renta.  Un poco después de las ocho vino el investigador.  Bastante joven y en moto -traía guantes de lana-.  estuvimos conversando un poco en mi habitación, le entregué el formulario impreso y la fotocopia de los documentos y llené unas pruebas dactilográficas.  Luego pasamos a las entrevistas vecinales.  Como estaba por acá el segundo más antiguo de la casa fuí a tocar su puerta.  Anoche ví que andaba tomando pero esperaba que estuviera sobrio este día.  No lo estaba.

Le indiqué que como veía que estaba muy desvelado mejor conversaríamos con el tercero en orden de antigüedad.  Not my cup of tea.  Este individuo trabaja de cajero en un banco y algunos domingos ha puesto su música de Trash Metal demasiado alta.  Aún así, en un par de ocasiones he compartido la fruta que refaccionamos con mis peques algún domingo.  La entrevista fue bastante corta, su nombre, número de teléfono y su opinión personal sobre mí.

Luego pasamos a la casa del vecino con el que había conversado el entrevistador del otro banco el año pasado.  Esperaba que estuviera también su hermano pues el año pasado fueron ellos dos quienes dieron buenas referencias mías.  No estaba.  Pasamos a la siguiente casa y le pedí al dueño del taller de carpintería que funciona allí.  Muy amable el señor dió buenas referencias.  El investigador tomó varias fotos de mi habitación, el baño, el patio, mi persona y luego se despidió.  Llamé a mi mejor amiga para indicarle que iba al hospital y salí a tomar el Transurbano.

La visita, en el área pediátrica del hospital más grande del centro histórico, estuvo genial.  Apoyamos a una familia que desde el año pasado se organiza para llevarles dulces y regalos a los niños que están internados por estas fechas.  Anduvimos por dos niveles y varias salas.  Regalando dulces, repartiendo regalos, cantando y en general, tratando de darles un momento alegre a los pacientes y sus familiares.  Después de la visita nos fuímos a almorzar Pollo Pinulito con otros seis sonriseros, en el auto de uno de ellos.

Nos costó encontrar un lugar para almorzar al aire libre.  Estaba cerrado el Centro Universitario Metropolitano.  Terminamos comiendo en una parquecito al lado de una iglesia católica.  Como a las cuatro de la tarde el sonrisero que andaba en automóvil pasó a dejarnos a una calle cerca de mi lugar de trabajo en donde nos despedimos.  Planeaba ir a visitar a una amiga que conocí el año pasado en el voluntariado y que no había visto en varios meses.  Hace un par de semanas empezamos a conversar con cierta regularidad a través de Skype y ayer me comentó que la iban a operar esta mañana de la vesícula.

Como uno de los sonriseros se ofreció a acompañarme, tomamos un autobús y nos fuímos a la colonia en la que está el hospital que me indicó mi amiga.  Que era el mismo hospital en la que mi hija mayor estuvo internada hace como diez años a causa de una neumonía que se complicó con deshidratación.  La amiga estaba en muy malas condiciones.  La habían operado por la mañana pero no la habían dejado comer o beber agua desde el día de ayer.  Y no lo permitirán hasta el día de mañana.  Estuvimos con este sonrisero un poco menos de una hora tratando de conversar un poco y luego, como el dolor no amainaba y ella nos dijo que intentaría dormirse nos despedimos.

Tomamos el autobús de vuelta al Trebol, mi amigo sonrisero se apeó en el mismo lugar en donde habíamos tomado el autobús y yo me bajé un par de paradas más tarde.  Me vine caminando a mi habitación.  En el camino pasé a un supermercado a comprar una figura de acción, que es la última opción en la lista de sugerencias de mi chico pero era la opción más adecuada dado lo tarde que ando haciendo las compras.  Compré un Hombre Araña de Mattel.  Luego me vine a mi habitación.  Anoche dejé un baño de ropa en remojo -pues no quería tener ropa sucia al recibir la visita domiciliar- y planeo lavar aunque sea un poco hoy por la noche.  Luego dormirme temprano pues quiero tener un buen domingo con mis peques.


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